4/12/14

Las experiencias materiales que no van acompañadas de un enriquecimiento psíquico o vital conducen siempre al vacío (y a querer más, materialmente)

LA VERDADERA ABUNDANCIA

Realmente instructivo el post de Claudio Vargas que lleva por título “Camino a la perdición”. La conclusión que debe extraerse, aunque el articulista no lo diga expresamente, es que lo que tenga que ocurrir, cuando quiera que suceda, será súbito. Nos levantaremos una mañana y nos dirán, como en el año 2008, que varias entidades financieras y comerciales importantes tienen graves problemas (no sabía lo de Walmart pero era de esperar, y lo que te rondaré), bajarán las bolsas, los tipos de las impagables deudas soberanas se irán a las nubes, colapsarán divisas importantes, habrá dificultades para sacar dinero de los bancos, a partir de ciertas cantidades (corralito) y, en fin, volveremos al punto de partida, del que no hemos salido desde que empezó la crisis: la insolvencia, debido a la imposibilidad de llevar adelante la entelequia de un sistema económico desquiciado basado en el crecimiento exponencial indefinido.

O eso o, como bien se indica en el post, que se consienta por los Bancos Centrales que la liquidez masiva que están creando llegue a la calle, con las consecuencias que deben suponerse sin necesidad de cursar tres masters económicos en Harvard. Es en definitiva un atajo hacia el mismo destino. Como bien dice el post (muy bueno Claudio) ser liberal en estos tiempos resulta tan utópico como en su día ser comunista o anarquista, pues vivimos una suerte de economía intervenida (en favor de los grandes detentadores de capital) en lo que supone un paradójico capitalismo de corte soviético.

Se trata de que no llegue la hiperinflación de ninguna manera, de que no sepamos lo que realmente vale un euro, un dólar o una libra (imaginaos lo que puede ser), que sigamos trabajando y desesperándonos para pagar las facturas con los tokens que se crean informáticamente en las terminales de los reguladores (ni siquiera hay prácticamente impresión real de nuevo dinero). ¿Cómo se consigue esto? Pues mimando a los hipermillonarios, a los que les da igual tener cien o mil millones más, para ellos es un juego (Wall Street) y, sobre todo, preservando como sea la capacidad adquisitiva de sus abultadas cuentas corrientes (casi todas en paraísos fiscales o sucedáneos). La cuestión es ¿hasta cuándo durará el juego?


Se podrá aducir que somos catastrofistas, pero la cuestión es otra. Hemos llegado a los límites de capacidad de carga material del planeta, y la economía es una ciencia de lo más sencillo: de dónde no hay no se puede sacar. A un tonto de lápiz lo pones en jauja y parece un bróker de primer nivel. ¡Son los recursos, estúpido!

Lo que acabo de decir requiere cierta matización. Nunca debe predicarse o vaticinarse la penuria, porque entonces, siguiendo leyes universales inmutables, la pelota te vuelve y la acabas viviendo, en una suerte de profecía autocumplida. Esta sociedad industrial ya es indigente. No vivimos en la abundancia. Prueba de ello son las caras a pie de calle de la mayor parte de la gente en los países desarrollados, que parece que les acaba de morder un perro. En el mundo subdesarrollado se ven rostros más felices. No vivimos la plenitud sino la hipertrofia material, que es algo muy diferente, y bastante dañino, para nosotros y para el planeta.

Aunque no lo parezca, por el tono de alguno de mis posts, nunca he anticipado la escasez en sí misma. El mundo ha sido creado pleno, y así seguirá, lo queramos o no. Pero plenitud no quiere decir depredación. Si alguna vez he dicho que sin duda vendrán tiempos de vacas flacas, lo he hecho poniéndome en la tesitura de los que viven, o vivimos, en perfecta simbiosis con el BAU, con la sociedad industrial, y que experimentarán su necesaria corrección como una auténtica debacle, como una tragedia, cuando en realidad será todo lo contrario, la redirección al camino que lleva otra vez a la verdadera abundancia. Naturalmente los que se aferren a los restos de unas estructuras sociales absurdas sufrirán lo indecible, pero no por la escasez en sí misma, que sin duda se manifestará bajo su particular punto de vista, sino por su resistencia a cambiar.

No, estimados lectores, yo veo la abundancia, la de verdad. Abundancia real, de amigos, de socios vitales, de alegría colaborativa, de relaciones personales auténticas, de apoyo mutuo, de atreverse a abandonar caminos trillados, de abrirse día a día a novedosas experiencias que traerá una naciente realidad, que no será negativa, más que, insisto, para el recalcitrante, sino simplemente distinta, y a la larga liberadora.

¿Hace falta volar a Singapur dos veces al mes? Pues yo no lo he hecho nunca y me encuentro de maravilla. Aquí me toca explicar una cosa que no es de fácil comprensión pero que me veo en la obligación de aclarar para hacer el post un poco más inteligible. Esta es la clave del misterio: EL SER HUMANO VIVE EN ESTE MUNDO MÁS PSÍQUICA QUE FÍSICAMENTE. Por eso las experiencias materiales que no van acompañadas de un enriquecimiento psíquico o vital conducen siempre al vacío (y a querer más, materialmente). Os pondré un ejemplo de lo más básico. Imaginaos, los que residís en España, un viaje de Madrid a Barcelona. Probablemente habéis tenido la experiencia muchas veces, tal vez incluso más que quien escribe, y consideráis el evento como un periplo anodino: coger el taxi, ir al aeropuerto, embarcar; o ir a la estación del AVE, esperar la cola, sentarse en el asiento, y a esperar, leyendo el periódico o trabajando con el ordenador portátil; o coger el coche, poner combustible y conducir cinco horas, al principio por el páramo castellano, después la fastuosa vega zaragozana, luego el semidesierto de los Monegros, y por fin las montañas de la cordillera costera, el Alt de Cabra del Camp, Cataluña. Para muchos algo no demasiado excitante, para otros un tostón que tienen que hacer tres veces por semana.

Ahora imaginaos este mismo viaje en el siglo XV, el de las supuestas pobreza y atraso. Pocos emprendían la empresa, que podía durar entre cuatro días y dos semanas, dependiendo, lógicamente, del medio de locomoción y la prisa del operador. Pues bien, incluso para los del paso rápido (básicamente correos militares) se trataba de una experiencia vital única y extremadamente enriquecedora. De hecho, la mayor parte de los que emprendían la marcha eran arrieros, a bordo de galeras (carros pesados), a los que se escuchaba cantar por los caminos, llevar una vida nómada, llena de peligros pero, también por ello, colmada de satisfacciones. Cada día era único. El tiempo, los bandoleros, los caminantes que te encontrabas en la ruta y que deseaban compartir conversación y ayuda, la venta del camino, la guitarra del mesón del Maestro Machado, que cada día entonaba una melodía diferente. Seguro que los que vivían estos viajes, de los se puede decir que cada uno era una aventura, podían recordarlos con decenas de anécdotas. ¿Podéis vosotros recordar los vuestros? Salvo que os haya ocurrido algo verdaderamente reseñable (impacto psíquico) estoy seguro de que no será así.

El exceso material nos ha empobrecido brutalmente, y lo peor es que ni siquiera somos conscientes de ello. Es más, y esto es peor, nos ha hecho creer que tenemos derecho a una serie de comodidades, que no verdaderos gozos, como si figuraran escritas en los Libros Sagrados, cosa que está muy lejos de ser cierta.

¿Queréis la verdadera abundancia? Pues primero debéis prepararos para ella. Y no es como ir al gimnasio o practicar taekwondo. Aquí se trata de cuestionar nuestras convicciones más profundas ¿os parece que podréis resistirlo? Bueno, pronto saldréis de dudas. Cada vez tengo más claro que el pepinazo que anuncia Claudio Vargas, diversas variables coinciden para entonces, será el 2017. Felicidades, ya llega la posibilidad de vivir la plenitud. Pero con el cinturón abrochado, que llegará con turbulencias.

Abundantes saludos cordiales,
Calícrates


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