DE SENTIDO COMÚN:
Sólo la rebelión no violenta detendrá el colapso climático y social
Nos estamos adentrando en un periodo de colapso ecológico extremo. Desde los años ochenta, con la emergencia de la política económica neoliberal y la influencia política de las industrias de combustibles fósiles, se ha promovido una estrategia de cambio defectuosa para afrontar la crisis ecológica. Esta estrategia, basada en la aplicación de reformas graduales, va acompañada de una falsa narrativa según la cual los individuos deben responsabilizarse de su huella de carbono, y los principales responsables de esta crisis ambiental son las industrias de combustibles fósiles.
Pero esta
narrativa es falaz, ya que son los gobiernos las únicas instituciones con el
poder y la responsabilidad de protegernos de este inminente colapso. Hasta
ahora no lo han hecho, ni parece que lo vayan a hacer: el gobierno es algo
creado por la sociedad para protegernos de amenazas como a la que nos
enfrentamos, pero ha fallado.
Así arranca Common Sense for the XXIst Century. Su autor, Roger Hallam, es un agricultor ecológico que atribuye la destrucción de su empresa a una serie de desastres meteorológicos. Doctor en estudios sociológicos sobre Desobediencia Civil, Hallam ha sido miembro y directivo de varias asociaciones y movimientos ecologistas.
Entre ellas, es co-fundador junto a Gail Bradbrook y Simon Bramwell de Extinction Rebellion. El libro que nos proponemos reseñar es el manifiesto donde se esbozan las tesis y estrategias principales propuestas por Hallam y su organización, reclamando que, en el punto en el que nos encontramos, la rebelión es la opción más razonable y realista: la vía de sentido común.Es hora de madurar y de ver el mundo tal cual es. Ésta es la
primera tesis defendida por el autor, poniendo sobre la mesa la importancia de
hacernos cargo de la realidad: la gente raramente habla de la realidad empírica
y, por tanto, no son conscientes de lo desesperada que es realmente nuestra
situación.
Así, algunos datos de investigaciones recientes indican que
estamos a unos diez años de un aumento de 2ºC en la temperatura global, y que,
con 5ºC más de temperatura media en la Tierra con respecto a las temperaturas
preindustriales, tendríamos un sistema ecológico capaz de sostener solamente a
mil millones de personas. Por eso, en esta próxima generación, estamos ante la
lenta y agonizante muerte de miles de millones de personas. Aunque el tono de
Hallam pueda parecer sensacionalista o alarmante, no hace más que constatar
hechos que son, ya de por sí, más que alarmantes. Los datos del IPCC de octubre
de 2018 indican que tenemos que reducir las emisiones de carbono en un 40% en
los próximos 12 años para así tener un 50% de posibilidades de evitar la
catástrofe. Y, aun así, las emisiones de 2018 se incrementaron en un 2,7%, más
incluso que el 1,7% de 2017. Esto es lo que, deliberadamente, nuestros
gobiernos genocidas están dejando que ocurra.
Como se puede apreciar, apunta Hallam, una estrategia que
consista en cambios graduales está destinada al fracaso. El marco reformista
del cambio es inmoral e ineficaz, ya que antepone la ideología política a los
hechos científicos. No podemos esperar a que los gobiernos actúen cuando sea ya
demasiado tarde. Debemos, pues, superar esa lógica fantasiosa, asumir los
hechos objetivos que nos está mostrando la ciencia y actuar en consecuencia;
dicho de otra manera: hay que decir la verdad y actuar como si la verdad fuese
real.
Lo cierto es que la única forma realista de evitar nuestra
extinción sería tomar medidas extremas, insiste el autor, con la mayor rapidez
y eficacia posible. ¿Cuál es el modelo de cambio de régimen más eficaz desde el
punto de vista sociológico? El de la desobediencia civil, a escala masiva y no
violenta. Además, resulta fundamental planificar el período posrevolucionario,
pues Hallam considera que la razón por la que han fracasado muchas revoluciones
es que no tenían un plan que evitase el caos después de la rebelión. Así,
Hallam nos propone un proyecto revolucionario articulado en actos masivos de
desobediencia civil para hacer caer al gobierno e instaurar lo que llama
Asamblea Ciudadana Nacional como elemento clave de una nueva forma de gobierno.
Una Asamblea Ciudadana es una agrupación de ciudadanos
elegidos aleatoriamente, teniendo en cuenta criterios de representatividad
sociológica. En ella recaería el poder soberano, aunque el Parlamento no
tendría por qué desaparecer, sino que podría limitarse a tener carácter
consultivo. La Asamblea estaría integrada por mil personas que se mantendrían
en el cargo durante dos años, y su propósito sería tomar las medidas necesarias
para evitar el desastre. Ahora bien, ¿por qué una Asamblea Ciudadana Nacional?
Argumenta Hallam que aportaría importantes ventajas democráticas en comparación
con el modelo político vigente. Al tratarse de períodos cortos y fijos,
probablemente la corrupción descendería considerablemente y evitaría el
electoralismo o las lógicas cortoplacistas. En cuanto al colapso climático y la
manera en que la sociedad vaya a evitar sus peores efectos, las Asambleas de
Ciudadanos, elegidas por sorteo, son nuestra única esperanza democrática.
Todo lo anterior nos lleva a enfatizar, además, que la
rebelión no sólo estaría impulsada por la gravedad de la situación ecológica,
sino que son tres las motivaciones clave, a saber: la propia crisis
climático-ecológica, la desigualdad social extrema, y la corrupción política y
gubernamental generalizada. Esto significa que esta rápida transición debe ser
justa y que en ella han de participar organizaciones con intereses muy
variados, para evitar así que la rebelión pudiera degenerar en alguna suerte de
régimen eco-fascista. Conectada a esta idea está la cuestión de que la rebelión
debe tener carácter universalista, esto es, debe ir más allá de ideologías
particulares; en cambio, tiene que ir enfocada a evitar una amenaza universal,
para lo cual la unidad de acción es fundamental.
Hallam incide mucho en que la rebelión necesita un método
específico y riguroso, preparado para enfrentarse a condiciones realistas e
imperfectas, sabiendo, además, que no hay garantías de éxito. A pesar de eso,
la lógica que hay que seguir es que, aunque la posibilidad sea mínima, es
cierto que sí podría tener éxito.
Hay varias condiciones necesarias para que la rebelión
resulte exitosa. Como se ha señalado, debe ser masiva, lo que significa que
deben participar cientos de miles de personas que perseveren en sus protestas
entre tres y seis meses (mi argumento es, pues, que el cambio radical es
principalmente un juego de números). Las protestas deben ocurrir en la capital
del Estado: el blanco debe ser el gobierno, no objetivos intermedios. Además,
éstas deben ser pacíficas: hay que violar la ley a gran escala, pero
manteniendo siempre una disciplina no violenta, lo cual implica respetar a la
policía e incluso colaborar con ella, para producir predecibilidad y confianza.
Así, el éxito dependerá de la irrupción masiva, la disposición de mucha gente a
aceptar sacrificios (uno de los elementos de las estrategias de desobediencia
civil), y el respeto.
Common Sense (título que remite al lector o
lectora anglosajona a un pequeño clásico de la filosofía política moderna: el
planfleto Common Sense de Thomas Paine, 1776) concluye
indicando que necesitamos una transformación cultural que genere una sociedad
donde exista un equilibrio entre los intereses del individuo y el interés
general, para así alejarnos del actual individualismo tóxico, asociado con el
neoliberalismo. Como dice David Harvey, el neoliberalismo tiene efectos
penetrantes en nuestra forma de pensar, hasta el punto que se ha incorporado a
nuestra manera intuitiva [common-sense way] de interpretar, vivir y
entender el mundo’ (David Harvey, A Brief History of Neoliberalism,
Oxford University Press 2007). Por ello, y haciendo honor al título del
manifiesto, el cambio que necesitamos debe ir dirigido sobre todo a nuestro
sentido común.
Puede ser pertinente rescatar las tesis de Félix Guattari en su obra Las tres ecologías, donde señala tres ámbitos en los que el capitalismo tiene efectos devastadores: medio ambiente, vínculos sociales y subjetividades humanas. Necesitamos recuperar el control. Decía el pensador francés (hace ya más de tres decenios) que “la verdadera respuesta a la crisis ecológica sólo podrá hacerse a escala planetaria y a condición de que se realice una auténtica revolución política, social y cultural que reoriente los objetivos de la producción de los bienes materiales e inmateriales” (Las tres ecologías, Pre-Textos, Valencia 1996).
Se necesita también con
urgencia un cambio de modelo económico, para lo cual deberíamos recordar lo que
ya nos indicó K. E. Boulding en “La economía de la futura nave espacial Tierra”
(1966): una economía de sistema abierto, que considera que el mundo y sus
recursos son ilimitados, está destinada al colapso. Por eso propuso cambiar a
un modelo cerrado y realista, que tuviese en cuenta el carácter limitado del
planeta, y frente a la hybris del cowboy planteó la
sostenibilidad del astronauta. Ese cambio supondría una transformación de
nuestros hábitos de consumo, pues la importancia recae en la calidad del
producto, así como en la cantidad necesaria de su producción, dejando atrás la
actual cultura de producción y consumo desenfrenado.
Por último, deberíamos superar la tendencia a la tecnolatría,
es decir, la confianza irracional en la tecnología. No es cierto que el avance
tecnológico signifique sin más un avance social, pues no hay ninguna relación
directa entre ambos indicadores, y es una ilusión pensar que gracias a la
tecnociencia el poder del ser humano se vuelve infinito. Por eso, no podemos
olvidar que nuestra condición humana es ecodependiente, finita y mortal. Como
ya dijo Terry Eagleton, “en cierto modo, quienes niegan la realidad de la
condición humana niegan también el calentamiento global. Nada debería unir más
eficazmente a la especie que la posibilidad de su propia extinción. En la
muerte, cuando menos, estamos unidos” (Eagleton, El sentido de la vida,
Paidós, 2007).
Reseña de Common sense for the 21st century. Only
nonviolent rebellion can now stop climate breakdown and social collapse,
Roger Hallam, publicado por Chelsea Green Publishing, 2019.
(NOTA: Las citas corresponden a un borrador muy avanzado del
libro, casi idéntico a la versión impresa, descargable
libremente del web del autor.)
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