21/8/24

No hablo de disidencia cobarde, pero sí recuerdo el daño del silencio de los buenos

LA INVERSIÓN DE VALORES           

La sociedad es frívola, utilitarista, inculta, vulgar e insensible al Mal

Hace tiempo que los diseñadores de esta aldea global, especie de aprisco humano durmiente, con más miedo que esperanza, vienen lanzando perlas de futuro; no tan de frente en los espacios de noticias y tertulias, pero muy a las claras en espectáculos lúdicos relacionados con el ocio y la fiesta.

Estas consignas simbólicas suelen pasar inadvertidas para el gran público, demasiado dependiente de los efectos especiales y las luces de colores; en definitiva, del ruido acústico, visual y mental. Pero esto no es inocuo; todo lo contrario.

Estos estímulos son disparos directos al subconsciente de quienes participan o contemplan pasivamente en un estado cuasi hipnótico, que a su vez se van integrando en el inconsciente colectivo.

El fin no es otro que ir eliminando los arquetipos que nos ennoblecen y han contribuido a nuestra evolución, y sustituirlos por los modelos futuristas del nuevo paradigma de laboratorio imperante en el mundo. Advertir lo más destacado y visible de esta inversión de valores no es difícil.

Las leyes de los últimos tiempos, el bombardeo mediático sobre usos y normativas distópicas, el adoctrinamiento en los centros de enseñanza y la presión de los lobbies queer sobre la nueva antropología deformante es algo que llama la atención incluso de los más despistados. Sin embargo, los estímulos y escenificaciones rodeados de jolgorio, con pretensiones artísticas e incluso humorísticas, incluyendo mensajes subliminales y técnicas psicológicas priming, son difícilmente detectables conscientemente, dado que estos estímulos, llamados de baja intensidad, no se instalan en la corteza cerebral, sino en otras estructuras.

En los últimos años, las políticas laicistas, apoyadas por el silencio y la cobardía de los tibios, incluida la Iglesia, han trufado la sociedad de un sentimiento antirreligioso que se sustancia en un ataque público a todo lo sagrado. Se ha legalizado la blasfemia, se han profanado templos, se han ridiculizado procesiones, se han derribado cruces y se ha prohibido rezar en la calle. La consecuencia es el desarrollo, en muy poco tiempo, de actitudes cristofóbicas alarmantes, incluso entre personas consideradas buena gente.

Los meditadores y practicantes de yoga, por poner un ejemplo, nombran a Buda y tienen su imagen en sus casas. Sin embargo, a Jesús de Nazaret no solo no se atreven a citarlo, sino que lo han alejado de sus vidas y de sus almas. ¿Por qué Jesús causa tanta fobia? ¿Y por qué Satanás y todo lo satánico resulta tan atractivo? Intentar razonar esto y encontrar la respuesta causa escalofríos. Quizá nunca lo hemos analizado, pero esto merece una reflexión. 

El año pasado, en una de las celebraciones multitudinarias de Barcelona, en medio de los fuegos artificiales, los cohetes, los gritos y risas de la gente, aparecía en lo alto un ser con cuernos. No llevaba el rótulo, pero era el Demonio de siempre, incrustado y más presente que nunca en esta sociedad de relajo, en caída libre hacia el abismo.

El esperpento blasfemo del Carnaval de Río de Janeiro de 2019 fue aún más grave. A los autollamados artistas no se les ocurrió cosa más creativa que escenificar una lucha entre Jesús y Satanás, en la que el Maligno resultaba vencedor. ¡Otro escalofrío! Es la demostración de la nueva cosmovisión arimánica. ¿Quién inspira a estos creativos? La pregunta es meramente retórica. Aunque sean personas, aparentemente normales y no se distingan por cometer actos deplorables, sabiéndolo o no, trabajan para el lado oscuro, lo mismo que sus patrocinadores y quienes ponderan su originalidad artística.

Siete días después de la clausura de los Juegos Olímpicos de París, aún seguimos meditando sobre el simbolismo infernal expuesto ante millones de telespectadores. Nunca se había producido un ataque tan frontal al cristianismo y los valores que este representa; y a la vez, nunca el Mal había estado tan presente y desprovisto de careta. 

Si bochornosa y blasfema fue la ceremonia de inauguración de los Juegos, con una performance burlesca de la Última Cena de Jesús, representado este por una fea mujer, gorda y lesbiana, rodeada de drag queens y transexuales, haciendo gala de la promiscuidad, la pederastia y lo más bajo del ser humano, concretado en el esperpento foucaultiano, woke,  queer y demás subflecos de la nueva ideología del inframundo, el espectáculo de la clausura fue un auténtico colofón de exaltación del Mal en estado puro: la entronización de Lucifer galáctico tomando el mando del planeta. Literalmente.

Me ha llamado la atención que entre los contados críticos que han percibido el intento de concreción de “la muerte de Dios” en estas ceremonias, es decir, la manifestación del triunfo de Lucifer, se limiten a emplear el adjetivo satánico sin nombrar a Satanás, ni a Jesús, su opuesto que, independientemente de las creencias, no se puede negar que es el arquetipo del Bien, modelo ejemplar en nuestra realidad dual. 

No quiero hablar de disidencia cobarde, pero sí recordar el daño del silencio de los buenos, recordando a Edmund Burke. Hoy, hablar de Jesús o manifestarse cristiano es un acto revolucionario, y no digamos nada cumplir los preceptos evangélicos. Algunos están prohibidos, como servir de apoyo a las mujeres con intención de abortar, o asesorar a aquellos que tienen dudas sobre su sexo/género.

No deja de ser curioso que esta declaración de guerra contra la humanidad, esta suerte de golpe de Estado satánico, se haya escenificado en París, la ciudad masónica por excelencia, con su gran obelisco y su torre Eiffel desafiando al cielo. 

Magdalena del Amo

https://eldiestro.info/2024/08/la-sociedad-actual-es-frivola-utilitarista-inculta-vulgar-e-insensible-al-mal-la-inversion-de-valores-es-un-hecho/  

No hay comentarios: