15/11/13

No serán salidas para nada fáciles, pero entonces será más factible que puedan progresar y proliferar, ante la ausencia de salidas institucionales

TRES TENDENCIAS GLOBALES CRECIENTES. ¿CUÁL SE IMPONDRÁ?

Siempre es aventurado hablar de “tendencias globales”, sobre las que se vierten ríos de tinta y de bytes. ¿Hacia dónde se encamina el mundo en su conjunto? Es difícil hacer pronósticos. Con humildad –y consciente de que esto no es más que un brevísimo apunte– presento tres tendencias que percibo con claridad.

1. La creciente concentración de riqueza -y por tanto de poder- cada vez en menos manos, mientras la gran mayoría se empobrece, no solo en recursos materiales sino también en derechos civiles. Los que tienen, tienen cada vez más mientras que a los que no tienen se les quita hasta lo que tienen. Por encima del poder de los políticos, de las multinacionales y de los bancos, vislumbramos unas élites económicas que llevan tiempo acaparando el poder y controlando cada vez más los recursos naturales y asistenciales que satisfacen las necesidades humanas: los medios de comunicación, la alimentación, el acaparamiento de tierras y de agua, la sanidad… y, sobre todo, el dinero, despojando a las personas de medios y de libertad.

Hasta ahora han ido ejerciendo su poder de forma más o menos solapada. A medida que van siendo desenmascarados, es de prever que acudirán a métodos más descarados y violentos. Se avecinan tiempos duros. Lo que está ocurriendo en Occidente es algo que ya hemos visto suceder antes en otros países, como escribía hace poco Francesc Mateu en este blog: ““Nuestra” crisis tiene muchas semejanzas con la crisis generada por las conocidas “políticas de ajuste estructural” contra las que luchamos en América Latina, África y Asia en los años 80 y 90. Tantas, tantas, que uno llega a pensar que estamos ante dos versiones del mismo hecho. Hay datos tan sorprendentemente similares que hay que ser miope para no darse cuenta de que ahora se trata de nuestro turno”.



2. La creciente conciencia y movilización ciudadanas, una revolución no tan silenciosa como nos quieren hacer creer. Si bien todavía es cosa de minorías, se trata de una minoría creciente de forma imparable, que afecta a la manera de pensar y de comportarse de cada vez más ciudadanos que parece que despertamos de un dulce sueño de bienestar acrítico. Personas que han descubierto y participan en la banca ética, los movimientos sociales, la alimentación sana y ecológica, los grupos de consumo, los ritmos de vida humanos, integrales y armónicos, la práctica del silencio y meditación, los partidos políticos alternativos, las fuentes de formación e información independientes al margen de los grandes grupos mediáticos, las asociaciones de todo tipo, el ciberactivismo, los principios decrecentistas y las Comunidades de Transición, el consumo colaborativo, la economía alternativa y solidaria, mercados sociales y monedas complementarias, las campañas de desobediencia civil en todas sus facetas, el uso responsable de la energía y la gestión de los residuos domésticos, el transporte compartido, y, en general, las iniciativas de todo signo bajo la convicción de que “otro mundo es posible”. La lista de ámbitos e iniciativas podría ser más larga, pero nos quedamos aquí. ¡Cuánta buena gente poniendo en práctica formas nuevas de vida conscientes y consecuentes! Se avecinan tiempos apasionantes.

3. El creciente deterioro medioambiental. El cambio climático es una realidad por más que algunos siguen poniendo en duda el que esté producido por la acción del ser humano. Llevamos años dañando y agotando los ecosistemas más allá del punto de regeneración. Esto quiere decir que lo que perdemos ya no lo recuperamos. Las especies que desaparecen lo hacen para siempre. Los suelos que pierden su capa fértil, se vuelven definitivamente inservibles para acoger la vida. Los esquilmados bancos de pesca tardarán mucho tiempo en recuperarse, si es que se recuperan. Cuando se termine de derretir el Océano Ártico, las consecuencias serán impredecibles. La concentración de CO2 en la armósfera sigue creciendo de manera imparable. Cada vez son más abundantes las señales de alarma, cada vez más las “catástrofes naturales”, cada vez más las víctimas de la degradación medioambiental. Estamos reaccionando, sí, pero no lo suficiente para evitar el calentamiento global. Estamos atravesando ese punto de no retorno que nos llevará a un planeta desconocido. Se avecinan tiempos apocalípticos. 

¿Cuál será la evolución de estas tres realidades globales crecientes? Por apasionante que sea la batalla entre las dos primeras, mi impresión es que no vamos a llegar a tiempo de cambiar el mundo antes de que la naturaleza nos pase factura. Comparto el pronóstico de Ramón Fernández Durán (1947-2011), figura relevante del ecologismo social en España:”Serán muy probablemente los límites energéticos, de recursos y ecológicos, y no especialmente las luchas sociales, los que le doblen la columna vertebral a la lógica del capital” (La Quiebra del Capitalismo Global: 2000-2030, coedición 2011, p. 93).

No creo tener un carácter pesimista (más bien al contrario), amante de los escenarios apocalípticos; simplemente observo, pienso y saco conclusiones, convencido de que “es preciso creer lo que sabemos” (Jean Arthus-Bertrand). Y mi conclusión es que nos va a tocar vivir tiempos muy duros de carestías energéticas y en materias primas y de rigores climáticos desconocidos. A pesar de esa minoría creciente, en conjunto no veo que estemos llegando a tiempo para evitar el colapso medioambiental. En general, seguimos consumiendo y contaminando lo mismo, con el agravante de que cada vez se incorporan más seres humanos -de los países “emergentes”- a esta espiral insensata.

Pero esta visión no nos hace tirar la toalla. Como discípulos del Crucificado, contamos con la posibilidad del fracaso humano. Al contrario, precisamente el llegar a esta alarmante conclusión es lo que moviliza nuestras fuerzas, sabiendo que, aunque no evitemos el cataclismo que estamos provocando, cuanta más gente nos vayamos preparando para aprender a vivir de otra manera -de forma consciente y no porque no tenemos más remedio-, mejor. Seremos como semillas de un nuevo paradigma basado en la sobriedad, la sensatez y el compartir. Renuevos que, llegado el momento, podrán transmitir estos nuevos parámetros de vida necesarios.


Citando de nuevo a Ramón Fernández Durán:
“Es preciso cultivar y reforzar esas semillas de las transformaciones ordenadas, justas y sustentables, en un entorno totalmente adverso, para lograr que luego fructifiquen y generen masa crítica suficiente (p. 56). Cuando todo el edificio de poder mundial (primero) y regional (después) empiece a agrietarse y desmoronarse, en unas condiciones particularmente duras, se abrirán también nuevas posibilidades de potenciar, especialmente desde abajo, salidas transformadoras y emancipadoras, hasta entonces en general difíciles, o muy difíciles, de plantear, gestionar y potenciar. No serán salidas para nada fáciles, pero entonces será más factible que puedan progresar y proliferar, ante la ausencia de salidas institucionales, sobre todo si logramos llegar a ese horizonte temporal en las mejores condiciones posibles, habiendo sembrado las semillas necesarias, que entonces puedan prosperar, cambiando las correlaciones de fuerza”. (p. 74).

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