LA AGROECOLOGÍA, UN CAMINO ALTERNATIVO
La crisis ambiental y socioeconómica ha llevado a la
emergencia de la Agroecología como un enfoque teórico y metodológico que
entiende el manejo ecológico de los recursos naturales desde dinámicas de
acción colectiva, que caminan hacia el fortalecimiento del potencial endógeno
de los territorios para el mantenimiento de la biodiversidad sociocultural de
los mismos, deconstruyendo, por otro lado, el discurso ecotecnocrático de la
sostenibilidad (Sevilla Guzmán, 2006).
Desde el paradigma de la Agroecología, se parte del rechazo
a la concepción respecto al mito de la superioridad del mundo urbano industrial
sobre el mundo rural, ya que éste ha sido una parte esencial de los argumentos
utilizados para justificar la destrucción de las culturas campesinas e
indígenas como una condición fundamental para la modernización de la
agricultura (Altieri, 1987). Surgen desde este enfoque redes sociales que
encuadran redes rurales (de productores, sindicatos alternativos, etc.), redes
políticas (como por ejemplo el ecologismo y los nuevos movimientos globales) y
redes económicas (como el cooperativismo y la economía social y solidaria) que promueven
criterios de sostenibilidad, rentabilidad y democratización para dar soluciones
a los problemas del sistema agroalimentario global (Calle Collado, 2005).
Todos los proyectos parten de un acercamiento importante a
la tierra, con la recuperación de prácticas agrícolas y ganaderas de los
territorios donde están insertas, rescatando los aspectos positivos tanto
sociopolíticos como ambientales del campesinado (Sevilla y Soler, 2009).
Estas actividades permiten, por un lado, revitalizar
espacios rurales despoblados, en ese intento de relocalizar la economía y, por
otro lado, trabajar por una cierta autosuficiencia rural como ejercicio
saludable de austeridad (Illich, 1974). En este sentido, el trabajo en el lugar
y de la tierra, va ligado también a una postura consciente decrecentista en
torno al consumo e implicación de ésta. En estas actividades ligadas al manejo
de los recursos naturales, el conocimiento tradicional se presenta como una
condición imprescindible para poder implementar esas actividades productivas,
por lo que se precisa de todo un rescate de los manejos y saberes tradicionales
de la racionalidad campesina de generaciones pasadas, transmitidas oralmente,
como un proceso de rescate de la cultura local. Así, se entiende que estas
experiencias tienen un componente agropolítico, es decir, entienden su práctica
a partir de un proyecto comunitario de transformación de las condiciones de
vida, como una forma de transformación social (Sevilla y Soler, 2009).
Esta apuesta por un estilo de vida se configura como uno de
los elementos de los nuevos movimientos globales, en la medida en que proponen “no un
programa político concreto sino una forma de vida que se inspira en pilares que
chocan con los criterios de competitividad, acumulación materialista o
autoritarismo que encontramos hoy como valores sociales” (Calle Collado, 2005: 255). De esta forma, se combina la
escala global con la dimensión local, como eje de actuación de estos
movimientos, y
“se moverán a la vez en esferas
temáticas y generales, y en protestas asentadas en territorios concretos que
después emergen hasta conectarse con protestas y espacios internacionales. Al
margen de los grandes focos mediáticos, los foros y los espacios de reflexión
más locales, así como las iniciativas que buscan liberar espacios de las
dinámicas de la mundialización económica, serán pilares de la emergencia desde
lo local y lo cotidiano de una nueva cultura de la movilización” (Calle Collado, 2005: 61).
La localidad permite apoyo directo, procesos desde la confianza
y la participación, disminución del consumo y conocimiento del lugar, así como,
una menor dependencia, y mayor autonomía y empoderamiento respecto al exterior.
Estos proyectos son experimentos de construcción social crítica global y local
a la vez, provenientes de visiones ecologistas, del movimiento
antiglobalización, de círculos libertarios, feministas, de enfoques
decrecentistas, cooperativistas o de la economía solidaria. Son reflejo de los
discursos y prácticas de los nuevos movimientos globales, de los que son
innovadores ejemplos. Son respuestas variadas y diversas al actual modelo de
sociedad consumista, recuperando la condición campesina, trabajando desde la
cooperación y el apoyo mutuo, desde la voluntad de habitar un mismo espacio y
querer compartir; todo ello como apuesta de incidencia política y de
transformación social. Más allá de las dificultades en el proceso de
construcción y reproducción social de estas iniciativas, lo cierto es que se
configuran como nuevas estrategias de acción colectiva, nuevas prácticas
socioecológicas, en definitiva, nuevos modelos de convivencia y sociabilidad
trabajando por un cambio social (Calle
Collado, Soler y Vara, 2009).
Así, en las últimas décadas se está creando un movimiento
de productores y consumidores alrededor de los grupos de consumo en base a la
Agroecología en todo el Estado español, que se ha ido fortaleciendo mediante
una base política común en torno a la idea de Soberanía Alimentaria. En
diversos territorios se están creando plataformas de encuentro entre
productores, consumidores y organizaciones sociales que trabajan por la
Soberanía Alimentaria, de cara al fortalecimiento de los circuitos cortos de
comercialización a escala local y regional.
Extraído de: El enfoque del decrecimiento como estrategia de
empoderamiento y transformación social. Un estudio de caso de los grupos de
consumo agroecológico de Granada Consuelo Díaz Escobar
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