LA
RENTA BÁSICA UNIVERSAL SE ABRE CAMINO
Tal
y como se anunciaba aquí en
junio del año pasado,
Finlandia ha puesto en marcha un ensayo de la renta básica universal
con 2.000 desempleados elegidos por sorteo que, a partir del día 9
de enero y durante dos años, recibirán 560 euros mensuales libres
de impuestos de forma incondicional. Y seguirán recibiendo esta
cantidad aunque encuentren trabajo en ese período, sin ser sometidos
a ningún tipo de control. Para despejar dudas, vaya por delante que
en Finlandia gobierna una coalición de derechas poco sospechosa de
rojerío y populismo.
Los
objetivos declarados del experimento son estudiar un cambio en el
Estado del Bienestar, en el que se reduzca la burocracia y se
simplifique el alambicado sistema de subsidios, y demostrar que el
hecho de asegurar unos ingresos con los que cubrir buena parte de las
necesidades vitales no incentiva la pereza sino la búsqueda de
empleo. Los finlandeses, que no se han vuelto locos pese a su
cercanía al Polo Norte, conocen experiencias similares –la primera
en la localidad canadiense de Dauphin- que arrojaron resultados muy
positivos.
Sin
haberse aplicado nunca, la renta básica universal ha cosechado un
número apreciable de detractores de grueso calibre. Están éstos
convencidos de que su implantación crearía legiones de vagos e
indolentes, dejaría sin cubrir los empleos peor pagados o más
penosos, provocaría desequilibrios psíquicos entre los que
decidieran ver pasar la vida mano sobre mano y aumentaría la
desigualdad porque sus perceptores serían pobres y ricos por igual.
Son meros matices porque se descuenta que sería inaplicable en
países grandes o emergentes, en los que quebraría su sistema
fiscal.
La
experiencias de Canadá o la llevada a cabo en una pequeña región
de Namibia, donde la entrega de 100 dólares a cada residente menor
de 60 años disminuyó la pobreza del 76% al 16%, promovió negocios,
eliminó el absentismo escolar y redujo la delincuencia a la mitad,
han venido a refutar estos argumentos.
Lo
que sí parece comprobado de entrada es que los subsidios
tradicionales, lejos de ahuyentar la pobreza, la perpetúan, ya que a
ninguno de sus perceptores les merece la pena aceptar ocupaciones
precarias, que pondría en riesgo lo poco que reciben y les
enfrentaría al calvario burocrático de conseguir nuevas ayudas. Es
más, recibir ingresos no sometidos a ningún requisito o restricción
daría pie a que se aceptaran ocupaciones ocasionales de manera
habitual. Muy probablemente, implicaría un aumento moderado de los
salarios porque nadie se vería obligado a transigir con determinados
abusos laborales y pondría los cimientos para acabar con la economía
sumergida. Lejos de disminuir, la recaudación fiscal sería mayor y
aumentarían las cotizaciones a la Seguridad Social.
Por
el lado de los costes, la renta básica eliminaría otro tipo de
ayudas que llevan implícitas actividades de control e inspección
que ya no serían necesarias y contribuiría a paliar algunas de las
terribles consecuencias sociales y sanitarias asociadas a la pobreza.
En el programa piloto canadiense, que se prolongó durante cinco
años, se constató una reducción significativa de los accidentes,
de los trastornos mentales y de los casos de violencia, y permitió
que muchos adolescentes completaran sus estudios.
¿Que
si el Edén es financiable? Varios promotores de la Red Renta Básica
en España simularon hace años la percepción por el conjunto de la
población de un ingreso incondicionado de 7.500 euros anuales y de
un 30% de esa cantidad para los menores de edad, que sustituiría a
toda prestación pública inferior o se subsumiría en las
superiores, pensiones incluidas. Acompañada de una reforma fiscal
progresiva, el estudio demostró que no generaría déficit y haría
ganar renta a la mitad de la población, lo que acortaría la brecha
entre ricos y pobres.
La
tremenda transformación que la globalización y la tecnología están
produciendo en el mercado laboral y en la sociedad en su conjunto
aconseja tomar en consideración lo que parece una evolución lógica
del Estado del Bienestar, donde el ser humano, desde el nacimiento,
tenga mínimamente satisfechas sus necesidades. En Finlandia,
hasta la derecha se lo toma en serio; aquí, a chufla. Así nos va.
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