ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO!
¿Cuál es el papel de la economía en este momento de
crisis multidimensional y cuál es el modelo económico para la transición
ecosocial que este mundo necesita?
Esta fue la frase que según parece le dio una inesperada
victoria a Bill Clinton en las elecciones de 1992, cuando todas las
predicciones apuntaban a una reelección de Bush padre, cuya popularidad rondaba
el 90%, gracias a sus éxitos en materia de política exterior con el fin de la
Guerra Fría y la guerra del Golfo. El enfoque estratégico de la campaña de
Clinton se centró en cuestiones más relacionadas con la vida cotidiana de la
ciudadanía y sus necesidades más inmediatas, a partir de tres frases que
colgaron de carteles por todas las oficinas centrales: Cambio vs más
de lo mismo, La economía, estúpido y No olvidar el sistema de salud.
Parece casi una premonición la conjugación de estos lemas y su aplicación al momento actual, donde una pandemia sanitaria parece haber hecho saltar por los aires el mundo tal y como lo conocemos, recordándonos, porque parece que lo habíamos olvidado, que los cuidados son esenciales para la vida y que, para preservarla, se precisa, entre otras cosas, de un sistema de salud capaz y, por supuesto, 100% público, universal y gratuito, como nos vienen demandando y recordando las múltiples campañas que los movimientos sociales y la sociedad están lanzando estas semanas en su defensa. #YoPintoUnCorazónVerde…
Esta pandemia sanitaria y la crisis desencadenada han vuelto
a evidenciar la necesidad de un cambio radical de modelo civilizatorio, ante lo
que de algún modo no es una situación excepcional sino un nuevo coletazo de
muerte de un sistema que hace aguas desde hace años. Así, vuelve a ponerse en
el debate mediático y social la disyuntiva en que nos encontramos,
invitándonos, como ocurrió en 2008 (esperemos que ahora con más tino y mejor
fortuna), a leer la crisis en términos de oportunidad de cambio frente a más de
lo mismo, para no retomar una normalidad a donde muchas no queremos volver,
porque el ecocidio y los niveles de injusticia social a los que hemos llegado
no tienen nada de normal, de natural, de lógico.
¿Cómo revertir, pues, este colapso sistémico en un proceso
de transición ecosocial que nos salve de nuestra propia destrucción? No es una
respuesta sencilla o no nos encontraríamos en estas, ni creo que pueda ser
abordada desde un único frente sin duda, pero que la economía tiene un papel
central como herramienta de cambio dentro de un sistema que idolatra el dinero,
que ha mercantilizado la vida hasta el último extremo y que precisa a toda
costa de un crecimiento continuo basado en un insostenible e injusto modelo de
producción y consumismo, debería ser una obviedad.
Reconceptualicemos y recuperaremos la Economía
Por desgracia, incluso los movimientos y sectores más de
izquierdas, más o menos concienciados con la necesidad de este cambio de
paradigma, no siempre tienen esto tan claro. Un ejemplo que busca solamente
ilustrar esto, sin atisbo alguno de crítica moralizante sería el siguiente:
¿cuántas de nosotras no nos hemos ido al bar a tomar algo una vez terminada una
huelga general, tras haber concluido la pertinente jornada de piquetes
matutinos? ¡Con el consumo hemos topado! Otro ejemplo: la barra de la fiesta
del colectivo tal o cual donde es imposible colar la propuesta de no vender la
cerveza de turno de la ciudad y sustituirla por otra artesana, local y de
gestión cooperativa y no multinacional.
Son muchos los ejemplos que podríamos citar y que, como
decíamos, no pretenden poner el dedo en la llaga de la incoherencia de los
movimientos, porque tenerlas las tenemos todas y no interesa demasiado mirar la
mota en el ojo propio sino más bien la viga en el ajeno. Se trata de entender
la economía como un campo de acción política, probablemente como el campo de
acción política a disputar en estos momentos. Estos ejemplos lo que nos
muestran es que no hemos conseguido hacer entender el sentido primigenio
del Oiko-nomos, gestión del hogar, entendida la sociedad como la
casa común, cuyas necesidades atender de manera justa y sostenible. Del mismo
modo que en el 15M conseguimos romper con el imaginario que nos decía que la
política era eso que hacían tan solo políticos a sueldo con representación
parlamentaria, y recuperarla como algo del común, deberíamos apropiarnos de la
economía y reconceptualizarla para que alumbre nuevos y mejores tiempos.
En este camino que podemos emprender, que debemos emprender,
no partimos de cero ni estamos solas. Al igual que los feminismos nos han
ayudado a entender la importancia del cuidado y la necesidad de enmarcarnos en
el paradigma de la sostenibilidad de la vida; del mismo modo que el ecologismo
social y el movimiento por la justicia climática nos confrontan con los límites
planetarios y nos interpelan a reconectarnos con el ecosistema del que venimos
y somos parte, el movimiento de la economía solidaria lleva, junto a otras
corrientes de economía crítica o economías transformadoras, décadas apuntando
las fallas del capitalismo y ofreciendo y generando alternativas económicas en
el plano teórico y práctico.
¿Economía solidaria? Sí, se puede
Pero ¿qué es eso de «economía solidaria»? Aún recuerdo la
perplejidad del director de un máster de Economía Social al oír hablar de banca
ética, por considerarlo un oxímoron. Hasta este punto está colonizada nuestra
visión del mundo, cuando la intermediación financiera, práctica que debería
enmarcarse bajo el apoyo mutuo que garantiza el derecho al crédito y como
herramienta de solidaridad social y comunitaria, se ve normal que no se rija
por la ética. Esta anécdota tiene sus porqués y justificaciones, porque aquel
curso era un chanchullo politiquero que se impartía en una
universidad pública de esta ciudad y donde, salvando dignas excepciones, no se
creía en otra economía más que en la de llenarse el propio bolsillo, el de la
familia y los amiguetes, un caso que bien merecería un artículo propio, pero
que será mejor dejar para otras y no alejarnos de nuestro camino, el que nos
muestra la economía solidaria.
Para saber lo que es y propone la economía solidaria es
interesante acudir a su Carta
de Principios, espina dorsal del movimiento, que basa en los siguientes
valores y formas de entender el mundo y las relaciones económicas:
- Equidad,
introduciendo un principio ético o de justicia en la igualdad,
reconociendo a todas las personas como sujetos de igual dignidad sea cual
sea su condición social, género, edad, etnia, origen, capacidad, etc.
- Trabajo,
queriendo recuperar la dimensión humana, social, política, económica y
cultural de este para el desarrollo de las capacidades de las personas y
la satisfacción de sus verdaderas necesidades, como algo que va más allá
del empleo y reconociendo la aportación del trabajo de cuidados a las
personas, fundamentalmente realizado por las mujeres y sin los que nuestra
sociedad no podría sostenerse.
- Sostenibilidad
ambiental, considerando que nuestra actividad productiva está relacionada
con la naturaleza y de ahí el reconocimiento de sus derechos como punto de
partida; buscando reducir significativamente la huella ecológica humana y
avanzando hacia formas sostenibles desde una ética de la suficiencia y de
la austeridad.
- Cooperación,
pretendiendo construir colectivamente un modelo de sociedad basándonos en
el desarrollo local armónico, las relaciones comerciales justas, la
igualdad, la confianza, la corresponsabilidad, la transparencia, el
respeto…
- No
lucro, buscando el desarrollo integral, colectivo e individual de las
personas, como medio para una gestión eficiente de proyectos
económicamente viables, sostenibles e integralmente rentables, cuyos
beneficios se reinvierten y redistribuyen.
- Compromiso
con el entorno, participando en el desarrollo local sostenible y comunitario
del territorio, para que experiencias positivas y solidarias concretas
puedan generar procesos de transformación de las estructuras generadoras
de desigualdad, dominación y exclusión.
Las prácticas por bandera
Pero, como una carta y un papel lo sostienen todo, y estamos
tan bombardeadas de mensajes buenistas que defienden un mundo mejor aunque
venga del peor de los sujetos (véase cualquier mensaje de RSC,
de Cocacola o Bankia o cualquiera de las
propuestas del capitalismo verde, que nos invitan a cambiar para que nada
cambie al estilo lampedusiano) es recomendable buscar tras los grandes palabros las
prácticas que las sustentan y que, en el caso de la economía solidaria, vienen
avalados por los procesos de auditoría y balance social, que se realizan
anualmente para confrontar los valores de la Carta de Principios con
sus prácticas empresariales, como ejercicio de transparencia e itinerario de
mejora.
Detrás, pues, de estos preceptos, hay multitud de realidades
que ponen en práctica esta filosofía en todas las fases del proceso económico,
desde la producción al consumo pasando por la financiación y comercialización.
Así, nos encontramos bares que no obligan a realizar jornadas inconciliables
con la vida porque son de propiedad cooperativa y, por tanto, las decisiones se
toman en asambleas, acordando así jornadas de 35 horas o la posibilidad de
amamantar y criar en el lugar de trabajo. O tiendas de comercio justo que,
además de vender productos de países del sur donde campesinas y artesanas han
cobrado un sueldo justo, realizan labores de asistencia para mejorar las
capacidades de productores y productoras y ampliar así sus posibilidades de
acceso a mercados. O cooperativas de consumo de diversa índole donde tomar las
riendas de la gestión de nuestros insumos básicos, desde la transparencia,
democracia y autogestión.
En efecto, en el marco de la economía solidaria se han
promovido multitud de iniciativas prácticas; experiencias que están resolviendo
las necesidades de una parte significativa de la población de la mano de
proyectos de alimentación ecológica, finanzas éticas, energía renovable,
comercio justo o consumo responsable, muchas de ellas además articuladas en una
red de intercambio y apoyo mutuo que conocemos como mercado
social y que integra a centenares de empresas y vincula a miles de
personas que buscan en ella desconectarse del capitalismo tanto como sea
posible.
Sujeto colectivo para la incidencia política
Si bien no se trata de capitalizar un movimiento que, como
tal, desborda cualquier marco en que se quiera constreñir algo que por
definición es vivo y diverso, es necesario conformar agentes sociales y
políticos aglutinadores con capacidad de incidencia política y social. Este es
pues el objetivo de REAS Red de redes, una red confederal de ámbito estatal con
25 años de trayectoria, que está conformada por 19 redes, 15 territoriales y 4
sectoriales, que integran a su vez a un total de más de 800 entidades y una
base social de unas 50 000 personas vinculadas de diversa forma.
Este alarde de datos correspondiente a la última memoria
anual no pretende sino dibujar la dimensión cuantitativa de una red que tiene
como objetivo una triple dimensión: la creación de un marco teórico que supere
el capitalismo, la articulación de un movimiento social que lo sustente y la
generación de iniciativas prácticas que hagan que otra economía sea posible.
Para ello, impulsa herramientas como el citado mercado social, la auditoría o
balance social o las propias finanzas éticas. Así mismo, promueve
emprendimientos colectivos, conformando empresas social y medioambientalmente
responsables; teje alianzas con el ecologismo social o los feminismos,
generando nuevos marcos como el que proponen las economías transformadoras, y
realiza funciones de incidencia política a nivel institucional, siendo, por
ejemplo, parte activa de leyes como la de Ley de Contratos del Sector público.
Si todas estas palabras juntas te han sonado bien y no te
han provocado hinchazón en ninguna vena del cuello, sino más bien te han
ampliado en algún sentido la concepción que tenías de la economía y te han
despertado el interés por conocer más sobre la economía solidaria y sus
propuestas, bienvenida, estás en el camino de ser parte del movimiento e,
incluso, ¡probablemente ya lo seas sin tener conciencia de ello! Esperamos
seguir encontrándonos, dando vida a este movimiento; sintiendo los colores de
su comunidad, difundiendo sus propuestas y apoyando sus iniciativas y
experiencias prácticas, porque las alternativas solo se convierten en la
alternativa cuando son colectivas y multitudinarias y hacemos una apuesta firme
por ellas. Y recuerda: «somos economía, amiga».
Fuente: El Topo Tabernario
https://www.economiasolidaria.org/noticias/es-la-economia-estupido/
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