26/3/18

La fiesta del capitalismo se acabó, si queremos tener una mínima posibilidad

A VUELTAS CON EL «ÚNICO SENTIDO» DE GREENPEACE


Un estudio de Greenpeace, apoyado en un análisis del Instituto de Investigación Tecnológica de la ETS de Ingeniería de la Universidad de Comillas de Madrid, titulado Único sentido. 2025 sin carbón ni energíanuclear, me provoca sentimientos muy encontrados.

Por un lado, el razonable esfuerzo de intentar quitarse las centrales nucleares de encima, que no puedo dejar de apoyar entusiásticamente y también las de carbón, como las centrales de producción de energía eléctrica más contaminantes de energía fósil.

Por el otro, su formato de marketing tradicional de multinacional, utilizando las mismas técnicas y los mismos titulares tendenciosos que usa cualquier multinacional capitalista para colocar sus productos o servicios (es decir, en general efectivos o, por lo menos, efectistas), tratando de hacer calar sus ideas en el público, de forma poco legítima o razonable, a mi entender.

Por ejemplo, lo que se traslada y me llega desde varios puntos (la popularización del corta y pega) como titular es que “una transición a la energía renovable saldría más barata que la indemnización por Castor”. Esto es directamente mentir, o decir una media verdad de forma muy interesada y subliminal, para convencer al auditorio, porque confunde  intencionadamente (y no es la primera vez) la energía eléctrica de un país muy particular como España —no extrapolable en desarrollo, ni en posibilidades con la mayoría de los países del mundo— con la energía primaria, que es algo ya mucho más difícil de sustituir o reemplazar.


Y porque en su análisis incluye nada menos que un 21,7% de energía eléctrica generada por gas (desde luego menos sucio que el carbón por unidad de energía eléctrica producida) más un 5,2% de gas llamado “de nueva generación” de respaldo, para resolver las inevitables intermitencias o lagunas de generación eléctrica de las llamadas “energías renovables”. Lo sutil del asunto es que dirán que se refieren a la “transición” y por eso todavía hay gas en la ecuación, una bonita forma de cubrir el núcleo central del mensaje [de un futuro] 100% renovable.

Sin dejar de ser un objetivo más deseable que el actual, el de eliminar lo antes posible las centrales nucleares y las de carbón, se debería ser más riguroso y menos  marketiniano con la información.

También sigue insistiendo en imponer el erróneo y equivocado concepto de “energías renovables” a lo que en realidad son complejos sistemas no renovables capaces de captar, durante un tiempo limitado, parte de los flujos de energía renovables de la naturaleza. Obviamente, todo ello, sin menoscabar la comparativa de los riesgos inherentes a una central nuclear con los de estos sistemas de captación de flujos renovables de energía, muy favorables, a mi juicio, a los segundos.

Greenpeace sigue sin hacer ni una sola crítica a lo verdaderamente insostenible de nuestro sistema: el propio sistema en el que vive, al parecer, perfectamente insertada, jugando eso si, un papel teóricamente crítico con el mismo.

Es lamentable, que sus escenarios sigan proyectando modelos de demanda con crecimientos bajos (0,2%/año), medios (1%/a) y altos (2%/a). ¿Es que siguen sin entender a estas alturas que el sistema no puede crecer más y que no puede crecer infinitamente en un mundo finito? ¿Tan difícil es que Greenpeace pueda interiorizar esto y orientar sus estudios a ver si es posible —y cómo se podría llegar a — una sociedad como mucho  estacionaria y deseablemente en decrecimiento en sus actividades económicas? O ¿es que les da miedo que los fieles se les vayan como el joven rico salió despavorido cuando Jesucristo le dijo que no era solo cuestión de cumplir con los mandamientos, sino que había que dejarlo todo y seguirle? ¿Hasta cuándo vamos a seguir creyendo nosotros que con seguir los mandamientos de la ley de Al Gore (desenchufar los cargadores de los móviles cuando no están en uso, utilizar bombillas LED, reciclar, comprarse un cochecito eléctrico, o llenar el mundo de aerogeneradores y placas solares y demás etcéteras) son suficientes para hacer un mundo realmente sostenible?

¿Para cuándo un debate serio sobre la obsolescencia también de estos sistemas, sobre los incumplimientos, ya muy constatables, con las experiencias de las dos últimas décadas, sobre ciclos de vida de eólicas offshore y de solares FV y termosolares, y para cuándo un debate sobre los materiales que comportan y los desastres ambientales que provocan en sus procesos de minería, extracción y refino?

¿Para cuándo un debate serio sobre la Tasa de Retorno Energético (TRE) en toda su implicación social considerada (TREext) de estos sistemas y sobre las necesidades de almacenamiento a gran escala de la electricidad (a nivel mundial, que somos un único mundo, señores) y resolución de intermitencias?

¿Cuándo entenderán algunos ecologistas que un sistema llamado renovablecon una TREext inferior a 10:1 no va a mantener jamás esta sociedad, que y unas llamadas renovables con una TREext por debajo de 5:1 seguramente no se sostienen ni siquiera a sí mismas, y además van a demandar una enorme cantidad de energía fósil para arrancar su despliegue masivo, que seguramente ni es verde, ni ahorrará emisiones sustanciales de fósiles (en teoría incluso agravaría las emisiones durante una buena parte de los primeros años del teórico despliegue masivo)? ¿Cuándo dejarán de ser acríticos con documentos apologistas del 100% renovable, como los de Mark Jacobson y empezarán a analizar la complejidad del mundo real?

Greenpeace sigue apostando por una electrificación del parque móvil, sin señalar, para ser creíble y coherente, los muchos puntos débiles que tiene el transporte terrestre. Ni en los vehículos privados, cuya aberración —1.200 millones circulando por el planeta— apenas critica, por su falta de autonomía y capacidad, duración de las baterías por la tremenda limitación de ciclos de carga y descarga, por los tiempos de recarga tan ridículos para el frenético mundo actual. O por las brutales infraestrucutras que exigirían millones de puntos de recarga rápida que además deterioran mucho más rápidamente las batería. O el tremendo desecho que éstas producirían en el medio a los pocos años de utilizarlas y los destrozos ambientales que la minería para la obtención de los materiales esenciales para la producción de baterías representan en muchos países del mundo) y la absoluta ineficacia de la electrificación en la mayor y más importante parte del transporte terrestre —el transporte pesado de mercancías— o el brutal uso de materias primas escasas, esenciales para el desarrollo propuesto por Greenpeace (ver Antonio García-Olivares y sus varias publicaciones sobre el tema).

No es cierto, como asegura Greenpeace, que “Europa transita hacia un sistema eléctrico sin carbón”. No es cierto que la mejora de la eficiencia energética esté aportando soluciones tangibles al continuado destrozo del medio. Europa no está transitando a ningún lugar serio. Simplemente vegeta, complacida, pariendo infinitos reglamentos desde Bruselas.

Decía Krahe aquello de “hombre blanco hablar con lengua de serpiente”. Y en todas las campañas de Greenpeace, parecen empeñados en hablar la misma lengua que el capitalismo salvaje, feroz, depredador y destructivo: empleos y dinero. Esos son sus señuelos; los mismos que los de Zara o de El Corte Inglés o de Toyota o Seat.

Sus justificaciones y conclusiones finales hablan de los muchos empleos que crearían las llamadas renovables y de los aspectos económicos que comportan y sus ventajas comparativas, como si la solución a los problemas del mundo se tuviese que resolver convenciendo a un consejo de dirección de una multinacional con una brillante presentación de Power Point, resaltando los puntos fuertes que preocupan al gran jefe y enmascarando los posibles impedimentos o problemas que pueden aparecer en esas dudosas hojas de ruta.

First things first. Poco cabe hacer si no se trata antes el asunto crucial: la necesidad de cambio radical (no cosmético) del sistema capitalista actual basado en el crecimiento infinito, en los mercados y la economía creciente, el del sistema financiero que exige más y más sin límites, cuando lo que hay que decirle es que la fiesta del capitalismo se acabó, si queremos tener una mínima posibilidad. Que esto es mucho más que empleos y dinero. Se trata de la vida.

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