Quienes
hablamos sobre el colapso de nuestra civilización, del cambio
climático, de la crisis energética o un mundo sin petróleo y
además lo hacemos con profusión de gráficos y citando serios
estudios científicos, corremos sin embargo, el riesgo de presentar
el colapso como algo nunca visto. Y quizá sea así a escala
planetaria. Pero a escala local, de países o regiones, puede que
solo lo veamos como historia repetida, como un retorno a viejos
errores y conflictos. Un motivo para ello es que, por lo general, el
impacto de las civilizaciones contra los límites biofísicos está
ausente de los relatos históricos u oscurecido por la épica.
Resumiendo. Los límites
biofísicos están en un ángulo muerto de la representación de la
realidad política, histórica, económica, legislativa y
mediática. Así pues, es
necesario preguntarse por la trascendencia en nuestro momento
histórico de ese espacio ciego y cómo encontrar un modelo que
pueda sernos útil para hacerlo visible.
Podemos
comenzar esta tarea con un símil entre las
leyes humanas y las leyes de la Naturaleza.
Como nuestras leyes son muchas y complejas acercarnos su estructura,
que en nuestro tiempo se sintetiza en forma de Constitución
política. También en la Naturaleza podemos encontrar una ley de
leyes, algo asimilable
a una Constitución:
las leyes de la Termodinámica. Aparte de ser inmunes a la
complejidad, son extremadamente relevantes y reveladoras cuando de
límites biofísicos hablamos. Como las paredes de una habitación,
los límites, lejos de molestar, son fuente de orden y de
estructura... salvo para quien intenta sobrepasarlos a cabezazos. Lo
lamento por quienes piensan que la ley de la selva está regida por
la competencia y el darwinismo social y que habrá un bonito podio
para quienes consigan eliminar a sus congéneres y resto de seres
vivos. El éxito descontrolado tiene su reverso tenebroso en la
dinámica de poblaciones. Así pues, si establecemos una jerarquía
sobre las leyes naturales y humanas, no sería el darwinismo sino la
Termodinámica la que estaría en la cúspide.
Decía
Einstein que un modelo debe ser tan sencillo como sea posible y tan
complejo como sea necesario. Toda representación de la realidad es
incompleta, pero reconocida la limitación, estamos preparados para
realizar mejores y mas útiles aproximaciones. Podemos por tanto
usar modelos termodinámicos para chequear fallos y contradicciones
en los análisis basados en parámetros y variables económicas,
sociales, políticas, legislativas, etc mediante representaciones lo
mas isomórficasposibles.
Podemos indagar así la "inconstitucionalidad" de nuestras
normas, leyes o aspiraciones respecto a la constitución
Termodinámica. Esta técnica sencilla fue la utilizada para iniciar
la búsqueda de una solución
a la Paradoja de Jevons.
A
partir de este esquema inicial simple, lo siguiente fue caracterizar
un sistema termodinámico abierto en relación al crecimiento
físico real y buscar sus
correlaciones con el modelo económico. Lo mas difícil quizá sea
encontrar en nuestro modelo económico equivalencias con unas
variables biofísicas que han sido eliminadas deliberadamente. Por
suerte, en este caso concreto, Jevons ya había realizado este
trabajo mediante observaciones empíricas por lo que el desarrollo
del artículo solo necesitaba de aplicar el sentido común con fines
divulgativos.
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Cuando
el sistema ya no dispone de energía para crecer ni mantenerse
Un
sistema como el actual capitalismo globalizado, está compuesto por
una gran cantidad de sistemas menores como continentes, países o
regiones. Puesto que el crecimiento económico es condición
imprescindible para que pueda funcionar, es útil plantearse lo que
ocurre cuando ya no hay energía neta para que pueda crecer o
mantenerse a escala global y se han agotado los márgenes para
mejorar la eficiencia. En este caso, el crecimiento de unos
subsistemas solo es posible a costa del decrecimiento de otros. Es
el comienzo del canibalismo sistémico.
Estados Unidos y Europa han respondido a la crisis mediante los
llamados alivios cuantitativos, inyecciones de liquidez y otros
eufemismos que se pueden describir en términos profanos como el
equivalente a "imprimir dinero". El efecto conseguido no
ha sido crear riqueza ni recursos, sino redistribuirlos
con un aumento generalizado de las desigualdades sociales
en el mundo. No solo acentuando las diferencias Norte-Sur sino
también apalancando la extracción de recursos renovables con otros
no renovables llevándolos mucho mas allá de su capacidad de carga.
Lo que se obtiene con ello es la
conversión de recursos renovables que hasta ahora han sido, en
recursos no renovables y finitos,
agravando mucho mas la situación en el avance hacia el colapso.
Está claro que la opción correcta sería usar
los recursos que no se renuevan en recuperar y sostener aquellos que
si lo hacen y que serán en última instancia aquellos que nos
queden. Es decir, deberíamos de
dejar de hablar de conservación de
la Naturaleza y lanzarnos a un ambicioso plan de recuperación de
recursos renovables, manteniendo las áreas protegidas como
reservorio de biodiversidad. Solo así podríamos llegar al final
del descenso energético con posibilidades de mantener una
civilización garantizando a su vez la conservación efectiva de lo
que aún nos queda.
A
una escala mas local, como un país o una región, las políticas
son mas concretas y los efectos mas evidentes. Desde
el punto de vista económico se ha apostado por salvar lo
definitivamente insalvable: los bancos y el sistema financiero. Ya
se ha dicho muchas veces que el préstamo con interés necesita de
un crecimiento infinito que entra en conflicto palmario con las
leyes de la Termodinámica. Así pues, también a escalas locales se
muestra el canibalismo sistémico, suavizado por la redistribución
global propiciada por los "alivios cuantitativos",
mediante la desigualdad social y la destrucción de las clases
medias. Llegados a este punto parece que ya no pudierámos hacer
nada, pero incluso en fases avanzadas del colapso hay sistemas que
deben crecer y otros que desaparecerán de forma controlada o
mediante colapso. Es decir, el decrecimiento conjunto, incluso
controlado, mostrará asimetrías en subsistemas que no solo pueden
crecer, sino que deben crecer para que el impacto de un largo y
penoso colapso sea los mas llevadero posible. Así, la agricultura
local no dependiente de recursos finitos debe crecer en detrimento
de la agricultura industrial kilométrica dependiente de
combustibles fósiles, los pueblos deberían crecer y las grandes
urbes disminuir su población... Pero también deberemos evitar
otras asimetrías que matan y nos dejarían inermes frente a los
profundos cambios que vendrán, como así ocurre con las
desigualdades sociales.
Hay una
resiliencia que construir y
debemos entender y asumir que la sostenibilidad no es imposible,
es inevitable. Todo
el esfuerzo y los recursos que usemos en sostener lo insostenible no
hace mas que restarlos a la necesaria transición.
La Naturaleza no es artífice de otro castigo que las consecuencias
de nuestros actos. Si quemamos un bosque tendremos un erial, si
plantamos árboles tendremos un bosque.
La
pretensión de este artículo no es convencer a economistas,
sociólogos, políticos, religiosos, historiadores, legisladores,
periodistas, élites o mayorías mas o menos silenciosas, de la
existencia de los límites biofísicos, sino sugerir algunas
herramientas de visualización de la
mano invisible de la Termodinámica en
las diversas representaciones de la realidad. El objetivo es que,
como ocurre con un parabrisas transparente que se hace cada vez mas
opaco y visible por las vísceras de los insectos estrellados contra
el impenetrable cristal, no sea necesaria la destrucción absoluta
de la sociedad y la civilización humana para que terminemos
aceptando y corrigiendo nuestros errores.
Y
que cada persona pueda indagarlos por sí misma.
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