EL PUENTE DONDE HABITAN LAS MARIPOSAS
![]() |
| VER LIBRO |
La neurocientífica Nazareth Castellanos nos enseña en este libro que podemos
«encontrar una mejor versión de nosotros mismos» con solo una condición:
proponérselo, querer mejorar.
Según ella, más del 90 % de las personas viven sin intención de mejorarse. Eso, unido a que el 70 % de la población ha padecido tormentas potencialmente traumáticas, hace que la probabilidad de ser alguien, o encontrarse con alguien, que sufre o que hiere sea muy alta. Para que quede claro: «Todos vamos a sufrir por hábitos que se podrían haber evitado, si nos lo hubiéramos propuesto.
Todos vamos a sufrir por los bandazos que otros podrían haber evitado si se lo hubieran propuesto. Reconocer nuestro impacto sobre los demás y el de los demás en nosotros nos invita a seleccionar a quién nos acercamos y de quién nos alejamos».La doctora Castellanos utiliza el término biosofía para referirse a la
sabiduría que se extrae del estudio de la vida o del estudio del organismo.
Para ello —y para la necesaria divulgación científica— considera esencial el
uso de la filosofía y reclama recuperar la relación entre ciencias
y humanidades que, en algún momento, se perdió. Con esa base, el
libro pretende traducir en términos biológicos el ensayo Construir
Habitar Pensar de Heidegger (1951).
Construir
Cuando se reconstruye una ciudad destruida siempre se
pretende conservar lo bueno y conseguir algo mejor. De similar manera, los
humanos nos vamos construyendo a nosotros mismos día a día. A veces,
construimos muros para defendernos, y otras, puentes para cuidarnos. Podemos
cultivar fortalezas, miedos, agresividad… Los momentos duros de la vida suelen ser buenos para madurar.
Aunque los podemos utilizar para atrincherarnos en lo conocido, para sentirnos
víctimas, también se puede mirar con humildad y honestidad hacia dentro y
evaluar si hay algo que cambiar.
Ante una ciudad
—o persona— destruida, podemos evaluar cómo se ha llegado a esa
situación siendo conscientes de la influencia del contexto y de los ancestros.
Si encuentras hábitos o creencias que te causan dolor, será más sensato
destruirlas que reconstruirlas. Se trata de madurar y moldear nuestra vida. La
autora lo resume en una frase: «Somos
lo que hacemos con nosotros».
Se sabe que el cerebro es un órgano que se ha adaptado a las
condiciones actuales (luz, gravedad terrestre, etc.) y que, además, se adapta
ante cambios en esas u otras condiciones. La salud psicológica está influenciada por multitud de aspectos,
como la presencia o no de zonas verdes en nuestro lugar de residencia. Un
simple paseo entre árboles aporta múltiples beneficios mentales, lo que permite
a Castellanos concluir que podemos
construir nuestra salud y que «tenemos a la naturaleza como aliada».
Aunque estamos ligados a nuestro ADN (genética), nuestro
estilo de vida y el entorno pueden activar o desactivar ciertos genes (es lo
que se conoce como epigenética). Más aún, recientes estudios apuntan a que las
condiciones de vida, igual que un hecho traumático o un cuidado amoroso de los
padres, no solo influyen en la persona afectada, sino también en su
descendencia.
Una de las
propiedades intrínsecas del cerebro es que se trata de un «sistema que ha
evolucionado para cambiar». No es algo estático. Es un órgano que
evoluciona. Si a una persona le tapas los ojos durante unos pocos días, el
cerebro experimenta cambios en las áreas visuales, fortaleciendo funciones para
compensar esa pérdida. La llamada corteza cingulada media anterior (AMCC) es
una región cerebral que evalúa el esfuerzo necesario para conseguir ciertas
metas (controla la fuerza de voluntad). «Prácticas como la meditación, el
ejercicio físico, alimentar la curiosidad intelectual o las técnicas de
respiración ayudan a reforzar esta estructura cerebral». «La acción de la AMCC
es muy evidente cuando realizamos un esfuerzo cuyos beneficios se observan a
corto plazo. El problema reside en aquellas empresas cuyos frutos maduran a
medio o largo plazo».
Estudios recientes señalan que los humanos tendemos a
subestimar el esfuerzo de las tareas y cuánto más lejana esté la meta, mayor es
el error cometido. El cerebro aprende cuántos beneficios obtiene por cada
acción en comparación a lo esperado. Para ello, mide el placer, la dopamina. Si
algo es placentero, apostamos por reiterarlo; y si en algo no vemos resultados,
lo evitamos. De ahí que, las acciones con beneficios a largo plazo (como
estudiar una carrera) sean rechazadas por muchas personas. Conociendo esto, lo
inteligente es plantearnos «metas
a corto plazo y expectativas realistas». En vez de pensar en acabar un
grado universitario, es mejor centrarse en aprender una lección concreta de una
asignatura. Controlar el pensamiento, nos facilita alcanzar metas a corto y
largo plazo. Además, se ha descubierto algo magnífico: «la tenacidad engendra
más tenacidad».
Habitar
Las personas suelen mostrarse reticentes a efectuar
una introspección, el acto
de observarnos a nosotros mismos para mejorar. A veces, hay mucho dolor que se
prefiere ocultar y se usan excusas, se culpa a otros o nos mantenemos ocupados
(hiperactividad). Todo para evitar sentarnos en silencio y con calma ante
nosotros mismos. «Nuestras partes oscuras tienen mucho que contarnos».
La introspección
requiere tranquilidad y reflexión. Además, «la calma mental es la antesala indispensable de una buena acción».
Practicando la calma (con técnicas de respiración, por ejemplo) se propicia la
aparición en el cerebro de ondas
alpha (lentas), las cuales ayudan a tomar buenas decisiones y
contrarrestan la tendencia a la divagación mental. El obstáculo más grande es,
por curioso que parezca, nuestra propia indiferencia.
Cuando el cerebro está en modo consciente, concentrado en una tarea, consume más energía que
cuando está en el llamado «modo por
defecto cerebral». Este último sirve para cosas como la consolidación de
la memoria o la regulación emocional. Existe también un modo híbrido: «somos capaces de
realizar una tarea de forma automática, sin ser conscientes de ella».
«Mantenernos en piloto automático nos ahorra mucha energía, pero el precio es
alto. Cuanto más tiempo transitemos en ese estado, mayor será la sensación
de insatisfacción vital».
Castellanos nos dice que su área preferida del cerebro es la
corteza cingulada anterior (ACC), porque se asocia al bienestar y la calma y,
además, se puede activar de una forma extraordinariamente simple: observar nuestra respiración. Es ahí
donde esta científica sitúa la paz y el recogimiento adecuados para lo que
entiende por «habitar».
«Dedicamos pocos esfuerzos a estar bien, porque nuestra visión sanitaria sigue apoyándose más
en un enfoque curativo que preventivo», lamenta la doctora Castellanos
mientras nos alerta de la influencia de la alimentación y del vivir
con prisas.
Los problemas
mentales son frecuentes, se hable o no de ellos y se traten o no de
forma directa. Y atención: afectan a todos los rangos de edades. Para ello,
sugiere mejorar la educación con
el objetivo de enseñar a cuidar de
nuestra mente y estudiarnos a nosotros mismos. Ahorraríamos mucho
en sufrimiento y en dinero.
Esta neurocientífica afirma que «la falta de calma o nerviosismo conlleva confusión». Y lo explica
así: en una situación difícil, el cerebro libera glucocorticoides (hormonas a
las que pertenece el cortisol) que preparan nuestro cuerpo para la lucha, y da
igual que las batallas sean sin violencia física. El cortisol aumenta el azúcar en
sangre y con ello el ímpetu físico, lo cual es positivo en caso de lucha. En
cambio, el cortisol tiene multitud de efectos secundarios negativos, tales como
actuar como un inmunosupresor (atenúa
el sistema inmune), ralentizar la digestión o reducir la capacidad de memoria,
la de aprendizaje y la coordinación entre neuronas. Entre otras consecuencias,
también está la de potenciar recuerdos negativos.
Todo ello, junto, conlleva una percepción sesgada de la
situación, que no solo impide encontrar soluciones reales, sino que, encima,
favorecen el combate. Conclusión: en
situaciones de estrés, ansiedad, miedo, ira, etc., la percepción es errónea y
las decisiones difícilmente serán las mejores. En estos estados se
produce una respiración acelerada (hiperventilación) que reduce el nivel de
dióxido de carbono en sangre, lo cual baja la producción de vitamina D, cuyo
impacto en la salud mental está bien documentado. Las personas con peores
índices de bienestar, muestran una mayor duración de la apnea (fase entre la
exhalación y la inhalación).
Esta respuesta del cerebro es automática, pero no
inevitable. Se puede detener de forma voluntaria. Se sabe que una respiración rítmica tranquiliza al
cerebro. En cambio, una
respiración irregular genera estrés. Escuchar a nuestro cuerpo, es otra
recomendación del libro.
En la salud cerebral también influye la salud de la microbiota intestinal (bacterias,
virus, hongos) y, en esto, un ingrediente clave es lo que comemos.
Un ejercicio
simple que propone es permanecer sentados, en cualquier lugar y
postura, siempre que se mantenga la espalda recta y, entonces, concentrarse en la respiración sin alterarla. En menos de
media hora se consigue un crecimiento de las conexiones neuronales, aumenta
el bienestar y se
alejan los problemas mentales. «La actividad del cerebro es mayor cuando la
mirada se dirige hacia dentro que cuando observamos lo ajeno». La respiración es un lugar seguro que siempre
tenemos con nosotros, y que nos protege de una vida estresante.
Practicar este ejercicio de forma regular ayuda a responder mejor ante
situaciones indeseadas.
Ponernos como espectadores de nosotros mismos,
abandonar nuestro teatro,
resulta de gran ayuda. Al hacerlo, notaremos que el cerebro se va
involuntariamente a otras tareas. Estos despistes hay que tratarlos como algo natural. Al
detectarlos, simplemente, hay que felicitarse por haber tomado conciencia de la
distracción, y volver a la respiración.
Otras investigaciones han revelado que respirar lento no solo nos lleva a la calma,
sino que reduce los dolores. Se pueden contar los segundos al inspirar y
espirar en el doble de tiempo. Poco a poco, podemos aumentar esos segundos
conforme mejoremos nuestra práctica. La ciencia está demostrando los enormes beneficios de la meditación que
proponen las filosofías y religiones orientales. Aquí te dejamos un
ejemplo de meditación
por los bosques.
Pensar
Diversos estudios han concluido que «no nos gusta estar a
solas con nuestra propia mente». Es decir, preferimos hacer cualquier cosa
antes que simplemente pensar. Y esto es así en todas las edades, niveles
educativos o ingresos económicos. Controlar la mente es algo incómodo. Y ahora,
las redes sociales dan entretenimiento a raudales, excusas para no pensar,
pero, entre los adolescentes hay
una fuerte correlación entre usar redes sociales y padecer ansiedad. Más
aún, el estrés que transmiten los medios se contagia a nuestro comportamiento,
que será más alocado y menos reflexivo, incluso aunque culpemos a otras causas.
Leer noticias
negativas aumenta la producción de cortisol y esto dificulta un
buen comportamiento. Por otra parte, las mujeres parecen ser más sensibles a
este impacto. Para contrarrestar el efecto tóxico de las noticias negativas, en
Blogsostenible ponemos mucho empeño en recopilar y divulgar buenas
noticias ecoanimalistas. Te recomendamos que las leas y las disfrutes.
Con respecto al pensamiento,
nos indica que puede estar en múltiples niveles que oscilan entre el dirigido o plenamente
consciente; y los pensamientos automáticos, no elegidos a voluntad. El
nivel más bajo es el sueño. Entre estos extremos, está el antes aludido «piloto
automático», el diálogo interior que repite nuestra narración del mundo,
preocupaciones involuntarias (como la tristeza) o cuestiones sensoriales (dolor
o necesidades fisiológicas). «Una
mente divagante es una mente infeliz». Por eso, se aconseja tener nuestra mente lo más
consciente posible. Que la mente divague puede dar frutos creativos,
pero también debilita la fuerza para estar de forma consciente.
El monólogo
interior, con uno mismo, es espontáneo, molesto a veces, con una lógica
de realismo mágico, desobediente… pero ejerce un gran poder en nuestras vidas. Hay que tener presente que
este diálogo interior refleja lo que hemos visto en el hogar y en el colegio y
no es algo estático, sino que hay técnicas para —con voluntad— mejorarlo.
Por ejemplo: intentar no pensar en algo es la mejor forma de
pensar sobre ello. Por el contrario, para evitar un pensamiento obsesivo
resulta más útil reconocer con humildad nuestra incapacidad de eliminarlo y
aceptar ese pensamiento o, incluso, dedicarle tiempo en exclusiva. Por otra
parte, un pensamiento repetitivo puede tender a modificar la realidad y a
construir recuerdos falsos.
Lo que nosotros nos
decimos «se traduce en la química del cuerpo». Cuando nuestro monólogo
es de ánimo a nosotros mismos, se consiguen
mejores resultados que cuando adopta un tono pesimista y duro. Otra técnica es darnos sugerencias
como si fuésemos otra persona, porque aconsejar a otro siempre es más fácil.
Cuando cometemos un
error debemos reflexionar para mejorar y corregir nuestros actos, pero no ayuda
abusar de una «autocrítica dañina», excesivamente dura y que podría
generar trastornos, tales como: valorar como erróneas conductas que no lo han
sido, exceso de culpabilidad, tendencia a la inseguridad e inhibir la conducta
(censura). Por el contrario, se
puede cultivar la compasión, lo cual mejora la empatía y evita
conflictos. Las personas que no son amables consigo mismas sospechan de la
amabilidad de los demás; y los ven como amenazas.
Ante la realidad de cambiar nuestra mirada, nuestras
palabras y nuestras sensaciones, Nazareth Castellanos nos alienta: «Qué coraje
hay que llevar dentro para dejar de ser quien se fue. Todos deberíamos
experimentar ese renacer en el que comenzamos a caminar con amor en la mirada;
un amor y un cuidado dirigidos hacia dentro». Se puede haber tenido un pasado
duro, doloroso o turbio; pero lo que cuenta es el futuro y saber que «no hay
mayor aliado que la intención».
Concluyendo
Todos tenemos la capacidad de transformarnos, de moldear y de adaptar nuestro
cerebro. Santiago Ramón y
Cajal decía: «Lo peor no es cometer un error, sino tratar de
justificarlo en vez de aprovecharlo». Muchos inician su transformación en
profundidad cuando sufren un episodio dramático o cuando ven cerca el final de
su vida. Pero es mejor hacerlo en el día a día, tanto ante buenos como ante
malos momentos. Al permitir —con conciencia— que existan los malos pensamientos
es más fácil que se disuelvan: «respirando
la emoción», explica Castellanos.
La autora nos recuerda la importancia también de cuidar el cuerpo: dieta, ejercicio,
respiración… Al igual que es bueno hacer ejercicio físico, también lo es el
ejercicio mental. Y curiosamente, la práctica del yoga une ambos
aspectos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario