SOBERANÍA SOBRE EL TIEMPO
Renta básica universal y decrecimiento
- “Como explicaba el historiador Henri Pirenne, el mercado irrumpió en Europa a partir del siglo X. La causa fue un aumento de la población que liberó del campo a un número cada vez más considerable de personas condenadas “a ese tipo de existencia errante y azarosa que, en todas las civilizaciones agrícolas, es el destino de aquellos que ya no pueden seguir trabajando en la tierra. Multiplicó la masa de vagabundos pululantes a través de la sociedad, viviendo de las limosnas de los monasterios, contratándose en épocas de cosecha, alistándose en el ejército en tiempos de guerra y no retrocediendo ante la rapiña y el pillaje cuando la ocasión se presentaba. Entre esta masa de desarraigados y aventureros hay que buscar sin duda alguna los primeros adeptos al comercio”.En los inicios de la modernidad, los comerciantes eran pillos, granujas, buscavidas que se liberaron al desarraigarse de sus comunidades locales y se agruparon en bandas armadas para protegerse de los ladrones. (...) El mercado generalizado es de origen canalla. (...) En 2010 la Harvard Business School -una escuela de posgrado de élite donde estudiaron, entre otros, George W. Bush o Felipe Calderón- escogió la piratería somalí como el mejor modelo de negocio del año.”
O
dicho de otro modo, en el origen del capitalismo está la exclusión
social imponiendo la necesidad de buscarse
la vida,
y promoviendo ese espíritu buhonero obsesionado con el afán de
lucro y el crecimiento económico. Con posterioridad la exclusión se
buscaría premeditadamente a través de cercamientos
o
desamortizaciones como forma de renovar el impulso capitalista
nutriendo de siervos a fábricas y terratenientes.
Para ello se
utilizó ampliamente el estado y sus leyes, erróneamente tomado como
lo opuesto al mercado. Así la idealización materialista -valga el
oxímoron-, la idealización de la producción y de la riqueza como
solución para todo, caló entre el grueso de la población hasta el
punto de que el
socialismo no se apartó de esa misma obsesión crecentista,
reaccionando sólo ante la forma individualista y desigual de
buscarlo.
En
consecuencia, si queremos poner coto a los desmanes provocados por
una desmesura
comercial
tan innecesaria como antieconómica, devastadora con la biosfera y
alienante, será requisito imprescindible que nos garanticemos
colectivamente una inclusión
básica universal,
reduciendo a la par la enorme desigualdad de nuestros días. Sin esa
garantía pública será imposible pasar a una economía libre de la
necesidad imperiosa de crecer.
Siguiendo
esta línea de pensamiento, vamos a hacernos eco del simposio
que se celebró el pasado mes de mayo en Hamburgo en torno al vínculo
entre la propuesta de decrecimiento
y
la de Renta
Básica Universal
(RBU). Lo que sigue es un resumen de la primera parte de las
intervenciones, centrada en la soberanía sobre el tiempo propio.
El impacto de una RBU sobre
el bienestar en forma de tiempo en un entorno de trabajo
post-fordista
Abrió
las charlas Katharina
Bohnenberger,
quien explicó que el bienestar en forma de tiempo es esencial para
una sociedad en decrecimiento económico por al menos dos razones: en
primer lugar, ser dueños de nuestro propio tiempo permite
comportamientos que ahorran recursos pero que requieren mucho tiempo,
(como las reparaciones). En segundo lugar, reducir la presión sobre
nuestro tiempo y facilitar la participación en actividades ajenas al
mundo laboral son objetivos propios del decrecimiento que también
pueden ser valorados positivamente por grupos sociales que en
principio no están bien dispuestos hacia el decrecimiento. La razón
principal para la falta de este tipo de bienestar en nuestra sociedad
es la necesidad (real o percibida) de invertir una enorme cantidad de
horas de trabajo a la semana. Por lo tanto, una sociedad de
decrecimiento
necesita
reducir el tiempo de trabajo.
La
RBU puede considerarse una forma indirecta de facilitar la reducción
del tiempo de trabajo por dos razones: el efecto sobre los ingresos y
el efecto sobre la seguridad y la libertad. Hoy día existen
instrumentos que permiten reducir la jornada laboral pero no se hace
uso de ellos por falta de ingresos suficientes, o bien por temor a
que se entienda como una falta de compromiso con nuestro desempeño
laboral que haga menos seguro el puesto de trabajo. La RBU puede ser
el apoyo necesario para superar esa dificultad y ese temor.
Además
de este efecto en las condiciones de trabajo tradicionales, una RBU
puede ser de especial interés en el llamado trabajo post-fordista.
Este tipo de empleo crece en una economía de conocimiento y de
servicios que se caracteriza por condiciones de trabajo más
flexibles y por horas extras (voluntarias). Con él cambia la
percepción y el manejo del tiempo sobrecargándolo y llevándonos a
una compulsión por acentuar constantemente la eficiencia y el
rendimiento incluso más allá del tiempo de trabajo. Esto mina tanto
el bienestar en forma de tiempo como la capacidad para la “empatía
temporal”, y aliena el sentido del tiempo de las personas. Una RBU
establece una garantía y por esa razón permite una mejor
resistencia frente a estas exigencias externas de tiempo.
En
resumen, con una RBU no sólo ganaríamos autonomía y soberanía
sobre nuestro tiempo sino que aumentaría el bienestar en este.
La RBU alimenta la soberanía
sobre el tiempo que alimenta el decrecimiento
El
tiempo es nuestro recurso más importante. Siguiendo la crítica
contemporánea del crecimiento (por ejemplo, Hartmut Rosa), Ulrich
Schachtschneider
nos dice que la desmesura en la producción y el consumo nos está
impidiendo utilizar
nuestro tiempo para las cosas realmente necesarias para una “buena
vida”:
para el ocio contemplativo y creativo, o para el libre desarrollo de
la personalidad y de las verdaderas amistades, por ejemplo. Incluso
el economista John M. Keynes esperaba que sus bisnietos tuvieran la
posibilidad económica de realizar una semana de trabajo de quince
horas, dejando espacio para una vida en libertad más allá de las
necesidades. Entonces ¿que salió mal para que hoy día la mayoría
de la gente necesite duplicar o triplicar el tiempo de trabajo?
Niko
Paech,
propone que reduzcamos a la mitad tanto el consumo como el trabajo
asalariado. Con ello estaríamos más cerca de la visión de Keynes
para nuestra época. Pero Paech quiere que las veinte horas liberadas
sean utilizadas para la subsistencia: para la organización común
del uso, mantenimiento y reparación, así como para la producción
propia. De esta manera, todo el mundo se convertiría en (más)
independiente de la producción industrial y del dinero.
Pero
cabe preguntarse si esto llevaría a nuevas formas de dependencia,
por ejemplo en casos de salarios bajos o pequeño autoempleo,
conduciendo a un aumento de las jornadas de trabajo. Sin embargo,
para lograr el decrecimiento la lucha por la subsistencia no resulta
convincente. Es más importante para una buena vida más allá del
crecimiento tener una seguridad económica básica. Cuanto menos
asegurada esté ésta más se esperará iniciar y mantener
actividades sólo por miedo ante la necesidad de existir, sin tener
en cuenta sus costes ecológicos, sociales e individuales. Si
queremos decrecimiento tenemos que disminuir la presión económica
del individuo. La mejor manera de hacerlo es la RBU.
Esta
nos permitiría elegir nuestra parte individual de trabajo remunerado
y de mera subsistencia. La riqueza del tiempo debe entenderse como la
libertad para elegir la forma en que queremos trabajar. Esto también
se ajusta a la necesidad de decrecer. Con la RBU son posible
diferentes estilos de vida, con una condición: la renta básica no
debe dar lugar a un mayor consumo de recursos, algo que podría
derivarse de la redistribución de la riqueza que implica. (esta es
la crítica desde el sector verde).
Pero podemos evitar esto si
financiamos la renta básica mediante cuotas ecológicas por el uso
problemático de nuestro medio ambiente (por ejemplo CO2, recursos
escasos, nitratos), al menos en una parte relevante.
Relaciones socio-laborales,
trabajo individual, RBU y decrecimiento
Werner
Rätz
pone el acento en las condiciones económicas de los trabajadores
actuales. En las últimas décadas se da una tendencia a transformar
las condiciones de trabajo de manera que el riesgo de sucumbir a la
competencia propio del capitalismo se desplaza de la empresa a los
trabajadores. El trabajo precario e inseguro, con menores salarios y
cotizaciones y con mayores jornadas, sustituye al que solía ser
“empleo regular”.
Esto
tiene dos consecuencias. En primer lugar, estos patrones de trabajo y
los ingresos resultantes son tan irregulares que ya no constituyen
una base fiable para la seguridad social. En segundo lugar está la
cuestión de la constante incertidumbre sobre la continuidad laboral,
que fuerza a los trabajadores a aceptar cualquier trabajo y a tener
que renovar continuamente su preparación para el futuro.
La
producción cada vez más rápida, de cada vez más productos y
siempre más rentables lleva a la sociedad a un consumo de materiales
y energía cada vez mayor. Y en la competencia por hacerlo, surge la
misma presión sobre los trabajadores, de modo que la incertidumbre
sobre su futuro empieza sistemáticamente.
Una
RBU aportaría a los perceptores autonomía laboral y les permitiría
mirar por su propia productividad, y por otro lado, no tener que
trabajar con tanta exigencia.
La renta básica entre el
crecimiento económico y el decrecimiento.
Posiciones
entre los activistas de la iniciativa popular en Suiza
La
tesis de Tobias
Krall
investiga las actitudes hacia el crecimiento y las expectativas sobre
la relación entre este y la RBU a partir de entrevistas
realizadas a ocho activistas suizos en favor de esta propuesta. Se
encuentra que la RBU no puede adscribirse exclusivamente ni al
paradigma del crecimiento ni al del decrecimiento. El efecto
resultante probablemente dependa de varias circunstancias
institucionales de su implementación. Por lo tanto, para una región
dada, la intención con la que se implemente la RBU es de suma
importancia. A lo que se añade la incertidumbre sobre cuánta
actividad económica tendrá lugar fuera de la esfera del mercado y
del estado. En cualquier caso, existe un amplio consenso en que el
indicador del PIB perdería importancia. Además el principio
normativo de ‘libertad real’ de Van Parjis no implica preferencia
por el crecimiento ni por el decrecimiento, pero aconseja el camino
económico que permita una RBU sostenible.
¿Transformará
la RBU el trabajo y lo hará en el decrecimiento?
Hanna
Ketterer
entiende el decrecimiento desde un punto de vista sociológico, (al
margen de si la economía crece o no): consiste en que la sociedad no
dependa del crecimiento para permanecer estable. ¿Qué papel jugaría
la RBU en las condiciones que nos hacen depender del crecimiento? Por
un lado, rompería el nexo entre dinero y mano de obra, y con ello el
trabajo dejaría de actuar como una mercancía. Por otro lado, la
renta básica podría ser utilizada para expandir los salarios
mínimos y bajos, propios de las políticas neoliberales que afianzan
la dependencia del trabajo respecto al capital. La conclusión sería
que, aunque no hay garantías de que sea así, al desmercantilizar
parcialmente el trabajo humano, la RBU haría posible una transición
hacia el decrecimiento.
Cabe
matizar a esta ponente que otros autores, como Daniel Raventós, han
destacado la capacidad para negociar mejores salarios que aportaría
la disposición de una seguridad económica básica.
¿Es
lo nuevo realmente diferente? Reflexiones sobre cómo escapar de la
lógica
social instrumentista de la
acumulación y la aceleración
Judith
Kleibs
trata de diferenciar entre medidas y enfoques que cambian la lógica
instrumental en el uso del tiempo de aquellos que mantienen esta
lógica y sólo parecen contribuir a una desaceleración social o a
abrir espacios de tiempo de calidad pero incrustados en el mismo
paradigma, sin añadir ningún cambio fundamental.
Las
principales características de la lógica social instrumentalista de
la acumulación y la aceleración son la subordinación de los
valores éticos a la necesidad de crecimiento económico, y un
estímulo estructural del pensamiento y la acción eficientes. Las
medidas que buscan la auto-optimización y propagan estrategias
materialistas e instrumentalistas para satisfacer las necesidades
propias conducen a la despolitización de los problemas
estructurales, causados por la política reactiva y el predominio del
pensamiento económico, y llevan también a relaciones basadas en la
eficiencia.
Finalmente
se dan ejemplos de enfoques que podrían conducir a una
transformación fundamental en el manejo individual y colectivo del
tiempo al permitir una verdadera soberanía sobre nuestro tiempo. Se
sugiere la facilitación estructural de las acciones individuales y
colectivas que se basen en principios tales como la participación y
la desaceleración institucional con el fin de permitir y posibilitar
las relaciones empáticas y sensibles con el medio ambiente (social).
En este contexto, se mencionan la RBU, el desarrollo de la movilidad
sostenible, así como el ofrecimiento de espacios para la
experimentación en tiempo libre. También se destaca la importante
necesidad de un debate social para obtener una visión concreta sobre
cómo usar el tiempo, y la comunicación positiva y tangible de
alternativas al statu quo.
Javier
Ecora - Autonomia
y Bienvivir
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