31/5/18

No sería ninguna locura si se apostara a la vez por un cambio en el estilo de vida

DECRECIMIENTO: ¿LA SOLUCIÓN AL CAPITALISMO?
El decrecimiento se define como una teoría y una corriente de pensamiento político, social y económico anticapitalista que busca una bajada drástica en las tasas de producción de las industrias presentes en el planeta Tierra así como un cambio total en el modo de vida del ser humano, buscando un equilibrio entre éste y la naturaleza. Este movimiento se gestó a finales de los 60 y principios de los 70 de la mano del Club de Roma y de Nicholas Georgescu-Roegen en su obra The Entropy law and the Economic Process (1971) y actualmente bajo las figuras de Serge Latouche y Carlos Taibo.
El proyecto del decrecimiento surge como respuesta a una serie de hechos palpables en nuestro mundo actual que según algunos autores nos están conduciendo a una coyuntura catastrófica y alejada de la cohesión e igualdad social y económica que tanto buscan o propugnan los gobiernos de los países del mundo desarrollado. Tal y como indica su término, el decrecimiento busca dejar atrás el crecimiento económico en el que se basa la economía capitalista del mundo actual por una serie de razones.
La primera de las razones es la falsa creencia de asociar el crecimiento económico al bienestar social; es decir, a mayor crecimiento económico mayor cohesión social, mejor nivel de vida o mayor desarrollo. No podemos negar que en determinados tiempos de la historia se ha cumplido este hecho; pero hoy en día la realidad es bien distinta. En países como China o Brasil, economías emergentes donde existe una tendencia alcista económica, siguen existiendo distintos grupos sociales caracterizados por mejores y peores niveles de vida, diferencias que en algunos casos incluso están aumentando, lo que genera a su vez tensiones sociales entre grupos. Eventos tales como los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro celebrados en el año 2016 pusieron de relieve que bajo una aparente imagen de mejora económica existe una población marginada y discriminada que sigue bajo niveles de vida muy por debajo de la media.

Problemas de tipo social se trasladan también al mundo desarrollado, un mundo que se ha sumido completamente en la sociedad del consumo y cuyos integrantes también buscan en su día a día un crecimiento de su economía personal; para ello trabajan más y con ello obtienen más dinero, dinero que usarán para consumir productos que son generalmente innecesarios o de usar y tirar. El hombre del primer mundo, alejado de problemas relacionados con la pobreza o la falta de recursos, problemas propios del Tercer Mundo, se encuentra cada vez más esclavizado por su trabajo y alejado de su familia y sus amigos, un hecho que se traduce en un porcentaje cada vez mayor de personas que dice sentirse menos feliz en el día a día.
Así mismo, no debemos olvidar el progresivo deterioro ambiental existente y el agotamiento de los recursos naturales presentes en el planeta Tierra fruto de la explotación descontrolada que se hace de los mismos, todo con el fin de producir más. La huella ecológica del ser humano en los países desarrollados ha dejado de ser sostenible. La naturaleza nos proporciona 1,8 hectáreas bioproductivas por persona; sin embargo, en la actualidad la media mundial de consumo de espacio por habitante llega a 2,2 hectáreas; 9,6 consume un americano y 5,7 consume un español. Modelos renovadores como el de desarrollo sostenible se postulan como un pequeño parche que no puede contrarrestar el efecto tan adverso que está propiciando nuestro estilo de vida actual.
Los mensajes enviados desde la prensa, las instituciones y los organismos internacionales nos hacen creer que la economía progresa y que por consiguiente el bienestar social también. Para fundamentar sus argumentos usan indicadores tales como el PIB, que tienen en cuenta únicamente la producción y el gasto de los países o áreas sobre las que se aplica y dejan fuera factores clave para interpretar de forma veraz el desarrollo humano de una población. La realidad para los decrecentistas es clara: el ser humano puede verse afectado en un espacio no muy alejado de tiempo por una realidad de naturaleza catastrófica si no cambia su modo de vida actual.
La teoría del decrecimiento aborda el cambio de los modelos ecológicos, económicos y sociales de las sociedades desarrolladas, apuesta por un cambio global; es decir, no un cambio que se propugne solo en el ámbito económico. El decrecimiento requiere de un cambio de mentalidad total, solo así se podrá parar la inevitable catástrofe que vaticinan los autores de este movimiento.
Los decrecentistas proponen el descenso drástico de producción en industrias tales como la del automóvil, la aeronáutica, la construcción o la publicidad y promover el desarrollo de actividades económicas que guarden relación con la atención de las necesidades sociales insatisfechas y con el respeto del medio natural, creándose así numerosos puestos de trabajo en sectores tales como el transporte colectivo, las energías renovables o la agricultura ecológica; a los que se sumarían nuevas ofertas en los sectores económicos convencionales fruto de la redistribución del trabajo. Complementando estas acciones con una renta mínima para todos los ciudadanos obtendríamos un horario laboral reducido y se lograría una mayor vida social.
Suena raro el frenar la producción en industrias que producen productos tan importantes en nuestro día a día; pero no sería ninguna locura si se apostara a la vez por un cambio en el estilo de vida del hombre del primer mundo. Este cambio gira en torno a una reducción drástica del consumo y apostar por un consumo razonable orientado en torno a únicamente los productos extremadamente necesarios para la vida de un ser humano: agua, comida, ropa, luz, etc.; pero todo en su justa medida y sin abusar innecesariamente de los mismos.
Cumplir con el decrecimiento también pasa por dejar atrás la dependencia a la que nos somete la ciudad y su complejo funcionamiento, pasa por volver a asentamientos con un relativo pequeño número de habitantes, el suficiente como para poder lograr la autosuficiencia y el autogobierno. Como vemos, los que apuestan por el decrecimiento ven en el mundo rural regido por la subsistencia un modelo claro de progreso en el aspecto social y en el bienestar humano.
Otras medidas pasan por reducir los desplazamientos que implican fuentes consumos de energía y apostar en su lugar por usar el transporte público u optar por desplazarse con la bicicleta o andando. También se debe buscar el alejarse de los medios publicitarios que promueven el modo de vida capitalista y consumista; porque influyen en nuestra toma de decisiones y por consiguiente en nuestro día a día. Así mismo, también se propugna el reutilizar y compartir los bienes que ya tenemos, rehuir del sistema bancario para optar por sistemas de financiación éticos y locales y luchar por jornadas laborales de menor duración.
La cohesión social que busca el decrecimiento no está solo orientada a los países del Norte, todo lo contrario, busca a través de un decrecimiento de la producción y el consumo en estos países del hemisferio septentrional el llegar a niveles aceptables y a los que puedan aproximarse los países del Sur que en estos momentos se encuentran subdesarrollados, dependientes y explotados por las empresas y países del Norte desarrollado. De este modo, estos países del Sur podrán crecer ateniéndose a las prevenciones que se han formulado desde la experiencia en el otro hemisferio y llegar a los mismos postulados que quieren buscar los decrecentistas.
Carlos Taibo reconoce tres grandes grupos críticos con el decrecimiento, el primero de ellos proviene de los que manejan y lideran los sistemas de producción así como las administraciones estatales de los países desarrollados. En sus posturas críticas, que buscan más ignorar el decrecimiento que refutarlo, afirman que existen tres obstáculos para que el decrecimiento sea una teoría fiable: primero, que la condición catastrofista que advierte el decrecimiento se parece mucho a teorías catastrofistas anteriores en el tiempo que no se vieron cumplidas; sin embargo, sabemos que cada vez hay más estudios científicos que corroboran los parámetros catastróficos que advierten los decrecentistas.
En segundo lugar, creen que con la aparición de nuevas tecnologías se solventarán los problemas presentes y futuros en materia de agotamiento de recursos y deterioro ambiental; lo que no señalan es el poco cuidado que están teniendo por preservar los recursos y la naturaleza que queda hoy en día hasta conseguir encontrar una tecnología que cumpla el objetivo designado, algo muy arriesgado; porque el que aparezca esa tecnología salvadora en el futuro no es del todo seguro. En tercer lugar enuncian que la aplicación de la teoría decrecentista en este mundo capitalista se antoja imposible por la radicalidad de sus postulados; por ello, lo mejor sería dejarla en el olvido; o lo que es lo mismo, dejar pasar el tiempo sin actuar de forma tajante sobre los problemas que se nos vienen por la dificultad que plantearía hacerlo.
El segundo grupo de crítica nace de los adscritos a la teoría de Marx. Los participantes de esta tendencia, que buscan el fin del capitalismo, ignoran los graves pronósticos existentes en relación con el cambio climático y la destrucción del medio ambiente. Al igual que los decrecentistas, buscan el fin del capitalismo; pero al no actuar sobre el problema medioambiental, para cuando logren su principal objetivo el mundo habrá entrado en un estado de deterioro de su naturaleza catastrófico.
El tercer grupo crítico, también de izquierdas, afirma que el decrecimiento es un proyecto reformista que busca devolver al capitalismo a la buena situación que tuvo en tiempos pasados. Es verdad que dentro de la teoría decrecentista hay teóricos que no son anticapitalistas; pero la realidad es que la mayoría busca la salida del capitalismo y la apertura de espacios de autonomía dentro de ese capitalismo como primeros intentos de salir de este modelo económico. Estos críticos, que también buscan la caída del capitalismo antes de actuar, se pueden ver abocados a la nada si no se dan las condiciones necesarias para que el modelo caiga, de momento no tiene pinta de que se vaya a dar lo que buscan.
Miguel Ángel Escuín - Estresso

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