22/8/24

La gente se conforma con sobrevivir, mientras otros deciden sobre su futuro

LA MAYOR TRAGEDIA EN LA VIDA  

NO ES MORIR, SINO VIVIR SIN UN PROPÓSITO

La memoria resuena cuando se arrastran los pasos por las huellas del otoño, como prueba de nuestra realidad. Nuestra voluntad, encaminada siempre hacia un propósito, se dirige de manera turbia y deambulante, confundida y retorcida hacia reglas imposibles. Es el indeleble paso del tiempo, a ése que no damos importancia, pero que nos cierra el paso. Lo más peligroso de ello es la falta de conciencia y de la forma que tenemos de gozar de la vida: un lapsus de años de placer, a veces comprado, a veces robado por quienes desconocemos.

Al final es esa maldita ambición la que nos ciega en el mundo de la matrix del control de todo lo que nos rodea, como una gran obsesión, cuando todo se encamina hacia el fruto soñado, sin importar lo que hagamos, como si en el sistema social viviésemos presas de una ilusión vaga e imprecisa que, por desesperación, la masa acepta como su único alimento, dentro del marco de la inanición moral. Lo más peligroso de todo ello es cómo se pierde el sentido de la vida conforme ese viento nos arrastra.

En el último artículo titulado “El gran vodevil” uno de mis lectores me pedía una propuesta para salir de tan disparatado show de engaños y mentiras y he aquí la respuesta. No siendo para nada fácil lo que le voy a sugerir, sí considero que es la única clave posible, sin la cual toda acción se vuelve inútil.

La gente se conforma con sobrevivir, día tras día, aunque sea con migajas, mientras otros deciden sobre su futuro desde hace años y sin que haya la menor conciencia de ello. En mi libro “Ansiada libertad” uno de sus subapartados lleva como título una pregunta: ¿Una sociedad de zombis? No olvidemos que los muertos no piensan, lo que acaba siendo identificado como que no analizan y, en el mar de la confusión de la falta de líder o de hoja de ruta por parte de los gobernantes, caen en la terrible trampa de la ingenuidad. De ahí al entretenimiento sólo hay un paso, como único recurso para tener al pueblo calmado.

Las primeras preguntas que tenemos la obligación de tener respondida son para qué estamos aquí, junto a qué legado debemos dejar a la humanidad cuando nos lleve el tiempo y acabemos arrastrados. Y es que el sentido de la vida es consustancial al ser, a su acción, a su intencionalidad y a su propia satisfacción, que no es sólo material, sino afectiva y espiritual. Al mismo tiempo, el hecho de creer en un orden superior al que nos dibujan, como guías o gurús desde los palacios, tal vez nos haga entender que todo evoluciona.

Las mentes que no son críticas piensan ingenuamente que todo es plano, como algunos piensan que es la tierra, cuando, muy al contrario, el cambio o el transcurso de nuestras vidas no nos perdona aquello que pudimos hacer o modificar de nosotros mismos porque nos han introducido el terrible chip de que todo está en el entorno y en las oportunidades más no en nosotros mismos, siendo merecedores de premios o castigos, como cuando nos hablaban del cielo o el infierno. Pero se olvidaron o no les conviene decirnos que nosotros, como entes espirituales, no sólo tenemos el don del libre albedrío, sino el de descubrirnos y saber cuál es la sagrada función en esta existencia. 

Por eso, en cuanto se refiere a lo que es salirse de la realidad autodestructiva en la que estamos inversos, no podemos olvidar un dato primordial: el trabajo social es en equipo, la conciencia es grupal, el inconsciente colectivo nos controla y nuestro cuerpo colectivo no es un ataúd, o no debería de serlo. Más bien, la educación debería de estar encaminada a la reconstrucción de nuestra identidad, a descubrir la clave que encierra la fuerza de nuestra esencia como seres capaces de aprender para entender el sentido que se encuentra detrás de ese sentido. Nos enseñan a esforzarnos, a trabajar duramente por un esfuerzo que, muchas veces, es una quimera creada por otros hombres, cuando es la chispa de lo que nos impulsa a aprender y al mismo tiempo compartir lo que nos puede salvar del desastre de estar encerrados en nuestra propia jaula gigantesca. 

Por eso cuando abrimos los ojos nos encontramos con la terrible realidad y, cuando deseamos cambiar el escenario, muchas personas se dan cuenta de que les han robado la magia de sus sueños, de que otros se apropiaron de ellos como una sagrada mercancía que dejan en el altar de un tempo antiguo y que no hay mucha gente que ni tan siquiera esté al tanto. Lo cierto es que, de conocer cuál es nuestro propósito de vida, nuestra función podría ser cómo salvar la existencia de los demás ante una situación de peligro o simplemente avisar en tiempos donde el sistema social tiene activada la cuenta sin retorno.

Dado que ello ocurre porque nos encontramos en la sociedad de la inacción, está claro que la solución que le propongo al lector depende de cada uno porque nosotros somos los puentes para que las ideas fluyan, el conocimiento corra como la tinta, la solidaridad se convierta en la sangre de la sociedad que deseamos tener y el saber sobre nuestras propias capacidades sea tan importantes como ser capaces de cambiar nuestro entorno y crear otro en el que no sólo podamos sobrevivir, sino alimentarnos de la fuente, la cual está dentro de nosotros mismos.

Se trata de un trabajo interior, de una labor de reconocimiento de lo que somos partiendo del olvido o desaprendizaje de lo que dábamos como cierto, de alzarnos desde la duda y de compartir con nuestra sed de autoconocimiento, de un viaje hacia dentro de nuestra alma. Una sociedad con seres vivos, seres conscientes y una chispa que despierte al otro de su largo sueño, haciéndole ver que no está solo en la aventura, sino en el fluir que nos induce a vivir nuestra propia verdad.

Llegados a este punto podemos relacionarla con la conciencia de la vida, de modo que lo cierto resulta ser innegable y un hecho por sí mismo, lo cual nos libera no sólo de dudas innecesarias, sino que simplifica nuestra perspectiva. Todo ello conduce a una acción efectiva, que puede ser más directa en la medida en que muchas personas coincidan en un punto.

Todos estos elementos existen en el arquetipo de nuestro inconsciente y nuestra labor es alterarlos para impedir no sólo juicios tergiversados, sino falsos que nos conducen a sobrevivir en un estado de esclavitud, derogando todas las creencias no sólo limitantes, sino que nos imponen la idea de la imposibilidad de nuestra intención, quizás el único tesoro de nuestra mente donde todo es posiblemente realizable. Se trata entonces de un trabajo mental de cada uno de nosotros, de un trabajo interno.

Sólo así es posible lograr que la libertad sea un proceso en sí mismo y que nuestra voluntad libere nuestro verdadero propósito.

Si piensas que tu objetivo es trabajar y sobrevivir, soportando como un héroe las amenazas de los enemigos, empieza a preguntarte si verdaderamente sabes qué haces en esta dimensión incomprensible. Y no olvides nunca que son tus hechos los que hablan de ti, no tus palabras, y que descubrir la verdad te hará libre, aunque sea tan dolorosa que ahora no desees verla.

Nada es lo que parece y lo que es habrá de ser revelado por tu compromiso contigo mismo.

Ángel Núñez

https://eldiestro.info/2024/08/la-mayor-tragedia-en-la-vida-no-es-morir-sino-vivir-sin-un-proposito/  

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