LA ARITMÉTICA DE LA VIDA ENTRE EL HORMIGÓN
Los productos generados por los seres humanos ya superan en
peso a la biomasa viva según un complicado análisis con datos por demás
revisables (según los autores de la investigación liderada
por Ron Milo) pero que dan cuenta de este gran trabajo de paisajismo que
dejará por generaciones el Antropoceno.
Sin embargo nuestra generación aún puede añadir mucho a esa
antropomasa.
Empresas como Caterpillar, Deutz AG, Baker Hughes o
Mitsubishi no piensan quedarse de brazos cruzados recordando los años dorados.
El sueño individual de la casa propia los respalda. Algunos (lunáticos) piensan
en minar la Luna y Marte o crear complejas maquinarias eléctricas para seguir
arrancando verde de la Tierra y poniendo desarrollo sostenible encima.
El desarrollo sostenible o sustentable requiere energías renovables, cuyo principal objetivo es renovar la fe en el crecimiento perpetuo. ¿Sustentable? Supongo que su sustento son los dos siglos y medio de capitalismo industrial. ¿Por qué ahora habría de ser distinto?
Pero la economía desde este 2020 entró en fase de
decrecimiento inesperado que siendo colapsistas (o también
ecoptimistas) será la norma en estos años post Peak Oil (que
para muchos serán simplemente post-COVID) que empezamos a transitar. Sin
embargo seguiremos acumulando materiales producidos por los seres humanos y
teniendo menos energía, costará bastante más mantener las hectáreas de
eucaliptos, de palmas de aceite, de ganado o las piscifactorías que, entre
todas, contribuyen a la biomasa viva. A la vez, los animales son seres
sintientes y su cantidad de vida se ha vuelto cada vez menos placentera, menos
digna de ser vivida y esto empieza a tener peso también.
La matemática de la vida, la métrica de la vida viene
dejando, a todas luces, muchas sombras.
La vida contada, parte 1
El Humanismo logró que cada vida humana cuente, que cada
niña, viejo, pobre, preso o migrante cuente. La pena de muerte se fue
transformando en vetusta y arcaica, tanto fuese por lapidación o en una cómoda
silla eléctrica con baterías ion-litio. En esta lógica hay zonas grises: la
eutanasia, el disparo de un policía en servicio o, como en mi país [Argentina],
la discusión sobre si el aborto debía ser legal o penado. Me detengo en el
aborto porque las voces de los legisladores que estuvieron discutiendo durante
las sesiones de 2019 y 2020 estaban partidas al medio (a favor y en contra):
número de semanas de embarazo, cantidad de muertes en abortos clandestinos,
número de abortos vs. número de nacimientos y, a la par, se
ponía en el tapete la calidad de vida de las mujeres y de las futuras familias,
las convicciones religiosas de los médicos y la función del sistema de salud.
Es que a medida que el Humanismo fue tomando fuerza se
asentó la idea que no sólo hay que proteger la vida sino también la calidad de
vida y de ahí el planteo de los Derechos Humanos universales. Para poner el ojo
en cada región hay que hacer números: los índices de desarrollo humano, el
coeficiente de Gini o la ratio de desigualdad según deciles (para esto Oxfam
tiene su calculadora de la
desigualdad).
El socialismo, el feminismo, el decolonialismo fueron
haciendo observaciones al Humanismo mientras las ciencias sociales cualificaban
los datos duros y las ciencias económicas los pasaban por encima.
La vida contada, parte 2
A medida que vemos extinguirse a las especies que hasta hace
poco nos rodeaban y entendiendo que eso poco tiene que ver con la evolución
natural o la supervivencia del más apto, empezó a universalizarse el
conservacionismo: parques naturales por un lado y preservación de determinadas
especies animales se entretejían con conceptos como maltrato animal (aún
con el humano muy afuera de ese término) o sacrificio de forma
humanitaria (según
la FAO) mientras se divulgaban los beneficios de la biodiversidad.
Empezamos a contar las familias de determinados animales
para recabar datos sobre su estado de conservación (el Informe Planeta
Vivo es un ejemplo claro de este trabajo que se viene haciendo ya
desde hace varias décadas), al mismo tiempo que empezamos a revisar la tasa de
extinción a lo largo del Holoceno (y antes también) para compararla con las
vertiginosas tasas actuales.
También empezamos a contar las capturas de peces hasta
llegar a darnos cuenta de que empezaban a declinar.
Pero el aumento de los niveles de consumo cárnico y la
necesidad de ampliar la ganadería superaba todos estos postulados progresistas
(paradójicamente conservadores de la fauna y flora). De pronto nos encontramos
con animales de primera que hay que proteger (en general
mamíferos en vías de extinción), que no hay que maltratar (los animales de
compañía o los que se vienen usando para entretenimiento humano) y otros, de
segunda, que se modifican genéticamente para que sean más gordos en menos
tiempo, esclavizándolos a niveles insoportables para ser narrados en una cena,
aunque ya no se los golpea y se les practica un sacrificio digno.
Así crece un ideario antiespecista que, en su modo práctico,
se suele reducir en veganismo. Sin embargo la matemática vegana es muy
complicada ya que al vivir en ciudades (donde es más fácil llevar estas
prácticas) es evidente que dependemos de la destrucción de ecosistemas para la
energía, el hormigón, los metales o plásticos que, entre todos, tienen su
correlato en la muerte de animales. Pero así y todo, para los que no pueden ni
quieren salir de la ciudad, es una opción ética bastante lógica.
Podríamos resumirlo así: dentro del movimiento ambientalista
se están configurando las bases para proteger la diversidad de todas las formas
de vida, un derecho de las especies sintientes y de los ecosistemas poco o nada
antropizados, y de aumentar (o evitar disminuir) la cantidad de vida. Para esto
último avanza una aritmética de los seres vivos que nos debería hacer
reaccionar como se hizo otrora contra la esclavitud, las muertes civiles en
Vietnam, la trata de personas o los femicidios.
Para reaccionar sobre estos asuntos parece importante
conocer la magnitud. Un anterior trabajo de investigación de otro grupo
liderado por Ron Milo había llegado a conclusiones sobre la cantidad de vida
que hay en el planeta y cómo se distribuye.
La vida está medida en ese trabajo en toneladas de carbono,
en la masa total (para compararse con los productos humanos). En el Índice
Planeta Vivo los animales salvajes se miden por número de individuos de 21.811
poblaciones de 4.392 especies. En ganadería los animales se miden en cabezas
de ganado (paradójicamente las cabezas son lo primero que se elimina)
o en Unidades Ganaderas (donde la vaca mayor de 24 meses vale 1 y, por ejemplo,
una oveja vale 0,15 y un pollo 0,007) mientras que en pesca se miden por
millones de toneladas de peso vivo.
La vida contada, parte 3
Pero ¿qué rol juega la materia en estas vidas? El análisis
de conceptos como los límites del crecimiento, cambio
climático o Antropoceno nos mezcla a los seres vivos
con los ciclos de la energía y de los materiales.
Ya esa corriente de la antropología denominada Materialismo
Cultural se había encargado de medir en calorías las diversas costumbres
alimentarias para poder relacionar grupos humanos de diferentes lugares y
épocas y, lo que estaban haciendo, es contribuir a medir datos de
interrelaciones. Las necesidades calóricas humanas son diferentes para nómadas
o sedentarios, y las propiedades calóricas de plantas y animales van a depender
del modo de cultivo, de las variedades y de sus modos de preparación.
Hoy las preguntas son realmente complejas: cómo interactúa
la demografía con la producción de petróleo, cobre o soja, qué datos hay sobre
contaminación de las aguas y el deshielo de los glaciares en relación a la
producción agrícola y cómo juegan los productos del agro con la escasez de
fósforo y potasio.
La dinámica de estos sistemas interrelacionados no parece
poder medirse correctamente o tener sentido sin antes fijar un objetivo más o
menos claro. Así fue que el Club de Roma puso en el centro el crecimiento
económico y las cumbres desde Río en adelante trataron de establecer parámetros
para poner límites a la producción de combustibles fósiles pero,
lamentablemente, bajo el paraguas de los oxímoron del crecimiento
sostenible o el capitalismo verde (ahora remezclados
en Green New Deal).
Entonces aparece otra matemática donde lo vivo se analiza
como un todo. Esta forma de verlo, junto a lo procesado por el ser humano, es
una de las tantas interrelaciones entre vida y cosas no vivas. Es que no nos
alcanza con las imágenes que nuestros ojos pueden observar a través de fotos
satelitales que demarcan zonas urbanas entre zonas verdes, masas de agua o
desiertos. Tampoco alcanzan los documentales o las noticias catastróficas de
tal tifón o del estado del Ártico. Queremos tener el panorama completo.
El peso en toneladas de la especie humana en el planeta es
ya bastante significativo en relación con el resto de animales pero ínfimo en
comparación con la masa forestal. Con todo, el peso de lo hecho o modificado
por el ser humano es tremendo. El peso de un pequeño grupo de seres humanos con
poder de mando sobre esa producción lo hace aun más exagerado. Pero de algún modo
el resultado no nos resulta sorprendente porque la mayoría vivimos en ciudades
donde la cantidad de árboles ni se compara con la brutalidad de los edificios.
Si es por saber, también sabemos que la quema de combustibles fósiles genera
gases de efecto invernadero que modifican un montón de cosas y que nos exponen,
entre otros detalles, a la posibilidad de la extinción de nuestra especie. Por
supuesto esto aún no es políticamente correcto decirlo en la arena política ni
menos en el hormigón del sistema industrial. Un sistema en manos de empresas
cuyos números siempre están al borde del rojo. Pero estoy seguro que debe haber
muy pocos que descartan la extinción de la especie humana como también hay muy
pocos que modifican su vida a partir de este conocimientos (como si fuese tan
fácil).
La vida contada, parte 4
Los futuros distópicos supieron caer en la creencia de la
energía infinita (los viajes interestelares) o una extracción de minerales
sobredimensionada, metrópolis llenas de vida subterránea y aérea y la comida
que no se sabe de dónde viene (o bien se produce químicamente). Los materiales
tienen un límite en la corteza terrestre y en la paciencia de los pobladores.
Siempre vuelvo a mi provincia [Chubut], que es un ejemplo de cómo durante 17 años
se viene manteniendo la prohibición de la megaminería que podría extraer
toneladas de plata, plomo, oro y de otros minerales estratégicos. A lo que voy
es que en algunos lugares los límites del crecimiento quedarán
en manos de las comunidades y no de la evaluación económica de expertos en
finanzas.
Otros futuros distópicos suponen una vuelta al tribalismo,
donde los derechos humanos ya se esfumaron y los preppers tratan
de evadir a un sistema neo-feudal despótico. Quienes viven una vida orgánica y
austera son siempre invadidos por pandillas violentas.
Es que el reset social es más liberador
para los guionistas que intentar proyectar una sociedad en decrecimiento donde
el mantenimiento de lo que ya está construido (acueductos, sistema cloacal o
carreteras) sea el centro de las políticas públicas, donde domine un comercio
de cercanías con re-ruralización, donde quizás haya deflación y tantas otras
posibilidades que aún no parecen estar planificándose, ni para las cuales se
estén recabando datos, ni proporcionando base para los algoritmos de
plataformas ecologistas. Es que la última oportunidad del sistema industrial
está en la informática. Pero resulta evidente que a los algoritmos de
las GAFAN (o las BAT de China) son parte de la sociedad
industrituradora que tiene a la promoción del consumo como uno de sus objetivos
distintivos.
Los da(tos)
“Los números no mienten”, oímos a menudo… pero si necesitas
otros también los tendremos.
La covid-19 dio luz y cámara a muchos matemáticos y
especialistas en estadística. Así y todo, al comparar las muertes (sólo
humanas), hay muchas faltantes en muchos países (en comparación con los datos
proporcionados por los gobiernos en relación a las muertes de años anteriores)
y, por el contrario, en muchos países se
desaconsejan los exámenes post-mortem ante casos probables o
confirmados de covid-19, por lo que incluirlo o no en la lista queda a criterio
de la institución de salud o del médico que hace el acta de fallecimiento.
Nunca hubo un seguimiento tan diario y detallado sobre datos
que afecten a la población global pero, al mismo tiempo, nunca fue tan evidente
cómo las divergencias en el modo de contabilizar hacen muy difícil conocer la
verdad y comparar las parcialidades. Si esto lo extrapolamos a cualquier otro
núcleo de interés sobre el gran sistema que da contexto a la vida, nos daremos
cuenta del grado de dificultad y del gran margen de error que estaremos manejando.
Pero, a modo de conclusión, poner los esfuerzos en afinar la
puntería sobre estos datos macro puede tener un efecto valioso sobre la
percepción del estado de la vida en el planeta. Sin embargo, sólo
con una ética acorde a los problemas de fondo actuales se puede orientar sobre
qué medir, cómo medir, hacia dónde extrapolar los datos y qué políticas pueden
hacerse eco de esos números puestos sobre la mesa.
A contrapelo de las imposibilidades de crecimiento perpetuo
en los recursos del planeta sentimos ciertas caricias en la cantidad de posibilidades
afectivas que se nos abren a medida que reconducimos nuestras energías a tratar
de vivir bien localmente
en lugar de llevarnos el mundo por delante. La posibilidad de ser una
disidencia sexual sin vergüenza nos abre múltiples alternativas antes limitadas
por la heteronormalidad, así como ser mujer en una sociedad que abraza al
feminismo rompe más límites que la posible escasez de tal o cual mineral y
el Black Lives Matter no sólo significa que un afrodescendiente
vale igual que un eurodescendiente sino que es una invitación a (volver a)
ampliar los límites de las relaciones humanas para cooperar entre más gente en
lugar de restar.
Muchas manifestaciones en pandemia con el fin de recuperar
los espacios públicos, poder hacer reuniones sociales y sacarse el barbijo, y
que son contrarias a las indicaciones epidemiológicas, son la respuesta al
miedo de que el sistema tecnoindustrial nos siga limitando y nuestra vida tenga
menos horas de vida social que es una parte importante de nuestra matemática de
la vida digna de ser vivida, ya bastante limitada por las jornadas laborales
intensas y las horas perdidas frente a las pantallas. El abrazo, un baile, un beso
tienen como resultante el crecimiento exponencial de esa experiencia
llamada vivir tan
molesta de comparar con la posible idea de contagiar y poner en riesgo a
quienes queremos o a quienes aún no conocemos.
Y, a modo de epílogo, si quieren leer a alguien que propone
un modo de “echar cuentas” paséense por el singular texto
de Manuel Casal Lodeiro en esta misma revista y, para una opinión
basada en cálculos sobre el informe Global human-made mass exceeds all
living biomass, lean “Planeta
hormigón” de Antonio Aretxabala.
https://www.15-15-15.org/webzine/2021/05/17/la-aritmetica-de-la-vida-entre-el-hormigon/
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