EL FIN DEL SISTEMA ACTUAL Y LA ERA
HUMANA
HAY QUE ELEGIR SI ESTAR DENTRO O FUERA
El nuevo año recién estrenado llega con la herencia envenenada del anterior, en el que la distopía alcanzó cotas nunca imaginadas por esta humanidad en caída libre hacia el barranco del transhumanismo, el comunismo, la antirreligiosidad, el satanismo y la dictadura global. Los jinetes del Apocalipsis alineados en el milenario hipódromo del tiempo parecen prepararse para la gran carrera final. Guerras y rumores de guerra como profetizan los textos bíblicos, salpican el escenario de la actualidad vertiginosa de las redes sociales.
Gurúes de todo jaez, variopintos charlatanes, santones milagreros y falsos profetas florecen por doquier en este tiempo preapocalíptico vendiendo ideas y opiniones a los adeptos que almidonan sus egos a golpe de clic. Es la gran feria de las vanidades, de tintes milenaristas, en este ciberespacio absorbente en el que cada quien ofrece su elixir mágico a los parroquianos. Hay para todos los gustos.
Y entre tanto guirigay, algunos despiertos bienintencionados, con vocación de servicio, proponen alternativas de autosuficiencia ante los tiempos de fin de ciclo que se avecinan, algo inconcebible para la mayoría de seres humanos afanados en buscarse la vida, en lo cotidiano, en la política rasa o en cuestiones de bajo calado, más propias de épocas de bonanza pasadas que del momento presente, el más peligroso y trascendente de nuestra historia.Es hora de despertar. No sé si será demasiado tarde, pero una sobredosis de optimismo me lleva a pensar que aún estamos a tiempo. Las élites, aparte de estar muy divididas, no están nada seguras de poder implementar su Agenda al completo, a pesar de la exhibición de su prepotencia. Por eso llevan tiempo en la promoción de políticos sin escrúpulos, de perfil psicopático, dispuestos a cualquier barrabasada, incluso el genocidio.Creíamos que la disidencia no les suponía demasiada preocupación, dado el gran poder de la maquinaria del establishment para difundir su discurso tramposo, así como la mano dura a la hora de implementar sus medidas. Pero no nos subestimemos. Somos para ellos un dolor de garganta, y así se desprende de las palabras de la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el Foro de Davos, donde ha reconocido que la información alternativa es el mayor enemigo del globalismo, recalcando que entorpece sus planes sobre el cambio climático y otros objetivos de la Agenda 2030, carriles conductores hacia el esclavismo.
En el mismo foro y en la misma línea se expresó su alma
gemela, el presidente golpista Pedro Sánchez, cuyo sueño de dictador es, aparte
de dividir España, arruinarla y vender los restos a los fondos buitre,
restringir el pensamiento libre y la libertad de expresión de quienes no
comulguen con sus planes quiméricos de destrucción. Ya lo está haciendo, de
facto, pero no cejará hasta declarar mediante ley o decreto el “delito de
desinformación”, so pena de prohibición de publicar, detención, cárcel y quién
sabe. No es un secreto que para los dictadores antidemocráticos desinformación
es sinónimo de fake news o noticias falsas.
Por tanto, hay que seguir en la lucha, aunque los frutos nos parezcan escasos.
Es duro predicar en el desierto ante quien no entiende ni quiere entender e
incluso se permite la mofa ignorante o lanzar el discursito propagandístico y
pagado de los promotores del pensamiento único oficial a través de sus
apesebrados medios de comunicación. Sé que esto es desesperante, y lo sufro.
Muchas veces me pregunto por qué hacemos esto y qué nos impulsa a insistir
hasta el agotamiento en esta contienda contra un Goliat que a priori lleva las
de ganar. ¿Quizá forma parte de nuestro plan de vida? No tengo una respuesta
certera, pero siento que cada vez que alguien se rinde porque el mensaje es
desoído y rechazado, es un activo que desaparece de la lista de la Resistencia,
un soldado menos en el campo de batalla. ¡Y todos somos necesarios en esta
guerra contra el Mal! Hemos avanzado, pero queda mucho trabajo por hacer.
A estas alturas, la mayoría de los ciudadanos aún ignora que unas élites
psicópatas diseñan el devenir del mundo y están intentando convertirnos en
esclavos sin posible liberación. Tampoco saben que los políticos “electos” son
meras marionetas que actúan a sus órdenes. Desconocen también que nos están
enfermando a través del aire, el agua y los alimentos. Ni siquiera sospechan
que los continuos rayados y cuadrículas en los cielos no son estelas de aviones
convencionales, sino fumigaciones aprobadas por ley. Pura geoingeniería. No han
caído en la cuenta de que el feminismo de género es una ideología totalitaria,
discriminadora, injusta y deformante, con todos sus flecos: ley trans,
eugenesia, genotipado de embriones, aborto y perversión de la infancia.
Referente a la pandemia, ignoran que fue diseñada para
reiniciar un nuevo sistema, el llamado Nuevo Orden Mundial, es decir, la gran
dictadura global, sin derechos, sin libertades, sin propiedad privada, sin
nada, donde la única verdad será la del gobernante de turno al más puro estilo
del Miniver orwelliano, pero mucho peor. La mayoría no tiene constancia de que
los inóculos covidianos y otros del calendario vacunal
contienen grafeno y que han causado y siguen causando miles de muertos,
incluidos niños y adolescentes en perfecto estado de salud; y, a mayores, que
este elemento cuasimágico será la interface que nos “transhumanizará” y
conectará a la nube para ser monitoreados, a través de las redes
electromagnéticas, auténtica arma contra la humanidad.
Una buena parte de la población aún no ha descubierto que la
covid no es una enfermedad causada por un virus, sino un “síndrome de
irradiación aguda” en el que interviene el grafeno y los pulsos
electromagnéticos. Desconoce asimismo que la ivermectina es un excelente
germicida, lo mismo que la plata coloidal o el dióxido de cloro que, malévola e
interesadamente, llaman lejía. Y muchos otros extremos como el carné ciudadano
de puntos, al más puro estilo chino, o las ciudades de quince minutos –pequeños
campos de concentración—, que ya se están trazando en algunas ciudades.
No es nuestra intención crear pesadumbre, pero sí advertir que el cambio de era
se está realizando a gran velocidad, sin apenas transición y tiempo para
reaccionar. Las señales son muchas y los datos sobre la mesa también. ¿Y por
qué a pesar de la evidencia los ciudadanos no caen en la cuenta de que, más
allá de la subida de los carburantes, del recibo de la luz o incluso de la
política local, existe un proyecto metageopolítico macabro y destructivo para
el hombre y la vida en el planeta? La respuesta es sencilla: a la sociedad le
falta información; solo se alimenta de noticias basura. La humanidad ha sido
sistemáticamente engañada y programada para obedecer y creer las consignas
provenientes de las instituciones, la clase política y la ciencia que, dócil y
servilmente, transmiten los medios de comunicación.
El ser humano no está acostumbrado a tamizar, a poner la
información en entredicho y a pensar por sí mismo. Al ciudadano común le falta
entrenamiento para discernir, unir puntos y construir visiones panorámicas.
Así, el estado básico de confort que le aporta el pensamiento único le hace
sentirse a resguardo y seguro, sabedor de que quien cuestiona y disiente se
convierte en candidato al sambenito, al vacío o incluso, en casos extremos, a
la muerte. ¡Y en estos tiempos, tanto o más que en los de Giordano Bruno! Solo
que ahora el fuego de las hogueras ha sido sustituido por enfermedades o
accidentes extraños, amén del uso de las nuevas tecnologías de microondas o la
nanotecnología.
Por si esta condición del ser humano no fuera suficiente, los medios de
comunicación oficialistas silencian o falsean cualquier noticia que pudiera
contribuir a la sospecha, a la desconfianza, a hacerse preguntas y a abrir los
ojos ante hechos que, aparentemente inconexos, están cosidos con el hilo
invisible del gran plan. Y este, lejos de ser secreto, llevan tiempo
gritándolo a los cuatro vientos, sin que su esencia y auténticas intenciones
sean captadas por el radar social.
Así, y perdón por la reiteración, la sociedad está sumida en el sopor, sin
entender nada de lo que ocurre a su alrededor, salvo lo que le cuentan las
teles y los periódicos del sistema, es decir, mentiras, tergiversaciones y
propaganda. Por eso hay que seguir concienciando, aunque racionalmente pensemos
que ya es demasiado tarde.
Sin embargo, y aunque considero que están bien fundadas, discrepo de algunas
opiniones de investigadores y “guerreros” a los que aprecio y respeto: no creo
que el cambio sea tan inminente. Me refiero a que una cosa es plantear cómo
será la humanidad de un futuro próximo –completamente esclava y controlada por
la inteligencia artificial—y otra, que el cambio vaya a ser ya en los próximos
dos o tres años. Sabemos que este 2024 va a ser duro y que nos tienen preparada
esa enfermedad misteriosa anunciada por el inefable Tedros Adhanom y otros
agoreros, y que habrá cambios importantes, incluso confinamientos.
Pero, repito, creo que lo grueso no será tan inminente. A no
ser que los fatídicos augurios de una tercera guerra mundial se cumplan, que
podría ser. En esa coyuntura las élites y sus marionetas los políticos
servidores lo tendrían más fácil para decretar medidas drásticas y urgentes
¡por el bien común! Sabemos cómo se las gastan. Y las guerras se sabe cómo
empiezan –a veces ni eso—pero se ignora en qué pueden derivar. Y pudiera ser
que alguno de los sociópatas tuviera la ocurrencia de apretar el botón nuclear.
La conclusión es que las bolas de cristal están empañadas y en cuestión de
fechas no se puede pronosticar nada.
Eso no quiere decir que no sea urgente ir preparándose para el gran cambio. Hay
que decidir si queremos seguir formando parte del sistema, viviendo como
esclavos dependientes del gran ordenador central, con grafeno en las neuronas,
sensores, códigos MAC, y quizá la obsolescencia humana impresa en el cuerpo, o
si optamos por vivir fuera del sistema, pero libres. Libres, aunque con muchas
restricciones y carencias, pero fieles a los principios inherentes a nuestra
naturaleza humana y divina.
El sentido espiritual y trascendente de todo esto nos lleva
a pensar que quizá estemos ante la decisión más importante de nuestra
existencia, y de la historia humana. Quizá estemos aquí por eso y, a pesar de
todo lo que los megalómanos del mundo tienen programado, reconocemos que es un
lujo ir a la contra, ser dueños de nuestras decisiones y pioneros en este
germen creador del nuevo paradigma.
No podemos hacer otra cosa, salvo seguir cumpliendo con nuestro deber,
defendiendo la verdad, el bien y lo justo, y proponiendo el goce y disfrute de
tantas cosas buenas que nos ofrece la vida.
Periodista, psicóloga,
escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología
de género”. Directora de La Regla de Oro Ediciones.
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