La
ecoaldea de Findhorn (Findhorn Ecovillage, 2015) es una comunidad
local ubicada en The Park, una pequeña villa de la bahía de
Findhorn, anexa a la localidad de Findhorn, en el Consejo de Moray,
junto a la costa nordeste de Escocia (Reino Unido). Esta ecoaldea es
uno los diversos proyectos de la Fundación Findhorn (Findhorn
Foundation, 2016), una asociación sin ánimo de lucro creada en
1972, a partir de la evolución de una comunidad intencional de
carácter espiritual, fundada en 1962 en un parque de
caravanas establecido junto a una zona arbolada en medio de
unas dunas costeras.
El propósito de dicha entidad, que funciona como un consorcio de entidades sin ánimo de lucro, es ayudar a desplegar una nueva conciencia humana y crear un futuro positivo y sostenible. Así, bajo el impulso de dicha fundación, en 1985 surgió la ecoaldea de Findhorn, una ecoaldea transnacional en la que residen de manera permanente unas 300 personas de diferentes edades y nacionalidades, más otros 100 residentes temporales que van cambiando continuamente. Sin embargo, la comunidad de Findhorn es hoy día más amplia que la ecoaldea, ya que de ella forman parte otras muchas personas vinculadas con la fundación, pero que residen en otras localidades cercanas (Findhorn, Kinloss, Forres, la isla de Iona, la isla de Erraid...). Y a esta comunidad se suman también cada año miles de visitantes que participan de la vida comunitaria (Sjan-Bijman, 2012).
Con una fuerte inspiración espiritual, biocéntrica y holística, propia del ecologismo profundo, esta comunidad considera que la sociedad occidental vive inmersa en una profunda crisis social y ambiental de la que sólo se puede salir por medio de una transición socioecológica, viviendo en armonía con uno mismo, con la comunidad y con la naturaleza; y ellos tratan de hacerlo en su ámbito local de actuación, y bajo una fuerte inspiración espiritual, por medio de su proyecto de ecoaldea.
La comunidad de Findhorn defiende una vida sencilla basada en la satisfacción de sus necesidades materiales e inmateriales, tratando de ser lo más autosuficientes posible, en términos alimenticios y energéticos, y de generar el menor impacto ambiental posible; y ello les ha llevado a desarrollar diferentes proyectos de economía sostenible, propios de los planteamientos del decrecimiento.
Por un lado, para satisfacer sus necesidades materiales en armonía con la naturaleza, la ecoaldea ha desarrollado una serie de sectores clave. Así, ésta produce alimentos frescos para el autoconsumo por medio de cultivos de agricultura ecológica basada en criterios orgánicos y biodinámicos; ha construido ecológicamente sus viviendas y espacios comunes, utilizando materiales naturales y buscando la mayor eficiencia energética posible; y ha desarrollado un sistema de producción de energías renovables, solar y eólica, para el autoconsumo, reduciendo con ello al mínimo el consumo de combustibles fósiles, además de desarrollar también un sistema de suministro de energía y agua; también ha creado su propio sistema de tratamiento de aguas residuales y de reciclaje integral de residuos, y hasta un proyecto de restauración forestal, siendo además la bicicleta el principal medio de transporte utilizado para trayectos cortos. Todo ello ha permitido que la ecoaldea se haya convertido en la localidad con la menor huella ecológica de la sociedad occidental, demostrando con ello que la sostenibilidad ambiental de los asentamientos humanos es posible.
Por otro lado, para satisfacer sus necesidades materiales en armonía con la comunidad, ésta se nutre del trabajo voluntario de sus miembros, además del trabajo profesional del personal de la fundación, el cual percibe el salario mínimo interprofesional del Reino Unido, o bien alojamiento en la ecoaldea más una pequeña asignación económica (inferior a dicho salario). La fundación, a través de un conglomerado empresarial, es también la propietaria de las viviendas de la ecoaldea, de la tierra de cultivo y de diversas empresas, lucrativas y no lucrativas, destinadas a la prestación de servicios para y desde la comunidad.
La producción de alimentos frescos para el abastecimiento de la ecoaldea se realiza por medio de un sistema de agricultura comunitaria y ecológica, siendo complementado con otros alimentos de productores locales obtenidos también bajo principios de agricultura ecológica. Una parte de dicha producción se destina al autoconsumo comunitario y otra se comercializa por medio de una empresa de comercio justo. Además, en la ecoaldea existe una moneda comunitaria, el eko, emitida por una entidad local de intercambio, que funciona como un banco ético; dicha entidad capta libras de sus clientes y las intercambia por ekos, para que éstos los usen en la ecoaldea, y utiliza las libras captadas para financiar proyectos comunitarios. Y todo ello contribuye a que en la ecoaldea existan altos niveles de equidad social.
Respecto del mercado, éste desempeña un papel complementario para la ecoaldea, ya que de él obtienen todos los bienes y los servicios necesarios que aún no han podido ser generados en ella. Para poder adquirir dichos bienes y servicios, tanto la fundación de manera colectiva, como sus miembros de manera privativa, obtienen ingresos de la prestación de sus servicios hacia fuera de la comunidad, en especial por medio de entidades no lucrativas, aunque no de forma exclusiva, que prestan servicios educativos, culturales, turísticos o de consultoría en arquitectura e infraestructuras ecológicas, entre otros. Y esta combinación de actividades económicas sitúa a dicha ecoaldea como un buen ejemplo de praxis del postcapitalismo.
Además, para satisfacer las necesidades de sus miembros en armonía con ellos mismos en la ecoaldea existen proyectos educativos para niños y jóvenes y de salud holística, así como una serie de servicios de comunicación social, como son una página Web, un canal de Youtube y redes sociales de Facebook y Twitter, junto con una serie de empresas y entidades (imprenta, editorial, servicios informáticos...) dedicadas a la divulgación de los valores y las prácticas de dicha comunidad, que también sirven de vías para captar recursos externos a través del mercado.
Todas estas actividades vienen además orientadas por la espiritualidad de la comunidad de Findhorn, que, aunque respeta y promueve la espiritualidad de las confesiones religiosas mayoritarias y de algunas confesiones minoritarias, posee una espiritualidad propia, desarrollada por los fundadores de la misma y basada en: la comunicación permanente con la fuente de la sabiduría que es la naturaleza; en la cocreación con la naturaleza; y en el servicio al mundo. La espiritualidad de esta comunidad se fundamenta en la creencia de que todos los seres de la naturaleza tienen alma e inteligencia, es decir, todos tienen espíritu (los Devas), desde el planeta entero (Gaia), hasta las nubes, el viento o los vegetales; y si se consigue conectar con ellos por medio de la meditación, éstos enseñarán lo que se debe hacer para poder crear todo lo necesario para la subsistencia en armonía con la naturaleza. Y este tipo de creencias contribuyen también a satisfacer sus necesidades inmateriales.
Respecto de las relaciones de género en la ecoaldea de Findhorn, éstas se basan en una indefinición de los roles de género, dada la gran influencia que el ecofeminismo ha tenido en la conformación de la identidad de la Fundación Findhorn. Todas las funciones sociales y políticas en la ecoaldea son asumidas libremente por hombres y mujeres en función de sus capacidades, intereses, preferencias y necesidades de la comunidad, sin que el género sea un elemento determinante de las mismas. Además, existen empresas de servicios educativos especializadas en la formación en materia de género.
Por lo que se refiere al funcionamiento político de la ecoaldea, ésta es un proyecto de la fundación y, como tal, está dirigido por un equipo de nueve personas, conformado por hombres y mujeres y designado por dicha entidad. Mientras que la comunidad, que está representada por la Asociación Nueva Comunidad de Findhorn, agrupa a todas las personas y entidades vinculadas con la fundación (unas 500 personas y unas 35 entidades), se reúne mensualmente para decidir sobre los asuntos relevantes que les afectan y cada año elige un consejo voluntario y dos coordinadores-auditores, que dirigen el día a día de la comunidad; dicha asociación es el corazón de la fundación y en ella se deciden, por medio de procesos de participación, todos los aspectos de la vida
comunitaria. Sin embargo, el motor económico de la fundación es el conglomerado empresarial Nuevos Rumbos de Findhorn, que agrupa a todas las empresas lucrativas y no lucrativas en las que participa la fundación, y que prestan servicios para o desde la ecoaldea o para otros proyectos comunitarios vinculados.
Además, la ecoaldea pertenece a la Red Global de Ecoaldeas y la fundación está reconocida como ONG Asociada al Departamento de Información Pública de las Naciones Unidas, lo que constata su fuerte implicación con los movimientos
sociales transnacionales. Y conviene no olvidar, que la Fundación Findhorn, como responsable del proyecto de la ecoaldea de Findhorn, una de las primeras ecoaldeas del mundo, fue la entidad impulsora y una de las fundadoras de la Red Global de Ecoaldeas (GEN) en 1995 en Findhorn, así como la organizadora en 2015 del GEN+20 Summit (Findhorn Foundation,2016).
Todos estos elementos ponen de manifiesto que la ecoaldea de Findhorn es un buen ejemplo de la praxis del transdesarrollo, en su versión decrecimiento, como paradigma transmoderno de bienestar.
Antonio
Luis Hidalgo-Capitán y Ana Patricia Cubillo-Guevara
Transmodernidad y transdesarrollo. El decrecimiento y el buen vivir como dos versiones análogas de un transdesarrollo transmoderno.
Transmodernidad y transdesarrollo. El decrecimiento y el buen vivir como dos versiones análogas de un transdesarrollo transmoderno.
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