HOMENAJE A LOS
ESCÉPTICOS
Ni creer ciegamente, ni
oponerse a lo nuevo y desconocido por sistema.
Para evolucionar es
necesario verificar y contrastar la información con nuestra experiencia
Por más que te
explique a qué sabe el fruto de los baobabs, no lo sabrás hasta que lo pruebes
por ti mismo.
El sistema sobre el que
se asienta nuestra existencia padece en la actualidad una profunda“crisis
institucional”. La oleada de escándalos y corrupción ha provocado un
sentimiento de frustración e impotencia generalizado. La gente se siente
engañada y estafada. Está muy harta de escuchar tantas mentiras. De ahí que
cada vez más ciudadanos estén dejando de creer en las organizaciones
establecidas.
En medio de este
turbulento escenario social, político y económico están surgiendo nuevos
mensajes y consignas para afrontar con una nueva actitud los cambios que se
avecinan. En el ámbito del crecimiento personal, por ejemplo, palabras como
coaching o emprendedor aparecen por todas partes. Se han puesto de moda. Tanto
que empiezan a cansar a muchos. Y no es para menos. Parece como si hoy todo el
mundo estuviera llamado a ser coach. O que la panacea sea abordar un proyecto o
un negocio por su cuenta.
Tanto el coaching como
la fiebre por crear negocios propios son dos burbujas laborales. Y como tales,
tarde o temprano reventarán. Estudiar un oficio no implica que seamos válidos
para ejercerlo competentemente. El talento no puede comprarse. Tan solo
puede desarrollarse. Principalmente porque viene de serie. No importa lo
buenas que sean nuestras intenciones o lo mucho que lo deseemos: el paso del
tiempo revela la verdad en forma de resultados emocionales y económicos. Y
estos ponen de manifiesto el grado de sabiduría o ignorancia desde donde
tomamos nuestras decisiones.
Sea como fuere,
palabras como las que hemos señalado anteriormente muestran una nueva tendencia
social y laboral imparable. Para verla se ha de leer entre líneas. Están
indicando, por un lado, que cada vez más personas están llegando a una saturación
de sufrimiento. No en vano, los seres humanos tendemos a salir de nuestra
zona de comodidad cuando nuestro nivel de insatisfacción es mayor a
nuestro miedo al cambio.
Así, una minoría
emergente de la sociedad se encuentra inmersa en una crisis
existencial. Y, más allá de su connotación negativa, se trata de un
proceso de autoconocimiento y transformación que lleva a
cuestionarse el viejo modo de concebir las cosas y crea la situación para
abrirse a una nueva forma de comprender la vida. En este caso, a dejar de
buscar la felicidad fuera de nosotros mismos para empezar a cultivarla en
nuestro interior.
Por otro lado, también
revelan que cada vez más profesionales están iniciando un proceso de reinvención
laboral. Debido a la escasez de contratos indefinidos –los cuales van a
menos–, las personas que trabajan como autónomos o freelance no para de crecer.
Y viendo que el Estado no es capaz de resolver sus propios problemas
financieros, cada vez son más los que deciden hacerse cargo de sí mismos
laboral y económicamente, montándoselo por su cuenta.
Cambio del modelo
económico. Cambio del modelo político. Cambio del modelo empresarial. Cambio
del modelo energético. Cambio del modelo educativo… Nos guste o no, la
transformación ha venido para quedarse. Por más que nos resistamos, el
sistema está inmerso en un gigantesco proceso de metamorfosis cultural. Y las
circunstancias actuales son la crisálida que necesitamos para que los
ciudadanos sigamos creciendo y madurando.
Debido a la
globalización y a las nuevas tecnologías, los cambios van a ser cada vez más
numerosos y se van a propiciar cada vez más rápido. De ahí
que sea fundamental cómo cada uno se enfrenta a lo diferente y lo
desconocido. De la actitud que adoptemos individualmente frente a lo
nuevo dependerá la dirección en la que evolucionemos como sociedad.
Se cuenta que un
importante catedrático universitario oyó hablar de un sabio que acababa de
llegar a la ciudad para impartir durante una temporada unos cursos de
autoconocimiento. Con el tiempo empezó a cansarse de escuchar por todas partes
a personas hablando sobre lo novedosas que eran las enseñanzas del supuesto
erudito. Al considerarse una persona“escéptica y de mente científica”,
alegaba que el desarrollo personal no era más que “una sarta de chorradas
para gente desesperada y sin criterio”.
Finalmente, harto de
oír su nombre y movido por la curiosidad, el catedrático concertó una cita con
aquel sabio. Y una vez en su despacho, le dijo con soberbia:
“Te concedo diez
minutos para que me hagas un resumen de tus enseñanzas”.
Y el sabio, con
tranquilidad, le contestó:
“Permíteme que antes
te invite a una taza de té”.
Seguidamente, empezó a
llenar la taza del catedrático. Y una vez llena, siguió sirviéndole hasta que
el té se desbordó de la taza, derramándose sobre la mesa. Molesto, el erudito
estalló en gritos:
“Pero ¿qué haces,
necio? ¿Acaso no ves que la taza está llena y que no cabe nada más en ella?”.
Sin perder la
compostura, el sabio le respondió:
“Por supuesto que lo
veo. Y de la misma manera veo que tu mente está demasiado llena de prejuicios.
A menos que la vacíes un poco, no puedo enseñarte nada nuevo”.
Frente a cualquier idea
que desafíe nuestro statu quo intelectual, es importante no confundir
la arrogancia con el escepticismo. Más que nada porque el arrogante no
suele plantearse nuevos interrogantes porque cree que cuenta con todas las
respuestas, erigiéndose como portavoz de la verdad. Reconocer que no sabe, o
que puede estar equivocado, es demasiado doloroso para su ego. Así es como va
encerrándose en una cárcel intelectual, construida a base de creencias.
Por más seguridad que
aparente, la arrogancia es una fachada que suele esconder un profundo miedo al
cambio. Así, el presuntuoso hace todo lo posible para no modificar su postura
rígida y estática frente a la vida. Le cuesta ser autocrítico y cuestionarse a
sí mismo. De ahí que cuando entra en contacto con información nueva se sienta
molesto y amenazado. Por eso tiende a ridiculizar, demonizar e incluso a
oponerse violentamente cada vez que escucha ideas diferentes a las suyas.
El quid de la cuestión
es que la petulancia es una actitud ineficiente e insostenible que
limita la capacidad de ver y comprender las cosas desde una nueva
perspectiva. Desde un punto de vista biológico es antinatural, pues nos impide
evolucionar psicológicamente como seres humanos. Por el contrario, la humildad
de reconocer que no sabemos y que estamos dispuestos a aprender nos permite
desarrollar un sano y constructivo escepticismo. Es decir, la actitud de explorar
aquello que se desconoce para expandir la comprensión y entendimiento.
Así, es esencial estar
abiertos a lo nuevo, pero sin creer nada de lo que nos digan, veamos o leamos,
incluyendo, por supuesto, el contenido de este artículo. Es más, hemos de
analizar, cuestionar y contrastar detenidamente toda la información que llega
desde el exterior. Y, en la medida de lo posible, verificarla a través de la
propia experiencia. Para adoptar una postura crítica frente a la realidad es
imprescindible comenzar por ser autocrítico, cuestionando el núcleo desde donde
procede nuestra forma de pensar. El mayor obstáculo para evolucionar como seres
humanos y progresar como sociedad es apegarse a nuestro actual sistema de
creencias. Es hora de cuestionarnos nuestro modo de vivir. ¿Quién da el primer
paso?
Si tu madre te
dice que te quiere, verifícalo. Arnold
Dornfield
Borja Vilaseca. El
País.
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