EL POTENCIAL DEL CONSUMO:
Hacia otros mundos posibles
El consumo puede abordarse desde su poder
transformador, y entenderse como uno de los ejes para la construcción de una
sociedad post-capitalista. “Cada acto de consumo es un gesto de dimensión
planetaria, que puede transformar al consumidor en un cómplice de acciones
inhumanas y ecológicas perjudiciales”, escribe el filósofo brasileño Euclides
André Mance.
Del mismo modo, cada acto de consumo puede ser una forma
de activismo que nos lleve hacia un mundo más justo, más humano, y
que, en lugar de alienarnos, nos ayude a desarrollar nuestras capacidades. Se
trata, entonces, de consumir críticamente, y también de consumir con
criterio; esto es, comprar lo que necesitamos y no lo que la publicidad nos
dice que deseamos, y superar la idea de propiedad como única forma de posesión.
El consumo es un acto político.
Las formas alternativas de consumo ayudan
a visibilizar el entretejido de dependencias mutuas y las estructuras de poder
que están por detrás del sistema de producción capitalista, y que, en la actual
fase de la globalización, tiene como protagonistas a las grandes
transnacionales, tanto en la producción como en la distribución. Se trata de
resquebrajar el fetichismo de la mercancía, al visibilizar que detrás
del consumo siempre están los productores y que subsiste el (neo) colonialismo
en la actual división internacional del trabajo, que reserva a los países del
Sur global el pago de las externalidades (esos impactos socio ambientales que
las empresas no contabilizan en sus balances).