EL ANTÍDOTO
Es una ilusión creer que el Estado nos cuida. Siendo
comprensible entre las personas que han sido desestabilizadas en sus estilos de
vidas y formas de satisfacer sus necesidades básicas, el hecho sigue siendo coherente: cuando ni el mismo
sujeto sabe cuidar de sí mismo, cuando todas las referencias de solución de sus
problemas básicos han sido descartadas ante un orden jurídico no sólo
cambiante, sino caprichoso y fustigante, el gobierno y sus órdenes, fruto del
derecho positivo, se convierten en el único marco posible o de seguridad.
La gran pregunta es por qué el derecho positivo no nos sirve. Desde que el emperador Constantino celebró el Concilio de Nicea en el año 325 creó, por un lado, los partidos políticos en el senado de Roma y, por otro, gracias a la religión católica, un régimen jurídico en el que se fortaleció la idea del esclavismo, que antes sólo afectaba a los que lo eran, para ampliarse a todos los ciudadanos, sometidos a las normas de los gobernantes.
El papa Bonficacio VIII, en su bula Unam Sanctam del año 1308 dijo que él era el auténtico gobernante sobre los reyes (a los cuales podía destituir a su antojo), el gran salvador de la humanidad, del mismo modo que Noe liberó a los supervivientes del castigo divino por el diluvio, siendo el resto, los pecadores, condenados a morir en las aguas.Es por lo tanto voluntad papal que salvemos nuestras almas
pues él es el representante de Cristo en la Tierra. Esto tiene muchas
implicaciones pues, en primer lugar, significa que cada uno de nosotros somos
personas muertas y sin derechos si así se decide, y, por otro, extiende el
manto de la esclavitud a todos los hombres de la tierra, siendo obligatorio el
orden jurídico que establece el marco del derecho positivo. Estos hechos
relacionan las normas con el derecho del almirantazgo o derecho marítimo.
Consciente de la extrañeza que puede provocar esta brevísima
introducción, que debería ocupar muchísimo más, toda gira en torno al derecho
natural, inalienable por el mero hecho de ser seres vivos, algo que el Estado
no reconoce en la práctica, obligándonos a doblegarnos a su voluntad. La
convivencia en el marco de la tolerancia, del no hacer daño a los demás, de
reconocer cuál es el límite entre yo y el otro, del modo en el que se
posibilita el intercambio de conocimientos entre las personas, la colaboración
y ayuda, la suma de la inteligencia individual, desarrollada en base a procesos
de autoaprendizaje en el contexto de la libertad del individuo y sin
imposiciones de dogmas, salvo los relativos al respeto y la convivencia
pacífica y provechosa entre las personas, bajo el concepto del ser humano como
ser ligado a una dimensión espiritual, forma parte de lo que es el derecho
natural, innegable y por encima en justificación y lógica al positivo o, mejor
dicho, derecho impositivo.
Por lo tanto, en el marco de esa libertad inherente del
individuo por serlo en sí mismo como miembro de la especie humana, la
esclavitud no cabe: no es posible entonces que te impongan un nombre, que te
registren como un cadáver desde que naces, que jueguen con el valor de tu peso
al venir en este mundo en la bolsa de Nueva York, que el Estado te imponga
obligaciones como pagar impuestos abusivos, obedecer la estupidez en su grado
más denigrante, sostener una jerarquía de cargos públicos para los que la res
pública no es sólo insignificante, sino que ni tan siquiera es una prioridad en
sí misma. Todos los lazos y contratos que los sistemas político, el económico,
el jurídico o el religioso nos van creando son nulos desde el punto de vista
del derecho natural pues en ningún momento nosotros les hemos dado ni el
consentimiento ni la autorización para que manejen nuestras vidas como les
venga en gana (las inyecciones mortales covid 19 son un buen ejemplo).
En la antigua Roma a los esclavos se les nombraba con el
nombre y el apellido, con la primera letra de cada uno de ellos en mayúscula y
el resto en minúscula. ¿Quiere esto decir que el Estado y las organizaciones
supranacionales como la ONU, la UE, la OMS y otras nos consideran en un nivel
inferior al de los siervos que ejecutan los verdaderos planes que no nos
cuentan? Han pasado 1700 años desde la instauración del catolicismo romano y
aún seguimos bajo el mismo régimen y buena prueba de ello es que el papa
Francisco defiende punto por punto la agenda 2030: las vacunas, el cambio
climático, el LGTBIQ+, la instauración de una dictadura por el bien común (que
pasaría a estar por encima del de cada uno de nosotros, es decir, del derecho
natural); no olvidemos que el Vaticano ya ha sido infectado por el sionismo y
que su banca pertenece a los Rothschild desde el año 1821.
Sin embargo, ejercer este derecho natural exige un alto nivel
de responsabilidad, asumiendo cada uno de nosotros las consecuencias de
nuestros propios actos (seria como si Pedro Sánchez aceptara los miles de
muertos por las falsas inoculaciones o el alarmante grado de tortura
psicológica que podría ser perfectamente un ejemplo válido del art 7 del
Tratado de Roma, es decir, un delito de lesa humanidad y un larguísimo etc). No
se trata, por lo tanto, de expresar derechos porque sí, sino de hacerlo con un
elevadísimo nivel de conciencia que nos lleva a conclusiones muy extremas y
contundentes:
Primera que el sistema social que actualmente tenemos no
sólo no nos representa, sino que es inútil y está completamente podrido;
Segunda que la sociedad en su conjunto ha de reorganizarse
desde la raíz, desde el cambio evolutivo de cada persona de dentro hacia fuera,
haciendo que nuestra base emotiva deje de ser el miedo para ser el amor, por el
mero hecho de compartir experiencias en la dimensión 3D en la que nos
encontramos con un propósito espiritual por descubrir;
Tercera, que es urgente la toma de conciencia de cada uno de
nosotros de lo que es aceptable y deja de serlo desde el momento en el que se
convierte en nulo de pleno derecho natural porque contradice nuestra naturaleza
sagrada y multidimensional;
Cuarta, estos principios son insoslayables porque cuando se
vive en la verdad, la mentira ya no tiene cabida alguna, ni en nuestras
creencias, ni en las relaciones con los demás y muchísimo menos en la
perspectiva que tenemos de la sociedad en la que vivimos.
Un pensamiento positivo es 100 veces más fuerte que un
pensamiento negativo, basado en el miedo y la rabia. Un acto de amor encierra
más verdad que toda la traición e hipocresía con la que los hombres defienden
su moral insustancial, repleta de ideología satánica, sin que ni tan siquiera
se den cuenta de sus fallos y absurdos lógicos. Los seres humanos podemos
elegir entre descubrir la realidad, tal como es, o creernos cuentos que otros
se inventan para esclavizarnos como animales.
Es responsabilidad de cada uno de nosotros, romper esquemas
inservibles, desaprender hábitos mentales y de relación entre nosotros que
no sólo son dañinos para los demás, sino para nosotros mismos y sustituir la
palabra obediencia ciega por conocimiento, exploración, duda, respeto, amor y
ayuda mutua.
La especie humana está conectada en una sola partícula, en
una sola mota de polvo cósmico y cada uno de nosotros es parte de ella. El mal
del otro es nuestro mal, el bien del otro es nuestro bien y si no desarrollamos
esa conciencia universal, el homo sapiens está destinado a su
autoextinción.
¿Estamos aún a tiempo de salvarnos? Lo que está claro es que
el Estado nunca lo va a hacer.
https://eldiestro.info/2024/01/el-antidoto/
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