13/2/17

El cambio social, político y económico ha de surgir de los cimientos

DECÁLOGO DE BUENAS PRÁCTICAS

Para transitar hacia una sociedad del «buen vivir»


¿Cómo articulamos el ecologismo social como respuesta a la crisis civilizatoria?

Parte 1 (Propuesta ideológica) 

Permacultura, Movimiento en Transición, Agroecología y Decrecimiento como alternativas necesarias para un cambio de paradigma global desde lo local

Introducción

Nos encontramos en una coyuntura histórica de colapso. Bien podemos decir que el momento que vivimos como especie es dramático, y que dicha tesitura nos coloca en una situación de emergencia que debemos abordar colectivamente desde presupuestos socialmente justos y ecológicamente sostenibles. De no ser así, nuestro planeta y nuestra propia supervivencia correrían una grave peligro.

Hoy en día, desgraciadamente, el ecologismo y la sustentabilidad ambiental son aspectos que apenas llaman la atención de la gran mayoría de nuestros gobernantes, la caída de los Verdes en Alemania y la capitulación frente al desarrollismo alemán del PSD, han sumido a Europa en una orfandad política desde perspectivas institucionales. Ahora bien, desde ese punto a esta parte, han surgido multitud de iniciativas ciudadanas que devuelven al movimiento ecologista ciertos ápices de esperanza futura.

Algunos ejemplos de las (relativamente) nuevas propuestas en el mundo ecologista contemporáneo irían, desde la Teoría del Decrecimiento al Movimiento en Transición, pasando, por la Permacultura o la Agroecología. Todos estos conceptos han generado un intenso debate y trabajo en el mundo ecologista y académico en los últimos años. A continuación sintetizaré brevemente cada uno de estas propuestas, para relacionar seguidamente las posibilidades que pueden ofrecer en la acción política municipal frente a las políticas neoliberales.


Decrecimiento

Podemos decir que el primer ladrillo para la construcción de esta teoría, surge tras una reunión en París en el año 2002 donde se reúnen distintas corrientes del pensamiento ecologista críticas con el desarrollismo de las sociedades occidentales —desarrollismo que, por cierto, es común tanto al capitalismo global (neoliberalismo) como al capitalismo de estado (economía de corte soviético).

Tras esta chispa —y con el agravante de una ola de calor que acaba con la vida de varias personas ancianas en Francia— el ecologista francés Serge Latouche escribe un artículo en 2003 en el prestigioso Le Monde Diplomatique, con el título “Por una sociedad del decrecimiento”. Tras este artículo, que se hace viral, comienza la creación de diferentes medios escritos y colectivos sociales que abogan por esta propuesta en el país galo. Con el paso del tiempo, dicha teoría se va extendiendo: primero, al resto de los países europeos; y, después, al resto del globo. Concretando y delimitando la incidencia de esta teoría, podemos decir que los países en los que más ha cuajado y se ha estructurado como una contestación colectiva al sistema actual, han sido Italia, Francia y el Estado Español.

Valga concluir esta breve presentación recordando que el Decrecimiento se apoya en diferentes eslóganes que sintetizan su contenido global como teoría eco-política, por ejemplo: “Vivir mejor con menos”, “Menos bienes materiales y más bienes sociales”, o “Es imposible el crecimiento infinito en un mundo finito”.

Movimiento en Transición

Es un movimiento que tiene su experiencia seminal en el año 2006 en la ciudad inglesa de Totnes gracias a su precursor: el permacultor Rob Hopkins. El Movimiento [de Localidades] en Transición impele a la ciudadanía a actuar frente al colapso que se aproxima tanto a nivel ecológico como socio-económico. El Movimiento en Transición articula su fundamentación en torno a 4 conceptos:

  1. El Pico del Petróleo.
  2. El Cambio Climático.
  3. Una economía distorsionada.
  4. El mito de la expansión ilimitada.

Dicho Movimiento —que se extiende rápidamente por todo el planeta— parte de lógicas de análisis globales pero propone lógicas de acción locales. Es decir, desde la perspectiva del Movimiento en Transición, los cambios son más naturales y seguros desde lógicas locales. Su apuesta por lo municipal —o, mejor dicho, por la comunidad humana más cercana— pretende generar una red de redes donde la resiliencia y la conservación de nuestro mundo sea una realidad para las generaciones venideras.

Permacultura

La Permacultura consiste en un sistema-diseño basado en tres pilares fundamentales:

  1. El cuidado de la tierra
  2. El cuidado de las personas
  3. La repartición de los recursos naturales

En consecuencia, la Permacultura pretende asegurar, mediante el diseño del espacio-territorio, la restauración de los ciclos y de los procesos naturales que sostendrán la vida en los diferentes territorios. Dicho de otra manera: el objetivo de la Permacultura consiste en la reproducción y el mantenimiento de los ecosistemas, al mismo tiempo que la preservación de los recursos naturales para las generaciones venideras.

Esta concepción impulsada y defendida por los australianos Bill Mollison y David Holmgren —con influencias notables como la del japonés Masanobu Fukuoka— aunque no olvida la importancia de la preservación del medio ambiente, se enfoca hacia la construcción de unas redes humanas de apoyo mutuo —redes donde la comunidad y el bien colectivo primen por encima del egoísmo y el individualismo liberal-capitalista.

Por último, la Permacultura puede ser interpretada como una forma de compartir los recursos naturales desde la consciencia de nuestras necesidades materiales e inmateriales procurando, de esta forma, la construcción de unas sociedades alejadas de los comportamientos hedonistas y de los sistemas opresores e injustos.

Agroecología

Podemos decir que la Agroecología es una forma diferente y alternativa de entender la agricultura moderna que gravita en torno a la preservación y sostenibilidad del entorno. Gracias a esta perspectiva la Agroecología se sitúa como una de las apuestas más fiables para transformar nuestro sistema agroalimentario, re-localizando el mismo para racionalizar las pautas de consumo al tiempo que se cubre la demanda alimentaria actual.

Esta racionalización de las pautas de consumo consiste en consumir de otra manera nuestro alimento por medio de su adquisición en redes más cortas (con menos intermediarios y más cercanas), sin olvidar la adaptación de los hábitos alimenticios al consumo de frutas y verduras de temporada. Dicho consumo de temporada es fundamental para esta propuesta, más aun si somos conscientes de que la alimentación que nos sustenta hoy en día se basa en patrones culturales —que no naturales— que provocan aberraciones ecológicas tales como que muchos hogares españoles consuman piña de Costa Rica en su cena de Nochebuena.

El Pacto de Política Alimentaria Urbana de Milán del 15 de Octubre de 2015 (sobre políticas de alimentación urbana sostenible), cuyo eje vertebrador es la Agroecología y ha sido firmado por más de cien ciudades de todo el mundo, puede ser una solución a la crisis alimentaria que vive nuestro planeta, junto con una apuesta a escala mundial por el Subsistema Tipo A Agroalimentario (representado por la Agroecología).

Por supuesto, entre las corrientes o teorías anteriormente expuestas existen importantes relaciones. En base a las similitudes y retroalimentaciones que se dan entre el Movimiento en Transición, la Teoría del Decrecimiento, la Permacultura y la Agroecología, considero que podríamos defender la articulación de un sujeto eco-social en el que todos estos significantes que forman parte de un mismo significado, se encaminen a preservar nuestro planeta y nuestra especie, desde la sustentabilidad del entorno y la justicia social.

Permacultura, Agroecología, Decrecimiento y Movimiento en Transición: Pilares del nuevo espacio-territorio eco-social frente a las políticas neoliberales

Es un hecho constatado en los tiempos que corren que ni la izquierda marxista, ni la social-democracia, y por supuesto tampoco la derecha liberal o demo-cristiana, han roto —o siquiera cuestionado— la lógica productivista que destruye nuestro territorio y fetichiza el PIB/PNB.

Sin embargo existen multitud de proyectos eco-sociales tanto a nivel nacional como regional y local, y son estas realidades las que demuestran las posibilidades reales de caminar como sociedades hacia la Transición Verde definida como la aplicación de unos modos de vida más acordes con los límites biofísicos y la creación de un espacio- territorio donde el ser humano aplique los criterios de sustentabilidad necesarios para preservar el planeta y las especias que en el habitan, incluida la nuestra.

Un ejemplo que promueve esta transición hacia una sociedad ecológica lo encontramos en la reconversión verde de algunas cuencas mineras como la de Loos-en-Gohelle, en el norte de Francia. En este pueblo francés de menos de diez mil habitantes se han llevado a cabo una serie de medidas a favor de las energías limpias, de la bio-construcción, el transporte comunitario y la bicicleta.

Otros ejemplos gráficos los encontramos en países como Costa Rica, Islandia o Bután. Los primeros destacan sobre todo por su apuesta por las energías limpias y la no-dependencia de los combustibles fósiles. En el caso de Bután, destacamos su objetivo de promover y asentar una agricultura 100% ecológica. Estos ejemplos a nivel macro nos demuestran que es posible legislar en favor del planeta, y —¿por qué no?— generar otros modos de vida más sustentables con nuestro entorno alternativos a la modernidad capitalista.

Otra eco-realidad emergente que demuestran esta posibilidad la encontramos en la ya mencionada Totnes. En esta localidad en transición del sur de Inglaterra, se ha llevado a cabo una transformación social, ecológica y económica de su entorno, apostando por las energías limpias, las cooperativas de trabajadoras, la moneda local o la creación de grupos de barrio que mejoran las comunidades humanas, todo ello enmarcado dentro de una estrategia colectiva dentro del Movimiento en Transición propuesta al alcance de cualquier pueblo, ciudad o isla que quiera sumarse a dicha red.

De hecho, tras el éxito del proyecto en Totnes, los grupos de transición se extendieron por todo el Reino Unido, llegando a introducirse alguna de sus propuestas estrella como la moneda local en ciudades de un tamaño considerable, como Bristol. Es especialmente destacable que la administración local de algunos de estos municipios en transición acepte pagar las tasas municipales, e incluso el sueldo de los y las funcionarias, con la moneda local del lugar, lo cual facilita de manera improtante el asentamiento de la moneda local y promueve su normalización.

De vuelta a la Península Ibérica encontramos más ejemplos. Así, la Red Ibérica de Ecoaldeas —red de redes que promueve el encuentro y el intercambio de vivencias entre las distintas ecoaldeas situadas por el territorio ibérico— demuestra que este es un fenómeno capaz de resistir en un mundo globalizado y depredador que arrasa con otras muchas resistencias. Aunque también es cierto que, a día de hoy, estos eco-proyectos son por desgracia aún minoritarios y no representan ninguna amenaza para el sistema.

Volviendo al entorno urbano podemos encontrar en ciudades como Madrid o Barcelona multitud de proyectos eco-sociales que buscan hacer un poco más amables estas dos junglas de asfalto. Es, sin duda alguna, en la capital catalana, donde más proyectos de desarrollo ecologista y social podemos encontrar: las iniciativas van desde la Cooperativa Integral Catalana a los huertos urbanos del interior de la ciudad, sin olvidar, el puntero proyecto de desarrollo comunitario de Can Masdeu.

Por el lado madrileño encontramos dos proyectos especialmente destacables: Esto es un Plaza en el madrileño barrio de Lavapiés, y el proyecto Madrid AgroComposta que busca promover la Agroecología en Madrid y su región.

Es importante destacar que todas las iniciativas anteriormente apuntadas parten de un cuerpo teórico que, en mayor o menor medida, del Decrecimiento, la Permacultura, la Agroecología o el Movimiento en Transición. Cada una cuenta con su idiosincrasia propia, pero todas toman conceptos y teorías que considero componen el campo teórico-político del ecologismo social como filosofía holística.

Y, lo que es especialmente importante destacar, es que todo lo expuesto hasta aquí es perfectamente aplicable a todas aquellas ciudades que deseen caminar hacia esta Transición.

La llegada del municipalismo a nuestro país de países puede suponer una oportunidad histórica para ello. Estas nuevas candidaturas de unidad tienen la posibilidad de repensar la construcción y la demografía de las ciudades actuales, ciudades que viven ancladas en la modernidad capitalista y el monstruo del desarrollismo industrial y económico. Este modelo nos lleva, como sabemos, a una tesitura donde —por mencionar sólo uno de los problemas de las ciudades actuales— las personas viven hacinadas en barrios-colmena sin apenas espacios públicos de encuentro. Por ello es importante comenzar a considerar el desmantelamiento —obviamente progresivo— de las macro-ciudades y la articulación de las comunidades humanas en base a criterios naturales, que no económicos. Es en este punto donde las candidaturas de confluencia municipal tienen su mayor oportunidad de mostrarse valientes o —mejor dicho— su mayor reto pedagógico.

Tampoco podemos perder de vista otra de las grandes problemáticas que tienen las ciudades actuales: los residuos; un problema que surge de nuestras pautas de consumo y del diseño de los productos que consumimos. Ante esta situación, la des-complejización de nuestro sistema productivo y la re-localización del mismo es una condición sine-qua-non para convertir nuestras comunidades humanas en espacios eco-sustentables; y para dicha conversión nos podemos apoyar, como hemos visto, en conceptos como el de la Permacultura o la Agroecología.

Conclusiones

Las conclusiones se antojan crudas en un escenario en el que más de la mitad de la población mundial —incluidos muchos de nuestros líderes políticos— consideran la ecología un elemento secundario, cuando no terciario o cuaternario. Pero si fijamos el foco en la Península Ibérica, aquí la situación sociológica es aun, si cabe, más decepcionante. A día de hoy, inmersos en una crisis social, ecológica y económica, los pueblos del Estado Español, no han sabido articular una propuesta socio-política conjunta de la mano del ecologismo social a la altura de las circunstancias que nos atañen.

Desgraciadamente la izquierda, en todas sus variantes social-demócratas o regeneracionistas, no ha colocado al ecologismo en sus agendas como una prioridad imperiosa, obviando de esta manera la relación existente entre las crisis socio-económicas, —e incluso migratorias— y los problemas medio ambientales. Nos encontramos en una coyuntura en la que, o bien surge con urgencia un movimiento eco-social desde la ciudadanía con un claro carácter municipalista, o se instaurará el eco-fascismo por toda Europa. Y la pregunta crítica en este contexto es la siguiente: ¿Cómo articulamos las ciudades, los pueblos y el territorio en general, desde perspectivas eco-sociales y democráticas?

Trataré de apuntar una respuesta con el siguiente argumento. Del mismo modo que el Pacto de Milán nos emplaza a re-localizar la industria alimentaria y centra todo su interés en los municipios y en las comarcas, creo factible y legitimo trasladar dicho esquema de pensamiento al ámbito político y de estructuración urbana. Es decir, debemos trasladar la re-localización también al ámbito de la política y el urbanismo, descentralizando la toma de decisiones y acercándolas a la ciudadanía en temas tan importantes como la remodelación y el diseño de nuestros pueblos y ciudades.

La participación ciudadana es una variable fundamental sin la cual no podremos construir un ecologismo de consenso que promueva políticas verdes y socialmente justas. Por tal motivo, y como institución más cercana a la ciudadanía —y, por tanto, a la democracia— los ayuntamientos deben promover e invertir en concejalías que faciliten y promuevan la participación ciudadana. También considero necesario disponer de unos servicios medio ambientales municipales, no privatizados, ya que la externalización de los servicios municipales provoca una actividad lucrativa nada beneficiosa para nuestros municipios y, por supuesto, tampoco para el medio ambiente.

Debemos recuperar de la papelera de la historia el ímpetu y la desobediencia de los primeros Verdes alemanes/as, conjugándola con las propuestas municipalistas que promueven la descentralización ordenada de las decisiones políticas a nivel local. Todo ello aderezado por una propuesta en forma de red de redes a nivel macro, bajo paradigmas confederales. Esta propuesta debe proponer a los pueblos de nuestro país de países la necesidad de caminar hacia unas políticas eco-sociales y, por lo tanto, legislar basándose en ellas, dejando de ver el ecologismo como un movimiento de difícil marketing, promoviendo las potencialidades que encierra el empleo verde y fomentando un crecimiento social en detrimento del irracional crecimiento material.

Estas propuestas se dirigen a facilitar una re-localización de las relaciones humanas en todos sus aspectos, paralela a una coordinación y vinculación de las mismas —hacia un entendimiento global— mediante redes confederadas que fomenten la diplomacia internacional frente a la opción bélica. Esto no es tanto una utopía, sino más bien una necesidad a la que antes o después nos abocarán los límites del planeta. Tenemos las dos opciones anterioridadmente apuntadas: por un lado, la construcción de sociedades mas sobrias en el Norte, y el respeto a la independencia y el acceso a ciertos recursos y servicios por parte de los países del Sur; o bien, un escenario de guerra permanente entre los pueblos del mundo por los menguantes recursos naturales. Este segundo escenario desgraciadamente ya está en marcha desde hace tiempo; la decisión de revertir y cambiar
esta negativa inercia es solo nuestra.

No podemos denominar democracias a aquellos países que legitiman que un 20% de su población siga expoliando el 80% de los recursos naturales globales.

Parte 2 (Propuesta político-organizativa)

Sobre lo que debería ser el Nuevo Municipalismo enmarcado en la necesaria Transición Ecosocial

Vivimos tiempos inciertos donde el municipalismo que llegó para poner a las instituciones al servicio de la gente se ha perdido en pactos con los que antes eran la casta, en el cumplimiento de la legalidad vigente sin tener en cuenta quién generó esas normas jurídico-sociales, en la aceptación de las instituciones verticales y militaristas como la Guardia Civil o el propio Ejército, e incluso en muchos casos, en la asimilación dentro del sistema capitalista demostrada en la ausencia de una crítica severa y profunda a las grandes multinacionales que operan en las ciudades donde gobiernan algunas de estas candidaturas de unidad popular. Cierto es que no se desmontan los imaginarios colectivos en un solo día, pero cierto es también que muchas candidaturas municipalistas han perdido el rumbo y el objetivo debido a la gestión cotidiana y a las inercias negativas de lo que antes de su llegada se venía haciendo en los consistorios.

Por lo expuesto anteriormente considero que el municipalismo no puede ni debe estructurarse en ciudades con millones de habitantes. Resultaría utópico pretender establecer bio-regiones o ciudades eco-auto-sustentables en lugares como Madrid, Barcelona o Valencia, ciudades que, dicho sea de paso, deben su crecimiento precisamente a las prácticas capitalistas. Por lo tanto, un municipalismo transformador y democrático debe tener en su agenda la re-vertebración del territorio y la creación de núcleos de población basados en factores físicos y humanos y no única y exclusivamente económicos, que son sin duda los que rigen en la actualidad y los que han creado ciudades-colmena donde se se agolpan cientos de miles de personas.

No cabe duda alguna que es anti-popular, difícil y arduo apostar por un discurso nítidamente ecosocial que cuestiona el marco productivista en el que nos encontramos. Dicho marco ha sido desarrollado tanto por los sistemas del liberalismo clásico como por la izquierda tradicional; es decir, tanto la Unión Soviética como Estados Unidos han representado —y siguen representando en el segundo caso— sistemas basados en el crecimiento desenfrenado y en la concentración de sus ciudadanos/as en grandes núcleos de población con el objetivo de producir e incentivar la economía nacional.Y precisamente a causa de la falta de resiliencia de dichos sistemas, el mundo moderno se encuentra en la fase terminal de una enfermedad llamada Desarrollismo.

Así pues, es hora de una alternativa ideológica eco-social y feminista que promueva una economía basada en el bien común, siendo el cooperativismo su herramienta fundamental y estructurada organizativamente de la mano del municipalismo y el confederalismo de libre adhesión. Esto es, deberían existir tres redes de control y organización política:

  1. la del municipio,
  2. la bio-región,
  3. la confederal (red de redes de las diferentes bio-regiones).

El paradigma futuro que nos emplace hacia la transición ecosocial debería ser, por tanto, un paradigma descentralizado donde los municipios y las bio-regiones jugarían un papel fundamental en materia de servicios públicos, economía y toma de decisiones políticas. En consecuencia, siendo el municipio el lugar donde empieza y nace la democracia, debería el municipalismo desarrollar aspectos clave como los siguientes:

  • redes económicas municipales que acaben con la precariedad mediante la implantación de monedas locales y la creación de bancos del tiempo municipales, promoción del auto-empleo y asesoramiento jurídico y laboral para la potenciación de redes económicas cooperativas;
  • creación de huertos colaborativos para re-verdecer la ecología urbana;
  • peatonalización del casco urbano y promoción de la movilidad sustentable;
  • avanzar hacia la gestión municipal de los residuos;
  • fomento de los espacios autónomos de creación ciudadana;
  • utilización de las energías renovables con una disminución del consumo energético;
  • promoción de las políticas agroecológicas;
  • fomento del feminismo en todas las esferas de la vida local.

Estas pueden ser algunas de las muchas competencias o actuaciones que se deberían desarrollar desde un municipalismo transformador y rupturista con el sistema capitalista.
En cuanto a las bio-regiones, deberían actuar como redes de municipios que gestionaran aquellas cuestiones inter-municipales que afectaran a cada territorio, es decir:

  • transporte sustentable;
  • vías de comunicación entre los diferentes municipios, incluyendo su mantenimiento;
  • servicios costosos en materia sanitaria o educativa;

En definitiva, las bio-regiones serían unos territorios eco-auto-sustentables donde los municipios debatirían de manera democrática desde la horizontalidad sobre la gestión y la estructuración común —desde el más pulcro respeto con el medio natural— de las comunidades humanas y la defensa del entorno que las cobija.

En el nivel superior, las confederaciones serían redes de bio-regiones que estarían en contacto político-administrativo para resolver conflictos entre ellas, fomentando de este modo la diplomacia frente a la resolución armada de los conflictos políticos. Podríamos decir que la Confederación de Biorregiones sería la administración democrática que sustituiría al Estado vertical y anti-ecológico en el que habitamos en la actualidad.

Lo que aquí se plantea se desarrollaría, por descontando, desde el pragmatismo y progresivamente, comenzando a implementarse primeramente desde el municipalismo, para pasar a estructurar luego las bio-regiones como entes político-administrativos una vez tuviéramos asentados los municipios ecosociales. Por último, se llevaría a cabo la creación de las confederaciones.

En definitiva, y para sintetizar una propuesta que merece ser estructurada más en profundidad, el cambio social, político y económico debe nacer de un municipalismo tierno y a la vez subversivo siguiendo la estela de Petra Kelly y Murray Bookchin, una propuesta alternativa que hunda sus raíces en lo local desde una visión global de la realidad; siendo consciente de los retos futuros a los que nos emplazan aspectos como el Pico del Petróleo, l*s refugiad*s climátic*s, la contaminación generada por nuestro sistema alimentario, las guerras por los recursos o la destrucción del territorio con proyectos faraónicos, entre tantas otras problemáticas que deberemos afrontar en el siglo XXI.

El cambio social, político y económico ha de surgir desde los cimientos, no desde las alturas, de la mano de un municipalismo ecologista, social y feminista que rompa con el capitalismo y los sistemas productivistas, generando entornos eco-auto-sustentables y democráticos, al tiempo que pacifistas, donde las personas se desarrollen integralmente sin necesidad de destruir su entorno natural

Algunas referencias web (de la Parte 1)

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