25/1/24

No podemos hacer otra cosa, salvo seguir defendiendo la verdad, el bien y lo justo

EL FIN DEL SISTEMA ACTUAL Y LA ERA HUMANA

HAY QUE ELEGIR SI ESTAR DENTRO O FUERA

El nuevo año recién estrenado llega con la herencia envenenada del anterior, en el que la distopía alcanzó cotas nunca imaginadas por esta humanidad en caída libre hacia el barranco del transhumanismo, el comunismo, la antirreligiosidad, el satanismo y la dictadura global. Los jinetes del Apocalipsis alineados en el milenario hipódromo del tiempo parecen prepararse para la gran carrera final. Guerras y rumores de guerra como profetizan los textos bíblicos, salpican el escenario de la actualidad vertiginosa de las redes sociales.

Gurúes de todo jaez, variopintos charlatanes, santones milagreros y falsos profetas florecen por doquier en este tiempo preapocalíptico vendiendo ideas y opiniones a los adeptos que almidonan sus egos a golpe de clic. Es la gran feria de las vanidades, de tintes milenaristas, en este ciberespacio absorbente en el que cada quien ofrece su elixir mágico a los parroquianos. Hay para todos los gustos.

Y entre tanto guirigay, algunos despiertos bienintencionados, con vocación de servicio, proponen alternativas de autosuficiencia ante los tiempos de fin de ciclo que se avecinan, algo inconcebible para la mayoría de seres humanos afanados en buscarse la vida, en lo cotidiano, en la política rasa o en cuestiones de bajo calado, más propias de épocas de bonanza pasadas que del momento presente, el más peligroso y trascendente de nuestra historia.

Es hora de despertar. No sé si será demasiado tarde, pero una sobredosis de optimismo me lleva a pensar que aún estamos a tiempo. Las élites, aparte de estar muy divididas, no están nada seguras de poder implementar su Agenda al completo, a pesar de la exhibición de su prepotencia. Por eso llevan tiempo en la promoción de políticos sin escrúpulos, de perfil psicopático, dispuestos a cualquier barrabasada, incluso el genocidio.

Creíamos que la disidencia no les suponía demasiada preocupación, dado el gran poder de la maquinaria del establishment para difundir su discurso tramposo, así como la mano dura a la hora de implementar sus medidas. Pero no nos subestimemos. Somos para ellos un dolor de garganta, y así se desprende de las palabras de la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el Foro de Davos, donde ha reconocido que la información alternativa es el mayor enemigo del globalismo, recalcando que entorpece sus planes sobre el cambio climático y otros objetivos de la Agenda 2030, carriles conductores hacia el esclavismo.

En el mismo foro y en la misma línea se expresó su alma gemela, el presidente golpista Pedro Sánchez, cuyo sueño de dictador es, aparte de dividir España, arruinarla y vender los restos a los fondos buitre, restringir el pensamiento libre y la libertad de expresión de quienes no comulguen con sus planes quiméricos de destrucción. Ya lo está haciendo, de facto, pero no cejará hasta declarar mediante ley o decreto el “delito de desinformación”, so pena de prohibición de publicar, detención, cárcel y quién sabe. No es un secreto que para los dictadores antidemocráticos desinformación es sinónimo de fake news o noticias falsas.

Por tanto, hay que seguir en la lucha, aunque los frutos nos parezcan escasos. Es duro predicar en el desierto ante quien no entiende ni quiere entender e incluso se permite la mofa ignorante o lanzar el discursito propagandístico y pagado de los promotores del pensamiento único oficial a través de sus apesebrados medios de comunicación. Sé que esto es desesperante, y lo sufro. Muchas veces me pregunto por qué hacemos esto y qué nos impulsa a insistir hasta el agotamiento en esta contienda contra un Goliat que a priori lleva las de ganar. ¿Quizá forma parte de nuestro plan de vida? No tengo una respuesta certera, pero siento que cada vez que alguien se rinde porque el mensaje es desoído y rechazado, es un activo que desaparece de la lista de la Resistencia, un soldado menos en el campo de batalla. ¡Y todos somos necesarios en esta guerra contra el Mal! Hemos avanzado, pero queda mucho trabajo por hacer.

A estas alturas, la mayoría de los ciudadanos aún ignora que unas élites psicópatas diseñan el devenir del mundo y están intentando convertirnos en esclavos sin posible liberación. Tampoco saben que los políticos “electos” son meras marionetas que actúan a sus órdenes. Desconocen también que nos están enfermando a través del aire, el agua y los alimentos. Ni siquiera sospechan que los continuos rayados y cuadrículas en los cielos no son estelas de aviones convencionales, sino fumigaciones aprobadas por ley. Pura geoingeniería. No han caído en la cuenta de que el feminismo de género es una ideología totalitaria, discriminadora, injusta y deformante, con todos sus flecos: ley trans, eugenesia, genotipado de embriones, aborto y perversión de la infancia.

Referente a la pandemia, ignoran que fue diseñada para reiniciar un nuevo sistema, el llamado Nuevo Orden Mundial, es decir, la gran dictadura global, sin derechos, sin libertades, sin propiedad privada, sin nada, donde la única verdad será la del gobernante de turno al más puro estilo del Miniver orwelliano, pero mucho peor. La mayoría no tiene constancia de que los inóculos covidianos y otros del calendario vacunal contienen grafeno y que han causado y siguen causando miles de muertos, incluidos niños y adolescentes en perfecto estado de salud; y, a mayores, que este elemento cuasimágico será la interface que nos “transhumanizará” y conectará a la nube para ser monitoreados, a través de las redes electromagnéticas, auténtica arma contra la humanidad.

Una buena parte de la población aún no ha descubierto que la covid no es una enfermedad causada por un virus, sino un “síndrome de irradiación aguda” en el que interviene el grafeno y los pulsos electromagnéticos. Desconoce asimismo que la ivermectina es un excelente germicida, lo mismo que la plata coloidal o el dióxido de cloro que, malévola e interesadamente, llaman lejía. Y muchos otros extremos como el carné ciudadano de puntos, al más puro estilo chino, o las ciudades de quince minutos –pequeños campos de concentración—, que ya se están trazando en algunas ciudades.

No es nuestra intención crear pesadumbre, pero sí advertir que el cambio de era se está realizando a gran velocidad, sin apenas transición y tiempo para reaccionar. Las señales son muchas y los datos sobre la mesa también. ¿Y por qué a pesar de la evidencia los ciudadanos no caen en la cuenta de que, más allá de la subida de los carburantes, del recibo de la luz o incluso de la política local, existe un proyecto metageopolítico macabro y destructivo para el hombre y la vida en el planeta? La respuesta es sencilla: a la sociedad le falta información; solo se alimenta de noticias basura. La humanidad ha sido sistemáticamente engañada y programada para obedecer y creer las consignas provenientes de las instituciones, la clase política y la ciencia que, dócil y servilmente, transmiten los medios de comunicación.

El ser humano no está acostumbrado a tamizar, a poner la información en entredicho y a pensar por sí mismo. Al ciudadano común le falta entrenamiento para discernir, unir puntos y construir visiones panorámicas. Así, el estado básico de confort que le aporta el pensamiento único le hace sentirse a resguardo y seguro, sabedor de que quien cuestiona y disiente se convierte en candidato al sambenito, al vacío o incluso, en casos extremos, a la muerte. ¡Y en estos tiempos, tanto o más que en los de Giordano Bruno! Solo que ahora el fuego de las hogueras ha sido sustituido por enfermedades o accidentes extraños, amén del uso de las nuevas tecnologías de microondas o la nanotecnología.

Por si esta condición del ser humano no fuera suficiente, los medios de comunicación oficialistas silencian o falsean cualquier noticia que pudiera contribuir a la sospecha, a la desconfianza, a hacerse preguntas y a abrir los ojos ante hechos que, aparentemente inconexos, están cosidos con el hilo invisible del gran plan. Y este, lejos de ser secreto, llevan tiempo gritándolo a los cuatro vientos, sin que su esencia y auténticas intenciones sean captadas por el radar social.

Así, y perdón por la reiteración, la sociedad está sumida en el sopor, sin entender nada de lo que ocurre a su alrededor, salvo lo que le cuentan las teles y los periódicos del sistema, es decir, mentiras, tergiversaciones y propaganda. Por eso hay que seguir concienciando, aunque racionalmente pensemos que ya es demasiado tarde.

Sin embargo, y aunque considero que están bien fundadas, discrepo de algunas opiniones de investigadores y “guerreros” a los que aprecio y respeto: no creo que el cambio sea tan inminente. Me refiero a que una cosa es plantear cómo será la humanidad de un futuro próximo –completamente esclava y controlada por la inteligencia artificial—y otra, que el cambio vaya a ser ya en los próximos dos o tres años. Sabemos que este 2024 va a ser duro y que nos tienen preparada esa enfermedad misteriosa anunciada por el inefable Tedros Adhanom y otros agoreros, y que habrá cambios importantes, incluso confinamientos.

Pero, repito, creo que lo grueso no será tan inminente. A no ser que los fatídicos augurios de una tercera guerra mundial se cumplan, que podría ser. En esa coyuntura las élites y sus marionetas los políticos servidores lo tendrían más fácil para decretar medidas drásticas y urgentes ¡por el bien común! Sabemos cómo se las gastan. Y las guerras se sabe cómo empiezan –a veces ni eso—pero se ignora en qué pueden derivar. Y pudiera ser que alguno de los sociópatas tuviera la ocurrencia de apretar el botón nuclear. La conclusión es que las bolas de cristal están empañadas y en cuestión de fechas no se puede pronosticar nada.

Eso no quiere decir que no sea urgente ir preparándose para el gran cambio. Hay que decidir si queremos seguir formando parte del sistema, viviendo como esclavos dependientes del gran ordenador central, con grafeno en las neuronas, sensores, códigos MAC, y quizá la obsolescencia humana impresa en el cuerpo, o si optamos por vivir fuera del sistema, pero libres. Libres, aunque con muchas restricciones y carencias, pero fieles a los principios inherentes a nuestra naturaleza humana y divina.

El sentido espiritual y trascendente de todo esto nos lleva a pensar que quizá estemos ante la decisión más importante de nuestra existencia, y de la historia humana. Quizá estemos aquí por eso y, a pesar de todo lo que los megalómanos del mundo tienen programado, reconocemos que es un lujo ir a la contra, ser dueños de nuestras decisiones y pioneros en este germen creador del nuevo paradigma.

No podemos hacer otra cosa, salvo seguir cumpliendo con nuestro deber, defendiendo la verdad, el bien y lo justo, y proponiendo el goce y disfrute de tantas cosas buenas que nos ofrece la vida.

Magdalena del Amo

Periodista, psicóloga, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. Directora de La Regla de Oro Ediciones.

https://eldiestro.info/2024/01/demasiadas-senales-anuncian-el-fin-del-sistema-actual-y-de-la-era-humana-hay-que-elegir-si-estar-dentro-o-fuera/  

 

 

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