15/6/17

Explicar con claridad y rigor los términos del panorama que tenemos ante nosotros

EL MINISTERIO DEL DECRECIMIENTO (1)

Recientemente Vicenç Navarro, economista de la Pompeu Fabra y reconocido oponente de las ideas del Decrecimiento, nos retaba a la gente decrecentista a explicar qué medidas tomaríamos si fuésemos ministros de Economía (véase el turno de preguntas de su intervención del 27/05/17 en el seminario “Petróleo” organizado por el MACBA). Aunque no creo que tengamos una obligación ni una responsabilidad a la hora de justificar nuestras propuestas comparables a la de alguien que ha aportado sus ideas para la política económica de una formación con opciones de entrar en un gobierno estatal (Podemos), quisiera recoger el guante lanzado y tratar de darle mi respuesta dándome por implícitamente aludido.


En primer lugar habría que aclarar que las medidas de un ministro o ministra debieran ser, lógicamente, las coherentes con la política general del gobierno del que formase parte, y esta, a su vez, basada en las propuestas hechas a la ciudadanía que eligió dicho gobierno con sus votos. Por tanto, desarrollando mínimamente esta obviedad, si la persona al cargo de un ministerio cualquiera va a aplicar medidas decrecentistas, será en todo caso, dentro de un gobierno decrecentista que haya logrado el apoyo en las urnas para un proyecto decrecentista. 
 

Esto, aunque no se lo parezca al Sr. Navarro y a la mayoría de las izquierdas, no es algo tan inverosímil, a la luz del estudio publicado el pasado año por investigadores de la UAB y que apuntaba a que más de un tercio de la población española podría estar a favor de un proyecto no ya decrecentista, pero sí al menos acrecentista, que para el caso nos sirve igualmente como apoyo a la factibilidad de un gobierno que arrojase la crecimientomanía a la papelera de la Historia.


Así pues, me permito modificar aclarativamente los términos de la pregunta de Navarro de la siguiente manera: “¿Qué medidas adoptaría un gobierno decrecentista?” Dado que soy de la opinión de que solamente un gobierno del pueblo es digno de ser calificado de “democrático”, la primera medida debería ser un referéndum para lograr el apoyo expreso de la ciudadanía a un proyecto decrecentista mediante su decisión directa. Esto permitiría no sólo legitimar doblemente dichas políticas (por la victoria en las elecciones generales + la victoria en el referéndum), sino que deslegitimaría cualquier posible contramedida que un futuro gobierno partidario de insistir en el crecimiento económico quisiese imponer. 
 

Por supuesto a este referéndum debería llegarse tras una fase previa (que debiera comenzar —con menos medios, claro está— mucho antes de la llegada de tal partido decrecentista al gobierno) de explicación a la sociedad de la necesidad del Decrecimiento, de las indeseables o imposibles alternativas al mismo, y de las nuevas prioridades sociales, políticas y económicas que vendrían a sustituir a la obsesión por el crecimiento del PIB (una buena vida, la satisfacción asegurada de las necesidades básicas, un futuro digno para nuestros hijos y nietos, etc.). 
 

Dicha fase de comunicación y debate social podría extenderse a lo largo de todo un año, durante el cual tendríamos, por ejemplo, la ocasión de ver en la TV pública los principales documentales acerca de la cuestión (tanto los que diagnostican la crisis ecosocial como los que presentan alternativas inspiradoras ajenas al crecimiento), series de ficción que ayudasen a crear un nuevo imaginario poscrecentista, programas realizados por los propios colectivos sociales, debates abiertos a la máxima pluralidad posible de posturas y, gracias a ello, tendríamos la ocasión de escuchar en prime time las voces de gente como Herrero, Mediavilla, Prieto, Taibo, Riechmann, De Castro, Carpintero, Turiel, Santiago, Doldán o González Reyes, y otros muchos capaces de explicar con perfecta claridad y rigor los auténticos términos del panorama que tenemos ante nosotros, las luces y las sombras, las amenazas y las oportunidades que se nos abren como sociedad en este excepcional momento histórico. 
 

Esto, junto con una amplia participación social en todo el proceso, rompería esa “dictadura mediática” de la que el mismo Navarro habla y crearía las condiciones para lo que he denominado estrategia franca ilusionante (en mi libro La izquierda ante el colapso de la civilización industrial. Apuntes para un debate urgente, La Oveja Roja, 2016).


Lo cual me lleva al segundo punto principal de mi respuesta al profesor catalán. El hecho de que centre su reclamación de medidas en la acción de un ministerio concreto (pese a la importancia que pueda tener el de Economía) me hace pensar que no acaba de captar que la cuestión del Decrecimiento —al contrario que el tipo de política al que estamos acostumbrados— no es una cuestión sectorial ni la crisis ecosocial que nos lleva a estas propuestas algo que se pueda abordar desde un único ministerio, sea este el de Medioambiente (al que se nos suele remitir cuando hacemos propuestas de abandono de los combustibles fósiles) o el de Economía. 
 

Las actuaciones de tipo económico que hubiera que tomar para poner en práctica una propuesta decrecentista serían inseparables de las tomadas desde las áreas de Cultura, Medioambiente, Transportes, Sanidad o Defensa, por ejemplo. Porque el problema que tenemos es integral; afecta a todos los aspectos de nuestra forma de vida y de hecho es, más que sistémico, civilizatorio. Este es otro motivo para objetar los términos de la pregunta que se nos lanza y que demuestra que quien la formula así, no está comprendiendo realmente el carácter integral del problema subyacente.


Para terminar, quisiera devolverle la pregunta a Vicenç Navarro y plantearle qué haría él como ministro de Economía cuando el agotamiento energético —si resulta finalmente vana su fe en que la “creatividad humana” puede “crear recursos” (véanse de nuevo sus respuestas en el seminario “Petróleo”)— haya llegado al punto de tener que racionar los combustibles fósiles, cuando millones de personas en las ciudades del país se queden sin alimentos en los supermercados, cuando dejen de funcionar los sistemas de abastecimiento de agua y saneamiento, y los hospitales sufran apagones continuos y falta persistente de medicamentos, y cuando todo ello suceda en un contexto de conflicto internacional por los últimos recursos. 
 

Me gustaría saber qué haría un economista marxista o neokeynesiano cuando la caída permanente del PIB reduzca los ingresos del Estado de manera irreversible, porque se han cerrado por falta de materiales y energía no sólo todas las fábricas que los decrecentistas proponemos —para su escándalo— cerrar, sino muchas más, y qué hará cuando las cifras de paro se doblen y tripliquen mientras nuestros campos se dejan de cultivar por falta de gasóleo para la maquinaria. Dado que el Sr. Navarro además de experto en economía política y sociólogo, es médico, le sugeriría que antes de rechazar un tratamiento alternativo se asegure de que su diagnóstico de la enfermedad es el correcto, no sea que esté intentando tratar una úlcera cuando lo que hay en realidad es un cáncer.

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