QUÉ SIGNIFICARÁ SER HUMANO EN LA ERA DE LAS MÁQUINAS
La humanidad no es algo que se dé por sentado, sino que hay que construirlo.
La
humanidad como especie ha atravesado tres importantes revoluciones a
lo largo de su historia: la revolución agrícola, la revolución
industrial y la revolución digital, que vivimos actualmente. La
forma en la que organizamos la fuerza de trabajo disponible nos ha
permitido pasar de pequeñas aldeas seminómadas de
cazadores-recolectores a vastas ciudades donde viven millones de
personas. Sin embargo, según diversos indicios e investigaciones,
estamos por enfrentarnos a una nueva revolución civilizatoria, la
cuarta en su tipo, y probablemente la más radical a la que nos
hayamos enfrentado: la revolución de la automatización.
Es
un tema frecuente en películas y libros de ciencia ficción: la
inteligencia artificial se vuelve cada vez más capaz de resolver
tareas y problemas que los humanos solían resolver en mucho más
tiempo y con resultados menos satisfactorios. A la larga, la
tendencia a la automatización de las funciones del trabajo es una
realidad sostenida por factores de eficiencia técnica y económica,
el trayecto “natural”, por así decirlo, del capitalismo. Una
máquina no necesita turnos laborales de 8 horas ni periodos de
descanso; las máquinas no forman sindicatos ni exigen que se
respeten sus derechos. Son trabajadoras incansables que apenas
requieren mantenimiento y pueden trabajar sin parar hasta volverse
obsoletas. ¿Qué perspectivas arroja un mundo así para los humanos
y su dependencia de la fuerza de trabajo para sufragar sus
necesidades vitales más básicas?
Se estima que en
cuestión de años la automatización será una realidad cada vez más
visible. Numerosas compañías, entre ellas Google, Amazon, Uber y
Tesla, están invirtiendo en investigación sobre vehículos y
transportes automáticos, lo que volvería obsoletos, casi de la
noche a la mañana, a millones de conductores y transportistas
urbanos. Existen algoritmos que pueden revisar papeleo legal con
mayor precisión que sus contrapartes humanos, los abogados, y en el
área médica, la nanomedicina y la edición genética prometen
extraordinarios resultados para diagnosticar, operar y atender
pacientes, siendo incluso capaces de dar una segunda opinión por sí
mismos.
Según
la manera en la que se realice la transición hacia la automatización
del trabajo, hablaremos durante el próximo siglo de una sociedad
utópica o distópica.
Veámoslo
con optimismo primero: una sociedad donde el trabajo haya quedado
abolido a través de un recurso como el ingreso universal para todos
podría ser el amanecer de una nueva era donde el trabajo manual y
las labores propias de la supervivencia dejen de ser un lastre para
millones de seres humanos, liberados así del yugo del tiempo de
oficina, como predijeron filósofos modernos del optimismo,
comoThoreau y Bertrand Russell.
Por el lado
distópico, las inequidades actuales podrían agudizarse a niveles
nunca antes vistos desde el feudalismo. La idea de una guerra
decidida a través de algoritmos y teoría de juegos podría llevar a
la inteligencia artificial a concluir que los humanos en realidad son
un lastre innecesario para el desarrollo tecnológico.
Históricamente, los grandes descubrimientos e innovaciones
científicas ocurren como resultado de necesidades bélicas de los
países, por lo que una automatización ciega podría significar el
robustecimiento de políticas nacionalistas sostenidas militarmente,
el empobrecimiento y desempleo de millones de personas cuyos empleos
dependen directamente de economías más desarrolladas, y la
ampliación de la franja de desigualdad entre las élites y los más
pobres.
En
este contexto, preguntarse sobre lo que constituye al ser humano no
es una cuestión baladí ni ociosa, pues es justamente en los
momentos de mayor tensión en los que el ser humano toma conciencia
de su propósito como individuo y como especie. Sólo hasta que nos
demos cuenta de que nuestra libertad no depende de las opciones
disponibles de estilos de vida de consumo, podremos ser
verdaderamente libres para transformar el mundo y buscar mejores
condiciones para todos al pensar en términos de especie.
Decidirnos
por seguir alimentando un sistema que tarde o temprano nos juzgará
obsoletos, o bien luchar para que la vida humana sea reconocida como
algo valioso por sí mismo y digno de preservarse. Como dijo de
manera promisoria el sociólogo Jean Baudrillard, el reto de las
generaciones de entresiglos es crear las condiciones de supervivencia
para el ser humano como especie en el planeta, o enfrentarse a su
desaparición.
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