ECONOMÍA
SOLIDARIA:
Iniciativas para transformar la economía y la sociedad
Iniciativas para transformar la economía y la sociedad
Frente
a una economía que se nos presenta cada vez más alejada del control
político y de la ciudadanía y que nos conduce, al parecer, a un
desastre social y ambiental, en los últimos tiempos se han
multiplicado diversas iniciativas que tratan de recuperar la economía
como un espacio donde desarrollar prácticas basadas en la
reciprocidad, la sostenibilidad ambiental, la solidaridad o el bien
común. Hoy, quizá como nunca antes había sucedido, cada vez más
personas somos conscientes de que el capitalismo ha convertido
nuestras vidas y nuestro planeta en una mercancía. Un sistema, en
definitiva, medioambientalmente insostenible y socialmente injusto
que no es capaz de garantizar la felicidad y la vida en condiciones
de todas las personas en cualquier lugar del planeta.
Es
en este contexto en el que surgen esas iniciativas alternativas que
conectan con la relación cotidiana que tenemos con la economía. No
se trata, por tanto, de utopías alejadas de la realidad ni de
grandes propuestas que se alejan de la posibilidad de que las
personas puedan participar en ellas. Se trata de impulsar una nueva
forma de hacer economía, la Economía Solidaria, que reúne un
conjunto de prácticas basadas en principios y valores que prefiguran
los contornos de una propuesta económica alternativa al capitalismo.
Un movimiento –económico, social y político–, que aspira, junto
con otras redes y movimientos, a transformar de raíz y desde abajo,
nuestra sociedad local y nuestro mundo global.
Hay
alternativas. Y esas alternativas demuestran que el cambio no
solamente es necesario, sino posible. Alternativas que están al
alcance de nuestras manos, en nuestros barrios y pueblos, en nuestros
grupos eclesiales, en tantas organizaciones sociales que trabajan con
mimo y tenacidad en su desarrollo.
En
el ámbito de las finanzas hoy podemos contar con los servicios
bancarios de Fiare Banca Ética, participar en campañas de
crowfounding en plataformas como Goteo de apoyo a proyectos
socialmente beneficiosos, o utilizar nuestros ahorros en iniciativas
como Coop 57 o Oikocredit para garantizar el acceso al crédito de
proyectos cooperativos y sociales en nuestro entorno o en países del
Sur.
Podemos
dejar de pagar el recibo de la luz al oligopolio de las empresas
multinacionales eléctricas y hacerlo a través de cooperativas de
iniciativa social no lucrativas como Som Energia o Goiener que
trabajan en el impulso de las energías limpias, seguras y
renovables.
En
el ámbito de la alimentación, han proliferado los grupos y
asociaciones de consumo que se relacionan directamente con los
agricultores para proteger el espacio local de su trabajo, priorizar
aspectos ecológicos en la producción y garantizar unas condiciones
justas en su venta.
Y
para aquellos productos como el café o el chocolate que no se
producen en cercanía, siempre tendremos cerca una tienda de comercio
justo que promueve relaciones comerciales directas con las
comunidades productoras de los pueblos del Sur y lucha por modificar
las injustas relaciones comerciales internacionales.
Tiendas
de ropa y de otros productos recuperados, medios de comunicación
alternativos y cooperativos, telefonía y comunicación, seguros,
cooperativas de vivienda, editoriales y librerías asociativas… son
algunos ejemplos de que cada vez existen más opciones de ejercer un
consumo crítico, consciente y transformador que contribuya a
construir esa economía solidaria. Pero hay más, en REAS-Red de
Redes de Economía Alternativa y Solidaria, movimiento que agrupa en
todo el Estado a este tipo de iniciativas, podemos encontrar cientos
de iniciativas económicas de servicios en el ámbito del ocio y la
cultura, consultoría, hostelería, servicios ambientales, limpieza y
mantenimiento, cuidados a personas, servicios auxiliares para la
construcción y reformas, mensajería, intervención social… Un
auténtico “mercado social” que funciona con criterios
alternativos al capitalismo, priorizando valores relacionados con la
ecología, la democracia, la inclusión o la no lucratividad.
Y,
cómo no, también el movimiento impulsa iniciativas que tengan que
ver con la reducción del consumo o la utilización de formas de
intercambio no monetarizadas como bancos del tiempo, ferias de
trueque, uso de monedas sociales y, claro, cómo no, el desarrollo de
tareas de voluntariado y militancia al servicio de las personas y la
comunidad.
En
fin, existen, como decíamos, alternativas en todo el ciclo económico
(financiación, producción, comercialización y consumo) y todas
ellas dependen del compromiso de las personas. Compromiso laboral,
voluntario, de apoyo económico o, simplemente, como personas
consumidoras responsables. De todos depende que cada día
multipliquen su impacto en la transformación económica y social.
Carlos
Askunze Elizaga
Fuente:
RPJ-Revista de Pastoral Juvenil, nº 520, abril 2017 (pág. 31-32)
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