11/12/19

Una cantidad escasa y siempre finita de bienes basta para crear la riqueza general

LA ECONOMÍA DE LA ABUNDANCIA

Una de las características que han acompañado a los seres humanos ha sido la creación de formas sociales que les permitieran perdurar a lo largo del tiempo captando la energía disponible en el entorno en que vivían. Cada sociedad ha resuelto el satisfacer sus necesidades mediante diferentes formas de compartir con el medio donde se asientan y de esta manera recrear su identidad colectiva e individual. El flujo energético que permite la vida de los grupos sociales establece la base mediante la cual se despliega su forma de estar en el lugar.

Hace miles de año los ciclos y procesos de la vida formaban parte de la propia vida cotidiana de las personas. Vivían inmersas en los fenómenos y en los ciclos de la naturaleza. Para Marshall Sahlins, quienes conocían la verdadera abundancia, a pesar de su absoluta ‘pobreza’, eran los cazadores recolectores. Los primitivos no poseen nada propio, no están obsesionados por sus objetos, que van descartando para desplazarse más cómodamente. No hay entre ellos ningún aparato de producción ni de ‘trabajo’: cazan recolectan ‘con tranquilidad’, podríamos decir, y comparten todo entre sí. La prodigalidad es total: consumen todo de entrada, sin cálculo económico y sin almacenar. Confía en la riqueza de los recursos naturales.


La ‘imprevisión’ y la ‘prodigalidad’ colectivas, características de las sociedades primitivas, son el signo de la abundancia real. Lo que funda la ‘confianza’ de los primitivos y lo que hace que vivan la abundancia aun pasando hambre es, finalmente, la transparencia y la reciprocidad de las relaciones sociales.

En la economía del don y del intercambio simbólico, una cantidad escasa y siempre finita de bienes basta para crear la riqueza general, pues esos pocos bienes pasan constantemente de unos a otros. La riqueza no se basa en los bienes, sino en el intercambio concreto ente las personas, por lo tanto es ilimitada, ya que el ciclo del intercambio no tiene fin, aunque se dé entre un número limitado de individuos, pues cada momento del ciclo de intercambio agrega valor al objeto intercambiado.

El ser humano ha sobrevivido sin prácticamente alterar la naturaleza durante cientos de miles de años; visto como una máquina funciona con algo menos de 100 vatios de energía. Esto es las 3.000 kilocalorías de ingesta diaria transformadas en una forma eléctrica de potencia.

Antaño, el cielo estaba tan cerca de la tierra que bastaba con extender la mano para recortar un trozo de firmamento y alimentarse con él. Entonces los hombres se conformaban con alimentos crudos como los animales, como ellos, ignoraban el pudor. Era la edad de oro”

Mito de los Mossi


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