26/4/19

Adaptarnos a otros modos de vida, que también traerán consigo otros valores


FILOSOFÍA Y POLÍTICA DEL BUEN VIVIR (XI)

"La sociedad occidental en los últimos dos siglos, y, especialmente, en las últimas décadas, ha construido una forma de vida absolutamente incompatible con la lógica de los sistemas naturales. En el plano material, lo que hemos celebrado como avance y progreso ha crecido socavando las bases materiales que sostienen el mundo vivo, arrasando la especie humana como parte de él, y repartiendo los beneficios temporales de ese metabolismo económico de forma enormemente injusta" (Yayo Herrero)

Ante el colapso civilizatorio que se nos avecina, no es sensato recurrir a soluciones de décadas o siglos anteriores, ya que precisamente son estos erróneos enfoques los que tenemos que cambiar. El peligro del colapso nos obliga a ir replanteando todos nuestros modos de vida, sin opciones alternativas. En ese sentido, y de cara a los posibles programas que desde la izquierda transformadora podamos plantear, es evidente que el enfrentamiento contra esta situación tiene que estar contemplado, so pena de quedar como absolutamente incoherente con las necesidades imperantes. De hecho, la tendencia desde hace algunos años en los programas políticos de la izquierda es a contemplar cada vez con más intensidad las medidas de corte ecológico y eco-socialistas que se deberían implementar, pero siempre se hace desde una tibieza manifiesta que no se corresponde con la urgencia del problema.


Hemos llegado a un punto donde no sólo es que tengamos que difundir un programa claramente anticapitalista, sino que hemos de difundir por todos los medios y con absoluta prioridad mensajes en contra de la lógica del crecimiento y del consumo, los patrones capitalistas por excelencia, y precisamente los que nos han traído hasta aquí. Debemos comenzar a acostumbrarnos a vivir en un mundo donde los recursos estarán muy limitados, lo que dará como consecuencia la existencia de sociedades altamente heterogéneas en sus demandas y necesidades. A estas alturas de la película, el capitalismo ha provocado ya daños irreparables en nuestros ecosistemas, por lo cual ya no sería posible frenar el desastre, sino que simplemente nos queda resistir el embate lo mejor posible.
Sin embargo, nuestra sociedad es tan ciega y tan sorda, a la vez que tan irresponsable, que aún continúa hablando de "crecimiento" económico, de modelos energéticos insostenibles, y creyendo (en contra de toda lógica científica) que la humanidad será capaz, en último momento, de frenar los efectos del caos climático y del agotamiento de los recursos. Lo cierto es que, como resultado del agotamiento energético, hemos de asumir sin atajos la idea del decrecimiento como algo inevitable. Hasta los propios postulados del Socialismo se deben adaptar, ya que las clásicas consignas revolucionarias del control obrero de la producción, de la planificación de la economía mundial, etc., eran válidas cuando aún no habíamos destruido los equilibrios ecológicos.

Ahora lo prioritario es cómo afrontamos las consecuencias del colapso, y nos adaptamos a él lo mejor posible. Por ejemplo, una hipotética expropiación forzosa de ciertos medios de producción por parte de la clase trabajadora no solucionaría los problemas de la contaminación y del uso de modelos energéticos insostenibles. La sociedad no está preparada para estos problemas, y lo peor de todo ello es que no estamos haciendo nada para prepararla. Desde los medios de comunicación dominantes no se da eco a los mensajes ecológicos con la suficiente entidad, y como adelantábamos anteriormente, ni siquiera las propuestas programáticas de cierta parte de la izquierda reflejan de verdad la urgencia del problema, y la imperiosa necesidad de migrar hacia modelos de vida y de energía sostenibles. La izquierda tradicional tiene ante sí misma un enorme desafío que no está reconociendo, y que se encuentra en el seno mismo de sus lógicas de pensamiento, y de sus organizaciones. 

Hemos dejado que el capitalismo se desarrolle tanto, provoque tantos estragos y desequilibre hasta tal punto los ecosistemas naturales, que ya no será posible recuperarlos del todo, sino que únicamente nos quedará aprender a vivir de otra manera, si no queremos ser los protagonistas de la próxima extinción. El colapso civilizatorio implicará la muerte de todos nuestros sistemas de organización política y social, los cuales han adquirido hoy día, gracias a la globalización, una dimensión planetaria. Sólo nos queda difundir los mensajes de alerta por todo el mundo, lo más rápidamente que podamos, y comenzar a pensar en estrategias que sirvan para un mundo en vías de colapsar. No pretendemos crear más alarma social que la necesaria, pero sí contribuir a no seguir ocultando por más tiempo la debacle que se avecina, y la urgencia de abandonar los sistemas de producción y consumo vigentes hasta hoy.

Se imponen modelos de organización social más simples, más pequeños y más austeros, para poder afrontar mejor las crisis climáticas, alimentarias y energéticas que se desencadenarán. La adaptación al caos climático y al agotamiento físico de los combustibles fósiles deben constituir la centralidad estratégica de los modelos de vida que deberán imponerse. La crisis ecológica que se ha producido ante nuestras propias narices, y que nosotros hemos provocado,  a pesar de la tremenda envergadura que posee, no ha despertado en ninguna corriente política (quizás con la excepción del Eco-Socialismo y sus referentes teóricos y políticos) la necesidad de propuestas concretas que puedan abordarla. Todavía una gran parte de la izquierda, como antes hemos reseñado, sigue anclada a un conjunto de propuestas absolutamente anacrónicas y miopes con respecto a la realidad ecológica que vivimos. 
Hay que insistir, por tanto y sobre todo, a las organizaciones de la izquierda de nuestro país, para que dejen de mirar para otro lado, de confeccionar programas cortoplacistas, con tal de no querer exponerse a los riesgos de una posible espantada de votantes. La realidad está aquí, y no podemos cambiarla. Ignorarla tampoco es una buena opción, ya que se nos volverá en nuestra contra. Debemos ser fieles a nuestra vocación de pretender cambiar el mundo para mejorarlo, y en esta época de expansión sin límites del capitalismo, arrasando con todo, no nos queda más remedio que denunciar la grave crisis climática que padecemos, y la necesidad de enfrentarse al agotamiento de los recursos y a los efectos y consecuencias que se derivarán de todo ello. No debemos subestimar el problema, ni maquillarlo con efectivos retoques por aquí y por allá, ni diseñar atajos para esquivar sus terribles efectos. Nada de eso es coherente con nuestro sentimiento de militancia en la izquierda política.

No podemos ser cobardes, ignorantes o inocentes. Sólo nos queda ser realistas y valientes. La ingenuidad de muchos planteamientos de cierto sector de la izquierda sólo demuestra su profunda ignorancia en los asuntos climáticos y energéticos, o simplemente, sus egoístas miras electorales a corto plazo. Necesitamos programas políticos realistas, de amplias miras, valientes y decididos, con un abanico de propuestas que planteen estrategias contundentes frente al aluvión de problemas que se avecinan. En este sentido, desde esta humilde tribuna hacemos un llamamiento a partidos políticos, organizaciones obreras, sindicatos, movimientos sociales, organizaciones vecinales, asociaciones de consumidores, asociaciones profesionales, de mujeres, de estudiantes, de pensionistas, mareas ciudadanas en una palabra, para que consideren la prioridad de entender la envergadura de la crisis ecológica que nos atraviesa.
Pero tengamos claro, no obstante, que a pesar de la profunda revolución en todos los órdenes que el colapso civilizatorio nos impondrá, ello no significa que no podamos alcanzar en el futuro condiciones de vida dignas para la humanidad. Lo que estamos asegurando es que nuestros modelos actuales de producción y de consumo, nuestros modos de vida, hábitos y costumbres, nuestra arquitectura social en una palabra, van a colapsar por los motivos aducidos, y que tendremos que buscar alternativas de vida sobre el planeta que sean coherentes con la adaptación necesaria. Pero a pesar del inevitable decrecimiento al que estamos abocados, esto no implica que nuestras condiciones de vida tengan que deteriorarse. El capitalismo nos ha impuesto valores y principios, comportamientos, esquemas de vida, sueños y percepciones equivocadas, que ahora hay que ir derribando. Pero es muy posible que en dicha tarea, vayamos encontrando otros modos de vida más justos y sostenibles.  

Lo que entendemos por "riqueza", "progreso", "civilización", etc., se va a venir abajo, pero eso sólo quiere decir que hemos abusado de unos modelos absolutamente depredadores sobre el entorno natural que el ser humano había encontrado. Es nuestra misión intentar adaptarnos a otros modos de vida, que también traerán consigo otros valores, otros principios y otros pilares donde sustentar nuevas civilizaciones. En este sentido, el colapso al que estamos haciendo referencia no tiene por qué ser necesariamente un concepto pesimista, sino que también puede ser constructivo, entendido como una oportunidad para sanear nuestros modelos fundamentados en el expolio de las personas, los animales y los entornos naturales. Los colapsos son siempre consecuencias de modelos agotados y contradictorios, insostenibles, y esto es precisamente lo que nos está ocurriendo. Continuaremos en siguientes entregas.

RAFAEL SILVA

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