RESISTIR EL APOCALIPSIS DE LAS MÁQUINAS
No hay vuelta de hoja: nos estamos haciendo infelices. Somos más ricos que nunca, pero la riqueza —y el poder, el único motivo para tenerla— no hace feliz a la gente. Pregúntele a un psiquiatra. O fíjese en el rostro de Vladimir Putin, que, por desgracia, tiene poder de vida y muerte sobre millones de personas. No, por muy ricos que seamos, también estamos más ansiosos, deprimidos, solos, aislados que nunca y sin rumbo. ¿Por qué? Yo sugiero que es porque ya no tenemos ni la más remota idea de qué es la vida humana. De hecho, en cierto sentido, ya no vivimos en un mundo, sino que existimos en un simulacro creado por nosotros mismos.
Dejando de lado los matices y condensando tres décadas de investigación y una gran cantidad de pruebas en una frase: ahora estamos hipnotizados por la parte menos inteligente del cerebro humano. Por razones de supervivencia, un hemisferio del cerebro, el izquierdo, ha evolucionado a lo largo de millones de años para favorecer la manipulación (agarrar, obtener y controlar), mientras que el otro, el derecho, se ha encargado de comprender el panorama general. Estos objetivos son tan contradictorios que, en los seres humanos, los hemisferios están en gran medida aislados el uno del otro.