30/4/19

Reducir su nivel de seguridad, para tener más tiempo para uno mismo

MENOS BIENES Y MÁS VÍNCULOS
Nicolas Ridoux (Lyon, 1973), divulgador del movimiento del decrecimiento, recuerda que sus ideas existen desde la antigua Grecia. El propio Epicuro decía: "El hombre que no se contenta con poco jamás estará satisfecho, porque siempre querrá más".

Francia es uno de los países donde más importancia está cobrando una corriente de pensamiento que también cuenta con divulgadores en Euskal Herria. Más información en Deshazkundea

La actual situación de crisis parece reforzar aún más sus tesis. 

Sí, es una pena que tenga que haber una crisis para que se nos escuche. Y no sólo me refiero a la económica, sino también a la crisis del medio ambiente, a la disminución de la biodiversidad, el calentamiento global, al aumento de las desigualdades entre ricos y pobres, entre naciones... Cuando yuxtapones todas esas crisis te das cuenta que no son aisladas: hay un problema sistémico de fondo. Nosotros nos hacemos llamar objetores de crecimiento y pensamos que el siempre más -cada vez más rentable, cada vez más rápido, más poderoso- ya no está de actualidad. Hay que cambiar de paradigma, poner todos los elementos sobre la mesa y pensar en el mejor camino de humanización para el desarrollo del ser humano en sus distintas dimensiones. Para nosotros la desmedida no es el mejor camino.

¿En qué consiste el decrecimiento?

Es un movimiento que tiene dos niveles, el individual y el colectivo. El primero consiste en hacer un trabajo personal para desacostumbrarse de la voluntad de ser todopoderosos. Tenemos que volver a una sencillez voluntaria, a una sobriedad feliz. Queremos cultivar la alegría de vivir y la calidad de vida.
¿Cómo se concreta eso en el día a día?

Saboreando la profundidad de cada instante, apreciando la calidad de la relación con las demás personas... El decrecimiento tiene un eslogan:
"Menos bienes y más vínculos". También se puede coger menos el coche o no cogerlo si se vive en la ciudad, hay que caminar, andar en bicicleta, pararse a hablar con la gente, comprar verduras de temporada a los productores locales y desarrollar con el vendedor una relación personal. Otro ejemplo de objeción al crecimiento es no tener televisión e informarse a través de medios independientes, lo cual es dificilísimo porque, en Francia, como en España, la mayor parte de los medios pertenecen a grandes grupos privados.¿Y el nivel colectivo del decrecimiento cuál sería?

Entrar en la vida política y participar en la vida asociativa. En Francia tenemos las llamadas asociaciones de mantenimiento de agricultura campesina, que establecen vínculos directos entre el consumidor y el agricultor. Hay unas suscripciones anuales y cada semana el suscriptor recibe una cesta con los productos de temporada de esos agricultores. Suelen ser ecológicos y de buena calidad.
¿Entrar en política no choca con la esencia del movimiento?

Hay un partido del decrecimiento que es pequeño y presentó candidatos en las últimas elecciones. Por el momento, la acción política se desarrolla en pequeños grupos independientes que son objetores de crecimiento y forman una asociación. Hemos hablado con los partidos institucionales, con la derecha y con la izquierda, para que conozcan esta corriente.


¿El presidente Sarkozy se ha pronunciado sobre el decrecimiento?

Ha dicho muchas cosas, sobre todo para criticarnos, y eso ya es una manera de existir. Gandhi decía que al principio te dan golpes y palos, pero ya es el principio. Si tus ideas son justas acaban saliendo a la luz.

¿Tiene el decrecimiento muchos seguidores en todo el mundo?

En Francia, por ejemplo, se están desarrollando muchos grupos a favor del movimiento. En las últimas elecciones, los defensores del decrecimiento lograron el 13% de los votos en la ciudad de Lyon, lo cual es un buen resultado para nosotros, que no tenemos medios económicos. En Norteamérica hay también muchos seguidores, ejecutivos que podrían tener una carrera profesional brillante y que deciden que ya no tiene sentido continuar, que son menos felices que antes. Voluntariamente reducen su volumen de trabajo y sus ingresos. Tienen la valentía de reducir su nivel de seguridad, pero a cambio tienen más tiempo para ellos y sus actividades sociales.


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