En este segundo relato de ficción vamos a aumentar el marco, de regional a internacional, centrándonos en eventos relacionados con la energía y la geopolítica, y sus impactos en las sociedades humanas. La intención de estos relatos es despertar conciencias y poner sobre la mesa riesgos y situaciones tangibles para hacer pedagogía, no para predecir el futuro.
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A prácticamente ninguna persona que estuviera algo despierta se le escapaba ya que había comenzado una vorágine que difícilmente permitiría continuar viviendo dando la espalda a la realidad, pegando patadas hacia delante, aplazando un poco las consecuencias del ritmo de vida que marcaba el capitalismo industrial, recrudecido hasta la locura en la primera década del siglo XXI. Las grandes migraciones de poblaciones humanas habían despertado reacciones de toda índole en la vieja Europa, lo que presagiaba el inicio de una transición a algo diferente, sin que nadie imaginara lo que finalmente aconteció.
Se acercaba el solsticio de verano en el año 2016, la primera mitad de este año había sido anómalamente convulsa y agitada en diferentes ámbitos, pero lo que sucedió entonces solo aceleró los acontecimientos inevitables, abrieron la válvula de escape a una presión insostenible, que tarde o temprano se iba a desatar. La retórica entre Arabia Saudí e Irán, que había estado subiendo de tono de forma sostenida, y que por el momento se había mantenido dentro de la guerra subsidiaria o "proxy" que tenía lugar en los territorios de Yemen, Siria e Irak, escaló de forma abrupta. Las élites de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes, en un intento desesperado por mantenerse en el poder, y tras unas semanas de fuerte agitación social, apretaron el "botón del pánico", y decidieron apostar por un enfrentamiento directo. De forma poco ortodoxa sabotearon una de las principales explotaciones petrolíferas de Irán, disfrazando de atentado islamista, lo que pronto se convirtió en "Casus belli" de un conflicto fractal, que acabo involucrando o al menos afectando a todo el globo.
Irán, tras lo sucedido no tardó en responder de forma tajante a la agresión Saudí, y fue directamente a por el campo petrolero más importante del país vecino, Ghawar, lanzando un ataque rápido con misiles de media distancia, que tuvo un efecto suficiente para suponer un parón en la producción de crudo que hizo que todas las potencias globales se tuvieran que posicionar en el conflicto ante la magnitud de los acontecimientos. Pese a que muchas voces decían que Ghawar estaba por entrar en declive, y rápido, lo sucedido no entraba en las previsiones de ningún analista, ya fuese de energía o de geopolítica, por lo que supuso un "Cisne Negro" de una magnitud sin precedentes en la historia reciente.
Por lo pronto, la guerra contra el ISIS, que tanta atención había despertado en los medios de comunicación, desapareció como si nunca hubiera existido. El hecho, más tarde demostrado, de que Arabia Saudí, Turquía y los Emiratos estuviesen financiando al Estado Islámico para intentar controlar Siria, país de paso, dejó de cobrar interés, pues el enfrentamiento se tornó directo y a cara de perro, y la gravedad de la situación hizo que solo se atendiera al momento presente.
La OTAN, capitaneada por los EEUU entro de lleno en el conflicto, y no de la mano de Arabia Saudí, como podíamos haber presumido, ni de la mano de Irán; no, entro por libre y sin ningún tipo de miramiento. El hecho de que la producción de crudo saudita hubiese entrado en declive, y que hubiesen apostado por el conflicto bélico sin la autorización del eje del imperio de la globalización corporativa hizo que no temblara el pulso a la hora de bombardear las principales ciudades e infraestructuras militares de ambos contendientes. Esa contundencia desmedida, fue esgrimida como escarmiento para el resto del mundo. El poder económico dejó claro que no iba a dejar por las buenas que cada Estado nación tomara decisiones por su cuenta, sin su beneplácito. Ese mensaje lo entendieron los mandatarios de grandes países como China e India, que decidieron blindar sus intereses, pero sin caer en una trampa que hubiese desatado una guerra a mayor escala, y bastante tenían con intentar mantenerse en el poder frente a una conflictividad interna creciente en un contexto donde el hambre cada vez estaba más presente.
Tras los bombardeos en Arabia e Irán, se enviaron tropas, no solo a oriente medio, también a otros lugares del globo, allá donde había un recurso del cual asegurar el suministro y flujo hacía quien podía pagar, pero siempre evitando un choque demasiado directo con otros "gallos" regionales, como Rusia o China, o al menos localizándolos en un conflicto "proxy" o repartiéndose los pasteles en despachos oscuros.
Fue un saqueo en su máxima expresión, pero los medios se encargaron de desinformar a la opinión pública occidental. Entre esta distorsión informativa, y la disonancia cognitiva que supuso el no querer entender que es lo que estaba sucediendo, solo mantener a toda costa la seguridad y el estilo de vida, las sociedades opulentas occidentales aceptaron en su mayoría el ultraje, vendido como "defensa de la cultura occidental frente al embargo energético promovido por países islamistas anti-democráticos". El auge de partidos de corte xenófobo e inmovilistas en las elecciones de diferentes países fue generalizado, mientras que la izquierda tendió más hacia la autogestión y la creación de estructuras al margen del Estado, entre otras razones por que la presión de los acreedores era tal, que cualquier opción que se auto-etiquetaba de izquierdas, quedaba retratada por su obediencia sumisa en las primeras semanas tras su elección, siendo Syriza en Grecia el ejemplo paradigmático.
Paralelamente, una acentuación de la deriva autoritaria y de pérdida de la soberanía política, en favor de los acreedores enrareció mucho el clima social, y las "versiones oficiales" comenzaron a caerse a trozos. El cierre de Internet libre, pasando a una red en la que debías acceder con tu DNI o pasaporte electrónico, donde los movimientos eran monitorizados y las multas y bloqueos iban a la orden del día, supuso una oleada de disturbios, sobre todo de poblaciones menores de 40 años, acostumbradas a informarse por Internet, o simplemente con una innegable adicción a la red, obviamente, el elevadísimo paro y el comienzo de desabastecimiento de ciertos productos empujaron con más rabia si cabe a la protesta callejera.
El clima de inseguridad en las ciudades acentuó el flujo migratorio hacía el mundo rural, y en todo el mundo el control de los gobiernos se iba disolviendo lentamente debido a la multiplicación de los frentes en los que volcar las cada vez más escasas energías y recursos. El control de la sociedad civil fue perdiendo efectivos hacia el control de fronteras frente a las oleadas migratorias y junto a las demandas de efectivos de la Gran Guerra de la Energía, donde el poder económico dictaba las políticas militares de la mayoría de Estados agresores.
En territorio de la Unión Europea, que para 2018 era ya un esqueleto vacío, cual Torre de Babel, se vieron respuestas dispares ante las olas migratorias, ya fueran intraestatales, comunitarias o extracomunitarias. En grandes ciudades y lugares con fuerte importancia económica e industrial la tendencia fue a la exclusión, represión y centrifugación de las personas desplazadas. Este modelo caduco y rígido cada vez era menos capaz de retener a la población, pues los recursos menguaban y el descontento latente provocaba un goteo incesante hacía el exterior de estas regiones.
Por contra, en áreas más alejadas de grandes núcleos poblacionales, la tendencia fue la contraria. Se organizaron redes autogestionadas de bienvenida y reubicación de migrantes, de reparto del trabajo y apoyo mutuo. La realidad era que no faltaba trabajo en estos lugares, ya que se estaba desplegando un esfuerzo sobrehumano en reactivar redes de economía local y ecológica. Las iniciativas que en las décadas anteriores se habían desarrollado como ejemplos y manifestaciones de formas alternativas de vivir, de consumir y organizarse, tales como las cooperativas integrales, los pueblos en Transición, las ecoaldeas y pueblos rehabilitados, se habían propagado como setas, no solo en Europa, si no a lo largo del globo.
Las personas procedentes del continente africano y del suroeste asiático resultaron ser una bendición allá donde se asentaron en el viejo continente, pues sus conocimientos de agricultura y pastoreo estaban frescos, y su contacto con la naturaleza y sus ciclos bien vivos. Este saber se fusionó con el bagaje y formación científica y social de la juventud de muchos países occidentales, dando lugar a una esperanza de nacimiento de sociedades en equilibrio dinámico (1) con la biosfera, que fueran capaces de capear y sobreponerse al caos climático y al colapso ecológico, que dificultaba el proceso de adaptación, pero que daba rienda suelta a una creatividad orgánica y consciencia profunda de la situación.
(1) Relato III - Encrucijada, choque y nuevo equilibrio dinámico
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