22/9/23

Ampliar nuestros horizontes y abandonar la cosmovisión individualista y cortoplacista

EL BUEN ANTEPASADO                                 

Cómo pensar a largo plazo en un mundo cortoplacista

En una era dominada por el cortoplacismo tiránico de las redes sociales, la destrucción de los sistemas ecológicos y la miopía política y económica, ¿es posible cambiar en pos de un pensamiento a largo plazo por el bien común? Esta pregunta pone sobre la mesa el desafío de ser buenos antepasados. Parece necesario -más que nunca- adoptar estrategias que nos permitan formar vías de acción colectiva a largo plazo que revolucionen los terrenos culturales, económicos y políticos.

El libro El buen antepasado, del filósofo Roman Krznaric (Australia, 1971) Capitán Swing (2021), responde a la pregunta que se hace Jonas Salk en su discurso de 1977 de cómo podemos ser buenos antepasados. En su contestación, Krznaric articula una obra crítica, partiendo de un análisis desde visiones de filosofía moral, antropología y politología, que pretende superar las limitaciones de los proyectos parciales y fragmentarios de nuestras sociedades contemporáneas.

El proyecto al que apunta Krznaric se basa en una estrategia de adopción de un pensamiento largoplacista que rompa con las barreras que impiden estrategias de cambio profundas. El autor identifica que lo que demanda nuestra situación histórica son propuestas y visiones del mundo que nos permitan planificar y ejecutar acciones para la posteridad con el fin de convertirnos en  buenos antepasados.

Para lograr este objetivo, Krznaric se centra en distintas herramientas conceptuales que ha tenido la humanidad a lo largo de la historia para pensar y construir de cara al futuro y que nos permitirían cultivar una mentalidad largoplacista que lograse superar nuestros diseños institucionales obsoletos, la inseguridad e inestabilidad del aquí y el ahora y reinventar nuestras formas económicas, políticas y culturales. Estas seis herramientas que el autor expone son: la Humildad del Tiempo Profundo, la Mentalidad de Legado, el principio de Justicia intergeneracional, el Pensamiento catedral, la Predicción holística y el acuerdo de un Objetivo trascendental.

En la primera sección de la obra, «La Pugna por el tiempo», Krznaric expone que nos encontramos en lo que se ha denominado el Antropoceno, una era en la que la especie humana ha alterado con tal violencia la estabilidad del sistema terrestre que la amenaza de un colapso ecológico es inminente. La degradación del planeta acecha en cada esquina del tiempo. Cada vez que doblamos una esquina de la metrópolis estamos rebasando un poco más los límites del planeta. Nuestras huellas son la prueba: andamos con tal prisa, centrados en objetivos tan inminentes e insignificantes en nuestra cultura contemporánea, que no logramos imaginar futuros lejanos y trabajar colectiva y cooperativamente en objetivos a largo plazo [1].

Como refleja Krznaric, estas seis herramientas para pensar a largo plazo, si son implementadas de forma atomizada son estériles, pero combinadas conforman un mapa clave para situar y orientar nuestra civilización. Estas bases conforman los cimientos para desarrollar las diversas formas de pensamiento a largo plazo que permitirían planificar el futuro y escapar a una organización y mentalidad cortoplacistas que se vean fácilmente sofocadas.

Para combatir nuestra miopía temporal habría que desarrollar lo que el autor denomina nuestro «cerebro de bellota», que se basa en el ‘pensar’ en un rango temporal amplio, a largo plazo, y dejar de movernos tan obsesivamente por horizontes temporales cortoplacistas (dejar de guiarnos exclusivamente por nuestro cerebro «nube de azúcar»). Nuestro cerebro se mueve en múltiples horizontes temporales, por lo que habría que habituar a nuestro cerebro a pensar, como mínimo, a cien años vista. Según el autor, para cultivar esta cultura largoplacista que agudizaría nuestra planificación a futuro se requiere una simbiosis y un encaje de estas seis herramientas para el pensamiento.

La herramienta conceptual de la que parte Krznaric como primera mirada a un horizonte largoplacista es la Humildad del Tiempo Profundo; es decir, la contemplación de la humanidad como un parpadeo en la historia del universo. Según el autor, si adoptáramos dicha perspectiva de vida, desarrollaríamos un sentido de la humildad que nos permitiría darnos cuenta de nuestra insignificancia, desatarnos de nuestras miras antropocéntricas, y tornar nuestros ojos en dirección a un futuro lejano en el que tener en cuenta no solo nuestra comodidad, sino el bienestar de las generaciones futuras y del planeta en su conjunto.

Esta forma de pensar a largo plazo va de la mano con una Mentalidad de Legado; es decir, con el reconocimiento de una herencia que nos han dejado las generaciones pasadas y la forja de un legado, entendiendo este legado como una actividad que realizamos a lo largo de toda nuestra vida. Esta Humildad del Tiempo Profundo y esta Mentalidad de Legado nos dejan en un punto de revisión de las consecuencias de nuestros actos sobre la faz de la Tierra y nos invitan a planificar dentro de los límites planetarios, sin exceder la biocapacidad del planeta y —siguiendo el principio de Justicia Intergeneracional— pensando en el bienestar de las futuras generaciones y en la protección del medioambiente.

Cabe matizar que, si bien la propuesta de Krznaric está supeditada a una sutil concepción idealista en la que el mundo se cambia a través del progreso de las ideas [2], para el filósofo australiano, centrarse en la transformación de los paradigmas mentales no resta valor a la acción práctica, sino que la refuerza, ya que teorización y acción han de ir de la mano en cualquier proyecto de reestructuración a nivel cultural, político y económico.

Según Krznaric, es necesario esbozar rutas a largo plazo para el buen funcionamiento y bienestar de las civilizaciones futuras que no se basen en mitos de crecimiento perpetuo ni en la infinitud de recursos del planeta. Como señala la lógica de la curva S de la que nos habla la economista Kate Raworth (pareja de Krznaric), el crecimiento del PIB jamás podrá ser indefinido ya que sucumbirá a la lógica de la curva S: crecerá hasta alcanzar un pico, y caerá. Según Krznaric, hemos de dejar atrás los mitos y falsos hitos del capitalismo tardío y, en cambio, tener como referencia los grandes hitos de las civilizaciones del pasado.

En línea con esta idea, afrontar los múltiples retos y crisis ecológicas, económicas y sociales que pueblan el mundo requiere de una muy elaborada previsión y planificación, lo que Krznaric denomina «Pensamiento catedral», que consiste en esa recuperación de la mentalidad que subyacía en las grandes construcciones de la humanidad (las pirámides de Egipto, el alcantarillado en la Inglaterra victoriana, las construcciones religiosas) y que parece haberse diluido de nuestras planificaciones de futuro.

Sin embargo, además de consolidar un pensamiento que perdure, es necesario un pensamiento que se amolde en esa progresiva construcción de futuro. En consecuencia, una quinta herramienta que Krznaric considera fundamental en este proyecto colectivo y cooperativo largoplacista y que comunica con la idea del Pensamiento catedral es lo que el autor denomina la Predicción holística; es decir, la contemplación de diversas rutas civilizatorias y planes de acción flexibles y adaptables a las nuevas dificultades que encontremos en el camino. Según el autor, ante las múltiples convulsiones que puedan sufrir nuestras sociedades, es vital la capacidad que tengamos de adaptarnos a las contingencias y reacomodar los proyectos que despleguemos a largo plazo siempre pensando en que “cuando construimos -recuperando la célebre frase de John Ruskin- construimos para siempre”.

Por último, la sexta herramienta de pensamiento a largo plazo que comparte Krznaric -y que está implícita en las cinco herramientas conceptuales anteriormente expuestas- es la búsqueda, como Objetivo Trascendental, de la prosperidad planetaria. Esta meta sirve como invitación a reconocer la interdependencia del ser humano con su medioambiente físico y entender nuestra existencia como una relación simbólica con el planeta en la que somos parte y manifestación de un todo. Según el autor, debemos entender al ser humano como un ser interdependiente con cada nivel de vida que habita en la Naturaleza y que ha de mirar más allá de estrechas miras económicas y articular su vida dentro de los límites del planeta. Como consecuencia de adoptar dicha mentalidad, estaríamos más predispuestos a aminorar nuestras dinámicas de explotación de recursos y de consumo para respetar los propios ritmos de regeneración de la Tierra, para así evitar una degeneración o destrucción radical del planeta y, por ende, de todos los seres lo habitan.

Una vez expuestas estas seis herramientas de pensamiento a largo plazo, la tercera parte del libro se enfoca en cómo conciliar estas herramientas y construir en base a dichos cimientos para afrontar los problemas que en la actualidad más nos deberían preocupar: la miopía política, el capitalismo especulativo tardío y la mentalidad cortoplacista ciudadana. Para abordar dichas cuestiones, Krznaric propone lo que denomina «la rebelión del tiempo», la cual gira en torno al replanteamiento de nuestros avatares de vida y la proyección hacia el camino del buen antepasado.

Para ampliar los horizontes temporales en todos estos ámbitos, Krznaric parece abogar por una rebelión regenerativa; es decir, por la creación y diseño de una economía global construida desde una perspectiva holística que satisfaga nuestras necesidades sin agotar los medios biofísicos del planeta. Así pues, pretende dejar atrás el modelo degenerativo lineal que gobierna nuestra contemporaneidad y adoptar un nuevo modelo basado en el diseño regenerativo, reformulando los modos actuales de extracción, explotación y consumo.

A este respecto, el autor menciona una serie de figuras a las que llama «rebeldes del tiempo» y que toma como ejemplo de cómo se pueden orientar y poner en marcha diseños y planificaciones diseñadas para el largo plazo. Estos “rebeldes del tiempo” (economistas, ecologistas, etc.) están embarcados en la misión de ampliar los horizontes de la economía empresarial y romper con las políticas de Estado que dejan fuera de sus prioridades los intereses de las generaciones futuras y, sobre todo, del planeta en su conjunto. Sin embargo, para llevar a cabo esta clase de proyectos se requieren acciones colectivas y cooperativas a gran escala, por lo que si no se logra que estas herramientas de pensamiento se instauren en el imaginario colectivo global y no solo en grupos minoritarios casi anecdóticos, las probabilidades de éxito de cualquier proyecto alternativo al panorama cortoplacista actual parecen escasas.

En definitiva, Krznaric contempla que únicamente desarrollando estas herramientas de pensamiento largoplacista puede la humanidad recorrer el camino del «buen antepasado» y reconfigurar las formas en las que inteligimos y organizamos el mundo. Para explorar las alternativas a los múltiples desastres a los que nuestras sociedades se enfrentan y que se agravarán en las próximas generaciones, debemos ampliar nuestros horizontes temporales y abandonar nuestra cosmovisión monolítica, individualista y cortoplacista, apresada entre una serie de barreras de pensamiento que nos impiden ver y construir en horizontes temporales mucho más amplios.

A no ser que queramos ser víctimas de nosotros mismos, de la volatilidad e insostenibilidad de nuestros modos de vida, debemos desarrollar dichas aptitudes cognitivas esenciales (las herramientas de pensamiento largoplacista que expone el autor) y repensar colectivamente los grandes mitos de nuestra civilización para lograr construir nuevos planes y vías de estructuración y acción que nos permitan afrontar las crisis climáticas, económicas y de escasez de recursos que se ciernen sobre nuestro futuro como una bomba (que en cierto sentido hemos programado nosotros mismos con nuestro desentendimiento de los perjuicios a largo plazo de nuestros modos de producción y consumo) condenada a explotar, afectándonos no solo a nosotros, ni tan solo a nuestros descendientes, sino a toda especie o forma de vida que habite el planeta.

Notas

[1] Este uso del “nosotros” no es casual. Krznaric reconoce que su análisis está limitado a un “nosotros” occidental debido a su posicionamiento social. La perspectiva crítica de Krznaric, “a pesar de tratar de tener en cuenta una amplia variedad de perspectivas sociales, económicas y culturales”, se centra en las sociedades “económicamente seguras de las naciones industrializadas de Occidente”. Esto delimita el campo de análisis en el que se circunscribe la obra y hemos de tenerlo en cuenta a la hora de entender sus herramientas conceptuales largoplacistas.

[2] “«La historia humana es, en esencia, una historia de las ideas». Es la cultura imperante de las ideas la que condiciona la dirección de una sociedad, la que determina qué es pensable e impensable, qué es posible e imposible”

https://www.15-15-15.org/webzine/2023/09/22/resena-de-el-buen-antepasado-como-pensar-a-largo-plazo-en-un-mundo-cortoplacista/  

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