TECNOCIENCIA de la SALVACIÓN y TECNOCIENCIA de la LIBERACIÓN
La ciencia lleva décadas
requiriendo de la tecnología para seguir avanzando, y la tecnología
requiere de la ciencia para lo mismo. Estas dos no siempre han sido
compañeras de viaje tan inseparables. Es parte del proceso de los
retornos decrecientes que también afecta a la ciencia: cada vez hay
que invertir más para descubrir menos. Galileo sólo necesitó un
telescopio de cuatro centímetros de diámetro para descubrir cuatro
lunas de Júpiter, mientras que hoy necesitamos telescopios de 1,4
metros de diámetro, puestos en órbita, para seguir descubriendo
planetas extrasolares.
Como imagen simbólica basta pensar
en la manzana de Newton y en la infraestructura de investigación
ITER (15.000 millones de euros), que pretende investigar en fusión
nuclear. En este contexto, solo podemos hablar de una esfera: la
tecno-ciencia, que es a donde quiero llegar. Y aquí tenemos una variedad de
aproximaciones a la tecnociencia que cubren todo un abanico entre dos
enfoques: las que llamaré tecnociencia
de la salvación, y la
tecnociencia de la
liberación.
La tecnociencia
de la salvación es esa
que tiene fe en superar todos los obstáculos que enfrentamos con más
tecnociencia. ¿Problemas de cambio climático? Geoingeniería
masiva. ¿Hambre en el mundo? Monocultivos transgénicos.
¿Enfermedades? Más medicamentos. La tecnociencia de la salvación
promete salvarnos de las consecuencias de los problemas que
enfrentamos. Pero no quiere abordar los problemas en sí, solo sus
consecuencias.
Como imagen simbólica: ante una
persona desnuda en el frío y resfriada, la tecnociencia de la
salvación le ofrecerá medicamentos para eliminar los síntomas; si
tiene neumonía le dará antibióticos. Está bien que tengamos
antibióticos para tratar a esta persona, pero no hemos solucionado
el problema, solo sus consecuencias. El problema sigue ahí, y es que
hay gente desnuda en el frío, y si eso no se soluciona, se volverán
a resfriar, volverán a coger neumonía. “Pues ¡más
antibióticos!”, dice la tecnociencia de la salvación. Es justo
decir que junto con los antibióticos se recomendará al paciente
abrigarse, pero nadie hará por preguntarse: “¿Por qué no se
abriga bien?”
Con los cultivos transgénicos pasa
algo similar, solo se trata de resolver las consecuencias de los
monocultivos, y no cuestionar el monocultivo como un problema en sí
mismo. Cuando Mulet pregunta por qué no se usan plantas transgénicas
en la agroecología, la respuesta más clara es que no se necesitan,
porque la agroecología no usa monocultivos y por tanto no tiene
tantos problemas de plagas ni de manejo de malezas (que otros llaman
buenezas).
Desde la tecnociencia de la
salvación, lo que se trata es de cambiar para no cambiar nada.
Aceptar el modelo y tratar de parchearlo. Cuando la URSS ya estaba
secando el mar del Aral para regar sus cultivos de algodón, no
pensaron en cambiar el modelo y el tipo de cultivo, sino en hacer
trasvases desde ríos del Himalaya. Ante los problemas, más
tecnociencia. Elon Munsk, el nuevo visionario mundial, propone a los
seres humanos elegidos, mudarse a otro planeta para superar las
consecuencias de los problemas que tenemos en este. Busca cómo
escapar, cómo paliar consecuencias, pero no cómo solucionar
problemas.
Y es que la tecnociencia de la
salvación no viene sola. Viene acompañada de los economistas
del infinito, esos que
creen que se puede crecer indefinidamente en un planeta finito. Junto
con ellos llegan los medios de comunicación de propaganda de la
tecnociencia de la salvación. Eso sí es una trama. Su santísima
trinidad es “más
crecimiento económico, más tecnociencia”. El espíritu
santo es la
“descarbonización de la economía”. Descarbonizar la economía
hasta ahora solo se ha conseguido a base de inflar el sistema
financiero con deuda, sin ninguna base real o física. Pero no
importa: da alas para seguir con la locomotora encendida, a pesar de
estar desmontando la madera de los vagones para alimentar la caldera.
“Más madera”, decía Groucho… “Más tecnociencia”, dicen
ahora.
No aceptar que vivimos en la
superficie de un planeta redondo, que por debajo tenemos una corteza
de unos 40 km de grosor, y por arriba una atmósfera de unos 15 km de
altura, es el mayor drama al que nos enfrentamos. Cuando se alcanzan
los límites físicos del planeta con los que alimentar nuestro
sistema, sucede como en la naturaleza: empieza el canibalismo. El
canibalismo
del sistema sobre sí mismo empieza por la población más
vulnerable: la mayoría, que —como los vagones del tren de la
película de los Hermanos Marx— sirven de combustible para la
caldera. La pérdida de derechos laborales, la xenofobia, la
precariedad, el autoritarismo y la desigualdad son herramientas de
este canibalismo. Nos estamos comiendo a nosotros mismos, solo que es
siempre la misma parte del cuerpo la que se come al resto. La
locomotora avanza, mientras que nos estamos quedando sin tren.
“Ya inventarán algo”, dicen
ahora. Otros escriben en las paredes: “Jesús vuelve”.
En la tecnociencia
de la salvación
participan personas bienintencionadas, científicas e investigadores,
ingenieras y tecnólogos, que de corazón creen estar desarrollando
la mejor tecnociencia posible para la Humanidad. Pero parece que se
han olvidado de la pregunta “¿por qué?” y solo están enfocados
en el “¿cómo?”. Creen en su propio cuento porque, antes que
científicos, son ciudadanos expuestos a la narrativa de la
salvación, del “ya inventaran algo” y de lo ilimitado de nuestra
genialidad.
Son víctimas de la especialización, y los árboles les impiden ver
el bosque. Miran el dedo, y no a dónde apunta este. Han creído que
ya no hacen falta reyes filósofos, con tecnocientíficos basta.
Como dice Jorge Riechmann, a nadie
le debería de llevar más de unos minutos echar las cuentas básicas
necesarias para concluir que nuestra civilización está abocada al
colapso. Y se espera que los tecnocientíficos estén familiarizados
con echar números.
“Si le doy de comer a
los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué
los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy
un comunista”, dijo el sacerdote brasileño Hélder Câmara.
En la tecnociencia pasa algo parecido: la tecnociencia
de la salvación resuelve
consecuencias, pero no se plantea el origen del problema.
La tecnociencia
de la liberación es la
otra: la que a través de las consecuencias identifica el origen de
los problemas, la que incorpora los límites del planeta en la
ecuación, la que observa el sistema como un conjunto, como un
ecosistema, la que tiene los pies en la tierra.
La tecnociencia
de la liberación es
aquella que busca soluciones a los problemas, sin dejar de mirar cómo
paliar las consecuencias de los mismos. Ésta merece otra reflexión.
Jaime
Martí Herrero
https://www.15-15-15.org/webzine/2017/07/01/la-tecnociencia-de-la-salvacion-y-la-tecnociencia-de-la-liberacion/
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