21/9/12

Construir y desarrollar una sociedad más armónica y humana


TRABAJO ASALARIADO: 

El “yugo-salvavidas” que hunde a la persona

Salvemos primeramente a los seres humanos y así será más factible salvar a otras especies

Muy pocas personas -incluso en los sectores más críticos y lúcidos de la sociedad- cuestionan la existencia e imposición socioeconómica y política del trabajo asalariado, sino que prácticamente lo asumen con naturalidad, como una parte inherente y axiomática de nuestra civilización, sin ser conscientes de que esta dinámica -en verdad degradante, deshumanizadora y profundamente esclavizadora- constituye uno de los principales mecanismos de dominación, explotación y chantaje encubierto hacia la sociedad, por parte de la poderosa minoría oligárquica -la élite global corporativa- que dirige los estados, sus instituciones y sus marionetas políticas.

Así, se protesta y se hace denuncia de muchas otras cuestiones que (como en el caso de las corridas de toros, ver artículo bajo estas líneas), si bien es justo y legítimo denunciarlas, en realidad se sitúan en la parte alta -las ramas- del árbol del Sistema o Establishment, mientras que hechos más graves, básicos y decisivos respecto a la esclavitud de los seres humanos -como el trabajo asalariado- se hallan entre las mismas raíces y fundamentos de tal sistema, con su despiadada e inhumana lógica de si no tienes sueldo, no tienes dinero, y si no tienes dinero, no tienes acceso a alimentación, vestido, vivienda, atención médica, etc”.

Poco margen de maniobra queda entonces para solventar realmente cuestiones menos prioritarias, cuando la esclavitud y miseria -física y moral- de millones de personas (ya en occidente) es un manifiesto y trágico yugo impuesto a la Humanidad, de una envergadura y condicionamiento tales, que impide de por sí la ineludible y efectiva transformación de la sociedad, por causa de los propios grilletes y cadenas -personales y colectivas- que el Sistema mantiene sobre las masas dependientes, sumisas y desempoderadas, que asumen y consienten su condición esclava bajo el peso del estado, sus instituciones y sus leyes.

Dicha estructura opresiva y alienante -destructora de los atributos sustantivos del ser humano- se halla dispuesta toda ella al servicio de la minoría de poderosos que dicta e impone -de hecho y de derecho- lo que se puede o no se puede hacer, decir o pensar; y que determina por decreto quiénes viven o quiénes han de morir… o morir en vida en cuanto seres humanos íntegros y dignos, sobreviviendo no obstante como esclavos estatales -más o menos resignados, maniatados, frustrados o insatisfechos-, a través del trabajo asalariado.

Se llega entonces a extremos de degradación por los cuales la persona se vende, entregando su fuerza de trabajo (o su propio cuerpo incluso) al mejor postor -o a lo que haya-, despojándose a sí misma de toda mínima ética y humanidad para hacer lo que sea con tal de mantener su empleo o trabajo remunerado (ya sea público o privado), convirtiéndose fácilmente muchas veces en ejecutora (cuando no partícipe, cómplice, encubridora o colaboradora necesaria) de las más viles prácticas, órdenes, instrucciones o directivas oficiales, haciendo el trabajo sucio para el estado, a cambio de un sueldo o salario, que muy a menudo alcanza apenas para cubrir el coste de sus más básicas necesidades de manutención y cobijo.

Empero, en nuestras manos está, como individuos y sociedad, tomar conciencia de todo ello y comenzar a movernos activamente -desde dentro hacia fuera- para cambiar la lógica insensata e inhumana del binomio trabajo-dinero, y sustituirla gradualmente por aquella más natural, armónica y saludable del servicio desinteresado y la ayuda mutua, como se hace en una familia unida y amorosa, y como ya se está haciendo a nivel colectivo, en forma embrionaria, mediante la puesta en marcha de iniciativas autogestionadas, cooperativistas y asamblearias.

Porque la familia no acaba en el apellido o el parentesco más o menos cercano, sino que se extiende -por naturaleza- en una dimensión mayor, a todos los miembros de una misma especie; en este caso, la humana. Comprender esto -el íntimo e intrínseco vínculo, interrelación y conexión entre todos los seres que integran una especie- es algo básico, de sentido común; y muestra una conciencia y una mente saludables. Ignorarlo, despreciarlo o, más aún, negarlo, es -por el contrario- palmaria evidencia de insensatez y brutalidad, como reflejo de una profunda enfermedad mental y anímica.

Pero ni mil millones de alienados y adoctrinados del sistema nos convencerán al resto para que desistamos de comenzar a construir y desarrollar la sociedad más armónica y humana que sentimos en nuestros corazones y diseñamos en nuestras mentes, en sintonía y coordinación con nuestros afines, plasmándola en proyectos e iniciativas que ya hoy son una realidad creciente en número, calidad, influencia e impacto.

Queda mucho, mucho camino, es cierto; pero lo más importante es -cada cual según sus posibilidades- dar pasos en esa dirección que, en conciencia y por consciencia, hemos elegido. Y ojalá la difusion y el eco de esta labor transformadora pueda alcanzar a muchísimas personas más, permitiéndolas realmente comparar, discernir y decidir.

Freeman, Liberación AHORA |

MISIVA A UNA AMIGA QUE ME INVITA A UNA CONCENTRACIÓN ANTITAURINA 

Estimada amiga: Necesitamos una, diez, cien, mil, concentraciones (y más cosas…) contra el trabajo asalariado, que está matando espiritual y físicamente a las personas, a los y las trabajadoras. Necesitamos una sociedad sin trabajo asalariado.
La izquierda se dice “anticapitalista” pero no anti-trabajo asalariado, pues lo admite con mucho gusto cuando está bien pagado, esto es, cuando destruye con más eficacia la esencia concreta humana.
El verdadero anticapitalismo, sin comillas, es el que lucha contra el trabajo asalariado, no el que “lucha” por salarios más altos, mejor pagados. Quienes preconizan tal cosa, quienes se quedan en la lucha por más dinero, son los peores burgueses, los más encanallados reaccionarios.
El trabajo asalariado mata la inteligencia, destruye la voluntad, lamina la sociabilidad, embota la sensibilidad, anula el sentido moral. Nos hace unos brutos sin cerebro ni corazón, meros autómatas y monstruos con apariencia humana.
El salariado destruye la esencia concreta humana porque hace imposible la construcción pre-política del sujeto. Ahí esta el gran problema. No hay ningún trabajo asalariado “bien pagado”, como no hay ninguna esclavitud aceptable. La reconstrucción de la humanidad y la regeneración del ser humano demandan imperiosamente poner fin al trabajo asalariado.
Es algo vital. Una humanidad, libre, autogobernada, moral, autogestionada y asentada en el amor de unos a otros (ayuda mutua) necesita de una sociedad sin trabajo asalariado, sin burguesía, sin patronal, sin capital.
No deberíamos dedicar nuestro tiempo y energías a cuestiones que en nada alteran la esencia del sistema de dominación, mientras casi nadie hace nada contra el trabajo asalariado, dejando a un lado a la magnífica Simone Weil, esa maravillosa mujer, y a Harry Braverman. Las cuestiones insustanciales no pueden sustituir a las sustanciales, lo que es de tercer orden no debería ser usado como medio de distracción de lo decisivo. Cuando hagáis una convocatoria contra el trabajo asalariado dímelo y estaré en primera fila. Con mucho afecto, quedo a tu disposición.
Félix Rodrigo

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