10/12/15

Vivimos sobre un castillo de naipes: Nuestra base económica y social es mucho más endeble de lo que imaginamos.

CUENTO DE NAVIDAD



Mi nombre probablemente no os diga nada, digamos que me llamo Ignasi, que no es sino el nombre del monje guerrero de Loyola, pero en catalán. Vivo en un pequeño pueblo de la provincia de Girona, a la vora del mar, cuyo nombre no mencionaré porque me haría muy localizable. Allí nos conocemos todos.

Dos temas marcan mi vida. Uno la lucha por la libertad de mi país, que ciertamente no es España, que no es un país sino una estructura política anacrónica al servicio de algunas familias de aristócratas que nos pastorean desde que entraron los visigodos en la península. El segundo tema al que me dedico es más intelectual: el estudio de la inviabilidad del mundo postcenital y sus posibles desenlaces a corto y medio plazo, los términos que me interesan, los que presumo me serán accesibles.

Tengo treinta y cinco años, y soy economista de profesión. Me ocurrió algo extraño. Durante mis cursos en la facultad nunca entendí, a pesar de cursar estudios superiores, que era y que buscaba en realidad la teoría económica que, con razón o sin ella, viene a denominarse neoliberalismo. En la facultad preferíamos llamarlos “monetaristas”. Y fue cuando empecé a interesarme, por pura casualidad, por el tema del pico de producción de petróleo y sus consecuencias económicas cuando se me hizo la luz. Es clar,esta gente ya sabía que iba a llegar el momento en que los recursos energéticos iban a ser escasos, y callaba…

Cualquier persona, incluso profana en materia económica, puede entender que si el estado gasta, tira de la actividad económica y genera un crecimiento del que finalmente termina beneficiándose porque cobra más impuestos, recuperando de esta manera la totalidad o parte de su inversión primitiva, de forma que el ciclo vuelve a comenzar. A esto se denomina “cebar la bomba”. Todo muy simple, muy efectivo. Parecería locura oponerse a este juego que produce constante crecimiento y riqueza. Es magia. Y sin embargo surgió aquella gente de la Escuela de Chicago. Me costó darme cuenta de que no solo no andaban escasos de razón, si no que nos sacaban a todos una cabeza, porque tenían en mente un hecho incontestable, los límites físicos del planeta. Como en el fondo seguía siendo un ingenuo, y no solo en materia económica, me pregunté porque mantenían en secreto tales arcanos. ¿Por qué no hablaban claramente de las verdaderas razones de la teoría económica que defendían?

Decidí hacer como nos aconsejaba un profesor de “micro” de la facultad, que era muy riguroso en el refuerzo deductivo. Pon el punto de partida y empieza a extraer las consecuencias, primero las más evidentes y luego las ocultas. Se me hizo la luz. No se podía hablar. Si un busto parlante saliera en televisión a explicarnos que la partida había terminado, que tocaba decrecer, que ocurriría… Claro. La bolsa, los mercados, el sistema crediticio, los servicios esenciales, la administración pública,… todo se vendría abajo. Entendí, por fin, lejos de las aulas universitarias y sus sofismas académicos, que vivimos sobre un castillo de naipes, que nuestras bases económicas y sociales son mucho más endebles de lo que imaginamos.


Recordé aquél célebre discurso de Carter sobre nuestra dependencia petrolera, las consecuencias estratégicas de la estabilidad del próximo oriente y la necesidad de iniciar el cambio del sistema económico. También entendí porque lo jubilaron a paso ligero, y porqué surgió entonces con fuerza el monetarismo, la guerra de la Malvinas, la doctrina del shock, Margaret Thatcher, el TINA (There is no alternative), el acorralamiento de los sindicatos, el desmantelamiento de los servicios públicos,… También entendí la necesidad que tenían de destrozar el potencial de crecimiento de América Latina, y especialmente de los dos países que presentan mayor similitud con los estados centrales, por clima, idiosincrasia y población: Argentina y Chile. La deuda externa, las dictaduras militares, la obsesión de Churchill con la caída de Perón, la represión brutal, el desembarco de los Chicago Boys,… Todo adquiría tanto sentido que me recuerdo, la primera vez que pensé en estas cosas, en la soledad de mi habitación, en el estado de los iluminados que reciben su inspiración suprema, arrodillado junto a la ventana, con las manos en el suelo, sin fuerza siquiera para decir algo coherente. Fills de puta!…

Pero no todo iban a ser buenas noticias. Cuando por fin empezaron a cuadrarme los fundamentales de lo que estaba ocurriendo, ya en tiempos más cercanos, las verdaderas razones de la guerra inacabable contra el evanescente terrorismo, la obsesión con Irak de sucesivas administraciones americanas, la crisis sin final que empezó en realidad el 2007, el cuasicolapso financiero del año siguiente, los rescates astronómicos de los too big to fall, Libia, Ucrania, Siria… comprendí que había jugado muy mal mis cartas. Después de varios empleos en la administración, como interino y eventual, y también en diversas empresas de servicios que acabaron por ir a la quiebra, entendí que yo mismo era uno de esos excluidos que el sistema necesita para seguir adelante con su carrera hacia el abismo. Però com havia pogut ser tan ruc… En lugar de asegurarme con un empleo estable, aunque fuera subalterno, me había juramentado en no trabajar sino “de lo mío” fiando que llegarían tiempos mejores, que estaba claro que nunca iban a llegar, al menos en la variable económica y financiera, dentro de la dinámica de depredación que requiere la acumulación de capital en manos de unos pocos.

Aún no os he hablado d’en Bernat. Todos en vuestra vida habéis conocido a alguien que os ha inspirado en los momentos difíciles, que ha sido vuestro apoyo con sus consejos, con su seguridad, con su conocimiento profundo de la vida, que siempre es igual y siempre diferente,… Bernat era todo eso y algo más. Como os lo diría. El halo de misterio. Bernat no era pariente, ni siquiera propiamente un amigo. Sencillamente ibas al Carrer del Mig, el bar del pueblo de toda la vida, y siempre estaba allí. No se le conocía profesión, oficio ni beneficio. Su pasado era un misterio, y su futuro no le importaba. Se decía que había sido agente de inteligencia, montonero, contrabandista, que había combatido en la primera guerra de Irak, que era carbonario, o masón… Lo cierto es que, aunque casi siempre lo encontrabas ocupando su sillón preferido, delante de un ron negro con limón, había temporadas que no aparecía, y que nadie sabía nada de él durante meses, pero de pronto regresaba, una mañana,  y te saludaba como si te hubiera visto la noche anterior, como si nada hubiera ocurrido. Para acabar de enmarañar la madeja, unos parientes de un amigo de Palafrugell, amantes de los viajes de riesgo y aventura, me contaron que se lo habían encontrado nada menos que en Argelia, y ¡vestido de beduino!… Cuando le preguntabas torcía el gesto, como queriendo negar sin hacerlo, y volvía sus ojos glaucos al techo esquivando la mirada. Seria algú que se m'assemblava…

Bernat era rubio ceniza, con generosas entradas, la cabeza muy cuadrada y los labios finos. Aparentaba unos cincuenta años, aunque probablemente tendría alguno más. No se le conocía vida familiar, vivía solo en una buhardilla alquilada junto al paseo marítimo, aunque en una ocasión me presentó a dos adolescentes, un noi i una noia molt eixerits, como sus hijos. Nunca hablaba en castellano, ni siquiera con los magrebíes y subsaharianos que residían en el pueblo. Aquél hombre, no solo habitaba en las regiones inaccesibles del arcano, sino también en la República Independiente de Cataluña, que como en el anuncio, al menos de momento, comenzaba en el felpudo de su casa. Fue él, años atrás, quien me puso sobre la pista de la importancia del petróleo en la economía y la geopolítica, un día que hablábamos de un tema económico, que en principio no tenía relación, creo que era la evolución del empleo y las perspectivas de quiebra de la seguridad social, por la carga de las pensiones. Cogió el diario que manoseábamos, lo abrió en una página diferente, puso su dedo en un mapa, y dijo simplemente: aquesta és la resposta.Señalaba la silueta de una torre de extracción, y un oleoducto, que figuraban la posición de un campo petrolífero. Fue entonces cuando empecé a investigar.

Que li passa al meu ocellet?, me dijo de pronto aquella mañana de noviembre cuando recalé en el Carrer del Mig para desayunar. A aquél hombre no se le escapaba nada. Bueno, que seguía sin trabajo. Me habían cogido para un plan de empleo en al ayuntamiento de tal, seis meses, y resulta que era para candidatos que no cobraban subsidio. Yo estaba seguro de que reunía las condiciones, había agotado la prestación y pensaba que no tenía derecho a nada más. Pero no me di cuenta de que este infausto gobierno se ha sacado de la manga un subsidio, con vistas a las elecciones, para parados sin cargas familiares. Total que han visto que cobraba, y he tenido que renunciar. Estoy de Rajoy hasta más arriba del cuero cabelludo. Te fastidia hasta cuando te regala tres mil euros para que le votes. Luego dicen que preferimos las ayudas a trabajar.

Pero Bernat insiste. Hay algo más. Creo que me pongo colorado hasta el tuétano. Sí, es una mujer. Claro, sonríe Bernat moviendo convulsivamente la cabeza y enseñando un diente de oro entre varios amarillos. Siempre es la misma historia, y para un viejo el mundo entero tiene el pecho de cristal. M’ho explicaràs? La verdad es que me daba un poco de vergüenza.

Había conocido a Maricel en aquel absurdo curso del Servei d’Ocupació sobre marketing directo, en el que confiaba tanto como herramienta para encontrar empleo como en que un día le dieran de cambio una moneda de tres euros. Creo que lo hacía porque me permitía desplazarme tres días al mes a Barcelona, y así rompía la rutina. Ella era muy joven y muy guapa, no debía tener ni 25 años, rubia de rostro fino, ojos color de cielo, cabello liso hasta casi la cintura, no muy alta, pero de exquisita presencia y gestos acompasados. Su tono de voz era inconfundible, bien timbrado, con un ligero toque melancólico. Además, siempre olía a rosas. Pero había algo más. Cuando la mirabas al fondo de los ojos, hablabas con ella, trabajabas a su lado, te dabas cuenta de que era una persona de gran profundidad, que no creía en las apariencias y prefería llegar al fondo de las cosas, que “siempre son muy distintas de lo que imaginamos”, eran sus propias palabras.

El caso es que había tomado café con ella varias veces, a la salida del curso, pero con otros compañeros, y no sabía cómo seguir adelante. Yo era un pobre diablo de pueblo, parado, independentista y algo sentimental. Ella era una senyoreta de la capital, llesta i polida, con un gran futuro por delante si se daba cuenta de la inutilidad de hacer, como dicen los franceses, castillos en España, esto es, de concebir una teoría económica desligada de la energía y los recursos, para así elegir una vía laboral que tuviera algún futuro en los difíciles tiempos de la economía de guerra postcenital. No había color. Poco se podía hacer. Además había observado que otro estudiante, algo más joven que yo y que debía ser de su barrio, la rondaba.

Em vols fer cas? No sé qué me querría proponer Bernat. Pensé que serían los consejos vacuos habituales sobre la necesidad de creer en mí mismo, de no mostrar inseguridad, de actuar con resolución, bla, bla, bla,… Que va, que va. Nada de eso. Como si se tratara de una campaña militar me desgranó un plan minucioso de comportamiento y acción, un tanto absurdo, pero nada complicado de ejecutar. Aunque no veía claro que todo aquello tuviera, como se dice en catalán, cara y ojos, era tanta mi fe en aquél hombre que le prometí que lo pondría en práctica. Ja em contaràs, noi.

La cosa era muy sencilla, bueno esto ya lo he dicho. En una primera fase debía mostrarme muy interesado en hablar conMaricel, estar a su lado, y mirarla de forma insistente. Ni que decir tiene que esta parte del plan era muy cómoda y fácil. Claro que también dicen que lo es el descenso a los infiernos. Me quemaba la duda, y temía que algo fuera a salir mal. El caso es que un día, mientras asistíamos a una clase aburridísima de maquetación de producto, me había acostumbrado tanto a mirarla que me quedé embobado y no me fijé que ella también me miraba sorprendida, e incluso hacía un gesto como diciendo, pero ¿qué pasa? ¿Qué quieres de mí? Comprendí que había llegado el momento previsto por en Bernat para pasar a la segunda fase, algo más compleja, aunque igualmente divertida.

En las siguientes semanas debía actuar como si Maricel no existiese, como si fuera transparente. Solo debía dirigirle la palabra si ella me hablaba directamente a mí, respondiendo con aire distraído y frases muy cortas. En lo demás debía ignorarla hasta para el saludo, salvo que resultara demasiado maleducado omitirlo. Se podía recurrir, a tal fin, a fórmulas generales, dirigidas a una amplia concurrencia. La cosa no acababa aquí. Además, debía empezar a mostrar interés por otra chica del aula, a ser posible de lo más aparatoso, exuberante y vulgar que pudiera encontrar.

La elección no fue difícil. Había una morenaza, de nombre Lucía, que por su físico, maneras y vestuario habitual, llenaba las fantasías de todos los varones del curso, y reunía los requisitosd'en Bernat. Me las arreglé para hacerle creer que estaba perdido, y que necesitaba de su ayuda para entender algo de aquél tedioso curso, de forma que nos veíamos asiduamente después de las clases. La cosa se torció cuando el novio de Lucía, con la mosca detrás de la oreja, empezó a aparecer por allí a la hora del refrigerio, pero para entonces Maricel ya nos había visto, y no una sino varias veces tomando café y haciéndonos confidencias.

Había una tercera fase, pero Bernat me dijo que me la rebelaría cuando hubiera agotado las dos primeras. Llegado el caso le consulté. Ben xato, ahora toca hacer el ridículo. Com? Llegaba el final del curso, también las fiestas de Navidad. Así que me acerqué a ella, como si nada hubiera pasado, y le dije que había pensado que lo mínimo que podía hacer era desearle que pasara unas buenas fiestas. Yo también había pensado lo mismo, me dijo mirándome airada, pero no sé si te lo mereces.

No sé si t’ho mereixes. Bernat se llevó las manos a la cabeza.Això t’ha dit? A continuación pensé que me aconsejaría que me olvidara de ella, y que me pediría disculpas por sus estúpidos consejos, que me habían llevado a aquel callejón sin salida. En cambio me dio unas cachetadas suaves en la cara, mientras me felicitaba efusivamente. Aquesta noia es teva, xato. Enhorabona!

Aquel hombre desvariaba. Una chica no me quiere ni desear Feliz Navidad, y me dice que bebe los vientos por mí. La gente de tu generación, me dice en Bernat en su catalán oscuro del Ampurdán, no está correctamente formada. Debido a su ofuscación académica piensan que el Universo es un inmenso laboratorio, basta con sacar la escuadra y el cartabón, y ¡zas! pronto todos los secretos de la naturaleza serán nuestros, y solo tendremos que sentarnos a descansar, y las máquinas lo harán todo por nosotros. ¡Qué aburrido! La realidad es bien distinta.

Con las despedidas del curso hicimos una cartulina con las dedicatorias de todos, y nos pasamos los teléfonos. Varias veces había pensado en llamar a Maricel, pero Bernat me decía que no se me ocurriera. Ahora tocaba estar completamente quieto. Ya había hecho todo lo que tenía que hacer. El tiempo debía madurar y dar sus frutos. Y aquél viejo brujo volvió a tener razón, porque cuando ya empezaba a desesperar me llamó ella. Me dijo que si iba alguna vez a Barcelona antes de las fiestas podíamos vernos, para recordar los viejos tiempos. Le dije que la semana entrante tenía precisamente que ir al Portal de l'Àngel a hacer algunas compras, lo cual era, evidentemente, falso de toda falsedad. Nos citamos finalmente en Plaça Catalunya. Ella me dijo que había estado un tanto grosera conmigo y que no quería que la recordase así. Creo que estuvimos hablando más de cinco horas, el tiempo no pasaba. Iba a perder el tren. Me tenía que ir. Pero, decía ella, te he hecho perder también la tarde ¿y tus compras de Navidad? Bueno, otro día, hay tantas Navidades…

El mundo, decía Bernat, es un misterio, y cuantas más preguntas contestemos, más se acumularan sin respuesta. Me quedé mirándole con gesto de incomprensión absoluta, con las manos sueltas boca arriba a la altura de la barra. Es molt fàcil, pardal. La distancia mes curta entre dos punts, es la línia corba.

Seguía sin entender absolutamente nada, aunque aquella última frase de mi interlocutor había movido algo dentro de mí, como sí tal retruécano absurdo y acientífico tuviera un sentido que ya conocía, ante el que solo se podía asentir, porque su sutil razón interna no se pudiera explicar con palabras humanas.

Entretanto Maricel y yo habíamos quedado para cenar varias veces,  Aribau,  Travessera, Urquinaona,… y también nos habíamos besado en silencio, cerca de su casa, otras tantas. Luego me tenía que quedar en Barcelona porque había perdido otra vez el último tren, así que me iba a casa de algún amigo, o a una pensión. Una noche me fui andando hasta un parque al final de la Diagonal, en el entronque de la autovía, y no dormí una gorda. Y tan feliz.

Yo también me fijé en ti desde el principio, me había dicho ella. Pensé para mí, ahora tragarás tierra Bernat, todas tus tonterías no han servido sino para dificultar lo inevitable. Vete con tus consejas a otra parte, a una reunión de comadres tal vez.

Pero, continuaba Maricel, hubo una cosa que me sublevó. Fue cuando te vi en el café con Lucía. Me dije, ¿pero como puede ser tan idiota? ¿Es que no ve que esa chica no le conviene? Además es una creída y una aprovechada… Si hasta ese día pensaba en ti a menudo, desde entonces no te podía apartar de la cabeza. Te hubiera roto encima uno de esos cartapacios indigestos de gestión de intangibles que nos daban en el curso.

Una cruda lección de real politik. Baje la cabeza.

- Gràcies en Bernat.
- Què dius?
- No res, que et queden molt bé aquestes arracades d’ametista. A joc amb els teus ulls...

Al día siguiente acudí al Carrer del Mig, a rendir pleitesía a Bernat. Creo que nunca lo había visto tan enfadado. Tenía una tablet de marca en la mano, y leía uno de los blogs más conocidos en círculos decrecentistas que yo seguía desde hacía años. Has vist el que diu aquest paio?

¡La fuerza moral de Occidente! Pero si no hay más que leer los libros de historia. Somos una plaga. Un sarpullido que le ha salido al planeta. Que tenemos que andar con tiento, que aún nos queda el honor. Que va. Nunca lo hemos tenido. No tenga cuidado, amigo, porque nada podemos perder.

Le indiqué que no se excitase, que no le iba a sentar bien. Se sentó acunando entre las manos una copa de coñac, del muy bueno. Todo, hijo, acaba saliendo a la luz, me dijo susurrándome al oído. No hay nada tan secreto que no pueda saberse, nada del carácter íntimo de una persona, una sociedad o una civilización que no acabe impregnando todos y cada uno de sus actos y delatándolos. Sí, añadió con delectación, nuestras penurias energéticas están consiguiendo que exhibamos nuestras vergüenzas, que mostremos al mundo esa indigencia intelectual que nos aqueja desde el período que lleva el paradójico nombre de “Renacimiento”.

Sacó del bolsillo un libro envejecido, y me pidió que leyera un párrafo. Estaba escrito en francés traduje algo como esto:

“Si todavía no hicieran más que complacerse en la afirmación de la superioridad imaginaria que se atribuyen (los europeos), esa ilusión no les haría daño más que a ellos mismos; pero lo más terrible, es su furor de proselitismo: ¡en ellos, el espíritu de conquista se disfraza bajo pretextos «moralistas», y es en el nombre de la libertad como quieren obligar al mundo entero a imitarles! Lo más notable es que, en su infatuación, se imaginan de buena fe que tienen «prestigio» entre todos los demás pueblos; porque se les teme como se teme a una fuerza brutal, creen que se les admira; el hombre que está amenazado de ser aplastado por una avalancha, ¿está por eso tocado de respeto y de admiración?”. Volví las hojas para mirar las tapas. René Guénon, Oriente y Occidente.

¿Sabes cuándo están escritas estas palabras?, dijo Bernat. En ¡1924! No es profecía. Es permanente actualidad.

Al día siguiente tenía una entrevista con un industrial de Barcelona, al que me había recomendado un amigo, para un posible trabajo en su empresa papelera. No tenía grandes expectativas, se trataba más bien de un tanteo que de una entrevista laboral propiamente dicha. Pero a pesar de todo tiré de manual y me puse mi mejor corbata. Al pie de una mesa marmórea, en un despacho muy desarreglado, me esperaba mi contacto. Lo llamaremos Sr. Botarull, no es su apellido real. Me dio un paseo por las instalaciones, que me parecieron un tanto avejentadas y obsoletas. Me explicaba mi anfitrión que lo habían pasado mal, pero que habían aguantado los años de crisis, y se iban a comer el turrón a punto de llegar a los números negros. Luego empezó a exponerme sus espectaculares planes de negocio…

Sr. Botarull, le interrumpí, ¿debo entender que han capeado el temporal sin asumir más deuda? Bueno, no exactamente, me dice, renegociamos algo, solo pagábamos parte de los intereses, los bancos estuvieron muy ariscos largo tiempo, de hecho aún están algo raritos. Luego hicimos una ampliación de capital, sin mucho éxito, yo tenía algunos ahorros, se han ido tapando los huecos. Luego vino el expediente de regulación de empleo… Aquél pobre diablo me estaba empezando a dar algo de lástima, y creo que se dio cuenta. Pero oiga, me dice, ¿usted no ha oído hablar de la recuperación? Demasiadas veces, por eso no me la creo. ¿Cuál es su consejo? Liquide la empresa sin demasiada publicidad, venda los activos que aún tengan valor, coloque las acciones a quién se las compre, ceda el control a una multinacional china, yo que sé, quítese de en medio, antes de que sea demasiado tarde. ¿Es así, me dice como pretende usted que le dé un empleo? Me levanto de la silla. Poco me duraría en las condiciones que usted me pudiera ofrecer.

El Sr. Botarull está rojo, no sé si por los efectos del vino blanco que me ha ofrecido, o de ira. Creo que si pudiera, sin quebrantar las normas de la urbanidad, me abofetearía. Me hace gracia la gente como usted, dice. Se creen que lo saben todo, no entienden que hemos levantado este país con nuestras manos. Lo hicieron, le contesto, porque tuvieron la oportunidad y los medios para hacerlo, pero ahora las reglas del juego han cambiado. Me coge del brazo. No me extraña que no tenga trabajo, con estos imperativos no le contratarían ni en una lavandería. Me quedo mirándolo muy serio. Una cosa es que cuestionen tus opiniones y otra que te falten.

Espero que me disculpe, me dice por fin. Creo que todos estamos un poco nerviosos. Han sido años muy duros. Creo que es un hombre de valía. Lo fácil hubiera sido venir a decirme lo que quería oír. Dígame, ¿qué ocurre? ¿Cree que nos ocultan algo?Sr. Botarull, no hace falta ocultar nada a quien no quiere ver. ¿Ha echado un vistazo a las cuentas públicas? ¿Se han recuperado los ingresos fiscales?, ¿Y las cotizaciones? ¿Son viables, siquiera a corto plazo, los números de la seguridad social? ¿Ha visto los datos de empleo? Y digo los de empleo no los de desocupación, que ya sabemos cuáles son. ¿Sabe cuántos puestos de trabajo se han evaporado desde 2011?, me refiero a los últimos cuatro años, no al momento en que estalló la crisis… Con sueldos menguantes, pérdida del entramado industrial y comercial, paro, falta de crédito, activos perdiendo valor y rentas cada vez más cerca del nivel de subsistencia para gran parte de la población, ¿Quién va a comprarle a usted una cuartilla? Bueno, tal vez la necesite Rajoy para escribir sus memorias. No precisará mucho espacio.

Salir a la calle me hace bien. No sé por qué he hecho lo que he hecho. Ahora me arrepentía. No por el trabajo, sino porque comprometía a mi recomendante. Pero estaba harto arrastrarme por el cieno. Al menos, que donde no me veo ni con cola de contacto me oigan las verdades del barquero. He quedado esta noche con Maricel. Quiere ensañarme unos catálogos. Además quería consultarme algo de mi nivel de inglés. Nos encontramos en el portal de su casa, en Comte d’Urgell. Caminamos sin hablarnos, solo mirándonos, en dirección a Rambla Catalunya,sin dejar, eso sí, de vigilar los semáforos y los motoristas acróbatas. Maricel, le digo cogiéndole la mano. Sí, me dice mirándome muy fijamente. Dime, si te dijera que el futuro no va a ser como dicen, si te dijera que tenemos que estar muy atentos a los acontecimientos, si te dijera que vamos a vivir tiempos turbulentos,… No me deja seguir, me interrumpe con un beso, te contestaría que todas estas cosas tan alambicadas quiero vivirlas contigo,…

Me llaman al móvil, un número que no me suena. Ignasi, sóc l’Enric, el hijo de Joan Botarull, director comercial de la empresa. Escucha, mi padre me ha contado la entrevista contigo. A ver, ya sabes cómo es la gente de su generación, no le ha gustado que dudaras de su negocio, es su vida. Pero bueno, lo que le has dicho, es lo que hace tiempo que pienso. Verás, yo estudié empresariales, ha tiempo que sigo unos blogs sobre el tema de la energía y los recursos menguantes, no me interesa mucho la parte técnica, claro, sino la económica. Bueno, pienso que está pasando algo que no nos explican, y creo que tu línea argumental, ya me entiendes, es realmente interesante… Es preferible no hablar por teléfono, mejor nos vemos, ¿el lunes?, no sé si podríamos hacerte lo que se dice un contrato, ¿sabes lo que quiero decir?, tu labor sería bastante complicada, habría que actuar con discreción, pero todos tus esfuerzos y tu dedicación, qué duda cabe, serían adecuadamente remunerados,…

Cuelgo. Le digo a Maricel, ¿sabes ese restaurante que tanto te gusta del Carrer Escudellers? Pues quiero que cenemos allí.Estàs boig?, riu, no ens ho podem permetre. Claro que sí. Acabo de cobrar la limosna del gobierno. Lo que no saben es que, aun así, no les voy a votar. Son las tres de la mañana, en un local delcarrer Avinyó tomamos la última copa, examinando decenas de folios que Maricel ha traído en el bolso, y que ordena metódicamente sobre la mesa de vidrio, analizando, sopesando, sumando sus ahorros, y los míos… Es hora de retirarnos. Pasamos el adoquinado de una calle que da a las Ramblas.Carrer Ferran. Antes Fernando VII de España. Qué lugar del planeta tan entrañable es este donde hay que ser un miserable para tener a tu nombre una vía de primera categoría. Y no te digo nada de Madrid.

Es lunes, llamo a primera hora a Enric Botarull, Enric, bon dia, escolta… creo que no es necesario que nos veamos. No, no es nada de eso, ya sé que podéis mejorar la oferta. No tiene nada que ver. Verás, he tomado una decisión, ha sido un tanto precipitado, el mismo sábado. Ha surgido de improviso. Bueno el caso es que no podrá ser, ¿por qué?, pues porque me caso, sí ya sé que éste no es motivo, pero hay algo más, es que me voy con mi novia, que ya será mi esposa, a vivir a Australia. Gràcies pel teu temps…

Quiero pasar por el pueblo, antes de coger el avión, para despedirme de Bernat y presentarle a Maricel. Pero una vez allí nos cuentan que hace casi un mes que no se le ve. Dicen que está en Siria, me explica un parroquiano al oído. Dejó una nota para ti.

Estimat Ignasi, no hace falta que me expliques lo que ya sé, y tampoco que te preguntes como lo sé, siempre te tendré en mi corazón, si te he sido útil, es porque era mi destino, y si no ha sido así, porque era el tuyo, recuerda siempre que la última realidad está reservada a los que ven más allá de las apariencias, los que tienen el valor de mirarla cara a cara sin perder por ello la cordura. Bones noces i que sigueu molt feliços. El teu fidel amic, Bernat Claravall.

Nota del autor. Este relato tiene, claro, un punto de ficción, sin embargo está basado en hechos reales, por lo que, no todo lo narrado es enteramente imaginario, y puede que exista alguna aproximación a la realidad que no sería, en absoluto, pura coincidencia.

Feliz Navidad a todos.

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