EL BUEN ANTEPASADO
Cómo pensar a largo plazo
en un mundo cortoplacista
En una era dominada por el cortoplacismo tiránico de las
redes sociales, la destrucción de los sistemas ecológicos y la miopía política
y económica, ¿es posible cambiar en pos de un pensamiento a largo plazo por el
bien común? Esta pregunta pone sobre la mesa el desafío de ser buenos
antepasados. Parece necesario -más que nunca- adoptar estrategias que nos
permitan formar vías de acción colectiva a largo plazo que revolucionen los
terrenos culturales, económicos y políticos.
El libro El buen antepasado, del filósofo Roman Krznaric (Australia, 1971) Capitán Swing (2021), responde a la pregunta que se hace Jonas Salk en su discurso de 1977 de cómo podemos ser buenos antepasados. En su contestación, Krznaric articula una obra crítica, partiendo de un análisis desde visiones de filosofía moral, antropología y politología, que pretende superar las limitaciones de los proyectos parciales y fragmentarios de nuestras sociedades contemporáneas.
El proyecto al que apunta Krznaric se basa en una estrategia
de adopción de un pensamiento largoplacista que rompa con las barreras que
impiden estrategias de cambio profundas. El autor identifica que lo que demanda
nuestra situación histórica son propuestas y visiones del mundo que nos
permitan planificar y ejecutar acciones para la posteridad con el fin de
convertirnos en buenos antepasados.
Para lograr este objetivo, Krznaric se centra en distintas
herramientas conceptuales que ha tenido la humanidad a lo largo de la historia
para pensar y construir de cara al futuro y que nos permitirían cultivar una
mentalidad largoplacista que lograse superar nuestros diseños institucionales
obsoletos, la inseguridad e inestabilidad del aquí y el ahora y reinventar
nuestras formas económicas, políticas y culturales. Estas seis herramientas que
el autor expone son: la Humildad del Tiempo Profundo, la Mentalidad
de Legado, el principio de Justicia intergeneracional, el Pensamiento
catedral, la Predicción holística y el acuerdo de un Objetivo
trascendental.
En la primera sección de la obra, «La Pugna por el tiempo»,
Krznaric expone que nos encontramos en lo que se ha denominado el Antropoceno,
una era en la que la especie humana ha alterado con tal violencia la
estabilidad del sistema terrestre que la amenaza de un colapso ecológico es
inminente. La degradación del planeta acecha en cada esquina del tiempo. Cada
vez que doblamos una esquina de la metrópolis estamos rebasando un poco más los
límites del planeta. Nuestras huellas son la prueba: andamos con tal prisa,
centrados en objetivos tan inminentes e insignificantes en nuestra cultura contemporánea,
que no logramos imaginar futuros lejanos y trabajar colectiva y
cooperativamente en objetivos a largo plazo [1].
Como refleja Krznaric, estas seis herramientas para pensar a
largo plazo, si son implementadas de forma atomizada son estériles, pero
combinadas conforman un mapa clave para situar y orientar nuestra civilización.
Estas bases conforman los cimientos para desarrollar las diversas formas de
pensamiento a largo plazo que permitirían planificar el futuro y escapar a una
organización y mentalidad cortoplacistas que se vean fácilmente sofocadas.
Para combatir nuestra miopía temporal habría que desarrollar
lo que el autor denomina nuestro «cerebro de bellota», que se basa en el
‘pensar’ en un rango temporal amplio, a largo plazo, y dejar de movernos tan
obsesivamente por horizontes temporales cortoplacistas (dejar de guiarnos
exclusivamente por nuestro cerebro «nube de azúcar»). Nuestro cerebro se mueve
en múltiples horizontes temporales, por lo que habría que habituar a nuestro
cerebro a pensar, como mínimo, a cien años vista. Según el autor, para cultivar
esta cultura largoplacista que agudizaría nuestra planificación a futuro se
requiere una simbiosis y un encaje de estas seis herramientas para el
pensamiento.
La herramienta conceptual de la que parte Krznaric como
primera mirada a un horizonte largoplacista es la Humildad del Tiempo
Profundo; es decir, la contemplación de la humanidad como un parpadeo en la
historia del universo. Según el autor, si adoptáramos dicha perspectiva de
vida, desarrollaríamos un sentido de la humildad que nos permitiría darnos
cuenta de nuestra insignificancia, desatarnos de nuestras miras
antropocéntricas, y tornar nuestros ojos en dirección a un futuro lejano en el
que tener en cuenta no solo nuestra comodidad, sino el bienestar de las
generaciones futuras y del planeta en su conjunto.
Esta forma de pensar a largo plazo va de la mano con
una Mentalidad de Legado; es decir, con el reconocimiento de una
herencia que nos han dejado las generaciones pasadas y la forja de un legado,
entendiendo este legado como una actividad que realizamos a lo largo de toda
nuestra vida. Esta Humildad del Tiempo Profundo y esta Mentalidad
de Legado nos dejan en un punto de revisión de las consecuencias de
nuestros actos sobre la faz de la Tierra y nos invitan a planificar dentro de
los límites planetarios, sin exceder la biocapacidad del planeta y —siguiendo
el principio de Justicia Intergeneracional— pensando en el
bienestar de las futuras generaciones y en la protección del medioambiente.
Cabe matizar que, si bien la propuesta de Krznaric está
supeditada a una sutil concepción idealista en la que el mundo se cambia a
través del progreso de las ideas [2],
para el filósofo australiano, centrarse en la transformación de los paradigmas
mentales no resta valor a la acción práctica, sino que la refuerza, ya que
teorización y acción han de ir de la mano en cualquier proyecto de
reestructuración a nivel cultural, político y económico.
Según Krznaric, es necesario esbozar rutas a largo plazo
para el buen funcionamiento y bienestar de las civilizaciones futuras que no se
basen en mitos de crecimiento perpetuo ni en la infinitud de recursos del
planeta. Como señala la lógica de la curva S de la que nos habla la economista
Kate Raworth (pareja de Krznaric), el crecimiento del PIB jamás podrá ser
indefinido ya que sucumbirá a la lógica de la curva S: crecerá hasta alcanzar
un pico, y caerá. Según Krznaric, hemos de dejar atrás los mitos y falsos hitos
del capitalismo tardío y, en cambio, tener como referencia los grandes hitos de
las civilizaciones del pasado.
En línea con esta idea, afrontar los múltiples retos y
crisis ecológicas, económicas y sociales que pueblan el mundo requiere de una
muy elaborada previsión y planificación, lo que Krznaric denomina «Pensamiento catedral», que consiste en
esa recuperación de la mentalidad que subyacía en las grandes construcciones de
la humanidad (las pirámides de Egipto, el alcantarillado en la Inglaterra victoriana,
las construcciones religiosas) y que parece haberse diluido de nuestras
planificaciones de futuro.
Sin embargo, además de consolidar un pensamiento que
perdure, es necesario un pensamiento que se amolde en esa progresiva
construcción de futuro. En consecuencia, una quinta herramienta que Krznaric
considera fundamental en este proyecto colectivo y cooperativo largoplacista y
que comunica con la idea del Pensamiento catedral es lo que el
autor denomina la Predicción holística; es decir, la contemplación
de diversas rutas civilizatorias y planes de acción flexibles y adaptables a
las nuevas dificultades que encontremos en el camino. Según el autor, ante las
múltiples convulsiones que puedan sufrir nuestras sociedades, es vital la
capacidad que tengamos de adaptarnos a las contingencias y reacomodar los
proyectos que despleguemos a largo plazo siempre pensando en que “cuando
construimos -recuperando la célebre frase de John Ruskin- construimos para
siempre”.
Por último, la sexta herramienta de pensamiento a largo
plazo que comparte Krznaric -y que está implícita en las cinco herramientas
conceptuales anteriormente expuestas- es la búsqueda, como Objetivo
Trascendental, de la prosperidad planetaria. Esta meta sirve como
invitación a reconocer la interdependencia del ser humano con su medioambiente
físico y entender nuestra existencia como una relación simbólica con el planeta
en la que somos parte y manifestación de un todo. Según el autor, debemos
entender al ser humano como un ser interdependiente con cada nivel de vida que
habita en la Naturaleza y que ha de mirar más allá de estrechas miras
económicas y articular su vida dentro de los límites del planeta. Como
consecuencia de adoptar dicha mentalidad, estaríamos más predispuestos a
aminorar nuestras dinámicas de explotación de recursos y de consumo para
respetar los propios ritmos de regeneración de la Tierra, para así evitar una
degeneración o destrucción radical del planeta y, por ende, de todos los seres lo
habitan.
Una vez expuestas estas seis herramientas de pensamiento a
largo plazo, la tercera parte del libro se enfoca en cómo conciliar estas
herramientas y construir en base a dichos cimientos para afrontar los problemas
que en la actualidad más nos deberían preocupar: la miopía política, el
capitalismo especulativo tardío y la mentalidad cortoplacista ciudadana. Para
abordar dichas cuestiones, Krznaric propone lo que denomina «la rebelión del tiempo», la cual gira en
torno al replanteamiento de nuestros avatares de vida y la proyección hacia el
camino del buen antepasado.
Para ampliar los horizontes temporales en todos estos
ámbitos, Krznaric parece abogar por una rebelión regenerativa; es decir, por la
creación y diseño de una economía global construida desde una perspectiva
holística que satisfaga nuestras necesidades sin agotar los medios biofísicos
del planeta. Así pues, pretende dejar atrás el modelo degenerativo lineal que
gobierna nuestra contemporaneidad y adoptar un nuevo modelo basado en el diseño
regenerativo, reformulando los modos actuales de extracción, explotación y
consumo.
A este respecto, el autor menciona una serie de figuras a
las que llama «rebeldes del tiempo» y que toma como ejemplo de cómo se pueden
orientar y poner en marcha diseños y planificaciones diseñadas para el largo
plazo. Estos “rebeldes del tiempo” (economistas, ecologistas, etc.) están
embarcados en la misión de ampliar los horizontes de la economía empresarial y
romper con las políticas de Estado que dejan fuera de sus prioridades los
intereses de las generaciones futuras y, sobre todo, del planeta en su
conjunto. Sin embargo, para llevar a cabo esta clase de proyectos se requieren
acciones colectivas y cooperativas a gran escala, por lo que si no se logra que
estas herramientas de pensamiento se instauren en el imaginario colectivo
global y no solo en grupos minoritarios casi anecdóticos, las probabilidades de
éxito de cualquier proyecto alternativo al panorama cortoplacista actual
parecen escasas.
En definitiva, Krznaric contempla que únicamente
desarrollando estas herramientas de pensamiento largoplacista puede la
humanidad recorrer el camino del «buen antepasado» y reconfigurar las formas en
las que inteligimos y organizamos el mundo. Para explorar las alternativas a los
múltiples desastres a los que nuestras sociedades se enfrentan y que se
agravarán en las próximas generaciones, debemos ampliar nuestros horizontes
temporales y abandonar nuestra cosmovisión monolítica, individualista y
cortoplacista, apresada entre una serie de barreras de pensamiento que nos
impiden ver y construir en horizontes temporales mucho más amplios.
A no ser que queramos ser víctimas de nosotros mismos, de la
volatilidad e insostenibilidad de nuestros modos de vida, debemos desarrollar
dichas aptitudes cognitivas esenciales (las herramientas de pensamiento
largoplacista que expone el autor) y repensar colectivamente los grandes mitos
de nuestra civilización para lograr construir nuevos planes y vías de
estructuración y acción que nos permitan afrontar las crisis climáticas,
económicas y de escasez de recursos que se ciernen sobre nuestro futuro como
una bomba (que en cierto sentido hemos programado nosotros mismos con nuestro
desentendimiento de los perjuicios a largo plazo de nuestros modos de producción
y consumo) condenada a explotar, afectándonos no solo a nosotros, ni tan solo a
nuestros descendientes, sino a toda especie o forma de vida que habite el
planeta.
Notas
[1]
Este uso del “nosotros” no es casual. Krznaric reconoce que su análisis está
limitado a un “nosotros” occidental debido a su posicionamiento social. La
perspectiva crítica de Krznaric, “a pesar de tratar de tener en cuenta una
amplia variedad de perspectivas sociales, económicas y culturales”, se centra
en las sociedades “económicamente seguras de las naciones industrializadas de
Occidente”. Esto delimita el campo de análisis en el que se circunscribe la
obra y hemos de tenerlo en cuenta a la hora de entender sus herramientas
conceptuales largoplacistas.
[2]
“«La historia humana es, en esencia, una historia de las ideas». Es la cultura
imperante de las ideas la que condiciona la dirección de una sociedad, la que
determina qué es pensable e impensable, qué es posible e imposible”
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