SESQUICENTENARIO DE JUNG
El 26 de este mes de julio se cumple el 150 aniversario del nacimiento en Suiza de una rara personalidad de gran influencia en el pensamiento, el Arte y la Cultura occidental. Me refiero a Carl Gustav Jung, médico, psiquiatra, psiconauta, estudioso de las tradiciones religiosas y esotéricas, personaje de profundas y múltiples inquietudes, muy difícil de clasificar.
Discípulo de Freud, quien le consideraba su candidato preferido a la sucesión de su escuela tanto por su valía y carisma, su edad, o su condición de cristiano en vez de judío. Sin embargo, Jung renunció a las teorías psicoanalíticas sexuales de Freud y a la propia presidencia de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Y fundó la llamada Psicología Profunda, Analítica o Compleja para diferenciarse del psicoanálisis freudiano.
Personalidad muy polifacética y controvertida en algunos medios, que le consideran más un místico algo diletante que un auténtico científico o profesional de la medicina. Su tesis doctoral trataba de los fenómenos ocultos y de la mediumnidad. Estuvo relacionado con las vanguardias artísticas e intelectuales europeas de principios del siglo pasado. Como una especie de nuevo rey filósofo Felipe II, Jung anduvo reuniendo muchos libros de alquimia hasta formar una importante biblioteca de esta materia. Estudió la obra de Paracelso.
Muy sugerentes también sus estudios sobre budismo y
cristianismo. Así, por ejemplo, la monografía dedicada al libro tibetano de los
muertos o la operatividad de los mandalas budistas e hindúes en la práctica
clínica. Inspirada en un libro de alquimia china prologado por él y traducido
por Wilhelm, es muy notable el desarrollo de la idea de sincronicidad
relacionada con la Física cuántica de su amigo Pauli. La sincronicidad
constituye un intento de explicar fenómenos metapsíquicos tales como la
criptestesia o las mancias.
A Jung en Sobre cosas que se ven el cielo se
debe una de las primeras aproximaciones al fenómeno OVNI como algo psicológico
o tradicional, línea que luego desarrollaría el astrónomo Jacques Vallée
en Pasaporte a Magonia.
La vida de Jung es muy sugestiva, pero su obra, difícil de abarcar y de comprender. Al amigo lector que aún no la conozca le invito a estudiarla pues merece la pena. Puede empezar con un libro póstumo de divulgación, escrito junto a otros colaboradores: El Hombre y sus símbolos. Jung, que había dirigido su vasta obra a científicos, profesionales y estudiosos, no se animó a escribirlo hasta que tuvo un sueño que interpretó como un aviso de que debía hacerlo.
Antes de su fallecimiento
escribió el primer capítulo: Acercamiento al inconsciente. Que fuera seguido
por otros, obra de sus colaboradores, aunque supervisada por él: Los mitos
antiguos y el hombre moderno, El proceso de individuación, El simbolismo de las
artes visuales y Símbolos en un análisis individual. Y concluye con La ciencia
y el inconsciente.
Es muy curiosa e iluminadora su teoría del inconsciente colectivo para comprender mejor el funcionamiento de la psique a lo largo del tiempo, así como muchas tradiciones universales. A mi me parece de especial interés actual Psicología y Religión, en el que sostiene que, sea cual sea su realidad metafísica, el arquetipo de Dios está en la conciencia y afirma que “Dios no tiene éxito en una Humanidad psíquicamente desnutrida”, lo que explicaría muchos de los males del abominable proceso woke que nos quieren imponer.
También nos previene contra las pestes psíquicas que
asolan el mundo y nos ofrece un antídoto o fundamental arma espiritual de
defensa, lo que llama “proceso de individuación” o de realización humana, que
además de hacer plena su vida evita al hombre ser víctima arrastrada de la
barbarie.
No soy profesional, de modo que puedo equivocarme totalmente, pero me temo que la psicología actual se encuentra lejos de todos estos planteamientos al considerarse una ciencia materialista que paradójicamente reniega del alma que le da nombre. Pese a su aparente rareza que sorprenderá a más de un lector incluso de los que creen sabérselas todas, la obra de Jung incluso presentaría mayor interés ahora cuando se habla de la guerra cognitiva.
En realidad una forma muy avanzada de manipulación,
permitiendo influir en el comportamiento de un individuo o un grupo de
individuos con el fin de obtener una ventaja táctica o estratégica. En este
campo de acción, cuando se mantiene una concepción meramente materialista, de
acción, reacción, el cerebro humano se convierte en el escenario de
operaciones, en la idea de asimilarse a la IA, no ya la psique junguiana, que,
a diferencia de lo mental, engloba tanto lo consciente como lo inconsciente.
El objetivo de la guerra cognitiva es influir no solo en lo
que piensan los individuos objeto, sino también en cómo piensan y, en última
instancia, en cómo actúan. Se asocia con otras formas y áreas de acción para
alcanzar el cerebro objetivo, como la ciberguerra, la guerra de la información
e incluso la embrionaria neurociencia cognitiva, Al facilitar la comprensión de
los mecanismos del cerebro y la forma en que integra y procesa diferentes
categorías de información, la neurociencia permitirá optimizar el uso de otras
guerras, en particular la guerra de la información.
Es una forma de la conquista del relato que ambicionan
políticos y próceres sin escrúpulos. Los ataques de guerra cognitiva se
especifican, estructuran y organizan para transformar o distorsionar el
pensamiento de quienes toman las decisiones, como personal operativo, miembros
de una categoría profesional o social, personal militar de un ejército o, de
forma más amplia, los súbditos de una región, un país o un grupo de países.
El cerebro y la máquina con procesos compartidos para dar
cuenta del universo y tomar decisiones en función de una acción deseada. Se
expresan en pensamientos y programas, como una especie de inteligencia híbrida.
Pero me parece que aquí existiría una notable confusión entre hardware y
software si el lector me permite el uso de estas palabras bárbaras pero
comúnmente establecidas. Una especie de amputación de una parte sustancial de
la psique humana y estaría muy bien que supiésemos a qué atenernos.
El presente debate entre inteligencia natural y artificial
no tendría en cuenta la idea junguiana expresada en su Libro rojo del
«espíritu de la profundidad» que contrasta con el común espíritu de este
tiempo. Ambos interactúan como pensamiento racional dominante de una época
histórica versus las atemporales fuerzas simbólicas del inconsciente colectivo.
“He aprendido que, además del espíritu de este
tiempo, aun está en obra otro espíritu, a saber, aquel que domina la
profundidad de todo lo presente. El espíritu de ese tiempo sólo quiere oír
acerca de la utilidad y el valor. También yo pensaba así. Sin embargo, aquel
otro espíritu me obliga a hablar más allá de la justificación, la utilidad y el
sentido. Lleno de orgullo humano y encandilado por el desmedido espíritu de
este tiempo, intenté largamente alejar de mí a aquel otro. Pero no reparé en
que el espíritu de la profundidad posee, desde antaño y en todo el futuro, más
poder que el espíritu de este tiempo que cambia con las generaciones. El
espíritu de la profundidad ha sometido todo el orgullo y toda la altanería del
juicio. Me quitó la fe en la ciencia, me robó la alegría del explicar y el
clasificar, y dejó que se extinguiera en mí la entrega a los ideales de este
tiempo. Me forzó a bajar hacia las cosas últimas y más simples. El espíritu de
la profundidad tomó mi entendimiento y todos mis conocimientos, y los puso al
servicio de lo inexplicable y de contrario al sentido. Me robó el habla y la
escritura para todo lo que no estuviera al servicio de esto, es decir, de la
fusión mutua de sentido y contrasentido, que da por resultado el suprasentido.”
La monumental obra de Jung representa otra interpretación de
la civilización, la cultura y la vida del hombre en la Tierra. Y una invitación
a entendernos y dar la mejor versión posible de nosotros mismos.
https://eldiestro.info/2025/07/en-el-sesquicentenario-de-jung/
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