Juan Torres López
"Todos los movimientos, todas las personas que de verdad queramos conquistar la paz y la justicia como valores supremos y auténticos de nuestras vidas debemos hacer el mayor esfuerzo que esté en nuestra mano para luchar conjuntamente"
"Todos los movimientos, todas las personas que de verdad queramos conquistar la paz y la justicia como valores supremos y auténticos de nuestras vidas debemos hacer el mayor esfuerzo que esté en nuestra mano para luchar conjuntamente"
"Aunque hoy día sabemos bien qué es lo que ha pasado, creo que igualmente se puede decir que, a pesar de ello, la gente se encuentra por lo general desconcertada y sin saber bien qué hacer o qué decir, sin poder explicar a los demás lo que está pasando"
"Es necesario reconocer que la crisis nos ha demostrado que no se consigue mucho, y desde luego que es imposible evitar que ocurran las cosas que están sucediendo, si cada uno va por su lado, si no actuamos con inteligencia colectiva y con unidad de acción"
Cuando ya han transcurrido más de dos años de intensa crisis económica podemos establecer bastantes conclusiones importantes sobre lo que ha ocurrido, sobre sus efectos y, sobre todo, sobre lo que todos nosotros y nosotras hemos hecho y hemos dejado de hacer para que haya sucedido.
La primera conclusión posiblemente sea que hemos o estamos viviendo todavía una crisis de dimensiones extraordinarias. No solo por su extensión, puesto que no ha estado circunscrita a una o algunas regiones del planeta, sino porque ha afectado a todo él.
La segunda es que ha tenido consecuencias y manifestaciones muy complejas y dispares. No solo se trata de una crisis financiera, aunque financiero ha sido su detonante y eso es muy importante de tener en cuenta. Pero, como se ha dicho hasta la saciedad, y con razón, es sobre todo una crisis sistémica porque es todo el sistema el que se ha perturbado, el que se ha abierto en carne viva: se han producido quiebras bancarias y desequilibrios macroeconómicos, pero también desempleo masivo, incremento de la pobreza, hambrunas, suicidios por su causa, impotencia de los gobiernos, intromisión de los mercados en la política, pasos atrás en los avances anteriores en la lucha medioambiental o en la de igualdad, se ha incrementado la frustración personal y la derechización, y la manipulación política y mediática quizá haya sido más sangrante que nunca para poder disimular el papel de los verdaderos culpables de la crisis y para confundir y desmovilizar a la gente... Ha sido, pues, toda la vida social sociedad y no solo las finanzas lo que ha estallado en esta crisis.
La tercera sería que a estas alturas conocemos, yo creo que con total claridad, qué es lo que ha sucedido.
Sabemos que la crisis estalló porque en los últimos años se había desregulado casi totalmente el mundo de las finanzas. Los financieros, los bancos, los fondos de inversión, los grandes propietarios de capital podían hacer lo que querían con su dinero, moverlo de un lado a otro sin problema alguno, utilizar paraísos fiscales en donde nadie vigila lo que hacen, recurrir cuando les convenía al secreto bancario, realizar operaciones tremendamente arriesgadas sin que nadie les parase los pies, cometer auténticos fraudes (como el famoso de Magdoff) sabiendo que las autoridades mirarían a otro lado...
También hemos comprobado que eso fue posible porque se dio alas a instituciones corruptas y criminales (que, por cierto, siguen actuando como si nada) como las agencias de calificación, que engañaban a los clientes diciendo que los productos financieros que emitían los bancos eran seguros y de alta calidad cuando en realidad eran pura basura.
Hoy sabemos que todo eso fue denunciado hasta la saciedad pero que las autoridades no hicieron nada para evitarlo.
Sabemos también que todo eso ha ocurrido porque los bancos han dejado de ser intermediarios entre el ahorro y la inversión productiva para destinar los recursos de sus clientes a la especulación financiera. Y, sobre todo, que han utilizado su privilegio de creación de dinero bancario a través de la deuda (ver mi explicación de este fenómeno en mi libro "La crisis de las hipotecas basura. ¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada". Editorial Sequitur, Madrid 2010 y en versión libre en pdf en www.juantorreslopez.com). Esto último ha provocado la generación ingente de burbujas de todo tipo, el incremento extraordinario de la deuda y, en suma, que en lugar de que el dinero fuese a la actividad productiva se dirigiera a alimentar la especulación, con el permanente riesgo de crisis que eso conlleva.
Y finalmente sabemos igualmente que todo eso ha sido posible porque en los últimos años se han aplicado políticas que han incrementado la desigualdad de un modo impresionante. El caso de Estados es paradigmático: en la época de Bush, el 75% de los ingresos generados se los apropió el 1% más rico de la población. Eso ha hecho que una parte muy pequeña de la población acumule patrimonios inmensos que dedican en su mayor parte a la inversión financiera, a diferencia de lo que ocurre con quienes perciben salarios, que en su mayor parte dedican al consumo. Y es bien sabido que lo que va a la inversión financiera solo crea beneficios comerciando con papel (en realidad con simples anotaciones electrónicas) mientras que lo que va al consumo se dedica a comprar bienes o servicios que requieren empleo. Las consecuencias de que cada vez seas más las rentas que van a las finanzas son, pues, evidentes.
Sin embargo, aunque he dicho que hoy día sabemos bien qué es lo que ha pasado, creo que igualmente se puede decir que, a pesar de ello, la gente se encuentra por lo general desconcertada y sin saber bien qué hacer o qué decir, sin poder explicar a los demás lo que está pasando, lo que demuestra, creo yo, que otra característica de la situación en la que estamos es que, por regla general, se ha despreciado mucho la información y la formación. ¿Y cómo vamos a poder hacer frente al poder financiero, a las estrategias neoliberales recurriendo solo a unas cuantas frases de perogrullo, a unos eslóganes pasados de moda, a ideas simplistas y poco rigurosas?
Y algo no menos importante, todo lo anterior ha podido ocurrir porque el neoliberalismo ha logrado hacer que los trabajadores y los oprimidos sean en muchísimas ocasiones verdaderos cómplices, por acción u omisión, de todos estos fenómenos. El individualismo, la fantasía de que a los problemas de cada uno se hace frente mejor actuando por nuestra cuenta en lugar de recurriendo a la solidaridad con los demás, la desinformación y manipulación mediante el recurso al miedo o al shock (terrorismo, gripe A...), la esclavitud de la deuda..., todo ello ha desmovilizado y desconcienciado a las clases trabajadoras y gracias a ello los poderosos han podido hacer todo lo que han deseado sin apenas tener reacción e contra.
Pero además de todo esto, el desarrollo de la crisis nos ha permitido comprobar que, en lugar de hacer frente a todos los daños y problemas para poner remedio a las causas que la han provocado, las autoridades se han doblegado ante los poderes que ocasionaron la crisis y que éstos han salido de ella mucho más reforzados. Los gobiernos, cuando es que no son simplemente cómplices, son impotentes; la ciudadanía está despistada, desconcertada, no suscribe lo que se hace pero no reacciona; los financieros (ahora presentados impersonalmente como "los mercados") tienen las manos libres igual o más que antes de la crisis y así pueden ahora extorsionar fácilmente a los gobiernos. Se practica un auténtico "terrorismo financiero", como dijo nada más y nada menos que el presidente de la Junta de Andalucía, se manipulan los mercados, se hace que la competencia que tanto alaban salte por los mercados... pero los gobiernos no hacen casi nada. Es como si hubiese un grupo de terroristas pegando tiros por las calles matando a gente y provocando daños de miles de millones de euros y los gobiernos se limitaran a decir que nos tenemos que apretar el cinturón. La crisis también ha enseñado que se ha perdido la poca vergüenza que quedaba a la hora de hacer política y hablarle a la ciudadanía
En lugar de pararle los pies a los culpables de la crisis se les da billones de dólares o euros en ayudas para que salgan adelante al mismo tiempo que se dice que no hay dinero para la lucha contra el hambre y para acabar contra la pobreza. Se recortan los derechos sociales porque se dice que hay que ser austeros pero se deja intactos los gastos militares o se multiplican las ayudas a las grandes empresas que ya de por sí ganan miles de millones. La crisis es también el colmo del cinismo.
Digámoslo claro. Esta crisis ha puesto de manifiesto, por si es que esto no estaba claro cuando desde hace años mueren más de 30.000 personas de hambre cada día, el fracaso del capitalismo neoliberal. No es capaz de mantener la estabilidad e integridad necesaria del sistema financiero, no crea empleos para la población y la mayoría de los que genera son de baja calidad, según la Organización Mundial del Trabajo más de la mitad de los trabajadores de todo el mundo ganan menos de dos dólares diarios y no tienen derechos sociales; bajo la apariencia de una gran abundancia la realidad es que el capitalismo se ha consolidado como un gigantesco creador de escasez, pues las tres quintas partes de la humanidad permanecen prácticamente en la miseria.
Y, cuando los líderes de los países más poderosos reunidos en el llamado G20 deciden que hay que tomar medidas para hacer frente a la situación resulta que a la postre no son capaces de llevarlas a cabo porque los financieros y los grandes capitalistas les paran los pies. Es decir, que se comprueba también que el capitalismo es cada más incompatible con la democracia pues no hay manera de que la voluntad de la ciudadanía sea la que se convierta en decisiones políticas. Basta ver lo que está pasando no solo en España sino en toda Europa, en Estados Unidos o en todo el mundo en general para comprobarlo.
Pero no nos podemos engañar limitándonos a señalar que el fracaso que manifiesta la crisis es solo el del capitalismo. Este ha sido en realidad muy exitoso como sistema de dominio, a la hora de evitar que surjan contrapoderes que pongan en cuestión los deseos y los privilegios de los poderosos. Por eso yo creo que es necesario reconocer que el fracaso es también el de todos nosotros, el de los movimientos y organizaciones sociales que hacen frente a todo ello y también el de todas las personas que nos sentimos comprometidas con los ideales de la justicia y la libertad. No se trata de autoflagelarse gratuitamente pero sí de reconocer que la crisis también nos ha demostrado que no se consigue mucho, y desde luego que es imposible evitar que ocurran las cosas que están sucediendo, si cada uno va por su lado, si no ponemos en común aspectos básicos de la lucha, si no actuamos con inteligencia colectiva y con unidad de acción.
Al respecto, me parece oportuno señalar que las izquierdas o en general los movimientos progresistas de todo tipo hicieron suyos con gran compromiso dos ideales fundamentales de la revolución francesa, la libertad y la igualdad, pero que han olvidado la fraternidad. Incluso es curioso que mucha gente de estas corrientes rienda a considerar que se trata de un valor que no es "republicano" o civil sino más bien religioso, algo ñoño que no sirve para la vida política, para la acción social. ¡Qué craso error! Qué error tan inmenso que ha llevado a la dispersión y al fraccionamiento que ha producido la desunión y la tendencia a que cada uno busque su nicho particular en el que se está a gusto porque convive y lucha solo con quienes piensan como él o ella (y eso, cuando ocurre así, porque como es inevitable que la vida y las posiciones y preferencias sean diversas incluso dentro de estos nichos surgen constantemente las disputas...).
Es posible que en esta especie de relación de daños que he expuesto de forma muy resumida no estén todos los elementos que hacen falta tener en cuenta para hacer frente a la situación terrible en la que estamos pero me permito creer que, al menos, están los fundamentales. Y por eso creo que de ellos se pueden deducir algunas conclusiones esenciales en forma de las tareas que me parece que imprescindible asumir si es que de verdad queremos que nuestro compromiso personal contra la injusticia se transforme en una práctica social útil, no frustrante y eficazmente transformadora.
1. Hay que conocer bien la realidad. Hay que estudiar, asimilar, enseñar, difundir y divulgar.
2. Hay que aprender a pensar y a crear pensamiento con los demás. No basta con generar doctrina propia sino conocimiento plural, transversal y compartido. Nuestra inteligencia ha de ser colectiva, la de todos.
3. Hay que actuar juntos. La acción mancomunada es la clave de la transformación social porque sin ella no se genera el contrapoder que frene la injusticia.
4. No hay adversarios entre los que luchan como nosotros por la paz y la justicia. Son, efectivamente, nuestros hermanos y sus posiciones diversas nos enriquecen. Si ponemos en primer lugar lo que nos une no habrá necesidad de combatirlas y no hay por qué reaccionar contra nadie aunque se combatan las nuestras.
5. Hay que poner en marcha programas comunes frente a la crisis que recojan los aspectos básicos en los que se manifiesta: exclusión, falta de financiación, privilegios de la banca, injusticia fiscal, recorte de derechos sociales, mentiras para justificar medidas que nada tienen que ver con la crisis, complicidad de las autoridades, falta de regulación,...
6. Hay que redoblar los esfuerzos para explicar a la gente que la crisis no es un abstracto ni una especie de maldición bíblica contra la que nada se puede hacer sino que es lo que ocurre cada día en concreto y provocado: desahucios, despidos, beneficios supermillonarios de los bancos, robos financieros, fraudes, subidas de precios de servicios básicos...
7. Es fundamental entender y divulgar que la crisis es el resultado de la desigualdad. Hay que hacerle ver a la ciudadanía las diferencias que se están incrementando. Y, sobre todo, del desigual poder que tenemos unos y otros.
8. Y hay que hacer unidos todo esto. Todos los movimientos, todas las personas que de verdad queramos conquistar la paz y la justicia como valores supremos y auténticos de nuestras vidas debemos hacer el mayor esfuerzo que esté en nuestra mano para luchar conjuntamente. Basta ver cómo actúan las derechas y los grande poderes: parecen una sinfónica bien organizada, sin un fallo, sin una nota discordante, sabiendo siempre lo que quieren.
Por el contrario ¿dónde podremos llegar quienes queremos ser la voz de la calle y de los empobrecidos si cada uno y cada una de nosotros va por su lado y tocando su propia música porque cree que la suya es la mejor y la más auténtica de todas?
La primera conclusión posiblemente sea que hemos o estamos viviendo todavía una crisis de dimensiones extraordinarias. No solo por su extensión, puesto que no ha estado circunscrita a una o algunas regiones del planeta, sino porque ha afectado a todo él.
La segunda es que ha tenido consecuencias y manifestaciones muy complejas y dispares. No solo se trata de una crisis financiera, aunque financiero ha sido su detonante y eso es muy importante de tener en cuenta. Pero, como se ha dicho hasta la saciedad, y con razón, es sobre todo una crisis sistémica porque es todo el sistema el que se ha perturbado, el que se ha abierto en carne viva: se han producido quiebras bancarias y desequilibrios macroeconómicos, pero también desempleo masivo, incremento de la pobreza, hambrunas, suicidios por su causa, impotencia de los gobiernos, intromisión de los mercados en la política, pasos atrás en los avances anteriores en la lucha medioambiental o en la de igualdad, se ha incrementado la frustración personal y la derechización, y la manipulación política y mediática quizá haya sido más sangrante que nunca para poder disimular el papel de los verdaderos culpables de la crisis y para confundir y desmovilizar a la gente... Ha sido, pues, toda la vida social sociedad y no solo las finanzas lo que ha estallado en esta crisis.
La tercera sería que a estas alturas conocemos, yo creo que con total claridad, qué es lo que ha sucedido.
Sabemos que la crisis estalló porque en los últimos años se había desregulado casi totalmente el mundo de las finanzas. Los financieros, los bancos, los fondos de inversión, los grandes propietarios de capital podían hacer lo que querían con su dinero, moverlo de un lado a otro sin problema alguno, utilizar paraísos fiscales en donde nadie vigila lo que hacen, recurrir cuando les convenía al secreto bancario, realizar operaciones tremendamente arriesgadas sin que nadie les parase los pies, cometer auténticos fraudes (como el famoso de Magdoff) sabiendo que las autoridades mirarían a otro lado...
También hemos comprobado que eso fue posible porque se dio alas a instituciones corruptas y criminales (que, por cierto, siguen actuando como si nada) como las agencias de calificación, que engañaban a los clientes diciendo que los productos financieros que emitían los bancos eran seguros y de alta calidad cuando en realidad eran pura basura.
Hoy sabemos que todo eso fue denunciado hasta la saciedad pero que las autoridades no hicieron nada para evitarlo.
Sabemos también que todo eso ha ocurrido porque los bancos han dejado de ser intermediarios entre el ahorro y la inversión productiva para destinar los recursos de sus clientes a la especulación financiera. Y, sobre todo, que han utilizado su privilegio de creación de dinero bancario a través de la deuda (ver mi explicación de este fenómeno en mi libro "La crisis de las hipotecas basura. ¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada". Editorial Sequitur, Madrid 2010 y en versión libre en pdf en www.juantorreslopez.com). Esto último ha provocado la generación ingente de burbujas de todo tipo, el incremento extraordinario de la deuda y, en suma, que en lugar de que el dinero fuese a la actividad productiva se dirigiera a alimentar la especulación, con el permanente riesgo de crisis que eso conlleva.
Y finalmente sabemos igualmente que todo eso ha sido posible porque en los últimos años se han aplicado políticas que han incrementado la desigualdad de un modo impresionante. El caso de Estados es paradigmático: en la época de Bush, el 75% de los ingresos generados se los apropió el 1% más rico de la población. Eso ha hecho que una parte muy pequeña de la población acumule patrimonios inmensos que dedican en su mayor parte a la inversión financiera, a diferencia de lo que ocurre con quienes perciben salarios, que en su mayor parte dedican al consumo. Y es bien sabido que lo que va a la inversión financiera solo crea beneficios comerciando con papel (en realidad con simples anotaciones electrónicas) mientras que lo que va al consumo se dedica a comprar bienes o servicios que requieren empleo. Las consecuencias de que cada vez seas más las rentas que van a las finanzas son, pues, evidentes.
Sin embargo, aunque he dicho que hoy día sabemos bien qué es lo que ha pasado, creo que igualmente se puede decir que, a pesar de ello, la gente se encuentra por lo general desconcertada y sin saber bien qué hacer o qué decir, sin poder explicar a los demás lo que está pasando, lo que demuestra, creo yo, que otra característica de la situación en la que estamos es que, por regla general, se ha despreciado mucho la información y la formación. ¿Y cómo vamos a poder hacer frente al poder financiero, a las estrategias neoliberales recurriendo solo a unas cuantas frases de perogrullo, a unos eslóganes pasados de moda, a ideas simplistas y poco rigurosas?
Y algo no menos importante, todo lo anterior ha podido ocurrir porque el neoliberalismo ha logrado hacer que los trabajadores y los oprimidos sean en muchísimas ocasiones verdaderos cómplices, por acción u omisión, de todos estos fenómenos. El individualismo, la fantasía de que a los problemas de cada uno se hace frente mejor actuando por nuestra cuenta en lugar de recurriendo a la solidaridad con los demás, la desinformación y manipulación mediante el recurso al miedo o al shock (terrorismo, gripe A...), la esclavitud de la deuda..., todo ello ha desmovilizado y desconcienciado a las clases trabajadoras y gracias a ello los poderosos han podido hacer todo lo que han deseado sin apenas tener reacción e contra.
Pero además de todo esto, el desarrollo de la crisis nos ha permitido comprobar que, en lugar de hacer frente a todos los daños y problemas para poner remedio a las causas que la han provocado, las autoridades se han doblegado ante los poderes que ocasionaron la crisis y que éstos han salido de ella mucho más reforzados. Los gobiernos, cuando es que no son simplemente cómplices, son impotentes; la ciudadanía está despistada, desconcertada, no suscribe lo que se hace pero no reacciona; los financieros (ahora presentados impersonalmente como "los mercados") tienen las manos libres igual o más que antes de la crisis y así pueden ahora extorsionar fácilmente a los gobiernos. Se practica un auténtico "terrorismo financiero", como dijo nada más y nada menos que el presidente de la Junta de Andalucía, se manipulan los mercados, se hace que la competencia que tanto alaban salte por los mercados... pero los gobiernos no hacen casi nada. Es como si hubiese un grupo de terroristas pegando tiros por las calles matando a gente y provocando daños de miles de millones de euros y los gobiernos se limitaran a decir que nos tenemos que apretar el cinturón. La crisis también ha enseñado que se ha perdido la poca vergüenza que quedaba a la hora de hacer política y hablarle a la ciudadanía
En lugar de pararle los pies a los culpables de la crisis se les da billones de dólares o euros en ayudas para que salgan adelante al mismo tiempo que se dice que no hay dinero para la lucha contra el hambre y para acabar contra la pobreza. Se recortan los derechos sociales porque se dice que hay que ser austeros pero se deja intactos los gastos militares o se multiplican las ayudas a las grandes empresas que ya de por sí ganan miles de millones. La crisis es también el colmo del cinismo.
Digámoslo claro. Esta crisis ha puesto de manifiesto, por si es que esto no estaba claro cuando desde hace años mueren más de 30.000 personas de hambre cada día, el fracaso del capitalismo neoliberal. No es capaz de mantener la estabilidad e integridad necesaria del sistema financiero, no crea empleos para la población y la mayoría de los que genera son de baja calidad, según la Organización Mundial del Trabajo más de la mitad de los trabajadores de todo el mundo ganan menos de dos dólares diarios y no tienen derechos sociales; bajo la apariencia de una gran abundancia la realidad es que el capitalismo se ha consolidado como un gigantesco creador de escasez, pues las tres quintas partes de la humanidad permanecen prácticamente en la miseria.
Y, cuando los líderes de los países más poderosos reunidos en el llamado G20 deciden que hay que tomar medidas para hacer frente a la situación resulta que a la postre no son capaces de llevarlas a cabo porque los financieros y los grandes capitalistas les paran los pies. Es decir, que se comprueba también que el capitalismo es cada más incompatible con la democracia pues no hay manera de que la voluntad de la ciudadanía sea la que se convierta en decisiones políticas. Basta ver lo que está pasando no solo en España sino en toda Europa, en Estados Unidos o en todo el mundo en general para comprobarlo.
Pero no nos podemos engañar limitándonos a señalar que el fracaso que manifiesta la crisis es solo el del capitalismo. Este ha sido en realidad muy exitoso como sistema de dominio, a la hora de evitar que surjan contrapoderes que pongan en cuestión los deseos y los privilegios de los poderosos. Por eso yo creo que es necesario reconocer que el fracaso es también el de todos nosotros, el de los movimientos y organizaciones sociales que hacen frente a todo ello y también el de todas las personas que nos sentimos comprometidas con los ideales de la justicia y la libertad. No se trata de autoflagelarse gratuitamente pero sí de reconocer que la crisis también nos ha demostrado que no se consigue mucho, y desde luego que es imposible evitar que ocurran las cosas que están sucediendo, si cada uno va por su lado, si no ponemos en común aspectos básicos de la lucha, si no actuamos con inteligencia colectiva y con unidad de acción.
Al respecto, me parece oportuno señalar que las izquierdas o en general los movimientos progresistas de todo tipo hicieron suyos con gran compromiso dos ideales fundamentales de la revolución francesa, la libertad y la igualdad, pero que han olvidado la fraternidad. Incluso es curioso que mucha gente de estas corrientes rienda a considerar que se trata de un valor que no es "republicano" o civil sino más bien religioso, algo ñoño que no sirve para la vida política, para la acción social. ¡Qué craso error! Qué error tan inmenso que ha llevado a la dispersión y al fraccionamiento que ha producido la desunión y la tendencia a que cada uno busque su nicho particular en el que se está a gusto porque convive y lucha solo con quienes piensan como él o ella (y eso, cuando ocurre así, porque como es inevitable que la vida y las posiciones y preferencias sean diversas incluso dentro de estos nichos surgen constantemente las disputas...).
Es posible que en esta especie de relación de daños que he expuesto de forma muy resumida no estén todos los elementos que hacen falta tener en cuenta para hacer frente a la situación terrible en la que estamos pero me permito creer que, al menos, están los fundamentales. Y por eso creo que de ellos se pueden deducir algunas conclusiones esenciales en forma de las tareas que me parece que imprescindible asumir si es que de verdad queremos que nuestro compromiso personal contra la injusticia se transforme en una práctica social útil, no frustrante y eficazmente transformadora.
1. Hay que conocer bien la realidad. Hay que estudiar, asimilar, enseñar, difundir y divulgar.
2. Hay que aprender a pensar y a crear pensamiento con los demás. No basta con generar doctrina propia sino conocimiento plural, transversal y compartido. Nuestra inteligencia ha de ser colectiva, la de todos.
3. Hay que actuar juntos. La acción mancomunada es la clave de la transformación social porque sin ella no se genera el contrapoder que frene la injusticia.
4. No hay adversarios entre los que luchan como nosotros por la paz y la justicia. Son, efectivamente, nuestros hermanos y sus posiciones diversas nos enriquecen. Si ponemos en primer lugar lo que nos une no habrá necesidad de combatirlas y no hay por qué reaccionar contra nadie aunque se combatan las nuestras.
5. Hay que poner en marcha programas comunes frente a la crisis que recojan los aspectos básicos en los que se manifiesta: exclusión, falta de financiación, privilegios de la banca, injusticia fiscal, recorte de derechos sociales, mentiras para justificar medidas que nada tienen que ver con la crisis, complicidad de las autoridades, falta de regulación,...
6. Hay que redoblar los esfuerzos para explicar a la gente que la crisis no es un abstracto ni una especie de maldición bíblica contra la que nada se puede hacer sino que es lo que ocurre cada día en concreto y provocado: desahucios, despidos, beneficios supermillonarios de los bancos, robos financieros, fraudes, subidas de precios de servicios básicos...
7. Es fundamental entender y divulgar que la crisis es el resultado de la desigualdad. Hay que hacerle ver a la ciudadanía las diferencias que se están incrementando. Y, sobre todo, del desigual poder que tenemos unos y otros.
8. Y hay que hacer unidos todo esto. Todos los movimientos, todas las personas que de verdad queramos conquistar la paz y la justicia como valores supremos y auténticos de nuestras vidas debemos hacer el mayor esfuerzo que esté en nuestra mano para luchar conjuntamente. Basta ver cómo actúan las derechas y los grande poderes: parecen una sinfónica bien organizada, sin un fallo, sin una nota discordante, sabiendo siempre lo que quieren.
Por el contrario ¿dónde podremos llegar quienes queremos ser la voz de la calle y de los empobrecidos si cada uno y cada una de nosotros va por su lado y tocando su propia música porque cree que la suya es la mejor y la más auténtica de todas?
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