11/5/22

Tratar de mejorar la calidad de vida y un sinfín de cosas que el crecimiento ha destruido

 EL DECRECIMIENTO O EL SENTIDO DE LOS LÍMITES 

Concepto a menudo incomprendido, al decrecimiento se le reprocha que se alegre por los malos resultados de la economía nacional, cuando el sentido común llevaría a compadecerse. Pero lejos de cantar las alabanzas de la recesión, este proyecto nos llama a librar nuestra imaginación política de las garras de una economía con impulsos suicidas.

El proyecto de decrecimiento no es ni el de otro crecimiento ("verde", por ejemplo), ni el de otro desarrollo ("sostenible", "social", "solidario", etc.). Se trata de construir otra sociedad, una sociedad de abundancia frugal o de prosperidad sin crecimiento. En otras palabras, no se trata de un proyecto económico de partida, aunque sea una economía diferente, sino de un proyecto de sociedad que implica desafiar el dominio de la economía sobre nuestra imaginación política.

Hacer del decrecimiento una variante del desarrollo sostenible es, pues, una contradicción histórica.

Elegido casi por casualidad, debido al éxito de un número de febrero de 2002 de la revista ecologista Silence que utilizaba esta expresión (utilizada por primera vez en su sentido actual en 1994, como título de la traducción al francés de una colección de ensayos del economista estadounidense de origen rumano Nicholas Georgescu-Roegen), el término "decrecimiento" se utilizó por primera vez como eslogan.

Rápidamente se convirtió en una bandera de reunión para todos aquellos que, procedentes de la ecología política y de la crítica culturalista del desarrollo, sentían la necesidad, frente a la proclamación del famoso TINA (There is no alternative) de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher (1979-1990), de romper con el lenguaje del desarrollo sostenible, ese oxímoron consensuado utilizado por los apóstoles de la religión del crecimiento.

Hablar de "acrecimiento", es como hablar de ateísmo

La palabra no debe tomarse literalmente: disminuir por disminuir sería tan absurdo como crecer por crecer. Por supuesto, los decrecentistas quieren mejorar la calidad de vida, la calidad del aire, la calidad del agua y un sinfín de cosas que el crecimiento por el crecimiento ha destruido. Para hablar de forma rigurosa, probablemente deberíamos utilizar el término "acrecimiento", como hablamos del ateísmo. La cuestión es exactamente ésta: el abandono de una fe y una religión, las del progreso y el desarrollo. Por tanto, el decrecimiento no es ni recesión (ralentización del crecimiento) ni depresión (crecimiento negativo).

¿Sería este otro paradigma económico, que desafía a la ortodoxia neoclásica, comparable a lo que fue el keynesianismo en su momento? Algunos defensores del decrecimiento han explorado esta vía. Para otros, está surgiendo una prioridad diferente: alejarse de la idea de que las elecciones humanas son reducibles a cálculos individuales más o menos conscientes, para reconstruir una sociedad ecológicamente sostenible y socialmente justa. Si en el pasado fueron posibles políticas económicas diferentes a las inspiradas por la doxa neoliberal, en una sociedad de crecimiento sin crecimiento -la situación actual de los países industrializados- estas políticas ya no son posibles sin agravar la crisis ecológica.

Los recientes debates sobre la pertinencia de los indicadores de riqueza han tenido el mérito de recordarnos la inconsistencia del producto interior bruto (PIB) como indicador para medir el bienestar (véase "El crecimiento es la prosperidad"), aunque sea el símbolo fetiche de la sociedad del crecimiento. No se ha comprendido suficientemente que el problema no es de naturaleza económica: el problema es la propia economía. La definición de esta disciplina ha variado con el tiempo. Para los economistas clásicos, explicaba cómo se produce, distribuye y consume la riqueza. Más tarde, sus sucesores neoclásicos pretendieron estudiar el uso óptimo de recursos necesariamente escasos (véase "Una proliferación de escuelas de pensamiento").

Esta definición tan amplia incluía todos los objetos del deseo humano (el crimen, el amor, la salud, etc.) en el ámbito de la economía. Excepto que si todo es económico, ¡ya nada lo es!

Reencontrar la economía con lo social y redescubrir el sentido de los límites, como preconiza el decrecimiento, son las condiciones que nos permitirán alcanzar la prosperidad sin crecimiento y evitar así el colapso de la civilización humana.

Fuente: Le Monde diplomatique - Por Serge Latouche

https://www.climaterra.org/post/el-decrecimiento-o-el-sentido-de-los-l%C3%ADmites  

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