1/7/20

Deben garantizarse previamente la consolidación y mejora de los servicios públicos

ALTERNATIVAS A LA RENTA BÁSICA

He leído una buena parte de los documentos y artículos que proponen una renta básica universal (RBU) y creo que el objetivo de quienes, desde posiciones progresistas, hacen la propuesta es compartido con todos los que luchan por la liberación de las lacras de este sistema. Sus defensores la definen como “una asignación monetaria incondicional a toda la población, es decir, algo bien diferente de los subsidios condicionados a alguna circunstancia (ser pobre, estar en el paro, tener alguna discapacidad física o psíquica)”.

Sin embargo, hay otras opciones para el mismo objetivo: una renta para los colectivos que la necesiten; una reducción drástica y reparto del tiempo de trabajo asalariado; ampliar servicios públicos, y empleo promovido por los poderes públicos.

¿RENTA BÁSICA UNIVERSAL O CONDICIONADA?
Desde posiciones simplemente decentes, nadie niega la necesidad de que la sociedad atienda las situaciones de exclusión o garantice el derecho a la vida (y vida llamada “digna”) y los derechos sociales a quienes los necesitan.
Pero la discusión es sopesar las ventajas de hacerla universal y dar incluso una cantidad también a quien tenga mucha renta, frente a otras decisiones políticas con el mismo costo.

Yo tampoco niego que la RBU tendría efectos positivos en algunos ámbitos. También puede tener inconvenientes, y voy a expresar en diversos apartados, pros y contras de esta cuestión. Entre los pros, estaría la incidencia en lo que venimos considerando: que la libertad política y el ejercicio pleno de la ciudadanía son incompatibles con las relaciones de dominación económica, y eso supone un avance sobre las ideas del liberalismo tradicional. Se requiere una independencia económica y eso se busca. Pero en un mundo en el que el empleo asalariado tiende a reducirse, si sigue habiendo un ejército enorme de parados, muchos de ellos, si quieren (o necesitan) suplementar la RBU, entrarán como hoy en la dinámica de “pedir” trabajo, peleando con otros un puesto.

Cierto es que una retribución garantizada reduce la presión sobre los trabajadores para que acepten cualquier condición o retribución. Pero eso también se consigue teniendo, si está también garantizado, un seguro de paro universal y decente o una renta básica limitada a determinadas situaciones. En ambos casos se estará en parecida situación de libertad a la hora de entrar o salir de un trabajo asalariado.

En este sentido, se dan dos argumentos ciertos. El primero, que la ayuda en los casos de exclusión social se concede cuando ya se ha producido y puede demostrarse. La RBU, sin embargo, es preventiva. Al ser universal, no plantea ninguna mala conciencia o marginación personal. Permite minimizar los eventuales daños psicológicos y morales al perceptor de un subsidio que puede crearle quiebra de la autoestima. En segundo lugar, se argumenta que una renta básica de carácter no universal sino aplicable a quien la necesitase, tiene el inconveniente de exigir una gestión de las situaciones reales, que tiene además costes administrativos para determinar y vigilar las asignaciones de cada prestación. Pero no creo que el empleo y gasto determinado por ese control sea tan determinante.

Sin embargo, ¿merece la pena eso a cambio de usar el dinero en otras reivindicaciones y entregar dinero a quien no lo necesita, en una sociedad donde la desigualdad es un gravísimo problema? ¿Porqué a este señor con rentas del capital, o que trabaja con un buen sueldo hay que darle un dinero y yo me tengo que conformar con una (siempre insuficiente) RBU si cuando no trabajo es porque no encuentro donde?

SERVICIOS PÚBLICOS

Porque si de lo que se trata es de que los ciudadanos incrementen su libertad por tener garantizadas sus necesidades, hay que entender que los servicios sociales y públicos universales son una renta indirecta (y básica, puesto que afecta a necesidades básicas del ciudadano), en el sentido de que si no existieran tendrían que costearse individualmente mediante las rentas salariales u otras. La extensión progresiva de estos servicios cumple parte de las funciones que la propuesta de renta básica sin NINGUNO de los inconvenientes que algunos encontramos en ella. Son una especie de renta básica universal “en especie”. Un ejemplo: ¿Qué es mejor, el acceso gratuito a internet o que me den un dinero con el que se supone puedo dedicarlo a pagármelo?

Más allá de las habituales sanidad o educación (sectores en los que hay todavía mucho que invertir para garantizar auténtica gratuidad y calidad), hay muchos ejemplos.  Como dedicar los ingresos públicos a la gratuidad o fuerte subvención del transporte público, que tiene efectos beneficiosos para el medio ambiente y beneficia fundamentalmente a las capas populares. Dedicar ingresos públicos a subvencionar los servicios de recogida de basuras, alcantarillado, reduciendo las tasas, habitualmente lineales, sustituyéndolas por financiación a través de un ingreso progresivo como debe ser el IRPF. Crear medios públicos de comunicación… Hay muchos más y todos los movimientos sociales nos darían un amplio catálogo reivindicativo de urgencias para las que siempre argumentan que se necesitaría una imposición más justa y progresiva.

Primero hay que aclarar una cuestión: se trata de un principio filosófico o de una medida política, con sus cálculos presupuestarios y todo. Porque, si de futuro estratégico se trata, en lugar de un ingreso lineal yo prefiero “a cada cual según sus necesidades”, y pido que acabe la explotación del hombre por el hombre.

Como entiendo que se trata de una medida política que se cuantifica e incluso se propone a los partidos para su inclusión en los programas electorales, esto nos lleva a que un problema para la RBU sea garantizar que convive (pero compite por su financiación) con muchas otras demandas económicas, de inversión y de políticas concretas. Además de los dichos, también necesitamos recursos para nacionalizar sectores estratégicos, desarrollar la ciencia, proteger la naturaleza, políticas de solidaridad internacional, etc. Y eso, en un mundo en el que esos derechos están en decadencia y progresan las privatizaciones.

Es inevitable pronunciarse sobre prioridades, pero es que, además, defiendo que la opción de los servicios públicos es más estratégicamente necesaria que la RBU.

Porque ese es el objetivo inconfesado de los neoliberales o los magnates reunidos en el Foro de Davos. Vienen a por todo lo común para convertirlo en negocio. Es urgente pararles porque el futuro para nuestra vida y para el planeta es revertir esa tendencia. No les preocupa que les dejemos ese espacio a cambio de una renta básica. Desde luego que si gobierna la derecha ese riesgo se acrecienta. En su filosofía, si la gente ya tiene “el dinero en su bolsillo” (que es el argumento más peligroso y querido por los neoliberales) se facilita la idea de que cada uno se pague lo suyo. No olvidemos las propuestas en el sentido de un “cheque escolar” (universal) para el pago de la enseñanza y luego que cada uno suplemente lo que quiera y donde quiera.

Aparte de ganar más dinero con la financiarización, al capital le molestan los trabajadores, sobre todo si son muchos y organizables. O los externaliza o prefiere a falsos autónomos.  Su utopía son las empresas de plataformas en red, no tienen que poner más que una aplicación. Su paraíso sería una ciudadanía subsidiada suficientemente como para poder consumir su producción y servicios. La contradicción capital-trabajo desaparece y se sustituye por el debate político en el reparto de impuestos.

Por el contrario, siempre hemos defendido un elemento de socialización y de igualdad. Un futuro socialismo tendrá unas u otras formas de trabajo y de retribución de sus ciudadanos, pero seguro que acrecentará el peso de los servicios, actividades y patrimonios públicos.

EL TIEMPO DE TRABAJO EN EL EMPLEO

Todos los trabajos sobre RBU parten de un análisis de las consecuencias que está teniendo la transformación del trabajo asalariado, y así debe hacerse.
Sin embargo, yo diferenciaré el trabajo como algo mucho más amplio que el empleo. Sobre este último, algunos paladines del sistema actual1 vienen reconociendo que nos encaminamos a una sociedad con un 20% de individuos suficientes para el funcionamiento de lo esencial del sistema económico (y por tanto dotados de trabajos llamados “dignos”) y un 80% restante en actividades irrelevantes, empleos precarios, penosos e inseguros. Aún más, se asumen elevadísimas tasas de paro estructural. Aunque no se niega que queden muchas actividades que no harán los robots y que aparezcan otras nuevas, ese es el escenario que nos depara el espectacular incremento de productividad a causa de la automatización y el desarrollo técnico con la inteligencia artificial, que afectará no sólo a los trabajos mecánicos.

Como la introducción de la alta tecnología afecta más a unos trabajos que a otros,  no puede aceptarse que unos trabajadores aumenten su retribución gracias al uso de estas y otros no participen de la riqueza común por estar en actividades de fundamental dedicación humana pero socialmente necesarios; o arrumbados por no haber encontrado un sitio. Las formas de atención a estos colectivos pueden ser varias sin necesidad de ser la RBU. Desde la izquierda se está planteando este debate como esencial, unido a la aparición de nuevas formas de trabajo2.

Si no entendemos que a lo anterior se suma que se han incorporado más de mil millones de asiáticos al ejército laboral del capitalismo, no valoraremos en su revolucionaria dimensión la reivindicación de la reducción del tiempo de trabajo asalariado. Sorprende mucho que en este panorama se ha hablado poco de la reducción de la jornada laboral, cuando ha sido esta una reivindicación histórica de los sindicatos. En Alemania, tras fuertes huelgas se llegó a la jornada de 35 horas en la década de los 80 y ahora se están planteando nuevas huelgas para reducirlas.

Cierto es que el trabajo “productivo” pierde peso en el mundo futuro. No es que los robots sean productivos, sino que los humanos que diseñan, manejan y reparan robots son más productivos que quienes manejan otras herramientas menos eficaces. No es la primera vez en la historia que los humanos se benefician, con mínimo esfuerzo, de la naturaleza y los animales como elementos productivos y luego de máquinas cada vez más sofisticadas.

Tiene interés, pero no es objeto de este escrito, el análisis ecológico de las consecuencias del exceso de actividades humanas, (muchas de ellas depredadoras del medio ambiente), y el trabajo necesario para ellas. La extensión de las potencialidades del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas permitiría cubrir sobradamente las necesidades de todas las poblaciones con una enorme reducción de lo que se llama “trabajo productivo”. Debemos considerar también el derecho de toda la humanidad a participar del conjunto de las actividades. Por otro lado, no miremos sólo el ombligo de nuestras sociedades enriquecidas.

Los defensores de la RBU hacen mucho hincapié en que ésta libera parte de la presión al creciente ejército de parados que está provocando el capitalismo. Es cierto, pero no se trata de liberarlos de presión, sino de que no existan parados forzosos, habiendo además muchas actividades de utilidad social no atendidas.

Entiendo que la medida que realmente transforma esa realidad y modifica la actitud de la persona frente al trabajo y frente a la vida en general, es la drástica reducción y reparto de trabajo asalariado. Ya hay algunas propuestas, en concreto la de la Asamblea de interbarrios de Economía-Sol del 15M. Esta medida me parece la sustancial.  No podemos tener una sociedad dual, con una parte importante de sus miembros subsidiados por la RBU y otros sufriendo largas jornadas de trabajo.

Porque si bien con una RBU algunos trabajadores querrían jornadas reducidas, también tenemos el consumismo como presión brutal. Los empresarios prefieren trabajadores alienados, con sus vidas controladas en jornadas completas (lo estamos viendo) y otros trabajadores angustiados por no estar incorporados a una actividad productiva (en algunos casos gratificante) que además le reporta el suplemento retributivo para “sus necesidades”.

La RBU parece asumir la existencia de un ejército de desempleados y conformarse con paliarlo.  En un futuro algo más lejano, ese ejército de “inútiles” a la sociedad, innecesarios, al principio subsidiados por una RBU, es la antesala de la profunda segregación respecto a la élite que se beneficiará de los grandes avances de la robótica e inteligencia artificial. Un peligro aterrador. Necesitamos otro camino.

No soy de los que denuncian que una RB universal evita el estímulo para desarrollar trabajos remunerados. Los patronos desean que tengamos mucho de ese estímulo y para ello está la ideología consumista. Con el paro masivo quieren que tengamos no sólo estímulo, sino urgencia, para así comprar más barato eso que entienden como mercancía.  En realidad, en su actual sistema no es estímulo para trabajar lo que falta, sino empleos remunerados, los cuales, por tanto, hay que repartir.

La reducción de jornada y reparto del empleo sí que genera libertad y tiene un beneficioso efecto suplementario sobre la vida de la gente (que es lo importante) y sobre la sociedad. No lo digo porque crea que el trabajo asalariado dignifique sino porque, si de libertad hablamos, la reducción del tiempo de trabajo asalariado supone reducir el tiempo alienado, “esclavo“, del trabajador y permite su posible dedicación a si mismo (reivindico el ocio) o a tareas comunes o sociales, que también hay que repartir. Es importante poner en valor el importantísimo trabajo no remunerado, (reproductivo o de cuidados) que la reducción de jornada y el reparto del tiempo de trabajo pondría en primer plano, colaborando con la importante reivindicación feminista de su reparto.

SALARIOS

Hay un factor importante a analizar, que es la incidencia de la RBU en las relaciones laborales y en los salarios. Estamos en el capitalismo. No creo que sea discutible que se tendería a reducir los salarios sabiendo, ambas partes, que hay un suelo sobre el que complementar la retribución, y el empleo (que seguirá siendo escaso) puede ser “un complemento”. Hoy en día ya pasa eso, por ejemplo, en los casos de fraude de la contratación de desempleados con seguro o subsidio.

En esa línea, de trasladar al Estado la responsabilidad del empresario de repartir el beneficio o, cuanto menos, garantizar mediante el salario la vida del trabajador, va la propuesta de Ciudadanos de un suplemento salarial pagado por el Estado (una especie de renta básica). Propuesta envenenada que debemos denunciar porque significa aceptar los actuales bajos salarios y mantener e incluso elevar la tasa de ganancia del empresario a cargo de los impuestos.

FINANCIACIÓN

Este debate nos lleva a la financiación de la RBU. No niego que pueda financiarse. Siempre se plantea sobre la base de un nuevo sistema fiscal, pero ya hemos dicho que para todo se pide ese aumento de ingresos derivados de una reforma fiscal, y no solo para los servicios públicos actuales y los que demandamos y hemos enumerado en un apartado anterior, sino también para nacionalizar sectores estratégicos, dedicarse a incentivar las reducciones de jornadas a las que me he referido, o para financiar planes de empleo por los poderes públicos.

Si se dice que, pese a regalarle la RBU a un privilegiado, se reduce la desigualdad mediante la fiscalidad. Entonces el mérito no está en la RBU, sino en una nueva fiscalidad y lucha contra el fraude que se necesita en cualquier caso, y que todos defendemos.

Si no parece discutible que el resultado sería una clase empresarial enriquecida con una mano de obra más barata, la compensación (desde un punto de vista progresista) tendrá que ser que éste aporte más, para lo cual habría que profundizar, aún más de lo que ya veníamos reivindicando, en la progresividad fiscal. Si a eso le sumamos que habría que compensar fiscalmente el regalo que se hace de RBU a las capas más pudientes…

Para colmo, he leído, entre los promotores de la RBU, que se plantea la aplicación de una tarifa única en el IRPF. En esa situación, no creo que pueda evitarse un arco de tipos para garantizar la necesaria progresividad fiscal, porque si no, una persona que tenga, por ejemplo, 800 € de RB, no querrá trabajar 8 horas por un salario de 800 € si tiene que pagar 400 de impuesto.

INJUSTICIAS

Para financiar la propuesta algunos plantean quitar desgravaciones al IRPF. Pero la retirada de desgravaciones puede ser perjudicial porque muchas deducciones tienen componente social (aunque dependen del carácter político del gobierno que las decida). Los gobiernos deben utilizar las tasas, gravámenes o deducciones, como forma de incentivar o penalizar aspectos de la economía (un pequeño ejemplo: incentivar energías limpias; gravar la contaminación).

Todas las propuestas de RB universal plantean el ahorro que significaría la desaparición de aquellas prestaciones que hoy estén reconocidas por un valor menor al de la RBU. Error, porque habrá que reconocer los peligros que significa reunir derechos varios (como seguro de desempleo, ley de dependencia, y otras). Reunir en una sola RB prestaciones muy variadas es cómodo, pero también es injusticia el trato igual a necesidades desiguales por situaciones concretas.

ENTORNO MUNDIAL

Esta es una cuestión no menor. La primera cuestión a debatir es a quién va dirigida esta propuesta.

a)  ¿A una sociedad “avanzada” que, tras garantizar los servicios públicos y sociales, dé el paso adelante de garantizar una cantidad por el simple hecho de pertenecer a una colectividad que se lo puede permitir?  Ya hemos dicho: ¿Estamos ante una explicación de cómo sería el futuro socialismo, o estamos ante una medida de política concreta para hoy, y por tanto en el marco del sistema?

No es casualidad que, en general, los ejemplos de RB que se atisban, se dan en territorios con grandes posibilidades económicas, o se han dado como incentivo a la repoblación.

b)  ¿Es también una opción para países empobrecidos? (no me refiero a sociedades precapitalistas o tribales). Es cierto que en estos, normalmente acuciados por altos niveles de desigualdad, la lucha contra la pobreza y el hambre puede tener otras urgencias al no tener ni siquiera estructuras de recaudación y redistribución fiscal que permitan aceptar el carácter universal de la RBU. Así, en Brasil, sólo se plantea para la gente necesitada.

Parece claro que se trata de la primera opción. Si es una reivindicación correspondiente a una fase del capitalismo y en sociedades desarrolladas, yo no la entiendo en un mundo en el que crecen las desigualdades entre países, porque los países opulentos basan su situación en el expolio de los países empobrecidos.

Es necesario analizar la RB en un entorno internacional. Si nuestras sociedades ya son un paraíso respecto a aquellas en la que las personas se juegan la vida para venir, una renta básica sería un incentivo más a añadir a esos derechos que desde sus países de origen se entienden como fantásticos. En un planeta con movimientos migratorios inevitables no hará falta siquiera la expectativa de encontrar trabajo para jugársela en llegar a una sociedad en la que una RB es ya muy superior a su retribución de origen.

Parecería entonces que la RB sería más aplicable en un (indeseable) mundo más cerrado, porque la RB debe responder a un interrogante: ¿Cual es considerado el universo de beneficiarios?,  ¿todo el que pise el territorio?, ¿residentes legales?, ¿nacionales?  El riesgo de mantener un ejército de “sin papeles” sin renta básica y con salarios de miseria es preocupante.

EMPLEO PÚBLICO 

Estamos ante la batalla ideológica entre lo público y lo privado en el que la RBU, en todo caso, apuesta por lo privado. No niego el valor de cualquier reivindicación concreta como facilitadora del avance hacia transformaciones más radicales. Pero la RBU apenas modifica la estructura de poder. Incide algo en el “mercado de trabajo” pero, además del efecto negativo sobre salarios que ya hemos analizado, no pone en cuestión al empresario como exclusivo ofertador de empleo. Aleja la batalla expresada en la explotación del trabajo.

El empleo promovido por los poderes públicos, (además de los requeridos por los servicios públicos) también requiere fondos, pero 1º.- Pone en valor las actividades de interés social sobre las que actúa y que el mercado desprecia (cuidado y replantación de los bosques, etc). 2º.- Reduce a la baja las cifras de desempleo y, por tanto, incide también en ese mercado pero en la buena dirección, tendiendo a subir los salarios por encima del público. 3º.- Crea riqueza y marcha en la línea de socialización, reconociendo el papel de lo público en disputa frente a la explotación privada. 

Otra cuestión es que, a diferencia de las reducciones de jornada, o de la dimensión de cualquier plan de empleo público (que son escalables), la RB tiene el inconveniente de ser un nuevo concepto que requiere afectar a otros varios y, por tanto, una aplicación prácticamente de golpe, puesto que en cantidades pequeñas ni puede sustituir a otros conceptos ni tiene valor alguno sobre las relaciones laborales.

CONCLUSIONES

1º.- La RBU parece aceptar que no hay trabajo para todos y la sociedad dual que eso significa.

2º.- Con la RBU se obtendrían beneficios, pero como se plantea como una reivindicación concreta para hoy (con sus cifras de costes), no compensan sus inconvenientes respecto a otras medidas. Por otro lado, en la medida en que tenga un cierto carácter utópico planteando una sociedad avanzada, apenas incide en la contradicción principal. No avanza en otros graves problemas de la sociedad, como el desempleo. 

3º.- Incide en lo privado y eso explica la aceptación del concepto por parte de algunos economistas conservadores. No hay un solo capitalista partidario de los servicios públicos y sí muchos partidarios de la RBU. En esa coincidencia, ¿dónde está el truco de la diferencia? En que los defensores de la RBU dicen que no es en detrimento de lo público y el capitalista aprovecha para poner “el dinero en el bolsillo de los ciudadanos” y profundizar en las privatizaciones de todo lo común. Luego esa es la batalla. NO la RBU, que aplicada dentro del sistema no disputa espacio real al capitalismo y, por el contrario, adormece su puesta en cuestión. 

4º.- Si se plantea como un derecho de ciudadanía, tiene que estar por detrás del resto de derechos a lo común, que más que avanzar, están hoy retrocediendo. Tiene por tanto que garantizarse previamente la consolidación y mejora de los servicios públicos, así como la colectivización de los bienes públicos esenciales. Nos encontramos con la necesidad de priorizar la importancia de nuestras batallas.

5º.- La RBU crea una situación de difícil encaje en un mundo globalizado. Antes de ampliar el efecto llamada habría que dedicar recursos a compensar la pérdida de beneficios de la explotación colonial, y a políticas de cooperación.

6º.-  Por último, frente a una renta universal, la alternativa no es el abandono de los desfavorecidos. Todos tienen derecho a una vida digna. Hay diversas propuestas de una renta garantizada que cubra sus necesidades básicas.


NOTAS:

1 (CEO de Tesla) en un informe de resultados del año pasado. “Todavía hay mucha gente en la fábrica, pero lo que hacen es mantener las máquinas, mejorarlas, resolver las anomalías. Pero en el proceso de producción en sí, esencialmente no debería haber gente”.

2 Nosotros somos en realidad los robots de este universo conectado que se despliega sin cesar y que las plataformas manipulan como un gigantesco títere. Y si las contradicciones del modelo se hacen demasiado evidentes, como sucede con la reducción del tiempo de trabajo provocada por la automatización, estas empresas no tienen inconveniente en apoyar la renta básica universal (RBU), como forma de disponer sin conflicto de la fuerza de trabajo sobrante. Eso sí, siempre que se les permita continuar acumulando rentas sin trabas, a costa de fagocitar el tejido empresarial y laboral circundante.


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