19/7/11

FES-TE CÀRREC DE LA TEVA EDUCACIÓ

Educación avanzada

12 cosas que tal vez no hayas aprendido en un aula

Una persona realmente educada ...

  • Establece un conjunto individual de valores, pero reconoce los de su comunidad circundante y los de las diversas culturas del mundo.

  • Explora su propia ascendencia, su cultura y lugar.

  • Se siente cómoda estando a solas, sin embargo, entiende la dinámica entre las personas y forma relaciones sanas.

  • Acepta la mortalidad, sabiendo que cada decisión afecta a las generaciones venideras.

  • Crea cosas nuevas y encuentra nuevas experiencias.

  • Piensa por sí misma, observa, analiza y descubre la verdad sin recurrir a las opiniones de los demás.

  • Es partidaria del amor, la curiosidad, el respeto y la empatía en lugar de la riqueza material.

  • Elige una vocación que contribuye al bien común.

  • Disfruta una variedad de nuevos lugares y experiencias, pero identifica y aprecia el lugar al cual llamar hogar.

  • Expresa su propia voz con confianza.

  • Añade valor a cada encuentro y a cada grupo del que forma parte.

  • Siempre se pregunta: "¿Quién soy yo? ¿Dónde están mis límites? ¿Cuáles son mis posibilidades?"

Hazte cargo de tu educación

Nadie te da una educación. Si quieres una, tienes que tomarla. 

Solo tú puedes educarte—y no puedes hacerlo sólo de memoria. Tienes que averiguar quién eres, por experiencia propia y tomando riesgos, y luego seguir tu propia naturaleza con intensidad. Las rutinas de la escuela se instalan para desalentarte del autodescubrimiento. Las personas que saben realmente quiénes son representan un problema para las escuelas.

Para conocerte a ti mismo debes llevar un registro de tus elecciones casuales, entender los patrones subyacentes y usar este conocimiento para dominar tu propia mente. Es la única manera de que el libre albedrío pueda crecer. Si evitas esto, las mentes de otros te manipularán y controlarán toda la vida.

Un método que la gente usa para saber en qué se están convirtiendo, antes de que otros lo sepan, es mantener un diario, donde registran lo que atrae su atención, junto con algunos comentarios. De esta manera, se llega a escuchar a uno mismo en vez de escuchar sólo a los demás.

Otro camino hacia el autodescubrimiento que parece haberse atrofiado a través de la educación, consiste en encontrar un mentor. Los mentores no sólo son personas. Los libros pueden servir como mentores si aprendes a leer intensamente, con cada sentido alerta a los matices. Los libros pueden cambiar tu vida, como lo hacen los mentores.

He experimentado muy poco de este pensamiento en 30 años de enseñanza en escuelas públicas secundarias del ultra progresista Upper West Side de Manhattan. Me he sentido por momentos divertido, disgustado, o incrédulo cuando me enfrentaba con el eterno plan de estudios de ejercicios de fracciones y decimales, tareas de lectura de ciencia ficción, Jack London, y una o dos obras de Shakespeare para las cuales el lenguaje se había simplificado. La estrategia era matar el tiempo y evitar los peores tipos de aburrimientos que pueden causar problemas—el problema que surge de ser consciente de que estás atrapado en la irrelevancia… y sin poder escapar.
Gradualmente me di cuenta que la enseñanza institucionalizada tiene que ver con la obediencia a cambio de favores y ventajas: Siéntese donde le digo, hable cuando lo permita, memorice lo que yo he dicho que memorice. Haga estas cosas y yo me encargaré de ponerle por encima de sus compañeros de clase.
¿No crees que todo el mundo puede darse cuenta de que "las pruebas de rendimiento escolar" no miden ningún rendimiento que el sentido común reconozca? La entrega que se requiere de los estudiantes cumple con el deber primordial del establishment burocrático: proteger el orden establecido.
No siempre fue así. La enseñanza clásica, (el tipo que tuve la suerte de haber experimentado) enseña el pensamiento independiente, el aprecio por las grandes obras, y una experiencia del mundo va más allá de los límites de un aula. Es una educación que falta en las escuelas públicas de hoy, pero todavía existe en muchas escuelas privadas, y está al alcance tuyo y de tus hijos, también, si te tomas el tiempo para aprender a aprender.

En el barrio equivocado de la ciudad

En el otoño de 2009, un documental será lanzado por una residente de mi ciudad natal, Monongahela, Pennsylvania. La película de Laura Magote One Extraordinary Street ("Una calle extraordinaria"), trata sobre un camino, de dos millas de longitud, que discurre en paralelo al contaminado Pigeon Creek. Park Avenue, como es su nombre, está en el lado equivocado del camino en esta ciudad poco conocida, dedicada a la minería del carbón, de 4.500 almas.
Park Avenue hasta la fecha ha producido un jefe del Ejército, el fundador de Disney Channel, el inventor del fútbol Nerf, el único jugador de béisbol profesional que alguna vez suprimió a sus 27 bateadores enemigos en un juego de nueve entradas, un ganador del Premio Nacional del Libro, un cardiólogo respetado, el estratega del Salón de la Fama, Joe Montana, y el escritor cuyas palabras estás leyendo.
¿Acaso la educación que ofreció Monongahela logró que estos milagros fueran posibles? No lo sé. Se trataba de una educación llena de experiencia práctica, incluyendo el cocinar las comidas escolares, servirlas de forma individual (no al estilo cafetería), en manteles, y después limpiar. Los estudiantes ayudaban con el mantenimiento diario, incluyendo las reparaciones básicas. Si no estabas ganando dinero y agregando valor a la ciudad a la edad de siete años, eras considerado un idiota. Yo barría una oficina de impresión de diarios, vendía periódicos, quitaba la nieve con pala, cortaba hierba y vendía limonada.
La escuela clásica no está impulsada por la psicología. Los antiguos griegos descubrieron hace miles de años que las normas y los procedimientos blindados, cuando se toman demasiado en serio, queman la imaginación, ahogan el valor y borran del liderazgo cualquier inventiva. La educación griega era más parecida al juego, con estudios abordados por el placer del estudio, para satisfacer la curiosidad. Suponía que los niños sanos quieren crecer y reconocía que la infancia termina mucho antes de lo que permite normalmente la sociedad moderna.
Leíamos la Guerra de las Galias de César, la versión traducida entre quinto y séptimo grado, y para aquellos que querían, en latín en noveno y décimo grado. César no se nos ofrecía como una reliquia histórica, sino como un taller en cómo dividir y conquistar enemigos superiores. Leíamos la Odisea como una ayuda para pensar en el rol de la familia en una buena vida, como un palpitante corazón de significado.
La educación de Monongahela integraba a los estudiantes, desde primer grado en adelante, en la vida íntima y la cultura de la ciudad. Sus aulas estaban libres de las herramientas habituales de los libros pedagógicos de bajo perfil, exámenes estandarizados irrelevantes, en secuencias ralentizadas hasta la locura. Se trataba de una educación rica en relaciones, tradición y respeto por lo mejor que se ha escrito. Fue una crianza que exigía verdaderos logros.
El director de admisiones de la Universidad de Harvard le contó al New York Times hace algunos años que Harvard sólo admite a estudiantes con un historial de logros distintivos. De inmediato pensé en la Neolengua Orwelliana en mi propia escuela de Manhattan, donde las pruebas de rendimiento están a la orden del día. ¿Cuáles logros? Como la alborotada reina que intimidaba a Alicia, hasta que ésta aclaró su cabeza y se dio cuenta de que eran tan sólo un paquete de naipes, el rendimiento escolar es sólo un paquete de palabras.

Un saboteador intencional

Como maestro, yo estaba decidido a actuar como un saboteador intencional, y así durante 30 años me levantaba comprometido a hacer algún daño pequeño al sistema, y hacer un cambio grande en el destino de los niños en mi órbita.

Sin la base ecléctica en formación clásica que yo había absorbido en parte, estos dos objetivos no hubieran sido posible. Comencé a utilizar el énfasis clásico en cualidades y competencias específicas. Recogía de cada niño una lista de las tres competencias que sentían que ya poseían, y de los tres puntos débiles que les gustaría subsanar en el transcurso del año escolar.
Me comprometía con ellos a que haría mi mejor esfuerzo, dentro de las limitaciones impuestas por la institución, para hacer tiempo, asesoramiento y apoyo disponibles hacia las metas particulares de cada uno. Habría clases grupales tan importantes como yo podría llegar a hacer, pero mis prioridades eran las oportunidades fuera del aula, fuera de la escuela, incluso fuera de la ciudad, para fortalecer una competencia o trabajar en una debilidad.
Dejé que un niño de 13 años de edad, que soñaba con ser un escritor de comics, pasara una semana en la biblioteca pública, con la ayuda del bibliotecario, para aprender los trucos de la narración gráfica. Envié a una tímida chica de 13 años junto a un compañero de clase chillón a la capital del estado para hablar con su legislador local, para que le enseñara a ser valiente. Hoy, esa chica tímida es abogada penalista.
Si entiendes a dónde quiere ir un niño, el chico tiene que entenderlo primero, no es difícil diseñar ejercicios, con todos los componentes académicos, que pueden llevarlo allí.
Pero la escuela a menudo actúa como un obstáculo para el éxito. Ir del confinamiento de la primera infancia al confinamiento de la clase y al confinamiento de los deberes escolares, trabajar para reunir expediente académico dándote derecho a una "buena" universidad, donde la reducción radical de tu espíritu continuará, no es probable que construya tu carácter o te prepare para una buena vida.
Dejé la enseñanza en 1991 y me propuse descubrir de dónde había llegado esta institución destructiva, por qué había tomado la forma que tenía, cómo se las arregló para hacer retroceder a sus numerosos críticos durante un siglo, mientras crecía cada vez más grande y más intrusiva, y qué podríamos hacer al respecto.
La escuela hace exactamente lo que fue creada para hacer: resuelve, o al menos atenúa el problema de una fuerza laboral inquieta y ambiciosa, tan letal para las economías capitalistas; y enfrenta otro de los problemas mortales de la democracia, que la gente común algún día pueda aprender a unirse, trabajar juntos por el interés común y tomar el control de las instituciones que conforman sus vidas.
El actual sistema de enseñanza institucionalizada es un producto de dos o tres siglos de pensamiento económico y político que se propagó principalmente desde un estado militarista en las desunidas Alemanias conocidas como Prusia. Esa filosofía destruyó la formación clásica para la gente común, reservándola para aquellos que se esperaba se convirtieran en líderes. La educación, en palabras de economistas famosos (como William Playfair), los capitanes de la industria (Andrew Carnegie), e incluso un hombre que sería presidente (Woodrow Wilson), era un instrumento para mantener en linea a la clase media y baja, y conservar en marcha los motores del capitalismo.
En su discurso de 1909 a los profesores de Nueva York, Wilson, entonces presidente de la Universidad de Princeton, dijo: "Queremos una clase de personas que tengan una educación liberal, y queremos otra clase de personas, una clase necesariamente mucho más grande, que renuncie al privilegio de una educación liberal".
Mi trabajo no es acusar a Woodrow o cualquier otro, sólo mostrar cuan inevitables deben ser las escuelas que odias, en la economía y el orden social con los que estamos atascados. La educación liberal le fue útil a los antiguos griegos, hasta que llegaron a ser demasiado ricos para permitirla, al igual que le sirvió a Estados Unidos de la misma forma hasta que llegamos a ser demasiado ricos para permitirla.                                               

¿Qué puedes hacer con todo esto? Mucho

Puedes hacerle al sistema una oferta a la cual no puede negarse, haciendo cosas pequeñas, de forma individual.
Puedes oponerte públicamente—por escrito, en discursos, en acciones—a cualquier cosa que pueda perpetuar la institución tal como es. El peso acumulado de tu resistencia y desaprobación, junto con la de miles de personas, socavará la energía de cualquier burocracia.
Puedes negarte tranquilamente a tomar los exámenes estandarizados. Seguir el ejemplo del genio moral de Melville, en Bartleby, el Notario, y pedirle a todos, amablemente, a que escriban: "Yo prefiero no tomar esta prueba" en la carátula del libro de examen.
Puedes, por supuesto, educarte en casa o sin escuelas. Puedes informar a tus hijos que las malas calificaciones no les harán daño en la vida, si realmente aprenden a dominar sus valiosas habilidades y los ofrecen al mundo entero. Y puedes comenzar a liberarte del miedo condicionado de que si no eres aceptado en una "buena" universidad, se descartarán tus posibilidades de una vida cómoda. Si la falta de un título universitario no detuvo a Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Microsoft), Michael Dell (Dell Computer), Larry Ellison (Oracle), Ingvar Kamprad (IKEA), Warren Avis (Avis Rent-a-Car), Ted Turner (CNN) y tantos otros, entonces no debería ser demasiado difícil para tí que veas que has sido embaucado, despistado, tratado como un bobo por la propaganda escolar. Deshazte de tus suposiciones.
Si estás interesado en la educación, he tratado de mostrarte un poco cómo está hecha, y tengo fe de que puedes aprender el resto por tu cuenta. La escolaridad opera sobre la base de que la gente común es inferior, biológica, psicológica, o políticamente; la educación presupone que los individuos son espíritus soberanos. Las sociedades que no saben eso necesitan ser cambiadas o desechadas.
Una vez que asumes la responsabilidad de tu propia educación, te unirás a un creciente ejército de hombres y mujeres en todo Estados Unidos que están notando el desajuste de las escuelas, que infligen a los jóvenes a un desequilibrio entre lo que el sentido común le dice que necesitará saber, y lo que realmente se enseña. Tendrás el lujo exquisito de ser capaz de adaptarte a las condiciones, a las oportunidades, a los espíritus únicos de tus hijos. Contigo como el zar o la zarina de la educación, la retroalimentación se convierte en tu amigo y guía.
He viajado 3 millones de millas a cada rincón de este país y a otros doce, y créeme, en todos lados la gente posee cada vez más conciencia y se destaca en nuevas direcciones. No esperes a que el gobierno te dé su permiso, sólo métete—el agua está perfecta.

Gatto enseñó en las escuelas de la ciudad de Nueva York durante 30 años y fue nombrado Profesor del Año del Estado de Nueva York, pero sus experiencias le convencieron de que lo que los estudiantes necesitan es menos tiempo en las aulas y más tiempo en el mundo exterior. La construcción del carácter y la comunidad, afirma Gatto, son más valiosas que aprender de agotadores libros de texto y rígidas clases planificadas.

John Taylor Gatto escribió este artículo para Una educación para toda la vida, de YES! Magazine. Gatto fue Maestro Estatal del Año en Nueva York. Defensor de la reforma escolar.

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