26/9/16

Es el crecimiento de otro tipo: el de la calidad de vida.

DECRECIMIENTO: NECESITAR MENOS PARA VIVIR MEJOR

Un caracol no necesita mucho para ser feliz. Lento, pero seguro, busca el alimento que necesita para sobrevivir y lleva su casa sobre sí mismo. Sin embargo, si come demasiado y crece en exceso, el caracol no cabe en su caparazón y muere. Haciendo una alegoría con la simple vida de este molusco, economistas de todo el mundo decidieron utilizarlo como símbolo de su premisa, la teoría del decrecimiento, que postula que el actual modelo de desarrollo basado en el crecimiento ilimitado está destruyendo el planeta. Un modelo que hoy no sólo cuestionan economistas y políticos, sino también los mismos ciudadanos, muchas veces cansados de un sistema de vida que los tiene estresados, sobreendeudados y sin tiempo para ellos mismos y sus familias. 

Macarena Bajas (45) y Marco Fedelli (49) llevan siete años juntos y el 14 de enero de este año comenzaron a cumplir un sueño añorado desde que se conocieron. Afuera de su casa, en un pequeño pasaje de Ñuñoa, decenas de cajas amarillas que originalmente almacenaban papas fritas congeladas hoy contienen la ropa y las pertenencias más importantes de la pareja y sus hijos: Andoni (13), Ferrán (9) y Ennio (5). Son las diez de la mañana y la familia, que además componen los perros Chilota y Roco, lleva más de cuatro horas empacando. Todo, ordenado por tamaño e importancia, espera bajo el sol de verano a que llegue un camión de carga con acoplado que los llevará a un terreno en Panguipulli, a 17 kilómetros del pueblo. 


Allí, en la Región de Los Ríos, los espera la parcela de tres hectáreas que compraron en 2014, con agua, árboles centenarios y frutales, donde establecerán su nuevo hogar e iniciarán la vida que quieren. Una vida diferente, lejos de un sistema al que consideran en crisis, con menos necesidades superfluas, menos temores, más calma y totalmente autosustentable. “Queremos una vida en la que dejemos de ver como normales conductas que no lo son, como tener que viajar horas en micro para avanzar sólo unas cuadras o la extrema violencia a la que estamos expuestos. No es normal vivir así y no queremos eso para nuestros hijos, que son nuestra prioridad”, agrega Macarena.

“Queremos una vida en la que gastemos menos, en la que consumamos menos, queremos tener menos cosas y más tiempo libre, consumir menos agua y menos energía, ser más conscientes y más felices, en familia y en contacto con la naturaleza”. En la mudanza, la pareja aprovechó de despojarse de aquellas posesiones que ya no le parecían sustanciales, como el refrigerador, tomando un camino basado en valores que, de alguna manera, son los mismos que defienden los promotores del “decrecimiento”. 

Las claves de la crisis actual 

Originario de los años 70, el concepto surgió de la mano del matemático y economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen –que abordó la crisis del sistema económico capitalista y propuso alternativas como la economía ecológica–, y de la publicación del “Informe Meadows” o “Los límites del crecimiento” en 1972. Este documento, redactado por investigadores del Massachusetts Insitute of Technology (MIT), fue un encargo del Club de Roma, una agrupación de una treintena de personalidades de más de 25 países, científicos y políticos incluidos, que en 1968 se reunieron a discutir su preocupación por los cambios medioambientales.

El texto, que pronto se volvió la demostración científica de lo manifestado por Georgescu-Roegen, fue el primero en la historia en plasmar la grave crisis ecológica que afecta al planeta hasta hoy. Aseguraba que se trataba de una situación sin precedentes, generada por el mismo ser humano y que, a esas alturas, ya era urgente de abordar: “Si la industrialización, la contaminación ambiental, la producción de alimentos y el agotamiento de los recursos mantienen las tendencias actuales de crecimiento de la población mundial, este planeta alcanzará los límites de su crecimiento en el curso de los próximos cien años. El resultado más probable sería un súbito e incontrolable descenso, tanto de la población como de la capacidad industrial”. 

Los pensamientos en torno al “decrecimiento” fueron tomando fuerza y cuerpo con el tiempo. Uno de sus principales promotores en la actualidad es el economista francés Serge Latouche, quien se ha transformado en el líder de la teoría afirmando que “decrecer” es un concepto provocador (Ver entrevista página 16). Como él mismo asegura desde Francia: “Busca generar una reflexión sobre un fenómeno clave de la sociedad occidental: el concepto de lo ilimitado, en el que se basa la economía. Existen tres niveles reconocibles de esto: la producción ilimitada (producir por producir), el consumo ilimitado (creación infinita de bienes) y, como resultado de ambos, la basura sin límites, que contamina tierra, agua y aire.

No se trata de decrecer sólo por decrecer, eso sería igual de absurdo que crecer por crecer. El decrecimiento también necesita crecimiento, pero de otro tipo: el de la calidad de vida. Para ser riguroso, habría que hablar de “a-crecimiento”, es decir, convertirnos en ateos del crecimiento, ya que éste se ha vuelto una religión”. 


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