EL OXIMORÓN DEL TURISMO ECOLÓGICO
Lo de turismo
ecológico es un oxímoron difícil de defender, yo diría casi
imposible. Tal vez la única solución será, en lugar de hacer
turismo a las chimbambas durante una semana (para poder presumir de
“vivir mejor que otros”), volver al veraneo de dos meses en la
sierra más cercana. Creo que deberíamos dejar en paz al mar, al
menos por una temporada, para que se recupere.
Por ejemplo, un
veraneo serrano que nos permita practicar la “slow life”, los
bienes relacionales (para “vivir bien con otros”) y para poner al
menos durante dos meses los píes en la tierra. Es necesario dejar de
pensar en poner los pies en la Luna, o en Marte y dejar de ponerlos
en el asfalto.
También sería
bueno meter en nuestras cabezas el turismo cultural viajando por los
libros.
Una alternativa
muy alegre y sana podría ser la de turismo agroecológico en zonas
rurales cercanas para gozar, en verano, del frescor de sierras con
cierta altitud. Así volveríamos a practicar el tranquilo veraneo de
antaño, pero amenizado con actividades y aprendizajes
agroecológicos.
Estos
aprendizajes serían de gran utilidad para que los niños de ciudad
supieran cómo crece una lechuga, cómo pone un huevo una gallina o
cómo nace un ternerito. Es decir, supieran cómo es la vida.
Creo que esto
sería muchísimo más beneficioso y satisfactorio para los infantes
que los nefastos videojuegos, que familiarizan a los niños con la
violencia y que convierte el matar a semejantes en una diversión
natural. Detrás de esta nefasta mercancía se encuentran los
poderosísimos y desmesurados intereses crematísticos de las grandes
corporaciones armamentísticas, que necesitan potenciar el peor de
los consumismos:
el consumismo
de la guerra y los asesinatos.
O que esos estresantes viajes a las chimbambas, que sólo duran una
semana porque son caros, y por que hay que trabajar mucho para
pagarlos.
Además, será
muy plausible cambiar de aires y respirar una atmósfera libre de
humos, conseguir momentos de esparcimiento en familia que no se
pueden conseguir fácilmente en la estrepitosa ciudad. Y también
comprobar la fertilidad de la tierra que nos da sus productos
desinteresadamente, sin tener que depender de la esclavitud que
supone el trabajo asalariado. Incluso, se podrían plantear cursos de
familias enteras, como ensayo de realizar acercamientos a la
naturaleza y ensayos de bienes relacionales integrales, sin
discriminación de edades, sexos, razas, discapacidades, etc. Podrían
ser cursos de un mes durante las vacaciones de verano, tiempo
suficiente para lograr una introducción al conocimiento de la vital
disciplina de la Agroecología.
En toda
enseñanza, la Agroecología debería ser una asignatura básica y
sagrada, en el mejor sentido de la palabra sagrada. Desde luego mucho
más sagrada que la Historia Sagrada que nos imponen en la enseñanza
no laica, puesto que resulta ser lo más urgente, vital y necesario
para salvaguardar una vida sana y una mente saludable.
Una vida:
-Sin los
perniciosos influjos doctrinarios de los sectarios.
-Sin las
imposiciones psicológico-religiosas del marketing consumista.
-Sin los lavados
de coco místicos de las iglesias.
-Sin que haya
que cumplir con el precepto sagrado que nos indica el marketing y
cumplir con el ofrecimiento de viajar a las chimbanbas, lo que no
condiciona a trabajar de consumistas para que los hoteles cubran las
plazas, para beneplácito del sistema, para crecer en el PIB y para
acelerar la destrucción final de la naturaleza.
Julio García
Camarero
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