MEDITAR, UNA DE LAS COSAS MÁS SOSTENIBLES
Una de las cosas más respetuosas con la naturaleza es no hacer nada, a ser posible, ni siquiera pensar. Solo observarse a uno mismo es un ejercicio sano y sostenible. Se puede llamar meditar.
Si vas por la vida corriendo, frena. Si nunca te detienes,
detente ahora. Si crees que tú no dañas a la naturaleza, escucha tu mente. Si
crees que estás despierto, cierra los ojos un momento.
El escritor Yuval N. Harari descubrió la meditación por casualidad y, tras muchos intentos fracasados, quedó fascinado. En uno de sus libros explica que la meditación no tiene que asociarse a ninguna religión y que, en definitiva, la meditación es cualquier método de observación directa de nuestra propia mente.
Es muy útil porque el origen del sufrimiento está en la propia mente. Cuando deseamos que ocurra algo y no ocurre, generamos sufrimiento. Es una reacción de la mente. Es la mente la que provoca el sufrimiento. “Aprender esto es el primer paso para dejar de generar más sufrimiento”. Los humanos somos máquinas de generar sufrimiento, empezando por nosotros mismos, y parar esto es más fácil de lo que pueda parecer.
El místico indio Deepak Chopra dejó
escrito: “Actualmente, la felicidad de las personas depende de que otro sea
infeliz (por pobreza, explotación, guerra, crimen y división de clases), o bien
de que cerremos los ojos ante la fragilidad de la felicidad actual frente a un
cambio en el futuro”. Y daba una salida: “Una antigua manera de ser feliz ha
llevado al mundo al borde del abismo; una nueva manera de ser feliz puede
salvarlo. La contribución más importante que puedo hacer para la
sanación de nuestro planeta es ser feliz. Al propagar esa felicidad
allá donde vaya, suscito una respuesta sanadora. Es fundamental comprender que
nada de esto exige hacer algo especial. Mientras más intensa sea tu felicidad, mayor
será su efecto sanador” (La
receta de la felicidad).
Decía Pablo d’Ors en su Biografía
del silencio, que vivimos muy dispersos y que la meditación nos ayuda a
recuperar la
niñez perdida. Los niños saben vivir el presente, especialmente cuando
juegan. Para este sacerdote, uno de los efectos de la meditación es que “no
quieres hacer daño a nada ni a nadie porque te das cuenta de que en primera
instancia te dañarías a ti mismo”. Meditando aprendemos a ser más
indiferentes a nuestros apegos y a nuestras aversiones,
eso que nos agrada o nos desagrada. Conseguiremos aceptar mejor la realidad y
dejar de manipular lo externo para intentar acomodarlo a nuestros gustos e
intereses. Para él, meditar no es dejar la mente sin pensamientos, sino
contemplarlos y ver cómo vienen y van mientras tú eres otra cosa. Otras frases
sobre la meditación de este último libro son:
- Casi
todos los frutos de la meditación se perciben fuera de la
meditación”. Esos frutos son, por ejemplo, una mayor aceptación de la vida
tal cual es, más serenidad y benevolencia, más felicidad, más madurez,
“capacidad de asumir las propias responsabilidades” y también “un superior
aprecio a los animales y a la naturaleza.
- Cuanto
menos somos, más queremos tener. La meditación enseña, en cambio, que
cuando no se tiene nada, se dan más oportunidades al ser. Es en la nada
donde el ser brilla en todo su esplendor. Por eso, conviene dejar de una
vez por todas de desear cosas y de acumularlas; conviene comenzar a abrir
los regalos que la vida nos hace para, acto seguido, simplemente disfrutarlos.
La meditación apacigua la máquina del deseo y estimula a gozar de lo que
se tiene.
- Todo
lo que haces a los demás seres y a la naturaleza te lo haces a ti.
- El
mejor modo de ayudar a los demás es siendo uno mismo.
- Gracias
a la meditación se aprende a no querer ir a ningún lugar distinto
a aquel en que se está y la verdadera dicha es algo muy simple.
No hay que inventar nada, sino recibir lo que la vida ha inventado para
nosotros; y luego, eso sí, dárselo a otros.
- Más
de un ochenta por ciento de nuestra actividad mental —y es probable que me
haya quedado corto en esta proporción— es totalmente irrelevante y
prescindible, más aún, contraproducente.
¡Qué razón tiene al decir que el principal de los ídolos del
ser humano es el bienestar! Nos obsesionamos por vivir bien, por nuestra comodidad,
por huir del sufrimiento y nos perdemos vivir. La tristeza y la desgracia están
ahí para nuestro crecimiento, para aprender a no resistirnos a la realidad y
ser, así, felices con las cosas como son.
En definitiva, hay muchos motivos para meditar, pero lo
mejor es no esperar nada, y dejarse sorprender por el silencio. Si
esperas algo concreto, seguramente quedarás defraudado.
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