9/4/18

Un camino a seguir que busca la paz y nos enseña a no responder con violencia


JUDO O EL CAMINO DE LA GENTILEZA

Un sabio consejo para conducirse por el mundo

Este arte marcial japonés y su filosofía podrían darnos claves, llenas de prudencia y templanza, para la vida diaria y nuestras relaciones con los demás.

La palabra “gentileza” no es la primera que viene a la mente cuando pensamos en artes marciales como el judo o el aún más antiguo jujitsu, que se caracterizan por su vigor y su dinamismo, por su aparente violencia. Sin embargo, la voz japonesa jūdō (raíz del nombre de ambas artes marciales) significa “el camino gentil” y define toda una filosofía que las respalda y las convierte en una fuente de sabiduría que puede llevarse fácilmente a la vida cotidiana, incluso para quienes no las practican formalmente.

El judo, específicamente, fue desarrollado en 1882 por el doctor japonés Jigoro Kano —un hombre que, de joven, estudió a profundidad los escritos de Confucio y el arte de la caligrafía japonesa. Para su creación, combinó técnicas de karate y jujitsu, además de algunos métodos de defensa que él mismo desarrolló y perfeccionó a lo largo de los años. Las bases de la filosofía del judo (que teóricamente debieran llevarse a todos los ámbitos de la vida para ser un verdadero practicante) incluyen la no resistencia, la gentileza al momento que alguien quiere imponer su voluntad sobre ti. Esta suavidad no es estática pero sí pacífica: el practicante de judo debe esperar a ser atacado y defenderse utilizando la fuerza e impulso de su atacante; si tu atacante te empuja, usa su fuerza para tirarlo al suelo, si te estira, empújalo usando su propia fuerza.


Esto nos remite a otro de los pilares de la filosofía del judo: “máxima eficiencia, mínimo esfuerzo”. La economía de recursos que se utilizan en los combates implica lograr que el oponente se canse, que gaste su energía sin dañarnos, para que finalmente pueda ser vencido con pequeños movimientos que impliquen la menor cantidad posible de esfuerzo. El doctor Kano definió esto como el uso correcto de la fuerza física y espiritual, que implica desarrollar un carácter capaz de controlar la energía y las reacciones, sobre todo en un momento de peligro.

Así, el judo también implica pensar en el bien del oponente no lastimándolo si no es necesario, una medida que resulta profundamente civilizada, especialmente cuando hablamos de enfrentamientos físicos entre dos personas. Finalmente, existe una lección más dentro de este inteligente sistema de pensamiento: el aprender a caer. La práctica de este arte marcial resulta muchas veces en caídas, y una de las técnicas más complejas e importantes con las cuenta es el aprender a caer de cualquier manera y en cualquier dirección sin lastimarnos, algo que podríamos llamar “el arte de caer”.

¿Qué pasaría si lleváramos la filosofía del judo a nuestra vida diaria y a nuestras relaciones con los demás? En primer lugar, actuar con gentileza y pacifismo implicaría no solamente una vida más plena y sosegada, sino también el no desperdiciar energía en conflictos que podrían evitarse. Esta suavidad podría, además, trasladarse a nuestro lenguaje; es decir, podríamos utilizar la fuerza de la suavidad para comunicarnos y, acaso, lograr lo que queremos. Por último, el aprender a caer también es una preciosa lección para lidiar con las derrotas y las pérdidas que naturalmente son parte de la vida: aprender a desplomarse emocionalmente, intentando lastimarnos lo menos posible.

Kano creó el judo (un sistema que nos recuerda, sin duda alguna, algunos preceptos del zen) no sólo como un arte marcial, sino también en una forma de vida que sigue teniendo sentido 120 años después, un camino a seguir que busca la paz y nos enseña a no responder con violencia a la violencia (por ejemplo, cuando recibimos comunicación agresiva). Un verdadero practicante del judo no tiene nada que probar, su tarea es desarrollar la tolerancia y fomentar la paz, recordarle al mundo que la suavidad siempre será más poderosa que la fuerza.


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