15/9/22

Una pedagogía de lo común ofrece la posibilidad de estimular la imaginación colectiva

EDUCACIÓN ECOSOCIAL PREFIGURATIVA            

Frente al colapso medioambiental y civilizacional

En este artículo esbozamos la propuesta de una Educación Ecosocial Prefigurativa que se corresponda, aquí y ahora, con las exigencias y urgencias que plantea el estado de colapso al que, de manera más o menos inminente, nos enfrentamos como especie y como civilización humana.

Según muchos datos científicos disponibles estamos viviendo y sufriendo los inicios, ya avanzados, de un desequilibrio sistémico total en nuestro planeta. Un momento de tránsito hacia un estado desconocido. Una espiral de transformaciones no predecibles que impacta tanto en la naturaleza como en la sociedad. “Disponemos de las evidencias científicas y de las señales visibles y obvias que anuncian que la especie humana, a través de un modelo productivo depredador, ha alterado las condiciones de posibilidad de todas las formas de vida, no sólo de la propia. 

Estamos experimentando de manera acelerada un desequilibrio sistémico generalizado. Tanto la vida social como la vida de la naturaleza han entrado en un bucle de transformaciones impredecibles”, afirmaba Paolo Cacciari hace algunos unos años.

La hipótesis colapso es, entonces, una hipótesis razonable. El colapso es una distopía, es decir, algo no deseado pero probable, a la cual no tenemos una utopía, algo deseado, pero poco probable, que oponerle. Nuestra época se caracteriza por el agotamiento de la imaginación utópica por parte de las fuerzas que tradicionalmente la encarnaban, es decir, las izquierdas. Malos tiempos son estos donde las distopías son más fuertes que las utopías. Pero es lo que hay. ¿Podemos construir, no obstante, algún espacio utópico en los amplios territorios distópicos, sin recurrir, por supuesto, a la manida esperanza, imprecisa, desmovilizadora y buenista? Esta es la apuesta de una Educación ecosocial prefigurativa: situarse en los débiles intersticios utópicos que deja la fuerte realidad distópica e imaginar formas educativas activas, participativas, que contribuyan a un mejor ajuste del descalabro que viene.

Proponemos una Educación Ecosocial prefigurativa, definida más abajo, que sitúe sus objetivos mucho más allá de la toma de “conciencia ambiental”, del “conocimiento ecológico” o del desarrollo de “actitudes, valores y compromisos para acciones y responsabilidades éticas para el uso racional de los recursos, con el propósito de lograr un desarrollo adecuado y sustentable” (UNESCO). Mucho más allá de “una educación moral y de un consumismo ilustrado”, según la definición de Roy Scranton. Esto es importante, pero insuficiente: debemos conectarlos y enriquecerlos con el aprendizaje y creación de modos de supervivencia comunitaria pensando en escenarios, más o menos próximos, inhóspitos biológica y culturalmente.

La tarea de una educación ecosocial, en el contexto del colapso, es participar en la transformación de las urgencias ecológicas en urgencias sociopolíticas. Es importante transitar desde individuos informados a comunidades actuantes. La Educación Ecosocial la entendemos como una herramienta de resiliencia y resistencia comunitaria en un momento histórico donde las luchas por la emancipación coinciden con las luchas por la supervivencia. Proponemos una educación que nos ayude a sobrevivir, física y espiritualmente. Necesitamos aprendizajes y, sobre todo, prácticas transformadoras autónomas y colectivas que pre-figuren, es decir, imaginen y anticipen los muchos desastres, actuales y por venir y los modos colectivos de enfrentarlos. Una prefiguración que, por supuesto, reconozca y valore, la memoria histórica de las comunidades.

La educación ecosocial así concebida, debe tener una identidad pedagógico/didáctica distintiva. Nosotros proponemos que se asiente en una Pedagogía de lo Común, que abocetaremos más abajo. No se trata sólo de la elaboración detallada de contenidos ecosociales sino de proponer modos y maneras específicas para desplegar estos nuevos contenidos en un nuevo tipo de aula y escuela, cuyos diseños específicos en este texto no podemos abordar. La educación ecosocial que propugnamos deberá pronunciarse acerca de la forma escuela y de la forma aula en un horizonte de colapso como el que estamos avizorando. Esto transformará lo escolar y cuestionará las distinciones entre lo informal y lo formal, entre la educación en la familia y la educación en la escuela, entre la educación intramuros y la educación extramuros etc.

Está claro que tanto los contenidos como las estructuras de enseñanza y aprendizaje deben ser pensados para situaciones de desestabilización prolongada, en muchos casos en el contexto de economías de guerra, con debilitamiento de las redes de suministro habituales e incluso, por escasez energética y previsiblemente con la desaparición o reducción significativa de las formas digitales de enseñanza actualmente en uso. Una educación enfrentada al colapso ecológico y civilizacional debe partir de escenarios muy diferentes a los actuales donde la idea de educación expandida, en cualquier lugar y en todo momento y realizada en muchos casos por los cualquiera alcanzará mayor relevancia por la fuerza de los hechos.

En situaciones como éstas la misma idea de transmisión, quedará en entredicho porque una gran parte de los saberes y destrezas necesarias para enfrentar lo nuevo serán necesariamente una combinación de restos de los antiguos modos y contenidos educativos con otros emergentes, derivados de una casuística muy compleja, imposible de delinear desde aquí.

Según nuestra propuesta una educación ecosocial, deber ser: a) para la supervivencia; b) prefigurativa; c) expandida; d) exaptativa; e) comunitaria; f) basada en una Pedagogía de lo Común.

a) Para la supervivencia

Dice el educador Erik Assadourian «Puesto que aprender es algo natural para los seres vivos y aumenta sus probabilidades de seguir con vida puede que la función más importante de la educación sea facilitar la supervivencia, tanto para el individuo que aprende como para el grupo social (y la especie) a la que pertenece”. Hasta antes de la intensa y extensa división social y técnica del trabajo en el capitalismo industrial y la vinculación de la educación con el sistema productivo y el mercado, la educación, siempre fue para la supervivencia, es decir, para la vida, como no podía ser de otra manera.

Pueblos y culturas siempre han necesitado que sus miembros individuales y colectivos posean las herramientas, materiales, simbólicas y conductuales, para sobrevivir en sus contextos de vida particulares. La soberanía alimentaria y culinaria, los oficios, los saberes prácticos han sido en la mayor parte de la historia de la humanidad lo que había, necesariamente, que transmitir, expandir y perfeccionar. El intercambio de objetos y muchos otros elementos culturales, se hacía siempre desde una posición de autonomía con mayor o menor capacidad de autosuficiencia. Pueblos y culturas tenían la aptitud para vivir y sobrevivir en base a sus propios recursos locales disponibles, a su capacidad técnica de procesarlos e intercambiar sus excedentes. Tiempos austeros y, en muchos casos de miseria y necesidades, pero no necesariamente peores, porque al menos no contenían la destrucción inminente de nuestros tiempos.

El industrialismo primero y el consumismo y el digitalismo después, ofrecieron un aumento de los satisfactores disponibles, según la terminología Manfred Max Neef, conectando el sistema productivo con los deseos y no con las necesidades, extendiendo sin límites la división social y técnica del trabajo. El resultado es que somos ahora individuos y grupos con muy poca autonomía y capacidad para satisfacer por nosotros mismos incluso nuestros requerimientos más básicos. Dependemos, excesivamente, individual y colectivamente, de las funciones y objetos aportados por otros. No sabemos cultivar nuestros propios alimentos, hacer nuestra propia vestimenta, viajar con nuestra propia fuerza motriz, etc. Para cada una de estas tareas dependemos de objetos, servicios o prótesis tecnológicas de las que otros disponen. Cualquier alteración en su disponibilidad nos deja precarios y vulnerados.

Una educación ecosocial, horizontal y participativa, debería, por lo tanto, desarrollar contenidos y prácticas que nos haga menos vulnerables a la restricción de satisfactores, que será uno de los efectos más probables del colapso. En un contexto de reducción de la división social y técnica del trabajo una educación ecosocial como la planteada debería servirnos para construir y reconstruir vínculos de solidaridad en espacios cada vez más autosuficientes y colaborativos. Recordemos que la división del trabajo es una cuestión técnica, de eficacia y eficiencia, mientras que la colaboración es una cuestión ética, de autocuidado y cuidado desde lo común.

b) Prefigurativa y prospectiva

La prefiguración es una práctica de imaginación colectiva, aquí y ahora, de escenarios sociales futuros que sirvan para guiar la acción presente. La pre-figuración anarquista en política hablaba de comenzar a construir aquí y ahora la sociedad deseada, de imaginar posibilidades sociales y construirlas ahora, viviendo el presente como se desea el futuro, relacionando los movimientos de oposición con los movimientos de construcción. Esto implicaba la autoorganización social y la democracia participativa, desarrollando redes de producción y consumo en entornos con vínculos horizontales, solidarios y federados. Todos estos elementos pueden ser recuperados por la educación ecosocial prefigurativa.

La educación ecosocial debe ser parte de los mecanismos colectivos que traten de aumentar la probabilidad de que no se realicen los escenarios distópicos (lo probable pero no deseable) y de aumentar la probabilidad de que se realicen los escenarios utópicos (lo deseable pero poco probable). En cada circunstancia social, en cada momento histórico, en cada espacio geográfico los escenarios serán utópicos y/o distópicos dependiendo de las variables consideradas, del estado del colapso y de los proyectos en marcha de los actores.

Imaginar escenarios posibles aporta a la educación ecosocial un principio de realidad, mecanismo eficaz para convocar voluntades actuantes en el presente frente a futuribles no deseados. Dice Michel Godet que la construcción de escenarios, técnica central de la Prospectiva, es una reflexión colectiva para iluminar la acción presente con la luz de los futuros posibles, utópicos o distópicos agregaríamos nosotros. Un escenario no es la realidad futura sino un medio de representación de esa realidad, para mejorar la compresión de la acción actual y poder elegir los caminos que pueden conducir a un futuro no-peor. La prefiguración permite a los grupos que participan en una dinámica de educación ecosocial crear visiones compartidas de situaciones que les conciernen vitalmente y adecuar los saberes y prácticas a sus exigencias de transformación. Por ejemplo, un escenario de restricciones de agua en el corto plazo permite a las comunidades, de modo asambleario y participativo, imaginar acciones de mitigación y ajuste frente a esas realidades de escasez.

c) Expandida

Desde hace años sabemos que la educación ha salido de los marcos restringidos de los tiempos y espacios de la escuela. “¿Y si la educación ocurriera en cualquier momento y en cualquier lugar?” se preguntaban hace algunos años los pensadores y activistas de ZEMOS98. Las tecnologías digitales y otros factores como la ampliación de los emisores educativos estaban y están propiciando muchos fuera de lugar espacio más allá de los muros de las instituciones educativas que rompen la identificación entre la escolarización y la educación. En situaciones de indudable debilitamiento de las instituciones de educación, y con ello de la uniformidad educativa, se hará imprescindible el diseño, construcción y apropiación de nuevos lugares donde desarrollar las prácticas pedagógicas. Las plazas, los lugares de trabajo, las asociaciones de vecinos, las instituciones educativas, los bosques, los desiertos, los huertos urbanos y rurales, los talleres de oficios, los sindicatos, las casas, los patios, los comedores solidarios… son y serán lugares y tiempos propicios para ejercer la educación ecosocial, intramuros y extramuros, cobijada y a la intemperie.

Pero, junto con el espacio y el tiempo, la expansión también se referirá a los sujetos de la educación, es decir, a la ampliación de los actores o protagonistas de esta educación prefigurativa que ahora serán los cualquiera, los autoconvocados y convocantes a crear espacios y momentos de difusión de saberes resilientes a partir de sus propios diagnósticos y necesidades.

d) Exaptativa

Los paleontólogos Stephen Jay Gould y Elisabeth Vbra (1982) acuñaron el término aptación que define dos formas de ajuste de una estructura biológica al entorno: adaptación y exaptación. La adaptación tiene que ver con “grandes procesos históricos de cambio o creaciones para funciones definitivas que están diseñadas específicamente para la tarea que desempeñan”. Gould y Vbra propusieron introducir el término exaptación para dar cuenta de funciones que mejoran el actual ajuste de una estructura independientemente de su origen histórico. Una exaptación es “una característica cuyo origen no puede ser atribuido a la acción directa de la selección natural”. Se trata de funciones nuevas para estructuras preexistentes, o en términos de Gould & Vbra “son aptos para su actual papel, pero no fueron diseñados para ello”. Los rasgos exaptados desarrollan una nueva vida en un contexto distinto al original. El caso más citado es el de las plumas del fósil jurásico Archaeopteryx que originalmente tenían una función de regulación térmica y después cumplirían una importante función para el vuelo.

Sin embargo, el concepto de exaptación ha tenido una suerte irregular en el campo de la biología evolutiva y no ha concitado consensos. Pero, en disciplinas como la historia de la tecnología, la arqueología, la arquitectura y otras más, el concepto ha sido exitoso. Se considera exaptación, por ejemplo, la imprenta que diseñó Gutemberg a partir de diversas piezas incluyendo una prensa de madera originalmente usada en la fabricación de vino y que adquiere una nueva función cultural. La reutilización en arqueología se refiere al aprovechamiento de carnes por parte de los homínidos y humanos, cazado por otros animales, pero también, se refiere al uso de piezas arqueológicas encontradas en yacimientos de culturas anteriores. El re-uso de puntas de flechas u otros elementos como vasijas, etc. ha sido siempre una práctica cultural de recuperación de elementos fabricados en otros contextos y que se le vuelve a dar un uso semejante o diferente al original. En arquitectura se considera exaptación, por ejemplo, la transformación de una antigua edificación industrial en una galería de arte. En antropología cultural es el aprovechamiento de artefactos, pero también de pensamientos, informaciones, conductas o formas organizativas que cobran nueva vida en nuevos contextos. El trueque, por ejemplo, es una forma organizativa y valórica cuyo origen se pierde en la historia y la prehistoria, pero que renace cada vez que la economía monetaria colapsa.

En vista de lo anterior, entendemos por educación ecosocial exaptativa aquella que estimula la reinterpretación, la reutilización, el reciclaje, la recombinación, la mezcla… de elementos culturales y naturales, simbólicos y materiales prexistentes, dando lugar a la aparición de estructuras adecuadas, exaptadas, a las nuevas circunstancias del colapso. La práctica de reutilización resultará central en las postrimerías de unas sociedades donde muchos de cuyos componentes dejarán de funcionar, principalmente por reducción o desaparición de las fuentes energéticas que las sostenían, pero también por desajustes entre los objetos y sus usos originales. Se producirán grandes procesos de obsolescencia, de objetos y sujetos, esta vez no programada, que deberían estimular una imaginación técnica adecuadas a las condiciones de carencia, pobreza, precariedad e incluso miseria de unas sociedades que estarán sometidas a fuerzas inversas a la del progreso, las cuales, sin embargo, deberán ser aprovechadas en un sentido positivo.

e) Comunitaria

Programa de educación en salud comunitaria. Debilitadas las redes de protección colectiva, los escenarios de futuros individualismos, autoritarismos y eco-fascismos pueden ser más probables que los escenarios de comunidad solidaria. Sin embargo, no podemos dejar de pensar y apostar por la reconfiguración que podrían tener los espacios comunitarios como medios de acogida, apoyo mutuo y protección frente a las embestidas disgregadoras y autoritarias. También como espacios de imaginación e innovación social y, por supuesto, no sólo de resiliencia, sino de resistencia frente a lo que se avecina. Lo comunitario no como utopía sino como recurso para la atenuación de las distopias. Lo comunitario ex novo, no como recuperación nostálgica de la arcadia perdida sino como una forma organizacional adaptativa y exaptativa a un presente trágico.

La resiliencia y la resistencia comunitaria implicará el rediseño de los aspectos conductuales, valóricos, ideológicos y también de los aspectos vinculares y organizativos de la convivencia. En situaciones claramente tensionadas por la escasez deberían emerger formas sociales comunitarias nuevas u otras ya olvidadas y reinventadas en los nuevos contextos. Formas comunitarias asentadas localmente y usuarias de tecnologías apropiadas, es decir, ajustadas en escala y gasto energético a las condiciones de escasez e inevitable austeridad. El papel de la educación ecosocial, ahora y en un futuro cercano, deberá promover y difundir aprendizajes capaces de sostener formas sociales nuevas, tanto desde el punto de vista técnico como ético. Una reducción de la división social y técnica del trabajo deberá ser correlativa a la difusión de éticas y prácticas colaborativas y solidarias.

f) Basada en una Pedagogía de lo Común

Una pedagogía de lo Común critica el modelo educativo actual basado en la “transmisión” de contenidos culturales desde un polo lleno a otro vacío y en la explicación de esos contenidos por parte de alguien que sabe a otros que no saben. Promueve, por el contrario, un modelo creador  donde tanto la transmisión como la explicación quedan subordinadas a la emergencia de lo nuevo, a partir de la estimulación de las interacciones entre sujetos del aula considerados como iguales y diferentes.

Se trata de sustituir el actual aula trivial, donde la valoración de la calidad se basa en un sinsentido: la correspondencia entre la información de salida al sistema-aula deber ser lo más cercana posible a la información de entrada. Una Pedagogía de lo Común, por el contrario, se propone que la interacción entre los iguales y diferentes en el aula tenga un efecto creador: algo nuevo debe emerger después de una experiencia de aula. Algo que antes no estaba después de la experiencia común aparece y despliega su potencia innovadora.

En una situación de colapso, donde tanto las formas educativas como los contenidos a transmitir y explicar, estarán cuestionados en su vigencia y ajuste a las nuevas condiciones de vida y supervivencia, una Pedagogía de lo común ofrece la posibilidad de estimular la imaginación y la inventiva colectiva.

ADOLFO ESTRELLA

https://www.15-15-15.org/webzine/2022/09/15/educacion-ecosocial-prefigurativa-frente-al-colapso-medioambiental-y-civilizacional/  

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