28/5/12

No es que no haya gestos a favor de la gente más necesitada, es que ni tan solo hay palabras de consuelo


SANGRE, SUDOR Y AMOR

Quizá nos hayamos quedado sin dinero, pero también nos hemos quedado sin corazón.

La reacción frente al desamparo del ser humano ha de venir de las conciencias de la gente, conciencias impulsadas bien por las creencias religiosas o por las buenas intenciones agnósticas. En cualquier caso, este dilema podría articular una gran alianza, un enorme campo de diálogo entre creyentes y no creyentes preocupados por el futuro de la humanidad.

Hasta hace poco, pensaba que esta reacción vendría del campo de la política, que el progreso político, la cultura formativa del mundo de la acción política resolvería este  otros problemas, pero ha abandonado toda esperanza, como un Dante frente a las puertas del infierno. Solamente desde la revolución de las conciencias se podrá retornar al ser humano su deteriorada dignidad.

Y estas reflexiones nos conducen a una última: la dureza de la política. No es que no haya gestos a favor de la gente más necesitada, es que ni tan solo hay palabras de consuelo. ¿Dónde está la compasión de este Gobierno, sus palabras de aliento y sus gestos personales, individuales y colectivos de ayuda? ¿Por qué se aplauden y se abrazan unos ministros a otros cuando han votado los recortes más drásticos de la democracia? ¿De qué ríen? ¿Por qué incluso, sonríen?

El campo de la política se ha endurecido y acorazado. Los que gobiernan podrían pensar: "Ya que no podemos hacer nada para evitar la tragedia, estemos al menos al lado de los más débiles". Pues no. Parece que su consigna es, aprovechando este Pisuerga, hundamos incluso a los más débiles (desplumémoslos de su dignidad o de su tarjeta sanitaria, tanto da).

Escándalo. Hemos de recuperar la vocación profética del escándalo. Escándalo por lo que ocurre en España, pero también por lo que pasa en otros países. En Europa estamos jugando con fuego. España, sin compasión. Alemania extremada, donde un médico está obligado a denunciar el inmigrante irregular (qué poco ha aprendido la canciller Merkel de su padre, un pastor protestante). Francia dando pie irresponsablemente a la extrema derecha, para no hablar de una Noruega que da miedo.

Puede ser que no tengamos dinero, pero es que nos hemos quedado incluso sin corazón.

Parte del artículo publicado en La Vanguardia 26.05.12

Josep Vicent Boira
Universitat de València

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