Recientemente Vicenç
Navarro, economista de la Pompeu Fabra y reconocido oponente de las
ideas del Decrecimiento, nos retaba a la gente decrecentista a
explicar qué medidas tomaríamos si fuésemos ministros de Economía
(véase el turno de preguntas de su
intervención del 27/05/17 en el seminario “Petróleo”
organizado por el MACBA). Aunque no creo que tengamos una obligación
ni una responsabilidad a la hora de justificar nuestras propuestas
comparables a la de alguien que ha aportado sus ideas para la
política económica de una formación con opciones de entrar en un
gobierno estatal (Podemos), quisiera recoger el guante lanzado y
tratar de darle mi respuesta dándome por implícitamente aludido.
En primer lugar habría
que aclarar que las medidas de un ministro o ministra debieran ser,
lógicamente, las coherentes con la política general del gobierno
del que formase parte, y esta, a su vez, basada en las propuestas
hechas a la ciudadanía que eligió dicho gobierno con sus votos. Por
tanto, desarrollando mínimamente esta obviedad, si la persona al
cargo de un ministerio cualquiera va a aplicar medidas
decrecentistas, será en todo caso, dentro de un gobierno
decrecentista que haya logrado el apoyo en las urnas para un proyecto
decrecentista.
Esto, aunque no se lo
parezca al Sr. Navarro y a la mayoría de las izquierdas, no es algo
tan inverosímil, a la luz del estudio
publicado el pasado año por investigadores de la UAB y que
apuntaba a que más de un tercio de la población española podría
estar a favor de un proyecto no ya decrecentista, pero sí al menos
acrecentista, que para el caso nos sirve igualmente como apoyo a la
factibilidad de un gobierno que arrojase la crecimientomanía a la
papelera de la Historia.
Así pues, me permito
modificar aclarativamente los términos de la pregunta de Navarro de
la siguiente manera: “¿Qué medidas adoptaría un gobierno
decrecentista?” Dado que soy de la opinión de que solamente un
gobierno del pueblo es digno de ser calificado de “democrático”,
la primera medida debería ser un referéndum para lograr el apoyo
expreso de la ciudadanía a un proyecto decrecentista mediante su
decisión directa. Esto permitiría no sólo legitimar doblemente
dichas políticas (por la victoria en las elecciones generales + la
victoria en el referéndum), sino que deslegitimaría cualquier
posible contramedida que un futuro gobierno partidario de insistir en
el crecimiento económico quisiese imponer.
Por supuesto a este
referéndum debería llegarse tras una fase previa (que debiera
comenzar —con menos medios, claro está— mucho antes de la
llegada de tal partido decrecentista al gobierno) de explicación a
la sociedad de la necesidad del Decrecimiento, de las indeseables o
imposibles alternativas al mismo, y de las nuevas prioridades
sociales, políticas y económicas que vendrían a sustituir a la
obsesión por el crecimiento del PIB (una buena vida, la satisfacción
asegurada de las necesidades básicas, un futuro digno para nuestros
hijos y nietos, etc.).
Dicha fase de comunicación
y debate social podría extenderse a lo largo de todo un año,
durante el cual tendríamos, por ejemplo, la ocasión de ver en la TV
pública los principales documentales acerca de la cuestión (tanto
los que diagnostican la crisis ecosocial como los que presentan
alternativas inspiradoras ajenas al crecimiento), series de ficción
que ayudasen a crear un nuevo imaginario poscrecentista, programas
realizados por los propios colectivos sociales, debates abiertos a la
máxima pluralidad posible de posturas y, gracias a ello, tendríamos
la ocasión de escuchar en prime time las voces de gente como
Herrero, Mediavilla, Prieto, Taibo, Riechmann, De Castro, Carpintero,
Turiel, Santiago, Doldán o González Reyes, y otros muchos capaces
de explicar con perfecta claridad y rigor los auténticos términos
del panorama que tenemos ante nosotros, las luces y las sombras, las
amenazas y las oportunidades que se nos abren como sociedad en este
excepcional momento histórico.
Esto, junto con una amplia
participación social en todo el proceso, rompería esa “dictadura
mediática” de la que el mismo Navarro habla y crearía las
condiciones para lo que he denominado estrategia
franca ilusionante
(en mi libro La izquierda ante el colapso de la civilización
industrial. Apuntes para un debate urgente, La Oveja Roja, 2016).
Lo cual me lleva al
segundo punto principal de mi respuesta al profesor catalán. El
hecho de que centre su reclamación de medidas en la acción de un
ministerio concreto (pese a la importancia que pueda tener el de
Economía) me hace pensar que no acaba de captar que la cuestión del
Decrecimiento —al contrario que el tipo de política al que estamos
acostumbrados— no es una cuestión sectorial ni la crisis ecosocial
que nos lleva a estas propuestas algo que se pueda abordar desde un
único ministerio, sea este el de Medioambiente (al que se nos suele
remitir cuando hacemos propuestas de abandono de los combustibles
fósiles) o el de Economía.
Las actuaciones de tipo
económico que hubiera que tomar para poner en práctica una
propuesta decrecentista serían inseparables de las tomadas desde las
áreas de Cultura, Medioambiente, Transportes, Sanidad o Defensa, por
ejemplo. Porque el problema que tenemos es integral; afecta a todos
los aspectos de nuestra forma de vida y de hecho es, más que
sistémico, civilizatorio. Este es otro motivo para objetar los
términos de la pregunta que se nos lanza y que demuestra que quien
la formula así, no está comprendiendo realmente el carácter
integral del problema subyacente.
Para terminar, quisiera
devolverle la pregunta a Vicenç Navarro y plantearle qué haría él
como ministro de Economía cuando el agotamiento energético —si
resulta finalmente vana su fe en que la “creatividad humana”
puede “crear recursos” (véanse de nuevo sus respuestas en el
seminario “Petróleo”)— haya llegado al punto de tener que
racionar los combustibles fósiles, cuando millones de personas en
las ciudades del país se queden sin alimentos en los supermercados,
cuando dejen de funcionar los sistemas de abastecimiento de agua y
saneamiento, y los hospitales sufran apagones continuos y falta
persistente de medicamentos, y cuando todo ello suceda en un contexto
de conflicto internacional por los últimos recursos.
Me gustaría saber qué
haría un economista marxista o neokeynesiano cuando la caída
permanente del PIB reduzca los ingresos del Estado de manera
irreversible, porque se han cerrado por falta de materiales y energía
no sólo todas las fábricas que los decrecentistas proponemos —para
su escándalo— cerrar, sino muchas más, y qué hará cuando las
cifras de paro se doblen y tripliquen mientras nuestros campos se
dejan de cultivar por falta de gasóleo para la maquinaria. Dado que
el Sr. Navarro además de experto en economía política y sociólogo,
es médico, le sugeriría que antes de rechazar un tratamiento
alternativo se asegure de que su diagnóstico de la enfermedad es el
correcto, no sea que esté intentando tratar una úlcera cuando lo
que hay en realidad es un cáncer.
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