17/4/20

¿Hay alguien que hable de justicia en medio de tanto discurso bélico?

UNA RENTA BÁSICA PARA SALIR JUNTAS DE ESTO
Imagínate atada de pies y manos tratando de buscar desesperadamente algo que pueda cortar esas ataduras. Ataduras que no sólo suponen el confinamiento y no poder pisar la calle, sino también temblar al mirar la cuenta bancaria después de cada compra o racionar la comida y los tiempos para no morir de angustia.
Porque, aunque a veces parece que nos quede lejos, hoy son miles las personas que no tienen la posibilidad de vivir de otro modo. Son muchas de nuestras vecinas y vecinos con las que compartimos aplausos a las 8 de la tarde, personas que nunca pensaron verse en una situación así porque siempre han “ido tirando” y normalizando la precariedad.
Personas que se levantan por la mañana pensando en cómo van a hacer frente al virus, pero sobre todo pensando en qué pasa ahora que han perdido sus ingresos. Personas que se han quedado sin empleo y no saben o no pueden tramitar el paro, personas que, aun haciendo malabares, saben que no van a poder llegar a fin de mes. Miles de personas que no saben qué van a hacer para alimentar a sus hijas e hijos y para las que la guerra del papel higiénico hace tiempo que quedó en una mera anécdota porque solo tienen espacio para tantas y tantas preguntas que les abruman, les ahogan y les angustian.

Personas que se pierden en la maraña de decretos y declaraciones de prensa, y que buscan ávidas en los telediarios por si Fernando Simón les da una solución científica a cómo pagar las facturas de los suministros cuando las empresas vuelvan a pasar amenazas, listas de morosas y avisos de impago. Personas que temen al virus, sí, pero a las que les atemoriza mucho más el día en que esto finalice y no tengan a donde ir, no puedan pagar la luz, el agua o la casa. 
La universalidad es lo único que puede acolchar la caída
Ante esta realidad, ¿cuál es el miedo a afrontar la creación de una renta básica incondicional para todo el mundo? ¿Cuál es la pega? ¿A qué estamos esperando? ¿Somos capaces de empatizar con todas ésas que transitaban sobre cuerdas muy finas, precarias y pegajosas y que ahora se caen al vacío más oscuro donde no hay nada que las sujete? Porque para quien aún no se haya dado cuenta, la hostia, con perdón de la expresión, es universal. Y la universalidad es lo único que puede acolchar la caída.
MÁS ALLÁ DE LOS DATOS
Diariamente desayunamos, comemos y cenamos (si tenemos suerte) con datos macro que están muy lejos del día a día de las personas (pese a que indudablemente nos afectan). PIB, déficit, recuperación en forma de V… Datos que para muchas personas son incomprensibles, pero entre los que encuentran la certeza de que, si vamos a una crisis como la del 2008, ahora están peor y con menos herramientas para superarla. 
En nuestra opinión, hay que responder a esta emergencia social dotando de recursos a quien no los tiene. Y hay que hacerlo ya, porque sobrevivir al confinamiento también es eso. Actuar en el hoy, para poder transitar el mañana.
Porque la crisis económica ha golpeado a casi toda la población. Pero mientras quienes han perdido algo de su riqueza por la caída brusca de las bolsas o por el cierre de sus grandes empresas ven adelgazar sus beneficios, los millones de personas que se están quedando sin empleo no solo tendrán “pérdidas” en sus ingresos, sino que se están quedando sin presente y sin futuro.
¿Y hay alguien que hable de justicia en medio de tanto discurso bélico? Sabemos de sobra que, o emprendemos un giro radical o las consecuencias de esto, una vez más, las pagarán quienes ya la están sufriendo en su día a día de hambre y angustia: las clases medias y bajas. Es momento de elegir entre una sociedad que se polariza cada vez más, con ricos más ricos y pobres más pobres, o una sociedad más justa. 
Y aún hay quien, indignada, se lleva las manos a la cabeza porque escucha a gente hablar de la posibilidad de un ingreso para todo el mundo. Sin embargo, somos muchas más las que nos indignamos porque los bancos no nos vayan a devolver los más de 60.000 millones de euros que aún nos deben. 
Un ingreso sin condiciones que, tras una profunda reforma fiscal, posibilite el reparto de una riqueza que generamos entre todas pero de la que sólo se benefician unas pocas.
Un ingreso suficiente que nos ayude a levantar la cabeza y que nos dé cobertura para que nadie se ahogue. Un ingreso suficiente para que toda la ciudadanía tenga claro que el día después de todo este embrollo, pase lo que pase, ni perderá su casa, ni se quedará sin luz o sin agua. Un ingreso suficiente que nos permita extender la solidaridad y poner en valor los cuidados como lo que esta crisis nos ha enseñado que son: imprescindibles para la vida, esenciales. 
Un ingreso suficiente que, en definitiva, nos permita poner en valor lo que realmente importa: la salud de todas. La salud como algo más que ausencia de enfermedad.
En estos tiempos de excepcionalidad debemos explorar nuevos paradigmas con medidas tan sencillas como revolucionarias. Medidas que nos permitan reducir de verdad esos números tan duros a los que nadie mira. Que nos permitan tener humanidad y primar el bien común. Que nos permitan no decirle a una persona sin hogar que lleva un mes en un espacio seguro que, cuando esto acabe, su vida volverá a no valer nada y se volverá a quedar en la calle.
FRENTE AL ASISTENCIALISMO
Es necesario profundizar en medidas universales frente a las políticas asistencialistas que estigmatizan al obligarte a demostrar diariamente lo pobre que eres. Además, la gestión de este tipo de prestaciones sometería a mucha presión a unas instituciones públicas debilitadas por años de recortes y malas prácticas. Universalidad e incondicionalidad para no depender de frágiles parches que se van poniendo unos encima de otros y que amenazan con dejar las heridas al aire y al albur de una nueva infección.
Una prestación monetaria, universal, individual, incondicional y suficiente para poder llevar una vida digna. Una prestación que se ajuste mediante la declaración de la renta del año 2021 (ante la lógica imposibilidad de institucionalizar una renta básica incondicional en tan solo unos días) y que, en este momento, evite el colapso de las instituciones ante lo que se viene. Sólo esta herramienta nos permitiría afrontar una solución en común, sin dejar a nadie atrás. 
La Renta Básica, ya sea con carácter de emergencia o integral, debe ir acompañada de otras medidas ya que no estamos ante una solución mágica a todos los problemas sociales, pero sin duda, nos permitiría salir de esta situación sin dejar a nadie atrás.

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