CARTA
DE UNA DOCTORA
PERSEGUIDA POR LA SANTA INQUISICIÓN MÉDICA
PERSEGUIDA POR LA SANTA INQUISICIÓN MÉDICA
Algunos científicos celebres tachados de brujos por la Inquisición en épocas siniestras de nuestra historia |
Hace
un tiempo, a la Organización Médica Colegial y al Consejo
General de Colegios Médicos les ha dado por perseguir,
desacreditar y difamar toda terapia que no esté bendecida por la
prepotente FarMafia.
Quieren volver a
encender la hoguera y quemar vivos a quienes no comulguen con su
religión médica prostituida.
Este
es el panfleto que
dicen llevaran a Fiscalia para pedir responsabilidades a quien
practique alguna de las decenas de terapias naturales,
efectivas y nada agresivas, reconocidas incluso por la
Propia OMS (Organización Mundial de la Salud) a través de
este documento
aprobado por
la asamblea anual de este organismo , donde todos los
países del mundo participan.
Plantar
cara a la FarMafia como hace esta Doctora con los riesgos que
supone, merece nuestro respeto. A
continuación la carta de esta Doctora
Yo
soy médico homeópata. En ese orden.
Estaba
estudiando medicina allá en el año 1982 aproximadamente cuando en
casa hubo una curación de esa que se pueden denominar casi
milagrosa, en una hermana pequeña que la medicina oficial había
condenado al deterioro progresivo y la casi invalidez, por una
artritis reumatoide juvenil con poca respuesta al tratamiento de la
medicina oficial. Mi madre, en activo por aquel entonces como
profesional de la enfermería dentro del sistema público de salud
andaluz, tuvo la idea (osadía, valentía, temeridad???)
de no resignarse a los designios de la medicina oficial, y optó por llevarla a un médico homeópata de los pocos que por aquel entonces estaban en ejercicio, y tras una o dos dosis de un medicamento homeopático, que a mí por aquel entonces me sonaba a chino (Calcárea Carbónica M CH) del que mi hermana tomó unas pequeñas bolitas que sabían a azúcar según ella nos contó, desaparecieron por completo sus dolores y su inflamación articular, y lo que iba a devenir en una cuasi invalidez, se tornó en facilitar que una personalidad abierta y deportista, se pudiera manifestar en su plenitud y pudiera desarrollar sus posibilidades físicas en la práctica de varios deportes. Hoy, tras 35 años de aquel suceso, no ha vuelto a tener una sola manifestación reumática ni nada que se le parezca.
de no resignarse a los designios de la medicina oficial, y optó por llevarla a un médico homeópata de los pocos que por aquel entonces estaban en ejercicio, y tras una o dos dosis de un medicamento homeopático, que a mí por aquel entonces me sonaba a chino (Calcárea Carbónica M CH) del que mi hermana tomó unas pequeñas bolitas que sabían a azúcar según ella nos contó, desaparecieron por completo sus dolores y su inflamación articular, y lo que iba a devenir en una cuasi invalidez, se tornó en facilitar que una personalidad abierta y deportista, se pudiera manifestar en su plenitud y pudiera desarrollar sus posibilidades físicas en la práctica de varios deportes. Hoy, tras 35 años de aquel suceso, no ha vuelto a tener una sola manifestación reumática ni nada que se le parezca.
Yo
por aquel entonces, todavía me encontraba sumida aún en la
prepotencia y soberbia que caracteriza a la mayor parte de la clase
médica, y no dí valor alguno a aquella curación por espectacular
que pudiera parecer, de hecho ni siquiera me interesé por hablar del
tema con el médico que la había tratado. Todavía andaba
deslumbrada por las batas blancas, el halo de magia que exhalan los
médicos en los hospitales, y el magnífico despliegue de analíticas,
pruebas de imagen y de todo tipo que había que manejar para hacer un
diagnóstico, que en aquel momento me parecían mucho más
importantes que mirar la cara o el alma de los pacientes.
Pero
a medida que iba avanzando en mi formación médica, sin yo realmente
saberlo, iba creciendo mi desencanto. Siempre me preocupó quién era
la persona que estaba detrás de la enfermedad, y me pareció que
quizá desde donde mejor se podía estudiar a la persona era desde la
psiquiatría, por lo que entré de alumna interna por oposición a
esa cátedra, y comencé en 2ª de carrera a hacer prácticas en
consultas psiquiátricas. Mi ilusión por hacer una historia clínica
que reflejara quién era y cuál era el sufrimiento que aquejaba a la
persona que tenía detrás de la mesa, se topaban tras dos horas con
el paciente, con las preguntas del psiquiatra que supervisaba los
tratamientos: ¿Duerme? ¿Come? ¿Da la lata en casa?…. para acto
seguido recetar sistemáticamente Lorazepam, Noctamid, Denubil y
cuatro o cinco fármacos más, que eran lo que todos se llevaban
puestos para que estuvieran tranquilitos, fuera cual fuera la causa
de su problema y la historia que me hubieran contado.
Noches
de guardias en el hospital en las que no nos dejaban acercarnos a un
paciente e infinitas horas de estudio para conseguir grabar en mi
cabeza mil y un gérmenes con sus características correspondientes,
y mil y un medicamentos con sus fórmulas químicas, familias a las
que pertenecen, modo de acción, indicaciones, interacciones y sobre
todo, digo sobre todo porque a mí era lo que más me preocupaba,
efectos secundarios. Cientos de efectos secundarios que me hacían
plantearme que cómo iba a prescribir a una persona algo que le iba a
dañar el hígado, el estómago o que le podía provocar en algunos
casos incluso la muerte si me sobrepasaba con la dosis, o si se la
administraba junto con otro fármaco que le provocara una
interacción.
Y
yo no encontraba que en ningún lado me hablaran del hombre enfermo.
Muy al contrario: me hablaban de órganos, tejidos, células,
moléculas… pero como si de un desguace se tratara. Se
experimentaba en laboratorio con partes de ese hombre y luego se
extrapolaban resultados al hombre entero, o mucho peor, con animales
vivos para luego llevar a la clínica los resultados solamente
haciendo una adecuación a la diferencia de peso entre un ratón y un
hombre. A mí aquello me repugnaba intelectualmente, pero no sabía
por qué: no podía aceptar que eso fuera lo único que se podía
hacer, pero no me cabía entender lo que me pasaba.
Terminé
mi carrera en el tiempo previsto habiendo dejado para Septiembre una
sola asignatura y habiéndome suspendido también otra única
asignatura en los seis años de estudio, con unos resultados en
general bastante buenos, y me fui durante un verano a Pamplona a
hacer un intensivo de preparación del MIR en la prestigiosa
Universidad de Medicina de Navarra. Cuando regresé estaba tan
perdida como al principio: había fijado muchos datos, muchas
patologías y muchos tratamientos, pero eso no era lo que yo había
entrado buscando en esa facultad.
Así
que tras un primer intento sin éxito de sacar el MIR, mi madre tuvo
de nuevo la idea (osadía, valentía o temeridad, no sé tampoco
ahora cómo calificarlo) de decirme que hablara con un médico
homeópata para que me informara sobre qué era la Homeopatía, y por
tal de no oírla, quedé con él para tomar un café y que me
comentara un poco de qué iba esto. Bastó una charla de quince
minutos en una terraza de una cafetería, y una servilleta de papel
en la que fue escribiendo los ocho principios fundamentales de la
Homeopatía, (Similia similibus Curentur: lo semejante cura lo
semejante, Vix Medicatrix naturae: la Naturaleza es la que hace y da
forma a la enfermedad, Dosis Mínima, Individualidad Morbosa,
Individualidad Medicamentosa, Experimentación Pura, Dinamismo Vital,
y los Miasmas como clasificación de los tres modos genéricos de
enfermar ) para que de pronto se me encendiera la luz, y me diera
cuenta de que eso es lo que yo estaba buscando desde que entré en la
carrera.
Aquí
se entendía la enfermedad como una manifestación hacia el exterior
de algo que ocurría a un nivel más profundo, es decir a nivel
dinámico, como un desequilibrio profundo que se reflejaba tanto a
nivel orgánico, como tisular, analítico y por supuesto a nivel
mental. Había que estudiar al hombre en conjunto para averiguar la
imagen hacia el exterior que estaba proyectando la alteración de su
energía vital, que es donde radica realmente la enfermedad, y había
que buscar un medicamento que, experimentado previamente en personas
sanas, hubiera manifestado la posibilidad de producir ese conjunto de
síntomas, pero se le administraba en dosis tan pequeñas, que hacía
que no sólo no agravara su enfermedad, sino que despertaba la
reacción curativa del organismo, sin dejar secuelas o efecto
secundario alguno.
Eso
me sedujo. Lo reconozco. Y desde entonces han pasado ya 32 años de
estudio continuado, porque es muy muy complejo conocer el alma
humana, escuchando día tras día a personas que vienen rebotadas de
la medicina oficial, desencantadas por los resultados que la
plurifarmacia les ha proporcionado, y tratando de entender quién es
la persona que está detrás de esos síntomas, para darle una
pequeña dosis del remedio que más se asemeje a su padecimiento.
Trabajando sólo en lo privado, día a día, en solitario. Comiéndome
mis dudas hasta encontrar el modo de resolverlas, pasando a veces
incluso miedo por tener que aguantar hasta que el paciente
reaccionara, y feliz cuando conseguía su curación, y por
supuesto estudiando cada día, año tras año sin parar.
Y
pagando religiosamente cada curso al que he asistido. Sin ir a
congresos pagados por multinacionales de fármacos, sino de mi propio
bolsillo. Pagando el Colegio de Médicos que se supone me respaldaba,
y pagando los impuestos correspondientes para ejercer dentro del
marco de la sanidad privada, con todos los requisitos de la ley.
Mis
compañeros de promoción hoy son jefes de Servicio o jefes de
Departamento, tienen sus buenos sueldos y se pegan sus buenos viajes
a Congresos por todo el mundo, con coste cero, y están pensando el
tiempo que les queda para jubilarse, y la pensión que les va a
quedar entre lo que han cotizado y el mullido plan de pensiones que
han ido acumulando. Yo tengo una consulta alquilada, por la que un
buen mes no saco más que un sueldo bastante discreto, y los meses de
vacaciones tengo que seguir pagando alquiler, secretaria e impuestos,
sin ver un euro. Por supuesto las pagas extraordinarias no forman
parte de mis posibilidades, y para mí una baja es, como decía el
anuncio, una mujer bajita. Pero hasta ahora era feliz con mi trabajo,
y me sentía muy satisfecha con lo que hacía porque siempre he
creído en ello.
Pero
ahora, tras tantos años de ejercicio, resulta que en los medios
dicen que soy poco menos que una sinvergüenza. Empezaron diciendo
que la Homeopatía es placebo porque las dosis que utilizamos no
pueden demostrar que existan por las leyes de la física newtoniana.
Luego salieron los pseudoescépticos diciendo que la Homeopatía no
es científica y que nuestros medicamentos pueden ser peligrosos para
el que los toma ya que no tienen estudios científicos que avalen su
eficacia (¿en qué quedamos? ¿son placebo porque no tienen nada o
son potencialmente peligrosos?? ).
Luego
empezó el dominó de la caída de los Másters de las diferentes
universidades españolas, porque si la Homeopatía no es científica
no puede tener cabida en el Santa Sanctorum de la ciencia que es la
Universidad, así que nos dejaron sin poder formar a nadie en nuestra
medicina. Y luego los Colegios Médicos nos dejaron de avalar y nos
rechazan como apestados, cuando hasta hace poco nos habían aceptado
con cordialidad, entendiendo que aún con diferente visión de lo que
es la salud y la curación, somos colegas con la misma finalidad que
es buscar ayudar a los pacientes en el transcurso de su enfermedad, y
llevarlos a ser posible de la forma más rápida y suave a ser
posible, hacia el restablecimiento de su salud. En cambio hoy nos
miran como proscritos, sospechosos, delincuentes, aprovechados….
Nos niegan el pan y la sal y a todas luces cuestionan nuestro modo de
actuar.
Y
yo me pregunto, ¿qué es lo que ha ocurrido para que se haya
producido un cambio de actitud tan importante por parte de los
representantes de la medicina oficial para tratar de eliminar del
espectro de terapias a disposición de los médicos, de todo aquello
que no huela a medicina química? ¿Se imaginan por un momento que el
Estado nos obligara a vestir igual a todo el mundo, o a comer sólo
los alimentos que ellos dijeran?? Y por más vueltas que le doy llego
a la conclusión que la tendencia a ir contra todo lo que no sea
medicina alopática me parece que apesta a intereses farmacéuticos:
y es que cada vez hay mayor número de personas con nivel alto de
formación y en países desarrollados, que solicitan un tratamiento
integral que está muy lejos del que ofrece la medicina que impera en
Occidente.
En
el mismo saco han metido a la Homeopatía, a la Acupuntura, la
Fitoterapia y hasta el Psicoanálisis. Sólo quieren que se
medicalice a todo el mundo y desde la más tierna infancia, incluso
por situaciones que ni siquiera son patológicas (¿qué decir de
casos como el TDHA que recomiendan medicar a los niños para que
estén quietos y no molesten a los padres que no pueden o no saben
atenderles, o de una depresión reactiva tras un fallecimiento por
ejemplo, que desde el criterio alopático habría que tratar con
antidepresivos, evitando que se realice el duelo, y prolongando en el
tiempo las consecuencias del mismo??)
Y
¿cuántas veces nos hemos encontrado que lo que está fervientemente
recomendado por la sanidad oficial, queda proscrito al cabo de un
tiempo, por las consecuencias negativas que se ha visto ha ocasionado
a la población? O ¿cuántas veces se ha anunciado una
epidemia de gripe que iba a diezmar a la población y cuando se ha
conseguido que los gobiernos compraran toneladas de vacunas y la
empresa distribuidora se ha frotado las manos con los pingües
beneficios obtenidos, la epidemia no ha pasado de la importancia de
un resfriado?
No
podemos ni debemos caer en manos de lo que las farmaceúticas quieren
que hagamos. Su negocio es vender, y mientras más enfermos estemos,
más venden, por lo cual, los médicos deseamos que los pacientes se
curen, pero las farmacéuticas necesitan que consuman fármacos, con
lo que ya sabemos cuáles van a ser sus recomendaciones. Si el
criterio médico queda en entredicho y se nos obliga a prescribir lo
que digan las farmacéuticas, desconozco para qué es necesaria la
figura del médico. Si sólo hay que recibir al paciente, (no digo
ver porque muchas veces en la sanidad pública ni se le mira a la
cara), pedirle una batería bien amplia y estandarizada de pruebas, y
llegado el momento de tener un diagnóstico, el tratamiento no tiene
elección, cualquier programa informático podría sustituir la cada
vez más deshumanizada figura del médico. Y el paciente se seguiría
encontrando huérfano si no hay nadie que le atienda y le entienda
como un ser completo en una fase de sufrimiento.
La
sociedad está cada vez más enferma, no hay duda de ello. Por muchos
avances que esté teniendo la medicina oficial en cuanto a
investigación y tecnología, las tesis en las que se basa la
medicina alopática que llevan a escindir al paciente cada vez en más
partes, y que cada una la lleve su superespecialista, (ya no hay
traumatólogos sino especialistas en hombro, rodilla, cadera, ya no
hay endocrinos sino especialistas en tiroides, ovarios, páncreas…..
y así cada vez será mayor la fragmentación a la que sometan al
hombre) conlleva el que ninguno atienda al ser humano. Y por mucho
que nos traten de impresionar con todo el arsenal de aparatos
super-sofisticados y con las investigaciones más ultramoleculares
para buscar el origen de la enfermedad, por más que lleguen con
tecnología de última generación a lo más profundo de la materia,
jamás encontrarán lo que buscan porque la
enfermedad se manifiesta en lo material, pero su origen está en la
energía: aunque creamos que somos materia, somos energía.
El
tiempo y las investigaciones de la física nos irán dando la razón.
Pero mientras tanto me gustaría levantar mi voz contra la caza de
brujas que se ha organizado últimamente contra las medicinas
alternativas. Se han publicado críticas despiadadas y difamatorias
en todos los medios, y se ha hablado en todas las tertulias del pobre
niño italiano que ha fallecido mientras se trataba con Homeopatía.
Sin duda su médico posiblemente erró con el tratamiento que le puso
y no rectificó a tiempo cuando vió que la evolución no era la
adecuada, bien cambiando el remedio homeopático a otro más adecuado
a su cuadro, o bien si la reacción no era favorable, a un
antibiótico si hubiera sido preciso. Como bien dije al principio
somos Médicos en primer lugar, y la curación del paciente está por
delante de cualquier otro criterio. Pero hay un doble rasero que
nadie tiene en cuenta y que me parece tremendamente sesgado y
peligroso: si alguien fallece mientras utiliza medicina alternativa,
la culpa la tiene el tratamiento que sin duda no es el adecuado, pero
si fallece en los brazos de la medicina oficial, es porque ya se hizo
todo por él, y la enfermedad no hubo modo de controlarla. A modo de
ejemplo recordemos el cáncer de páncreas que acabó con Steve Jobs
y el que se llevó a Rocío Jurado, y el diferente tratamiento
mediático que se les dio a ambos.
Ya
no solo como profesional, también como paciente reivindico mi
derecho a elegir con qué tipo de medicina me quiero tratar, y quiero
que se puedan tratar mis hijos y mis nietos el día de mañana. No
quiero pensar que si un día me pongo enferma, no tenga alternativa
de decidir que no quiero medicamentos químicos en mi tratamiento.
Mis hijos decidirán cómo se quieren tratar en el futuro, y cómo
quieren tratar a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Pero tienen
que tener la posibilidad de elegir. Tenemos que negarnos como
personas inteligentes a aceptar que bajo criterios interesados,
revestidos de titulares efectistas, nos impongan un pensamiento
único. Y hago una llamada a los profesionales de los medios de
comunicación para que no se dejen embaucar por las noticias que se
publican sin pasarlas por el tamiz de cuestionarlas y mirarlas con
una cierta desconfianza, antes de darlas por válidas y pasar la
apisonadora por encima de las personas que trabajamos y
luchamos día a día por la salud de nuestros pacientes. Desde
nuestra perspectiva y nuestro criterio. Libre y tan válido como el
de cualquiera.
Reivindicamos
la libertad en todos los aspectos, y yo reivindico la libertad de
elección por parte del médico, de la terapia que considera más
beneficiosa para su paciente, y en lo relativo al paciente, la
posibilidad de decidir con qué tipo de terapia quiere tratarse. Como
en cualquier parcela de la vida, elegimos libremente, y así debe
seguir siendo. Elegimos coche, elegimos casa, elegimos la ropa que
nos ponemos…. Está claro que hay que exigir unos estándares de
calidad para poder elegir con garantías. Pero precisamente por eso
veo tan contradictorio cerrar las puertas a la formación de los
profesionales: muy al contrario, habría que abogar por una exquisita
formación de los médicos que quieran optar por ejercer otro tipo de
terapias, tanto en la medicina oficial como en aquella que consideren
más cercana a su criterio. Y garantizar desde el Estado la
investigación de calidad en otras alternativas a la sanidad
operante, que las hay, y mucho menos costosas para las arcas
públicas, y sobre todo, mucho más beneficiosas para nuestros
pacientes.
Espero
que al menos, mis palabras le hagan pensar. Gracias por su tiempo y
por su atención. Un cordial y esperanzado saludo
Dra.
Mª Jesús Galán Dueñas
Colegiado
4109943
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