La dominación está unida y la resistencia está fragmentada.
El
conocimiento occidental ha impuesto un programa en todo el mundo
basado en la imposibilidad de pensar otro mundo distinto al
capitalista. Boaventura de Sousa habla de “epistemicidio” para
definir cómo ese programa occidental ha subyugado el conocimiento y
los saberes de otras culturas y pueblos.
Boaventura
de Sousa (Coimbra, Portugal, 1940) estuvo en Madrid para presentar
Justicia entre Saberes. Epistemologías del Sur contra el
epistemicidio (ed. Morata) una crítica a la jerarquía que el
pensamiento occidental ha establecido contra los otros pueblos del
mundo. Está acostumbrado a este tipo de conversaciones. No en vano,
ha recorrido el mundo como organizador del Foro Social Mundial, ha
trabajado en la Universidad de Wisconsin-Madison en Estados Unidos y
la de Warwick, en Reino Unido.
Me
llama la atención una frase del libro, cuando dices que “no
tenemos miedo pero tampoco ilusión alguna”, ¿puedes
explicarla?
Pienso
que la idea del miedo viene en mi caso de Spinoza. Él habla mucho de
los dos afectos o sentimientos que todos nosotros tenemos o que
debemos tener, que son el miedo y la esperanza. Tiene que haber un
cierto equilibrio entre miedo y esperanza porque el miedo sin
esperanza es la desesperanza, es la parálisis, es la muerte. Y la
esperanza sin miedo es un voluntarismo que puede ser también
suicida. Entonces, hay que equilibrar eso. Pienso que estamos en una
época en la que el miedo predomina sobre la esperanza. Este momento
que podemos llamar un ciclo global reaccionario está en todo el
mundo, comandado por el neoliberalismo global y está creando sobre
todo un sentimiento de miedo en todos los que resisten.
Entonces,
tenemos que tener miedo, porque la situación no es para menos, pero
hay que mantener la esperanza. Sabemos que nos quieren amedrentar,
que quieren que el miedo predomine, pero nosotros debemos tener la
posibilidad de una esperanza. Esa esperanza debe ser de una sociedad
mejor, más justa, a través de otra epistemología, de otra manera
de conocer, de vivir, de articular la sociedad.
¿Qué
es la justicia cognitiva de la que hablas también en el libro?
Es
una cosa simple. Para nosotros hoy, para el modelo dominante de
sociedad en que vivimos, el conocimiento verdaderamente válido es el
conocimiento científico. Para un ciudadano, cada persona que no
domine la ciencia es un ignorante, es una persona que no tiene
conocimientos válidos. Una persona ha vivido, tiene experiencias de
vida, tiene su trabajo, su familia, su sociedad, su comunidad en la
que ha trabajado... y este conocimiento no cuenta porque el
conocimiento que cuenta es el conocimiento científico.
Eso
ha creado un sistema que he llamado epistemicida: se ha destruido
mucho porque no se ha valorado suficientemente la sabiduría de la
gente, los conocimientos populares, vernáculos, que salen no de
experimentos científicos, sino de experiencias de vida. Experiencias
que tenemos todos nosotros.
Por
eso hay un desequilibrio muy grande en el mundo debido al hecho de
que consideramos —no desde hace mucho tiempo, desde el siglo XVII o
XVIII— que el único conocimiento válido es el conocimiento
científico. Y, por eso, quien detenta el conocimiento tiene más
poder, porque el conocimiento es poder y el conocimiento más válido
corresponde al poder más fuerte. Hasta ahora ese conocimiento
científico ha estado concentrado en los países del norte
geográfico, o sea, América del Norte, y Europa. La posición de
fuerza desde los tiempos coloniales del capitalismo moderno, sobre
todo después del siglo XIX, parte de la idea de que donde está la
frontera científica y el conocimiento científico es donde está el
desarrollo más grande, y por tanto el más grande poder imperial en
el mundo.
Eso
ha creado un desprecio por otras sabidurías y culturas —y no estoy
hablando solo de pueblos iletrados o de indígenas o
afrodescendientes—, estoy hablando de China, de la cultura india,
que es una cultura riquísima y que han sido —sobre todo China—
muy humilladas. Obviamente también pasa con el Islam. El Islam del
que todos dependemos, porque parte de lo que sabemos de la cultura
occidental nos ha sido transmitido por los musulmanes, a partir del
siglo IX.
Por
eso se creó esa idea de que todo ese conocimiento que hay en el
mundo no es válido y, como no es válido, nosotros no tenemos que
aprender. Tenemos que enseñar. El resto es algo que podemos dominar,
desarrollar, ayudar pero nunca aprender con ellos. Esto ha creado una
injusticia que no es simplemente cognitiva, es obviamente cognitiva
en su base pero después produce injusticias sociales, económicas y
políticas, no solo entre países sino también dentro de un mismo
país.
¿Son menos libres los niños y niñas que se han educado después del triunfo del neoliberalismo?
¿Son menos libres los niños y niñas que se han educado después del triunfo del neoliberalismo?
Sí,
son menos libres. Diría que porque están siendo educados en un
marco cognitivo todavía más concentracionario. Porque no es
simplemente la idea de que solo hay un conocimiento válido, o el
único que es válido y que es científico, viene del siglo
XVII-XVIII pero ahora tiene también un reflejo en la vida política
y en la vida social.
Es la idea de que no hay alternativa, sobre todo después de la caída del Muro de Berlín. La idea de que esta sociedad, el capitalismo, realmente es el fin de la historia. El libro de Fukuyama puede haber sido desacreditado, pero la verdad es que en la política hoy, en las finanzas internacionales, en las relaciones internacionales, incluso en la ONU, no ves ninguna alternativa a la sociedad capitalista que nos domina.
Es la idea de que no hay alternativa, sobre todo después de la caída del Muro de Berlín. La idea de que esta sociedad, el capitalismo, realmente es el fin de la historia. El libro de Fukuyama puede haber sido desacreditado, pero la verdad es que en la política hoy, en las finanzas internacionales, en las relaciones internacionales, incluso en la ONU, no ves ninguna alternativa a la sociedad capitalista que nos domina.
Y
por eso no hay libertad para ver esas alternativas, esas
posibilidades de otros tipos de desarrollo. Estamos en el proceso de
reivindicar esa diversidad, valorando y trayendo a nuestros estudios
otros tipos de conocimiento que nos puedan ayudar, y para eso la
educación es fundamental; dar la idea de la diversidad cultural del
mundo, la diversidad epistémica, cultural, a partir de la cual
podríamos tener una cultura verdaderamente democrática. Ahora no la
hay. Pongo como ejemplo esta versión restringida de democracia que
tenemos, que además es una democracia que es muy débil porque no se
sabe defender de los antidemócratas.
En
esta situación, las personas, los jóvenes sobre todo, desconocen su
historia. Por un lado, es muy importante para el neoliberalismo la
idea de que todo está empezando ahora, que el pasado no cuenta. La
manipulación de la memoria, de la historia. Por otro lado, es una
cultura que es simplemente la cultura de los vencedores. No hay
vencidos. El neoliberalismo te crea la idea de que hoy el gran
vencedor es el rico. El rico que antes tenía vergüenza de ser rico
y tenía que ocultar su riqueza, ahora no, la ostenta y los
periódicos muestran la riqueza, dónde viven estos señores, y sus
mansiones.
Es
realmente una idea muy concentracionaria, muy reaccionaria: la idea
de que no hay alternativa a esto. Si no hay alternativa esto no es
injusto, porque para que esto sea considerado injusto por los jóvenes
y para que se cree un poco de rebelión, es necesario pensar que hay
alternativa, que podría ser de manera distinta. Pero, por eso, esta
política tiene un valor epistémico, porque te dice, “otras
alternativas no son válidas, son utopías, son locuras. Deja eso
para la poesía, pero no te preocupes, esta es la sociedad en la que
tienes que vivir”.
De
alguna manera es un individualismo completamente obsesivo porque te
dice que tú eres un empresario de ti mismo, que eres emprendedor, y
vas a ganar. Y si no ganas la culpa es tuya. Yo no quiero ser
emprendedor, ¿por qué lo voy a ser? Sobre todo porque sé que para
yo tener éxito, es necesario que alguien fracase. Mi amiga de al
lado tiene que fracasar en su proyecto en que estamos para que yo
tenga éxito ¿qué tipo de sociabilidad es esta donde no hay
cooperación, solidaridad? ¿Por qué tengo que mirarme a mí mismo y
en todos los otros veo a mis enemigos?
¿Quiénes
forman la retaguardia y por qué podemos depositar nuestra esperanza
en esa retaguardia?
Es
el concepto que he avanzado y que es un poco polémico porque todo
pensamiento crítico, teórico, político, epistemológico, parte
siempre de la idea de vanguardias esclarecidas que están delante de
su tiempo y que son capaces de ver lo que otros no ven, y, si no
ganan, la culpa no es suya, la culpa es de la práctica, de los
ciudadanos.
A
lo largo del siglo XX eso pasó mucho con todas las políticas y
teorías críticas. Si las cosas fracasan —y muchas veces
fracasaron las opciones de izquierda o revolucionarias— la culpa no
es de la teoría, es de la práctica. La teoría va adelante siempre
sin malestar, completamente inmune e impune. Yo pienso que eso
terminó.
Al
contrario, en este momento, nosotros tenemos que ir por detrás de
los que están resistiendo a la dominación global que, de hecho,
consiste no solamente en el capitalismo, sino también en el
colonialismo y en el patriarcado. O sea, nuestras sociedades no son
solamente capitalistas, son también colonialistas y son
patriarcales. Es por eso que, a pesar de todas las victorias del
movimiento feminista, tú tienes feminicidios: la violencia sigue en
prácticamente todos los países. ¿Por qué? Porque esta sociedad
necesita realmente que el capitalismo sea complementado con el
colonialismo, el racismo, la islamofobia, el neocolonialismo, y
obviamente el heteropatriarcado que lleva a cabo esta dominación.
Los
que resisten a esta dominación triple tienen que unirse,
articularse. Porque la tragedia de nuestro tiempo es que la
dominación está unida, es decir, el capitalismo actúa junto con el
colonialismo y el patriarcado, y la resistencia está fragmentada.
Las mujeres luchan contra el patriarcado pero se olvidan del
colonialismo, del racismo o del capitalismo. Los sindicatos, cuando
luchan en contra del capitalismo, se olvidan del racismo y se olvidan
del patriarcado... Estamos muy fragmentados. Entonces, la teoría de
retaguardia es el principio que tenemos que acompañar los
intelectuales, y ellos deben ser intelectuales y ser activistas.
Tienen que ir ayudando a los que resisten, a quienes van más
despacio, a quienes están resistiendo y tienen más dificultades. El
subcomandante Marcos de los zapatistas lo ha formulado alguna vez muy
bien. Hay que seguir ayudando a los que están a punto de desistir.
Porque el neoliberalismo te crea tanto miedo y tanta esa idea de que
no hay alternativa que una de dos, o tienes miedo y te paralizas o
como no tienes hambre, haces de ti un cínico, y por eso convives con
esta sociedad y crees que realmente es así, que no puede ser de otra
manera. Por eso hay que ayudar a crear esta semilla de rebelión en
la gente. Con otros principios, otros conocimientos, otras ideas, que
te ayuden a mirar que otra sociedad es posible. Si esas ideas no son
reconocidas no es porque no sean válidas es porque no tienen el
poder que el capitalismo y el colonialismo y el patriarcado tienen
hoy globalmente para imponerse.
¿Qué te provoca, qué te sugiere, el concepto de la utopía? ¿Tenemos que seguir hablando en esos términos o tenemos que olvidarnos de máximos?
¿Qué te provoca, qué te sugiere, el concepto de la utopía? ¿Tenemos que seguir hablando en esos términos o tenemos que olvidarnos de máximos?
Pienso
que hay que retrabajar la idea de utopía, porque también parte del
mismo principio modernista de que hay un único conocimiento válido
y por tanto una sola sociedad bella, emancipada y liberada. Eso a mi
juicio es un error. No hay utopía, hay utopías.
Por
otro lado, se ha pensado en términos maximalistas, o sea, en
términos de ruptura total en relación a lo que existe y no hemos
utilizado otro tipo de concepto que existe, realmente en nuestra
sociedad: los que buscan lo que llamamos hoy utopías realistas.
Utopías concretas. Son los que, por ejemplo, reorganizan su vida,
que crean cooperativas, sus comunas, su manera de vivir... son las
zonas liberadas que existen en nuestras sociedades donde la gente
busca una alternativa no para el futuro, sino para hoy.
Entonces,
hay realmente una mentalidad utópica, pero no podemos pensar que lo
que es bueno para mí como unidad tiene que ser universalizado para
todos. Porque además, si ves las grandes utopías de Fourier o de
Saint Simon, eran copias casi cuantitativas de lo que era la sociedad
capitalista de su tiempo. Era el mismo mecanismo de pensamiento.
Tienes que tener otro pensamiento que es mucho más plural. Si yo
pienso de una manera más plural, si yo pienso ‘con’ y no pienso
‘sobre’, entonces tengo que admitir que lo que es utópico para
mí o mejor no lo es para los otros y hay que dialogar y hay que
buscar una ecología de utopías si quieres. Si yo hablo por ejemplo
con los pueblos indígenas, si les digo que la utopía es el
socialismo, responden fácilmente que es otra trampa blanca, porque
realmente la izquierda en América Latina, ha sido siempre muy
racista.
Entonces,
la idea de una sociedad mejor tiene varios nombres, varias maneras de
construirse. Lo que es importante, y lo que es utópico en nuestro
tiempo, es pensar que esas alternativas existen y que se pueden
incluso aplicar hoy a un nivel, a tu escala, que no tiene que ser la
escala mundial, eso no va a ser posible, pero puede ser una utopía
aquí. La utopía la tienes que construir a partir de tu cotidiano, y
de la vida de los que comparten tu convivencia, tu comunidad, tu
sociedad.
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