LA TOTALITARIA CULTURA DE LAS RESPUESTAS
Desde los más catastrofistas que auguran la extinción de la especie hasta las lecturas más cándidas que hablan de la neutralidad y las posibilidades que brinda la tecnología para superar los límites de la humanidad, el debate sobre la aplicación de la Inteligencia Artificial (IA) abarca diversos posicionamientos. Aun cuando parezca imposible llegar a un acuerdo, en lo que todos parecen coincidir es en que, en breve, lo que consideramos “humano”, deberá ser resignificado.
Pero, ¿de qué se trata este cambio? En una entrevista para Zenda, el filósofo alemán Wolfram Eilenberger, autor de libros como Tiempo de magos, responde a este interrogante rastreando los orígenes de la filosofía y el conocimiento humano. Haciendo suya una larga tradición, Eilenberger encuentra en los niños el elemento indispensable para comprender un proceso que, según él, está en riesgo con la IA.
Más específicamente hace referencia al asombro como elemento impulsor del conocimiento y, sobre todo, a la posibilidad de hacer preguntas, aquello que nos diferencia del resto de los animales. Sí, esas preguntas incómodas y metafísicas que suelen hacer los niños hasta determinada edad y que los adultos responden como pueden hasta dar por cerrada la conversación con un “cuando seas grande vas a comprender”.Cuando comentaba que Eilenberger abraza una larga tradición
filosófica, me refería a aquella que comienza en Sócrates y Platón y llega
hasta el mundo contemporáneo en análisis como los de Karl Popper.
Si nos remontamos a la Grecia del siglo V AC, Sócrates
considera que la verdad ve la luz a través de un proceso de diálogo, de una
conversación. Sobre esta base es que él utiliza el método de la mayéutica que
consiste en no hacer afirmaciones sino solo preguntas de modo tal que el interlocutor
agudice sus argumentos y eventualmente, abandone sus concepciones erróneas. La
pregunta es, entonces, más importante que la respuesta y la pregunta adecuada
es la que guía el intercambio. Que para esta tradición la verdad sea el
resultado de la conversación, es la razón por la cual Sócrates nunca escribió y
por la que Platón dio a sus escritos la forma de diálogo. Evidentemente, para
ellos, el conocimiento era asunto de dos.
En el caso de Karl Popper, sus reflexiones acerca del método
científico reflejan que, en el origen, lo que aparece es una hipótesis, una
afirmación sobre un estado de cosas que luego debe ser corroborada o refutada
por el mundo. Sin embargo, la hipótesis que se debe contrastar es la respuesta
a una pregunta previa, a un problema: ¿Cómo circula la sangre? ¿Cómo ha
evolucionado la vida sobre la Tierra? ¿Cómo se explica la órbita terrestre? Se
trata solo de algunos de los interrogantes que atravesaron a generaciones de
científicos y que recibieron diversas respuestas hasta que alguna de ellas
acumuló la suficiente cantidad de evidencia empírica a su favor como para ser
la aceptada por la comunidad científica hasta el momento.
En este contexto, Eilenberger plantea algo interesante y
afirma que la IA es parte de una cultura que solo ofrece respuestas.
Efectivamente, en pocos años, las enciclopedias de papel fueron reemplazadas
por la manipulable Wikipedia y ésta, a su vez, está siendo reemplazada por
aplicaciones como ChatGPT que ofrece automáticamente los mismos sesgos pero que
funciona casi como una suerte de asistente personal para prácticamente
cualquier necesidad.
Esta referencia de Eilenberger a una cultura de la respuesta
es un aspecto que ya hemos trabajado aquí para dar cuenta del modo que se ha
modificado la interacción en el debate público. Ya no hay diálogo democrático,
sino facciones monolíticas que ingresan en la conversación “a gritos”, sin
preguntas, sin dudas y sin ningún ánimo de, eventualmente, modificar sus
posiciones. Sin posibilidad de revisar los puntos de vista, solo queda la
imposición, el poder, la fuerza; deslegitimadas las dictaduras, los viejos
totalitarismos permanecen larvados en la pretensión de tener todas las
respuestas sin salir de uno mismo o, en el menor de los casos, sin salir del
grupo de pertenencia. Así, la verdad no es un proceso sino una identidad que
tiene propietarios: los muy poderosos y las víctimas (las reales y las que
fingen serlo).
Si lo dicho hasta aquí es correcto, aplicaciones como el
ChatGPT son solo el emergente de una cultura que fue su condición de
posibilidad. En otras palabras, es una sociedad que hace tiempo ha renunciado a
hacerse preguntas la única capaz de avanzar en la creación de una tecnología
que solo ofrezca respuestas. Paradójicamente, la sociedad infantilizada ha renunciado
a hacer lo que mejor hacían los chicos: preguntas.
Sin embargo, habría todavía un motivo para la esperanza en
un elemento que Eilenberger parece no ver: siguen siendo los humanos los únicos
capaces de hacer las preguntas. Es decir, al menos hasta ahora, no hay IA capaz
de asombrarse y de preguntar como preguntan los chicos y no conocemos todavía
ni una civilización ni una tecnología capaz de hacerlo.
En síntesis, evitando la ingenuidad de pensar que las
tecnologías son neutrales, se impone una reflexión que abarque las
consecuencias civilizacionales de este tipo de tecnologías, pero, sobre todo,
el contexto que les ha dado lugar.
Y en todo caso, si de desafíos civilizatorios se trata, más
interpelante que una tecnología que tenga todas las respuestas, sería una
tecnología capaz de hacerse preguntas. Se trataría de una tecnología capaz de
reproducir la dinámica del conocimiento humano abriendo nuevas puertas hacia
terrenos desconocidos. Sin embargo, como emergente del tipo de sociedad que
habitamos, puede que rápidamente intenten hacernos creer que se trata de una
tecnología tan superadora que es capaz de haber agotado todas las preguntas
posibles, como esa Biblioteca de Babel borgiana que abarcándolo todo devenía
inútil y apabullante.
Si el totalitarismo de hoy viene en la forma de tener
respuestas para todo, imaginemos lo que podría ser el totalitarismo de mañana,
ese que a todas las respuestas le sume la pretensión de brindar todas las
preguntas posibles.
https://disidentia.com/la-totalitaria-cultura-de-las-respuestas/
No hay comentarios:
Publicar un comentario