26/4/24

La decisión más honesta en estos momentos, es qué hacer con el Tiempo que tenemos

EL CAMBIO DE PARADIGMA ES INEVITABLE      

No temo exagerar el valor y el significado de la vida, sino más bien no estar a la altura de la ocasión que la vida representa. —Henry Thoreau

Cuando Thomas Kuhn describió en la anatomía de las revoluciones científicas, identificó los patrones detrás de todo cambio de paradigma social. Cuando las bases de la comprensión y la percepción se transforman a un nuevo nivel, irrumpe en el orden establecido una crisis que el viejo paradigma no puede resolver.

Según esta teoría, la progresión de la ciencia no se da como una acumulación gradual de conocimiento a lo largo de los siglos, sino como una serie de paradigmas dominantes superados sólo por rupturas revolucionarias o no acumulativas. Kuhn se encargó de demostrar la aplicabilidad de su estudio desde las revoluciones científicas a las políticas. Las revoluciones políticas o sociales se inauguran por un sentido creciente, inicialmente restringido a un segmento de la comunidad. Las instituciones existentes han dejado de satisfacer adecuadamente los problemas planteados por un entorno que han creado en parte.

Tanto en el desarrollo político como científico, la sensación de mal funcionamiento es un requisito previo para la revolución. Esta transición entre paradigmas competitivos no puede hacerse paso a paso, forzada por la lógica y la experiencia neutral; debe ocurrir de una vez —aunque no necesariamente en un instante— o no ocurrirá en absoluto.

La paradoja de nuestra propuesta es que, si buscamos una adaptación justa y pacífica, tendremos que ser profundamente radicales para mantener una sociedad mínimamente organizada en los próximos años.

A pesar de sus críticas posteriores, algunas de las mejores reflexiones de Eduardo Galeano siguen vigentes en Las Venas Abiertas de América Latina. Allí describió la relación entre el sistema de desarrollo hegemónico —capitalista—, y la imposibilidad de transformarlo siguiendo la receta que el mismo paradigma impone:

No asistimos en estas tierras a la infancia salvaje del capitalismo, sino a su cruenta decrepitud. El subdesarrollo no es una etapa del desarrollo. Es su consecuencia.

El subdesarrollo de América Latina proviene del desarrollo ajeno y continúa alimentándolo. Impotente por su función de servidumbre internacional, moribundo desde que nació, el sistema tiene pies de barro.

Se postula a sí mismo como destino y quisiera confundirse con la eternidad.

Toda memoria es subversiva, porque es diferente, y también todo proyecto de futuro. Se obliga al zombie a comer sin sal: la sal, peligrosa, podría despertarlo. El sistema encuentra su paradigma en la inmutable sociedad de las hormigas. Por eso se lleva mal con la historia de los hombres, por lo mucho que cambia.

En la historia de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación.

Ese acto de destrucción, ese quiebre entre paradigmas competitivos no será posible manteniendo lealtades con el difunto. Pero la transferencia de lealtad de paradigma a paradigma es una experiencia de conversión que no puede ser forzada, por eso y más que nunca, tenemos que trabajar para inspirar. Es el gran desafío por delante, romper la inercia del comportamiento de manada que como mamíferos nos domina; si nadie se mueve, nadie cree que puede moverse.

Somos miles, seremos millones

Todos los movimientos en rebeldía, ancestrales y emergentes, tienen —por lo menos— dos características cohesivas. La primera es material, y encuentra fundamento y razón de ser en la coherencia con el diagnóstico empírico de la situación: necesitamos una transformación profunda de las bases del modelo de producción y consumo actual. La realidad geofísica es que si no cortamos a la mitad nuestras emisiones de gases de efecto invernadero en los próximos (pocos) años, y revertimos el exterminio de la biodiversidad, nos vamos a extinguir. El segundo es de índole espiritual: sabemos en múltiples planos no racionales que este sistema ya murió, y acuerpamos este conocimiento silencioso con furia regenerativa.

Los movimientos en rebeldía se perfilan globales, no por ambición sino por necesidad y contexto sociohistórico. La complicidad desde las instituciones nos duele en las entrañas, y no queremos ser cómplices ni testigos de otro genocidio silenciado. En otros momentos de la historia existieron procesos de exterminio masivo que buscaron ser ocultados por las autoridades.

Esta vez tenemos que desafiar la autoridad injusta a tiempo, porque cuando las instituciones y las leyes no nos protegen, el contrato social desaparece y los ciudadanos adquirimos el derecho y el deber a la desobediencia civil.

Nos preguntan si lo que planteamos es una suerte de rebelión. Lo que planteamos es que este modelo es autodestructivo porque está fundado en negar los límites físicos del planeta. Pero como respuesta a esta verdad científica, los gobiernos nos dicen que es política y socialmente imposible cambiar tan rápido.

Esta es la emergencia más enorme a la que nos hayamos enfrentado: nos quedan menos de diez años [<2030] para una transformación de proporciones épicas que no vamos a conseguir sólo poniendo molinos eólicos, instalando paneles solares, reciclando o reduciendo el consumo individual de carne. Necesitamos la movilización de personas más grande de la historia. Cada nuevo anuncio de reactivación económica post-pandemia es una nueva estocada al corazón informado. Profundizar la minería, la extracción de combustibles fósiles y la agroindustria es firmar nuestra propia acta de defunción. Y en todos los países está pasando lo mismo: los rescates financieros para los poderosos de siempre. La distribución de la torta brillando por su ausencia. Nos están obligando a salir con cada nuevo acuerdo con China negociado a puertas cerradas en despachos oscuros, con cada nuevo Consejo Agroindustrial metiendo leyes por la ventana para profundizar un modelo que ya se demostró agotado. Durante los últimos 20 años los gurús de la comunicación y la psicología nos dijeron que si decíamos la verdad, en lugar de propiciar un llamado a la acción efectivo, seríamos impulsores de que todo el mundo se deprima. Esta puede ser una presunción acertada, pero es ciertamente incompleta: las sociedades son sistemas complejos gobernados por dinámicas no lineales. Nosotros creemos que cuando abandonemos la falsa esperanza, podrá generarse una motivación masiva.

El punto ciego de toda civilización

Una de las cosas más hermosas que están sucediendo en estos momentos, es que la irrupción de las nuevas formas de activismo urbano y digital en la escena política mundial. Esto ayudó a desencadenar una fuerza contenida en antiguas tradiciones de sabiduría, en las que se otorga un lugar significativo para la desesperanza y la desesperación.

Las reflexiones contemporáneas sobre el crecimiento emocional e incluso espiritual de las personas como resultado de su desesperanza y desesperación se alinean con estas ideas ancestrales. La pérdida de una capacidad, un ser querido, un estilo de vida, o la recepción de un diagnóstico terminal, se experimentan como un desencadenante de nuevas formas de autopercibirnos, y de percibir al mundo. La desesperanza y la desesperación son una primera barrera, pero también son la fuerza ígnea que nos prende fuego a la piel vieja para que la nueva pueda aflorar.

En tales contextos de crecimiento personal, la falsa esperanza de volver a un estado de situación conocido y confortable no es algo bueno de mantener. Nos vuelve temerosos, instala el miedo a explorar las fronteras de lo posible; abandonar la esperanza de que una forma de vida continuará, abre un pluriverso para esperanzas alternativas.

En el contexto de crisis existencial en el que nos encontramos, con un mundo desmoronándose ante nuestros ojos debemos construir de forma colectiva una esperanza radical. Este es el punto donde la realización personal se cruza con lo que el mundo está necesitando. Nos invita a explorar lo que podríamos aprender de otras culturas que se han enfrentado a catástrofes, a intentar trascender el punto ciego de toda civilización: la incapacidad de concebir su propia extinción. Explorar formas de esperanza que no estén basadas en la negación, ni el falso optimismo. Esperanzas radicales con la incertidumbre como timón. Orientados hacia una bondad futura que trasciende la capacidad actual de entender de qué se tratará nuestro propio futuro.

El capitalismo ha sido tan efectivo en su método que logró bloquearnos la glándula imaginativa. Aquella por la cual podemos salir del corsé de conocimientos formales que nos inculcaron en la escuela y las universidades, y atrevernos a cuestionarlo todo.

En el anhelo de fortalecernos en la trama colectiva, que ya está poniendo manos en la Tierra para construir un mundo post-colapso, es probable que haya que renunciar a trabajos. Dejar carreras. Mudar territorios. Quizás no. Pero, en cualquier caso, lo que hagamos de aquí en adelante debe tener un horizonte de adaptación profunda a una nueva realidad. El rol que decidamos desempeñar en la construcción de resiliencia comunitaria repercutirá directamente en nuestras propias vidas y las de los otros seres sobre este planeta rumbo a la extinción.

Convivir con la incertidumbre es un desafío enorme, pero confío en que, además de luchar por la obsolescencia de este sistema de muerte, podremos recoger la herencia de múltiples sabidurías pasadas y tradiciones orales que cantaban lo mismo: hay un sutil magnetismo en la Naturaleza, y si nos entregamos a él nos guiará correctamente.

Vimos que no es posible gestar el cambio necesario desde el sistema institucional que conocemos y somos conscientes del miedo que produce leer este mensaje de fallas y sombras.

Quizás ahora estén queriendo volver al mundo que conocían antes de leer este libro, pero es importante que sepan que no están solas. No están solos. Somos más de lo que nos quieren hacer creer y estamos listos porque nos han traído al límite de una situación imposible y no tenemos alternativa. La transformación tiene que empezar hoy y tiene que ser enorme.

Desproporcionada. Más allá de lo posible.

La decisión más honesta que podemos tomar en estos momentos de incertidumbre, es qué hacer con el Tiempo que tenemos.

Nadie lo va a hacer por nosotros. El poder real nos pertenece, abracémoslo. Con amor y furia.

El Tiempo no es mucho. Y para que sea justo, deberá ser desobediente.

(Texto final del libro Extinción: la supervivencia de la Humanidad en juego, 2020.)

FLAVIA BROFFONI

Activista y politóloga. Especializada en relaciones internacionales y desarrollo regenerativo.. Autora del libro Extinción, protagonista en la serie documental The Changemakers. Es cofundadora del movimiento Rebelión o Extinción Argentina.

 

https://www.15-15-15.org/webzine/2024/04/25/movimientos-en-rebeldia-resistencia-y-regeneracion/

 

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