25/7/20

Que la colapsología sea un caldero de ideas para hacer posible otro fin del mundo

ESCENAS DEL COLAPSO
Reseña de la serie «El Colapso» —L’Effondrement—

Un supermercado con problemas de abastecimiento. Una gasolinera donde solo se admite comida a cambio del combustible. El despertar de un hombre adinerado en su mansión y su desesperación por llegar a tiempo al avión que le llevará a un lugar privilegiado. Una ecoaldea rota por la aparición súbita de demandantes de asilo. Una central nuclear que explota (otra) al quedarse sin electricidad. Una residencia de ancianos en la que su único cuidador se pregunta qué hacer cuando descubre que le han robado la poca comida que les quedaba. Las dificultades para llegar a una isla-refugio contratada como seguro en caso de colapso. Y por fin, un flashback para conocer al científico que días antes había advertido de lo que iba a pasar.

Estas son las ocho estampas, los ocho episodios del colapso que la serie francesa  L’Effondrement nos presenta, de manera descarnada, sin demasiado contexto, sin mayores detalles, en formato de plano secuencia y agitada cámara en mano. Estrenada a finales de 2019 en Canal+ Francia, L’Effondrement  es la obra de tres jóvenes cineastas, Jérémy Bernard, Guillaume Desjardins y Bastien Ughetto, salidos de la escuela de cine Eicar en Saint-Denis.

Por sus declaraciones, no parecen haber escogido la temática del colapso civilizatorio por una mera cuestión de modas: “creemos que el colapso es inevitable, las personas que se ríen de esto no están suficientemente informadas sobre las realidades ambientales, sobre el estado de los mares, los bosques, las tierras, el permafrost; prever el colapso no es ser pesimista, es ver las cosas como son, una situación ecológica cada vez más grave que ya no responde ninguna acción a gran escala”.

El cine o la literatura distópica no son nada nuevos. Desde los años 70 y gracias a la popularización del movimiento ecologista y las primeras crisis del petróleo, la distopía en la ficción nos ha acompañado: Cuando el destino nos alcance (1973), La fuga de Logan  (1976), El último hombre vivo (1971) fueron títulos pioneros. Muchas obras posteriores han incidido en las mismas temáticas: Mad Max (1979), Blade Runner (1982), El cuento de la criada (1990, recientemente recreada como serie  con gran éxito), Waterworld (1995),  Gattaca (1997), La Isla (2005), Hijos de los hombres (2006), La carretera (2009), Los juegos del hambre (2012) son algunos de los títulos más conocidos.

¿Por qué ahora esta serie televisiva de bajo presupuesto ha creado tanto impacto? Podríamos decir que porque hemos entrado en la segunda década del siglo XXI acompañados de un variado catálogo de señales alarmantes. Gobierna un loco populista y narcisista en la Casa Blanca, un oportunista sinvergüenza en Downing Street y un ex agente del KGB de fuertes inclinaciones autoritarias en el Kremlin, mientras que asistimos a un auge del neofascismo y el populismo de extrema derecha por todo el mundo. En lo medioambiental la cosa no es mucho mejor, los efectos del cambio climático ya no aparecen en los informes, sino en las portadas de los medios: incendios forestales de nueva generación que crean su propia meteorología, aumento de fenómenos meteorológicos extremos, inundaciones, sequías, olas de calor mortíferas, etc. Y de postre, una pandemia mundial fruto de los desequilibrios ecológicos, exacerbada por el turbocapitalismo y la hiperglobalización.

Es de suponer que la pandemia, con sus escenas, esta vez reales, aunque temporales, de estanterías vacías de productos de primera necesidad en los supermercados y de calles desiertas por los confinamientos obligatorios (y el estado policial que los acompaña), han contribuido a debilitar ese cuarto muro simbólico que separaba lo que pasaba en nuestras pantallas de nuestra realidad. Nos hemos acercado, un poco tan solo, a algo parecido a un colapso. ¿Explica eso el éxito de  L’Effondrement?

No creo que sea así. Muy a pesar de sus autores, creo que han pesado más las virtudes formales de la serie, su ritmo frenético, sus escenas angustiosas, su composición a base de un collage de escenas. Sin duda a los activistas nos ha impresionado de manera diferente. ¿Cuántas veces hemos pensado en qué pasaría con las centrales nucleares en un escenario de colapso civilizatorio? ¿Acaso no hemos sentido desasosiego frente a las soluciones privadas, como la de la ecoaldea que aparece en la serie, frente a un escenario de caos? ¿No tenemos pruebas de que los ricos del mundo están ya diseñando sus propios botes salvavidas (la isla fortaleza de la serie)?

En el último episodio, L’Effondrement descubre sus cartas. Es un flashback en la que acompañamos a un grupo de activistas que irrumpen en una tertulia televisiva en directo. Su objetivo es que Jacques Montbla, ingeniero agrónomo y exmiembro de un consejo gubernamental sobre acción climática, pueda exponer ante la audiencia un programa de 30 puntos para hacer frente a la inminente crisis. Frente a él, la ministra francesa de ecología. Finalmente, entre las burlas del presentador y los tertulianos, y el desdén de la ministra (“es la encarnación del pesimismo”), el ingeniero consigue hacer llegar parte de su mensaje. Me permito transcribir la escena en su totalidad, para que los lectores constaten que los autores del texto no han escatimado ni una coma en su mensaje:

“Lo siento, pero es una irresponsable. Lo que está diciendo… sabe tan bien como yo que el crecimiento verde no existe. Es una ilusión total. Un engaño.

Bueno, entiendo que tenga que mentir, porque es su trabajo. Y, por otra parte, es un poco prisionera de un sistema, es completamente prisionera de un sistema, que no está al servicio del hombre, del ser humano, que no está al servicio del interés general ni de la vida. Verá, trabaja usted para un sistema mortífero cuyo único objetivo es preservar los intereses y privilegios de una casta, y digo casta, no clase, una casta dominante que solo busca su beneficio.

Listo, ya está. 

Y no sigo con esto, porque luego me tacha de extremista.

Señora ministra. Las energías verdes de las que habla necesitan materiales no renovables. Y las energías verdes, perdón, no son suficiente. Así que olvídelo, por favor. Olvídese del cuento del crecimiento infinito en un planeta de recursos finitos.

Estamos en un callejón sin salida, pero la señora ministra no se lo va a decir. Porque tiene que mentir, porque no puede decir la verdad. ¿Por qué? Porque si seguimos con este crecimiento colapsamos, y si detenemos este crecimiento, colapsamos.

Vamos a vivir el colapso de nuestra civilización. Y ninguna institución, en ningún país, está preparada para lo que va a suceder. Esto se lo llevamos diciendo ya 50 años, desde los años 70, desde el informe Meadows en el 72, acuérdese. Y todos los años se encarga de recordárselo el IPCC. Pero como no pasa nada, no hacen nada por cambiar el proceso. Así que yo he venido aquí hoy a hacer un llamamiento.

Exijo al poder público, al gobierno, una inversión millonaria en un esfuerzo de guerra histórico, para crear una sociedad sostenible. Y si los políticos no asumen su responsabilidad habrá que imponérsela, aunque sea por la fuerza, como hoy, porque estamos hartos ya de ver cómo esta gente juega con nuestras vidas.

Y les doy un consejo: anticípense a lo que va a pasar. Porque la catástrofe es inminente y las consecuencias serán desastrosas.

A ver, ¿qué les pido que hagan? Intenten reorganizarse. Intenten crear equipos, redes de ayuda, en las ciudades. En los pueblos, en los barrios. Necesitamos urgentemente… necesitamos ganar en autonomía. Tenemos que salir, sí o sí, del sistema que conocemos. Y tiene que ser hoy, no mañana. Podemos evitar las hambrunas, la sequía, podemos evitar millones de muertes. Podemos evitar los éxodos. Podemos evitarlo. Depende de nosotros. No vamos a evitar el colapso, pero podemos sobrevivir”.

Seguro que los activistas por el decrecimiento, por la transición a una sociedad más justa y menos autodestructiva sentirán algo parecido a lo que yo sentí al ver esta escena: alegría por ver este mensaje tan claramente expresado en una obra de consumo audiovisual para las masas y al mismo tiempo desazón al entender que L’Effondrement no va a cambiar las cosas, entre otras cosas porque ya es demasiado tarde, el colapso es inevitable.

Por otra parte, después de 50 años de advertencias y de paralizantes miradas al abismo, ¿no es hora de dejar de asomarnos a la catástrofe y pedirles a los creadores que nos enseñen ese otro mundo casi imposible, antes de que deje de ser posible del todo? Recursos intelectuales no faltan. Si este mundo está condenado a desaparecer, que la colapsología sea un caldero de ideas para hacer posible otro fin del mundo.

Y es que parafraseando la canción de Gil Scott-Heron, “el colapso no será televisado”, pero sí podemos anticipar y soñar, lo que queremos que venga después.


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