La actual crisis mundial del capital y del capitalismo plantea
redefinir la geopolítica mundial, redefinir la forma del Estado y
por lo tanto la del capital dominante. El cuadro geopolítico hoy es
complejo con muchas contradicciones y alianzas posibles. El futuro
del mundo dependerá en buena medida de la correlación de fuerzas
existente entre las diferentes fracciones del capital y, también de
las luchas sociales que sin duda emergerán en una batalla que hasta
nos puede poner en peligro de una guerra mundial.
No
hay salida a la crisis con la racionalidad económica capitalista
En medio de la Gran Depresión del Siglo XXI, cualquier salida dentro
de la racionalidad económica capitalista parece agotarse. Es el
momento preciso de toma de conciencia de que no hay expectativa de un
mayor bienestar económico y social dentro de este sistema que no
para de acortar la vida media de todos sus productos.
Alargar la vida media de todo lo que producimos conllevará, al
debilitamiento de una economía monetizada y justamente así y solo
así será posible lograr un mayor bienestar genuino. Lo mismo sucede
si primero se satisfacen las necesidades colectivas por encima de las
individuales: habrá menos creación de riqueza en términos de valor
de cambio ( capitalista) pero más riqueza en términos de
satisfacción de necesidades reales de las personas.
En medio de esta crisis sistémica están dadas las condiciones para
crear consciencia que las necesidades deberán formularse más desde
el “sujeto comunitario” por encima de las necesidades
particulares e individuales. El uso duradero de los bienes y la
priorización de la satisfacciones colectivas debería permitir que
la naturaleza pueda reproducirse otra vez a sí misma, acabando así
con la lógica de destrucción del medio ambiente y de los recursos
naturales. Igualmente si las innovaciones tecnológicas no tiene como
fin la competencia y el lucro estos avances podrán ser declaradas
patrimonio común de la humanidad, con acceso libre para todos.
Al darle mayor vida media de los productos en general y al sustituir
el consumo individualizado por el consumo más colectivo de bienes y
servicios, se liberarán sobre todo recursos naturales en el Norte,
región en la que estos precisamente escasean.
Hoy se destina para el consumo individual del 20% de la población
mundial concentrada en el Norte, el 80% de los recursos naturales,
existentes principalmente en los países del Sur. Si la vida media de
los productos en el Norte se multiplicara por dos, se liberaría más
del 40% de los recursos naturales explotados en el planeta. Otro
tanto sucedería si los productos y servicios fuesen dos veces más
colectivos. El gran efecto positivo de una “formula económica
combinada” de este tipo habla por sí misma.
Así como en el Norte es preciso generar una “economía de lo
suficiente” eliminando la economía de lo superfluo (hacia lo que
los movimientos ecologistas apuntan), es preciso fomentar en el Sur
una “economía de lo necesario” (hacia lo que los movimientos
sociales en el Sur también deben apuntar). Estos dos tipos de
economías, de lo suficiente y lo necesario en combinación,
mejorarán la calidad de vida de las grandes mayorías y ampliaran
las fronteras ecológicas planetarias.
En lo político, se requiere la instauración de una democracia
participativa que implica una política de la mayor descentralización
posible de la producción y, sobre todo, una mayor democratización
en el proceso de toma de decisiones sobre qué, cómo, dónde y para
quién se produce. Si en tiempos del socialismo real semejante
planificación padecía de errores y hasta horrores operacionales, en
la actual era digital ya no parece una Utopía y en un futuro no
lejano bien podrá ser realidad.
Wim Dierckxsens, Walter Formento y Andrés Piqueras
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